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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

lunes, 21 de abril de 2014

Por qué creo en Dios

Por qué creo en Dios
Por: D.J. Kennedy


Dice el necio en su corazón: No hay Dios.
Se han corrompido, e hicieron abominable maldad, No hay quien haga bien. Salmos 53:1

¿Existe Dios, o no? Esta pregunta eclipsa todas las demás que la humanidad pudiera hacer. Si usted piensa que esta declaración es la opinión de un teólogo o de un predicador, entonces lea la siguiente declaración, que se halla en la obra The Great Ideas Syntopicon (Temario de grandes ideas), una guía de estudio decisiva para la serie Great Books (Grandes libros), notable colección de la mayor parte de la sabiduría combinada de la civilización occidental, desde el tiempo de Tales hasta el presente. Mortimer Adier afirma: "Con excepción de ciertos matemáticos y físicos, todos los autores de los Great Books están representados en el capítulo que trata sobre Dios."[i] La razón es obvia. Hay más consecuencias que se derivan para el pensamiento y la acción de la afirma­ción o de la negación de Dios, que de la respuesta que se dé a cualesquiera de las otras preguntas básicas. El hecho de que los hombres se consideren como los seres supremos en el universo, o de que reconozcan a un ser sobrehumano a quien se imaginan como un objeto de temor o de amor, y como una fuerza que quieren desafiar o un Señor al cual han de obedecer, es algo que afecta a todo el tenor de la vida humana. En este tiempo de ateísmo militante y en marcha, que se difunde como un hongo mortal a través de nuestro mundo, necesitamos considerar el significado de esta pregunta y la evidencia de la existencia de Dios.

Tal vez una de las opiniones que más comúnmente sostienen los modernos americanos sofisticados es que, de algún modo, la ciencia ha refutado la idea de Dios o, como lo dijo Julián Huxiey, lo han reducido "simplemente a la desvaneciente sonrisa del famoso gato del cuento 'Alicia en el país de las maravillas' ". ¿Ha refutado realmente la ciencia la idea de Dios? En su libro, God, the Atom and the Universe (Dios, el átomo y el universo), James Reíd declara; "¡La ciencia está preparando una sorpresa para la humanidad! Por lo menos será una sorpresa para los que tienen dudas con respecto a la Biblia y su Dios. También vendrá cómo una sorpresa para los que están sujetos al concepto erróneo de que la ciencia ha socavado la Biblia. De hecho, incluso pudiera conmover a algunos científicos, que pudieran asombrarse al hallar que su recien descubierto hecho o su recién aceptada teoría, ofrecen un eslabón más de la cadena de evidencias que indican que los hechos del universo apoyan las declaraciones de la Biblia, incluso la creación."[ii] Poste­riormente declara que durante años, como hombres de ciencia, se ha empeñado en buscar apoyo en la Biblia para la física clásica, la física newtoniana, y no ha podido hallarlo.

Cuando entramos en este siglo, y la antigua física clásica dio paso a la nueva física cuántica, a la teoría atómica, emergió un concepto totalmente nuevo del universo. Cuando la teoría de la relatividad de Einstein reveló la relación interna entre la masa y la energía, él mismo descubrió de repente que los nuevos descubrimientos de la ciencia estaban estableciendo las enseñanzas de la Escritura. Los hechos del universo están siendo crecientemente apoyados por los hallazgos de la ciencia, y las consecuencias de esto son incalculables.3[iii] Vivimos en un tiempo en que hay la idea popular de que no existe un Dios ante el cual los hombres sean responsables. Creo que este pensa­miento es básicamente el responsable de la enorme incidencia de crímenes, asesinatos, violaciones, robos y de todo el mal civil concebible a que se enfrenta la sociedad de nuestro día. He oído a numerosos hom­bres, que supuestamente están informados sobre el tema, discutir una variedad de remedios para la situación, y me asombra su increíble ceguera. Parece que ninguno de ellos se da cuenta de que es la agresiva negación del Dios de la Biblia la que ha hecho que los hombres se vuelvan crecientemente animalistas. Enséñese a los hombres que son anima­les, y con el tiempo actuarán como animales.

E. L. Woodward, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Oxford, afirma: "Los valores de nuestra herencia occidental: la justicia, la misericor­dia, la bondad, la tolerancia, la abnegación, son incompatibles con el materialismo…"[iv] El materialis­mo es el concepto del universo según el cual no existe sino la materia: no existe alma, ni espíritu, ni Dios. "Permítaseme usar una frase bien desgastada con respecto al Estado (que él toma de Marx), estos valores se marchitarán en una cultura materialista." Más adelante dice que "no tiene sentido hablar acerca de los 'derechos' humanos en una sociedad materialis­ta; de igual modo uno pudiera hacerle un llama­miento moral al océano Atlántico".

¿Han refutado los científicos la existencia de Dios? No hay rama de la ciencia que examine una porción mayor de la creación de Dios que los astrónomos. Las Escrituras dicen: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmo 19:1). "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo" (Romanos 1:20). ¡El 90 por ciento de todos los astrónomos de hoy creen en Dios! Los que han examinado más completamente la obra de sus manos creen en Dios. Este es un porcenta­je mayor que el que se halla entre los carniceros, panaderos o fabricantes de candeleros. Los que han examinado de la manera más asidua el universo, y hasta la distancia más lejana que el hombre haya podido ver, han llegado a la conclusión de que la mano que lo hizo es divina.

Pierre Simón de la Place, uno de nuestros astróno­mos más grandes, dijo que la prueba en favor de un Dios inteligente como autor de la creación estaba como la infinidad frente a la unidad contra cual­quiera otra hipótesis de causación final; que era infinitamente más probable que un conjunto de utensilios de escritura lanzados desordenadamente sobre el pergamino produjeran la Ufada de Hornero, que no que la creación la hubiera originado cual­quiera otra causa fuera de Dios. Esta evidencia a favor de Dios en oposición a las evidencias que se presentan contra El como Creador del universo, es como la infinidad contra uno. Ni siquiera podría medirse.[v]

Existen muchos argumentos diferentes sobre la existencia de Dios. Hay uno que se conoce con el nombre de argumento cosmológico. Aunque Kant y Hume dirigieron sus ataques contra varios de los argumentos clásicos que hay en favor de la existencia de Dios, lo hicieron sin evidencias adecuadas y sin suficientes pruebas para refutarlos. Puesto que las diversas pruebas teístas no son matemáticas (realmente son argumentos de probabilidad abrumadora estos argumentos aún permanecen, y la mente de la criatura aún reconoce en ellos evidencias del Creador divino. Sir James Jeans, uno de los más grandes astrónomos modernos, dijo que cuando más examinaba las inmensas expansiones del espacio y la tre­menda complejidad de estas cosas, tanto más parecía el universo ser un gigantesco pensamiento de un gran matemático.

El argumento cosmológico deriva su nombre del término cosmos, que significa el universo y del cual nos viene nuestra palabra cosmético. Significa ordenado y bello. Dentro del universo hay tantísimas evidencias de orden, que sería imposible enumerarlas todas. La física cuántica ha demostrado que, a nivel de las partículas subatómicas, hay un irresistible impulso de los electrones hacia la simetría, y que existe un asombroso aspecto cosmético, es decir de orden y belleza, en el universo. Un autor dijo que la naturale­za es un gran arquitecto, dando a entender con eso que la naturaleza es Dios. Que es también un gran astrónomo, un gran químico, un gran fisiólogo, un gran psicólogo y un gran matemático, demostrando así un increíble conocimiento de los hechos de las diver­sas ciencias que la humanidad conoce actualmente, ciencias que han afirmado todas ellas la misma cosa.

También está el argumento teleológico. La palabra griega telos significa finalidad; de modo que la teleolo­gía es aquel concepto de la filosofía que ve que en el universo todas las cosas están destinadas para un propósito, para una finalidad. Los ateos y los evolu­cionistas (casi invariablemente deben de ser los mis­mos) detestan las palabras propósitos o teleología, porque creen que el mundo no tiene propósito. Creen que todo es un gigantesco accidente, simple­mente la concatenación de átomos que por casualidad se unieron, al azar. Aun cuando la gente puede decir que las cosas existen de una manera increíblemente compleja, y que ésa es la única razón por la cual estamos aquí, es difícil que la mente humana haga caso omiso del fantástico número de evidencias de que Alguien ha estado proveyendo para nuestro bienestar.

Consideremos la masa y el tamaño de este planeta en que hemos sido colocados. Son justamente los correctos. El doctor Wallace dice que si la tierra fuera un diez por ciento mayor o menor de lo que es, no sería posible la vida en este planeta. Además, está justamente a la distancia correcta del Sol, y así recibimos la cantidad correcta de calor y de luz. Si la tierra estuviera más lejos de él, nos congelaríamos; y si estuviera más cerca, como a la distancia a que están Mercurio o Venus, no podríamos sobrevivir.[vi]

Consideremos el asombroso hecho de la inclinación del eje de la Tierra. Ninguno de los otros planetas está inclinado como el nuestro: a 23 grados. Este ángulo permite que la Tierra voltee lentamente todas las partes de su superficie ante los rayos del Sol, en forma muy parecida a como gira un pollo en un asa­dor. Si su eje no tuviera inclinación, se acumularían grandes masas de hielo en los polos, y la parte central de la tierra se volvería intensamente caliente.

Otro sorprendente aspecto de nuestra relación con el sistema solar es nuestra Luna. Muchas personas no comprenden que sin la Luna sería imposible vivir en este planeta. Si alguien tuviera alguna vez el éxito de sacar a la Luna de su órbita, toda la vida se acabaría en este planeta. Dios ha provisto la Luna como una sierva para que limpie los océanos y las costas de todos los continentes. Sin las mareas que crea la Luna, todos nuestros puertos y playas se convertirían en un pozo hediondo lleno de basura, y sería imposible vivir cerca de ellos en ningún lugar. A causa de la marea, con­tinuas olas rompen en las costas del océano, con lo cual airean los océanos de este planeta y proveen oxígeno para el plancton, que es el fundamento mismo de la cadena alimenticia de nuestro mundo. Sin el plancton, no habría oxígeno, y el hombre no podría vivir en esta tierra. Dios hizo la Luna del tamaño preciso y la colocó a la distancia conveniente de la tierra para que realizara estas y otras numerosas funciones.

Tenemos la maravilla de nuestra atmósfera. Vivi­mos bajo un gran océano de aire compuesto de un 78 por ciento de nitrógeno, un 21 por ciento de oxígeno y el 1 por ciento restante, de casi una docena de microelementos. Los estudios espectrográficos de otros planetas del universo estelar demuestran que ninguna otra atmósfera, ninguna otra parte del universo conocido, está compuesta de estos mismos ingredientes, ni de nada que se parezca a esta composición. Estos elementos no están combinados químicamente, sino que se mezclan mecánicamente en forma continua, mediante los efectos de marea que la Luna produce sobre la atmósfera. La Luna produce el mismo efecto sobre la atmósfera que sobre los mares, y siempre provee la misma cantidad de oxígeno. Aunque el hombre descarga una tremenda cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, éste es absorbido por el océano, y el hombre puede continuar viviendo en este planeta.

Si la atmósfera no tuviera el espesor que tiene, los miles de millones de meteoritos y de trozos de desechos cósmicos que caen continuamente sobre nuestro planeta, nos triturarían de seguro.

Luego tenemos el asombroso ciclo del nitrógeno. El nitrógeno es un elemento sumamente inerte. Si no fuera así, seríamos envenenados por diferentes for­mas de combinaciones nitrosas. Sin embargo, debido a que es inerte, es imposible que consigamos combinarlo naturalmente con otras cosas. Las plantas definidamente lo necesitan en la tierra. ¿Cómo hace Dios para sacar el nitrógeno del aire y meterlo en la tierra? ¡Lo hace por medio de los relámpagos! Cien mil relámpagos caen en este planeta diariamente, y crean cien millones de toneladas de nitrógeno útil como alimento de las plantas en el suelo todos los años.

A unos 60 kilómetros de altura existe una delgada capa de ozono. Si estuviera comprimida, sólo mediría unos seis milímetros de espesor, y sin embargo, sin esa capa la vida no podría existir. Ocho tipos de rayos mortales caen continuamente sobre este planeta pro­cedentes del Sol. Sin esa capa de ozono, esos rayos solares nos quemarían, nos cegarían y nos asarían en sólo uno o dos días. Los rayos ultravioletas vienen en dos formas: los rayos largos, que son mortíferos y de los cuales nos protege la capa de ozono, y los rayos cortos, que son necesarios para la vida en la tierra y que son admitidos por dicha capa. Además la capa de ozono permite que los más mortales de esos rayos pasen en cantidad muy mínima, suficiente para que maten las algas verdes, que de otro modo crecerían y llenarían todos los lagos, ríos y océanos del mundo.

¡Cuan poco entendemos lo que Dios está haciendo continuamente para proveernos la vida! Vemos que vivimos con una delgadísima capa de ozono que nos protege de un bombardeo mortal invisible, que cons­tantemente se cierne sobre nuestras cabezas. Debajo de nosotros hay una delgada corteza de rocas, compa­rativamente más delgada que la piel de una manzana. Debajo de ella está la lava derretida que forma el núcleo de esta tierra. Así que el hombre vive entre los ardientes y ennegrecedores rayos de arriba y la lava derretida de abajo; cualquiera de los dos podría dejarlo achicharrado. Sin embargo, al hombre se le olvida totalmente que Dios ha arreglado las cosas de tal modo que pueda existir en un mundo como éste.

También tenemos la maravilla del agua. En ningu­na otra parte del universo hallamos agua en abundan­cia, excepto acá en la Tierra. El agua, un maravilloso solvente, disuelve casi cualquier cosa en esta tierra, con excepción de aquellas cosas que sostienen la vida. Este asombroso líquido existe como hielo, que res­quebraja las piedras y produce suelo. Como nieve, almacena agua en los valles. Como lluvia, riega y purifica la tierra. Como vapor en la naturaleza, provee humedad para la mayor parte de tierras arables. Existe como cubierta de nubes, precisamente en la cantidad correcta. Si tuviéramos nubes como Venus, la Tierra no podría existir. Pero tenemos exactamente el 50 por ciento de la superficie de la tierra cubierta de nubes en cualquier tiempo, lo cual permite que pase la correcta cantidad de luz solar. Como vapor a presión, mueve la poderosa maquina­ria que tenemos acá en la Tierra. Fuera del bismuto, es el único líquido que, a la temperatura de 4 grados centígrados es más pesado que cuando está congela­do. Si esto no fuera así, la vida no podría existir sobre este planeta. Por tanto, cuando se congela, es más liviana y flota. Si no fuera así, los lagos y ríos se congelarían desde el fondo hacia arriba y matarían todos los peces. Las algas quedarían destruidas y nuestra provisión de oxígeno se acabaría, y la huma­nidad moriría.

Aun el polvo realiza una increíble función a favor de la humanidad. Si no fuera por el polvo, nunca veríamos el cielo azul. A 27 kilómetros por encima de este planeta, no hay polvo de la tierra, y el cielo es siempre negro. Si no fuera por el polvo, nunca llovería. Una gota de lluvia se compone de ocho millones de minúsculas gotitas de agua, y cada una de esas gotitas envuelve una ínfima partícula de polvo. Sin éstas, el mundo se resecaría y la vida dejaría de existir.

Dentro de los seres humanos, hay muchas cosas que nos dicen que fuimos hechos por Dios. Nuestra vida está basada en la sangre que fluye por nuestras venas. El maravilloso glóbulo rojo, que es creado en la médula de los huesos, inmediatamente entrega su núcleo cuando llega al torrente sanguíneo. Para cualquier otra célula, esto significaría la muerte, como si se le sacara el corazón a un hombre. El glóbulo rojo está formado como una rosquita, con una finísima membrana que le cubre el orificio. Sin el núcleo puede llevar más oxígeno al cuerpo, debido a esa membrana y a la forma de la célula. Si tuviera la forma de otras células, se necesitaría multiplicar el número de glóbulos rojos por nueve, para proveer el oxígeno que necesita el cuerpo humano.

¡Tenemos también la maravilla de maravillas: el ojo humano! ¿Cómo podría alguna persona observar un ojo humano y suponer que apareció por casualidad? Los evolucionistas nos dicen que, donde hay necesi­dad, la naturaleza proveerá lo que se necesita. ¿Puede imaginar usted que nosotros necesitábamos visión? Nadie había visto jamás nada, pero había necesidad de ver algo. Así que la naturaleza creó el ojo. Imagínese, creó dos ojos en un plano horizontal, de tal modo que no sólo viéramos, sino que también tuviéramos un telémetro para determinar distancia.

¿Se ha preguntado usted qué les ocurre a las lágrimas que continuamente fluyen por el ojo? El doctor William Paley escribió una obra clásica titulada Natural Theology (Teología natural), en la cual hace un estudio del ojo. "A fin de mantener el ojo húmedo y limpio, cualidades que le son necesarias para su brillantez y su uso, se le aplica constantemente un lavamiento mediante una secreción que tiene ese propósito; y la salmuera superflua es llevada hacia la nariz a través de una perforación que hay en el hueso, que tiene el tamaño del cañón de una pluma de ganso. Tan pronto como este fluido entra en la nariz, se extiende sobre la parte interna de las fosas nasales, y es evaporado por la corriente de aire tibio que en el curso de la respiración pasa continuamente sobre él… Fácilmente se percibe que el ojo tiene que necesitar humedad; ¿pero pudiera la necesidad del ojo generar la glándula que produce las lágrimas, o taladrar el orificio por el cual las mismas se descar­gan, que es un pasadizo a través de un hueso?"7[vii] Que los ateos y los evolucionistas nos digan quién taladró el orificio en el hueso, y colocó allí un tubo de agua para la dispersión de las lágrimas.

Sir Charles Scott Sherrington, famoso fisiólogo inglés de la Universidad de Oxford, que escribió una obra clásica sobre el ojo humano, dijo: "Detrás del intrincado mecanismo del ojo humano hay asombrosas vislumbres de un plan maestro."[viii] Cuando se lo confronta con la oscuridad, el ojo humano aumenta unas 100.000 veces su capacidad para ver. La cámara más complicada que jamás se haya hecho, ni siquiera vagamente se acerca a ese punto, pero el ojo humano lo hace automáticamente. Además, el ojo hallará el objeto que quiere ver, y lo enfocará automáticamente. El mismo se ampliará o se comprimirá. Al moverse conjuntamente los dos ojos, cada uno tiene que tomar un ángulo diferente para fijarse en lo que ha de verse. Según la evolución entonces, cuando el ojo estuvo listo para crearse a sí mismo, también tuvo la previsión de protegerse, y se construyó a sí mismo debajo del saliente óseo de la ceja, y también proveyó una nariz en la cual colocar los lentes que la mayoría necesitamos. Luego proveyó un obturador para pro­tegerse de cualquier objeto extraño.

Por último, pudiéramos mencionar la increíble mente del hombre. Sir Henry Fairfieid Osborn, el notable antropólogo moderno, dijo: "Para mí, el cerebro humano es el objeto más maravilloso y misterioso de todo el universo." Sólo pesa alrededor de un kilogramo y medio, y puede realizar lo que no pueden hacer 500 toneladas de equipos eléctricos y electrónicos. Contiene entre 10.000 y 15.000 millones de neuronas, cada una de las cuales es una unidad viviente en sí, y realiza hazañas que abruman del todo la mente.[ix] El doctor H.M. Morris dijo: "Por tanto, los hombres que rechazan a Dios, o no lo toman en cuenta, no lo hacen porque la ciencia o la razón así lo requieren, ¡sino pura y simplemente porque ellos así lo quieren!"[x]

La Escritura dice: "Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen" (Romanos 1:28).

No sólo son éstas razones convincentes en cuanto la existencia de Dios; sino que yo creo en Dios poro le creo en Jesucristo. Las profecías, el nacimiento, la vida, los milagros, las enseñanzas, la muerte y la resurrección de Jesucristo, y su continua realización de lo que El dijo que haría, son hechos que me convencen de que Dios vive, y que Dios vivió en Jesucristo, y que aun ahora puede transformar a la gente.

En su libro Through the valley of the Kwai (Por el valle del Kwai), un éxito de librería, Ernest Gordon habla acerca de los soldados estadounidenses capturados por los japoneses en la península de Malaca, que fueron torturados y sometidos a la pena del hambre. Se convirtieron en un grupo de animales que araña­ban, peleaban y se robaban los alimentos unos a otros. Finalmente, las cosas se pusieron tan malas que decidieron comenzar a leer el Nuevo Testamento. Conforme Ernest Gordon, un graduado universita­rio, les leía las palabras del Nuevo Testamento, esos hombres se fueron conviniendo al Dios viviente por meció de Jesucristo. Esa comunidad de animales quedó transformada en una comunidad de amor, porque Dios vive, y vive en Jesucristo. Cristo está dispuesto a vivir en los corazones de los que creen en El. Este gozo, esta paz, esta vida transformada y esta seguridad de vida eterna constituyen lo que Cristo ofrece a aquellos que confíen en su muerte expia­toria.

¿Qué tiene el incrédulo que ofrecer? Uno de esos incrédulos, W.O. Saunders, escribió en la publicación American Magazine: "Quiero presentarles a uno de los individuos más solitarios e infelices de la tierra. Estoy hablando del hombre que no cree en Dios. Puedo presentarles a tal hombre, pues yo mismo soy incré­dulo, y al presentarme a mí mismo, usted será presentado al agnóstico o al escéptico de su propio vecindario pues ellos están en todas partes. Se sor­prenderá usted al saber que el agnóstico envidia la fe de usted en Dios, su firme creencia en un cielo después de la vida, y la bendita seguridad que usted tiene que se encontrará con sus seres amados en la vida subsiguiente a la muerte, donde no habrá más tristeza ni dolor. El agnóstico daría, cualquier cosa para poder abrazar esa fe y ser consolado por ella. Para él sólo hay el sepulcro y la persistencia de la materia. Después de la tumba, lo único que puede ver es la desintegración del protoplasma y del sicoplasma, de los cuales se componen mi cuerpo y mi personali­dad. Pero en este concepto materialista, no hallo éxtasis ni felicidad.

"El agnóstico puede enfrentarse a la vida con una sonrisa y una actitud heroica. Puede presentar una frente de valiente, pero no es feliz. Siente terror y reverencia ante la inmensidad y majestad del univer­so, sin saber de dónde vino, ni por qué. Se consterna ante lo estupendo del espacio y lo infinito del tiempo; se siente humillado por la infinita pequeñez de sí mismo, pues reconoce su fragilidad, debilidad y benignidad. Ciertamente, algunas veces suspira por tener algún bastón que le sirva de soporte. El también lleva una cruz. Para él, esta tierra no es sino una mañosa balsa que marcha a la deriva en las aguas insondables de la eternidad, sin ningún horizonte a la vista. Le duele el corazón por cada vida preciosa que va embarcada en dicha balsa, siempre a la deriva, sin que nadie sepa hacia dónde."[xi]

Yo creo en Dios. Sin embargo, creer en El no es suficiente, pues aun el diablo cree en Dios y tiembla. Es necesario no sólo creer que El existe, sino que creamos que El se encarnó en Jesucristo, y que murió por nuestros pecados. Es necesario que creamos y que nos arrepintamos de nuestros pecados, que nos pos­tremos a sus pies y pongamos nuestra confianza en El: en su muerte expiatoria para darnos la salvación. Si no hacemos esto, tendremos que enfrentarnos a El como nuestro airado Juez en aquel gran día. Creo en El y sé que está vivo. Vive en mi corazón, y me ha dado la seguridad de que viviré con El para siempre. Deseo sinceramente que usted también pueda tener esta seguridad, si aún no la tiene. ¿Ha confiado usted en El?


[i] Mortimer Adier y William Gorman, editores, The Great Ideas, A Syntopicon of Great Books of the Westem Worid (Las grandes ideas, temario de los grandes libros del mundo occidental). Chicago, Encyclopaedia Britannica, 1952, pág. 53.
[ii] James Reíd, God, the Atom, and the Universo (Dios, el átomo y el universo). Grand Rapids, Michigan, Zondervan Publishing House, 1968, pág. 1.
[iii] Ibid. Capítulo 1
[iv] E. L. Woodward, Is It – Or Isn’t? (Es o no es?)
[v] Pierre Simon de La Place, Evidences of Revelation (Evidencias de la revelación), pág. 7.
[vi] Citado en Fred John Meldan, Why We Believe in Creation, not in Evolution (Por qué creemos en la creación, no en la evolución). Denver, Christian Victory Publishing Co., 1959, pág. 27.
[vii] William Paley, Natural Theology (Teología natural). Nueva York, American Tract Society, sin fecha, pág. 30, 31.
[viii] Meldan, Why We Believe in Creation (Por qué creemos en la creación), pág. 225
[ix] Ibíd., pág. 238.
[x] Henry M. Morris, The Bible Has the Answer (La Biblia tiene respuesta). Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1971, pág. 16.
[xi] American Magazine (Revista Americana), noviembre de 1930

Randy Pausch

Randy Pausch


Randy Pausch murió a los 47 años, tras luchar contra un cáncer de páncreas. Sus últimos meses los dedicó a contagiar su entusiasmo y ganas de vivir a sus tres pequeños hijos y a sus alumnos. Cada vez más usuarios se conmueven con su mensaje en la Web y sus seguidores ya crearon más de 45 grupos en Facebook.

"Quisiera dar esta conferencia para tres personas, para que cuando sean grandes la puedan ver", confesaba Randy Pausch ante un auditorio que se esforzaba por contener las lágrimas. Aunque estaba dirigido principalmente a ellas, en Internet su mensaje encontró millones y millones de destinatarios que lo hicieron propio.

Tenía 47 años y era profesor de Ciencias de la Computación de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsuburg, cuando recibió una noticia que lo sacudió, su cáncer de páncreas le iba a permitir vivir sólo por un puñado de meses más. Tras meditarlo brevemente decidió abandonar su trabajo y dedicarse totalmente a disfrutar de su esposa y sus tres pequeños hijos de 2, 4 y 6 años, aquellas tres personas a las que pretendía hacer llegar su mensaje.

El mismo día que abandonó su tarea docente -las convencionales, claro, ya que después se convertiría en un maestro para muchos-, dio una conferencia de más de una hora ante sus alumnos.

Conferencia traducida a siete idiomas y vista por más de diez millones de personas en todo el mundo a través de Internet. En la Web circula también una exposición de Pausch en el programa de la presentadora Oprah Winfrey que, sólo en su versión subtitulada al español, ya fue vista más de 3 millones de veces. Además, sus seguidores crearon más de 45 grupos en Facebook, la mayor red social de la Web, en los que difunden sus mensajes.

"Sé que esta película está por terminar", se sinceraba en esa emisión televisiva, pero aclaraba que no había elegido ser "objeto de lástima". "Esto no me gusta, tengo tres hijos pequeños, que quede claro. Esto apesta, pero no puedo hacer nada sobre el hecho de que voy a morir", reconocía con una entereza envidiable.

En su mensaje mezcló un breve repaso de sus 47 años con consejos para sus hijos. En una especie de apunte para la vida televisado los llamó a que nunca se olviden de soñar, que luchen por conseguir lo que deseen, que sean agradecidos y sepan perdonar, entre otras tantas cosas. "Me estoy muriendo pronto y he escogido estar alegre hoy, mañana y los días que me queden", decía. Y así lo hizo.

No dejes de ver su última conferencia...
 


Fuente: http://www.taringa.net/posts/noticias/1417460/El-video-del-profesor-que-dio-su-%C3%BAltima-lecci%C3%B3n-de-vida.html

domingo, 20 de abril de 2014

Por qué creo en la resurrección

Por qué creo en la resurrección
Por: D.J. Kennedy


A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y habiéndoles acerca del reino de Dios.Hechos 1:3

Desde el comienzo del tiempo, los hombres y las mujeres han respondido a la muerte de sus seres amados con un gemido como el de Job: "Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?" (Job 14:14). La filosofía humana y las religiones paganas no han podido responder con más que un signo de interrogación, un deseo o una vaga esperanza.

A Platón, el gran genio de la filosofía griega se le preguntó: "¿Volveremos a vivir?" El respondió: "Así lo espero, pero nadie sabe." Las tumbas de Mahoma, de Buda y de Confucio están ocupadas, pero la de Cristo está vacía hasta hoy.

¿Por qué, entonces, creemos en la resurrección de Cristo, ésta que es la más importante de todas las doctrinas cristianas, junto a la cual todas las demás doctrinas son relativamente insignificantes? Aun la cruz de Cristo, sin la resurrección, simplemente simboliza a Aquel que fue rechazado por los hombres, a Aquel que fue colgado allí y maldito por Dios. Pero fue por la resurrección que Cristo fue declarado Hijo de Dios con poder, y fue por la resurrección que Dios declaró acepto su sacrificio expiatorio. Este es el centro de la fe cristiana. Con ello, todo permanece, o todo cae. Por tanto, a lo largo de 19 siglos todos los escépticos han apuntado sus cañones de más grueso calibre contra la resurrección de Jesucristo.

¡Las evidencias relacionadas con la resurrección de Jesucristo se han examinado más cuidadosamente que las de cualquier otro hecho de la historia! Estas evidencias han sido pesadas y consideradas por los más grandes eruditos, entre ellos Simón Greenleaf, Profesor de Leyes en la Universidad de Harvard desde 1833 hasta 1848, quien ayudó a llevar la Escuela de Derecho de Harvard a la preeminencia y que ha sido catalogado como la mayor autoridad en evidencias legales de la historia del mundo. Cuando Greenleaf volvió su mente hacia la resurrección de Cristo, y la enfocó con las luces de todas las leyes de las evidencias, llegó a la conclusión de que la resurrección de Cristo era una realidad, que era un evento histórico, y que cualquiera que examinara honestamente las evidencias de ella, se convencería de que esto era cierto.[i] Lo mismo ocurrió con Frank Morison, un abogado británico, quien se dedicó a escribir un libro para repudiar la resurrección de Jesucristo. Escribió su libro, pero no fue el libro que se propuso escribir. Al examinar las evidencias de la resurrección de Cristo, este abogado escéptico las halló tan abrumadoras, que se vio obligado a aceptarlas, y llegó a ser un creyente. El libro que escribió lo tituló: Who Moved the Stone? (¿Quién movió la piedra?) Allí establece las evidencias de la resurrección de Cristo. El primer capítulo lleva por título: "El libro que se negó a ser escrito". Lew Wallace también se propuso escribir un libro que refutara la deidad de Cristo y su resurrección, y terminó escribiendo un famoso libro defendiéndolas. Este libro se titula Ben Hur.

En las mentes de aquellos que han tomado tiempo para examinar las evidencias de la resurrección de Cristo, éstas son significativas en grado sumo. He conocido a muchas personas que no creen en la resurrección de Cristo; pero jamás he conocido a una sola persona que haya leído aun un solo libro sobre las evidencias de la resurrección, que no haya creído en ella.

Consideremos algunas de estas evidencias. Está el hecho del día del Señor. Durante milenios, el pueblo hebreo había sostenido su doctrina sabática. ¡Luego hallamos que un grupo de cristianos primitivos que eran judíos, cambiaron el día de adoración, del séptimo día al primero de la semanal ¿Qué explicación se puede dar para el hecho de que abandonaran algo a lo cual se habían aferrado tan tenazmente? Ninguna otra que no sea aquel monumental evento de la resurrección de Cristo de entre los muertos, que ocurrió el primer día de la semana; su aparición a los discípulos el primer día de la semana; y el derramamiento del Espíritu Santo sobre la Iglesia en Pentecostés el primer día de la semana. Y así leemos que los discípulos de Jesucristo se reunían para adorarlo el primer día de la semana Luego está el hecho de la pascua de resurrección. La fiesta de los judíos que se llamaba la Pascua, fue sustituida por la pascua de resurrección. ¿Por qué los judíos, que sostenían que la Pascua era el evento más significativo de la historia de su nación, la abandonaron en favor de la pascua de resurrección, que era la fiesta de las fiestas de los cristianos? El saludo era: "¡Cristo ha resucitado!" Y la respuesta: ''"¡cristo ha resucitado en verdad!" ¿Qué otro hecho que no sea la resurrección puede explicar la existencia de la fiesta de la pascua de resurrección, que se remonta hasta los tiempos de la iglesia primitiva? Está el hecho de los sacramentos cristianos, que no sólo señalan hacia la muerte y el sufrimiento de Cristo, sino también hacia su resurrección con poder. Estos sacramentos se han practicado sucesivamente y de manera ininterrumpida desde los mismos tiempos de la muerte de Cristo.

Está el hecho del arte cristiano. Desde el tiempo de las persecuciones, se hallan esculpidas en los muros de las catacumbas de Roma, representaciones de la resurrección de Cristo, como parte de las primeras creencias de los cristianos.

También está el hecho de la himnología cristiana. En los primeros días de la Iglesia cristiana se cantaban himnos a Jesucristo resucitado.

Luego tenemos el innegable hecho de la Iglesia cristiana. Muchas personas no hacen la conexión entre la Iglesia y la resurrección, pero todos los eruditos la han hecho. La Iglesia cristiana es la institución más grande que existe o que haya existido jamás en la historia del mundo. La Iglesia cristiana es cinco veces más grande que el imperio romano cuando el mismo estuvo en su máximo esplendor. Más de 1300 millones de personas profesan hoy que adoran a Jesucristo como el Hijo de Dios viviente y resucitado. ¿Cómo llegó a existir tal institución? Como alguien dijo: "El Gran Cañón del Colorado no lo formó un indio arrastrando un palo." Tampoco llegó a existir una institución de la magnitud de la Iglesia cristiana por los ensueños de soñadores ociosos de días casados. Todos los historiadores saben que los orígenes de la Iglesia cristiana se remontan a la ciudad de Jerusalén, en el año 30 d.C., el tiempo en que Cristo murió y resucitó.

Usted puede estudiar la obra Outline of History (Perfil histórico) de H. G. Well, u otros libros de historia secular, y hallar que por lo general, los mismos narran la historia de la vida y muerte de Jesucristo. Luego, un nuevo capítulo comienza a contar el surgimiento de la Iglesia cristiana y la predicación de los discípulos, y de algún modo hay una conexión entre los dos capítulos. Es un hecho indiscutible de la historia, no de la fe, que la mayor institución de la historia del mundo comenzó en Jerusalén en el año 30 d.C. cuando los apóstoles comenzaron a predicar que Jesucristo había resucitado de entre los muertos. El corazón y la sustancia mismos del mensaje de los cristianos primitivos era que Cristo había resucitado de entre los muertos. El primer mensaje predicado el día de Pentecostés trató enteramente acerca de la resurrección de Cristo: acerca de las profecías que al respecto se habían dado en el Antiguo Testamento; acerca del hecho de que ellos habían crucificado al Señor de la gloria y que Dios lo había levantado de entre los muertos; acerca del hecho de que ellos eran testigos de esas cosas; acerca del hecho de que el Cristo resucitado ahora había derramado su Espíritu; y con respecto al hecho de que, por cuanto El había resucitado, podía garantizar la remisión de pecados a todos los que creyeran en El.

Toda la Escritura, y el testimonio de los incrédulos y de los enemigos hostiles del cristianismo por igual, declaran que la Iglesia fue esparcida por todas partes, a causa de esta enseñanza de que Cristo había resucitado de entre los muertos. Es un hecho que la Iglesia de Jesucristo comenzó a existir por cuanto los apóstoles declararon que El había resucitado de entre los muertos.

Hay tres alternativas posibles: (1) esto fue un fraude y los apóstoles mintieron; (2) estaban engañados, desilusionados y en un error; (3) Cristo resucitó en verdad de entre los muertos. Consideremos los esfuerzos que han hecho los escépticos para negar el hecho de la resurrección.

En más de 20 años de estudiar la resurrección, he descubierto que ella es como una isla protegida por toda suerte de arrecifes colocados alrededor en círculos concéntricos. Cualquier barco que intente pasar para destruir esa isla, quedará embarrancado en uno u otro de esos arrecifes. Los escépticos, ateos e incrédulos que han apuntado sus cañones de más grueso calibre contra la resurrección, sólo han propuesto un puñado de teorías. Todo lo que uno tiene que hacer para quedar más convencido aún de la resurrección de Cristo, es examinar estas teorías para ver cuan vanas son. En su obra The Cause and Cure of Infidelity (La causa y la cura de la incredulidad), el doctor David Nelson narra que, siendo él joven y hallándose en la universidad y en la escuela de postgrado, perdió la fe, pero aun así se hallaba trastornado por una intranquilidad de conciencia. Con el fin de reforzar su incredulidad, leyó los escritos de todos los más grandes ateos. Tuvo la suficiente perspicacia como para comprender que los argumentos de ellos eran tan fatuos y vacíos, que no tenían validez. Esto lo condujo a su conversión a Cristo.

Nos hallamos frente al hecho de que se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento (referentes a la resurrección de Cristo y las predicciones hechas por el mismo Cristo en el sentido de que sería arrastrado, azotado y crucificado, y que al tercer día resucitaría de entre los muertos. Si suponemos que El estaba metido en alguna conspiración, tenemos que enfrentarnos al carácter del mismo Jesucristo; al carácter de este Hombre, con respecto a quien todo el mundo se une para declarar que El fue el más grande, el más ético, el más puro, el más íntegro de todos los hombres que el mundo haya conocido jamás. Nos hallamos frente a la tumba vacía: frente a aquella piedra contra la cual muchas teorías se han vuelto añicos. Nos enfrentamos al hecho de la mortaja que se halló en el sepulcro; al testimonio de los testigos; a las doce distintas ocasiones en que Cristo se apareció a diversas personas; al hecho de que una vez lo vieron resucitado más de 500 personas; a la naturaleza de esas apariciones, que ocurrieron en la mañana, en la tarde y en la noche, adentro o afuera, en las cuales ellos palparon y lo tocaron con sus propias manos; a la tremenda transformación de los apóstoles, de temerosos y tímidos cobardes, a osados proclamado-res del Evangelio. El apóstol Pedro, que un día se amedrentó frente a una pequeña criada, unos días después estaba enfrentado a todo el Sanedrín, afirmándoles que no podía evitar declarar lo que había visto y oído. Luego tenemos la fidelidad, el carácter, el sufrimiento y la muerte de estos testigos, la mayoría de los cuales sellaron su testimonio con su propia sangre.

Este es un hecho vitalmente importante. En la historia de la psicología nunca se ha sabido de alguna persona que estuviera dispuesta a dar su vida por algo que sabía que era una mentira. Yo solía preguntarme por qué sería que Dios permitió que los apóstoles y todos aquellos cristianos primitivos fueran sometidos a tales sufrimientos, a tan tremendas e increíbles torturas. Los fundamentos del cristianismo están tan establecidos, que son absolutamente inconmovibles hoy. Paúl Littie dijo: "Los hombres morirán por lo que creen que es verdad, aunque realmente pueda ser falso. Sin embargo, no morirán por lo que saben que es una mentira."[ii]

Tenemos el hecho y el testimonio de la ascensión de Cristo. Tenemos el innegable hecho de la tremenda conversión y transformación del apóstol Pablo: se cambió de Saulo, el perseguidor y matador de cristianos, a Pablo, el más grande apóstol de la historia del cristianismo.

Consideremos algunas de las diversas teorías que tratan de dar una explicación tal de la resurrección, que quede eliminada como hecho. En el plano del fraude, hay la idea de que, o bien los discípulos solos, o ellos mismos en complicidad con Jesucristo, conspiraron para engañar al mundo a fin de que creyera que El había resucitado de entre los muertos. Esta fue la primera teoría de todas que se dio a conocer. Se halla en la Biblia misma, cuando los guardias acudieron a Jerusalén e informaron al Sanedrín (la corporación gobernante de los judíos) que la tumba estaba vacía, y todo lo que había ocurrido. El Sanedrín les dio a los guardias una gran suma de dinero y les dijo; "Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo" (Mateo 28:13, 14). En toda la historia de la jurisprudencia, nunca, en ninguna circunstancia, ha habido un testigo a quien se haya permitido dar testimonio de lo que ocurrió mientras estaba dormido. "Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos." El hecho de que un soldado romano se quedara dormido cuando estaba de guardia, significaba inevitablemente que se le aplicaría la pena de muerte con todo el rigor.

El teólogo escocés doctor Principal Hill hizo el siguiente comentario sobre esta idea de falsedad, en lo que creo que es una cita clásica. Luego de examinar las evidencias, dijo: "Pero si, a pesar de toda apariencia de verdad, uno supone que el testimonio de ellos era falso, entonces se amontonan sobre uno inexplicables circunstancias de intensa absurdidad. Uno tiene que suponer entonces que doce hombres de nacimiento humilde, sin educación, que vivían en aquella condición humilde que colocaba los conceptos ambiciosos fuera de su alcance y lejos de sus pensamientos, sin ninguna ayuda del estado, formaron el plan más noble que jamás haya entrado en la mente del hombre, adoptaron los medios más osados para ejecutar ese plan, y lo condujeron con tal destreza, que pudieron esconder la impostura bajo la apariencia de simplicidad y virtud. Uno tiene que suponer que esos hombres, culpables de blasfemia y de falsedad, se unieron en el intento mejor ingeniado, y que de hecho ha demostrado tener el mayor éxito, de hacer al mundo virtuoso; que formaron esa empresa singular sin buscar ningún provecho para ellos mismos, con un declarado desprecio de pérdidas y ganancias, y con la segura expectación de ser escarnecidos y perseguidos; que aun cuando estaban conscientes uno de la villanía del otro, ninguno pensó jamás en hacer provisión para su propia seguridad delatando el fraude, sino que, en medio de los más afrentosos sufrimientos para la carne y la sangre, perseveraron en su conspiración para llevar al mundo por engaño a la piedad, a la honestidad y a la benevolencia. En verdad, los que se puedan tragar tales suposiciones, no tienen derecho a objetar los milagros."[iii]

El abogado Frank Morison dice: "No sólo tenemos que explicar el entusiasmo de sus amigos (los de la Iglesia), sino también la parálisis de sus enemigos y la corriente siempre creciente de convertidos que llegaban a ella. Cuando recordamos que ciertos personajes de Jerusalén que ocupaban altas posiciones, casi ciertamente lo habrían dado todo por estrangular ese movimiento desde su nacimiento, pero no pudieron — cómo se adoptaron uno tras otro desesperados recursos para silenciar a los apóstoles, hasta el punto de que probaron usar aquel verdadero arco de Ulises que fue la gran persecución y que se rompió en pedazos en las manos de ellos — comenzamos a comprender que, detrás de todos esos subterfugios y expedientes, tuvo que haber habido un hecho silencioso e irrefutable, un hecho al que la geografía y el mismo destino le habían dado carácter de inconmovible. Comprendemos también por qué, durante los cuatro años en que el cristianismo estuvo creciendo hasta adquirir realmente formidables dimensiones en Jerusalén, ni Caifas, ni Anas, ni ninguno de los reconocidos miembros de la camarilla de los saduceos, a cuyo prestigio y reputación personal se enfrentaba y afrentaba tan profundamente la nueva doctrina, jamás tomaron el atajo obvio para salir de sus dificultades."[iv] Si el cuerpo de Jesús estaba aún en la tumba en que Jóse lo había puesto, o si ellos mismos lo habían tomado y lo habían colocado en algún otro lugar, ¿por qué no lo dijeron los sacerdotes y saduceos? No, ellos estaban paralizados y totalmente incapacitados para hacer cualquier cosa al respecto. Su única salida era la gran persecución.

Algunos han dicho que la resurrección es una leyenda que fue creciendo gradualmente. Esta fue una teoría popular el siglo pasado, cuándo los exponentes de la crítica dijeron que los Evangelios habían sido escritos 100 ó 200 años después de los eventos; pero el avance de la arqueología ha silenciado esta crítica. Ahora sabemos que los Evangelios se remontan precisamente hasta los autores cuyos nombres llevan, y que el testimonio de la resurrección se remonta a la misma década en que ella ocurrió. Por tanto, no hubo ningún posible tiempo en que se desarrollara la leyenda. Además, la leyenda ya se había desarrollado por lo menos 16 años antes de que Pablo pudiera decir que hubo más de 500 personas que habían visto a Cristo resucitado, la mayoría de las cuales aún vivían en ese tiempo.

La teoría de la visión es, tal vez aún menos sostenible. Esta especula que las apariciones del Cristo resucitado fueron simples visiones o alucinaciones, producidas por las grandes expectaciones que estas personas tenían de que Jesús resucitaría de entre los muertos. Si ese hubiera sido el caso, ¿cómo explicamos el hecho de que las mujeres acudieron al sepulcro, llevando especias? ¿Iban a ungir a un Cristo resucitado, o un cuerpo muerto? ¿Cómo explicamos el hecho de que María estaba fuera del sepulcro llorando porque su Señor había muerto y el cadáver había sido robado? ¿Cómo explicamos el hecho de que los dos hombres que iban camino de Emaús estaban totalmente desconsolados y abatidos, por cuanto pensaban que el Cristo que había sido crucificado era el Mesías que debía libertar a Israel, pero ahora estaban convencidos de que todo se había perdido? ¿Cómo explicamos la incredulidad de los discípulos en el Aposento Alto donde Jesús les reprochó su incredulidad? No, ¡ellos no estaban esperando que Cristo resucitara!

¡En la historia de las alucinaciones no hay ningún incidente en que más de 500 personas de diferentes tradiciones, de diferentes temperamentos, hayan visto alguna vez la misma visión al mismo tiempo! Hay además, otros incontables arrecifes en los cuales ese barco encallará. Si fueron simplemente alucinaciones lo que estaban viendo, ¿ninguno de los discípulos pensó en ir al sepulcro para ver si el cuerpo estaba aún allí? Cuando ellos proclamaron sus "alucinaciones", ¿ninguno de sus enemigos pensó alguna vez en dar unos pasos para examinar el sepulcro? Cuando Pedro predicó el día de Pentecostés acerca de su "gran alucinación", sólo se encontraba a diez minutos de camino de la tumba. Millares de personas creyeron; otros millares oyeron y no creyeron. ¿A nadie se le ocurrió salir corriendo por la calle para confirmar el asunto? ¡Difícilmente! Ciertamente aquellos sofisticados saduceos conspiradores habrían aprovechado toda oportunidad para demostrar que aquello era simplemente una alucinación.

Por último está la teoría del "desmayo". Esta fue propuesta por Venturini; se halla en los escritos de Mary Baker Eddy; se halla también en los escritos de Hugh Schonfíeld, en la obra The Passover Plot (El complot de la pascua). Es interesante, sin embargo, el hecho de que durante más de 1800 años no hubiera nunca ni un susurro de parte de los amigos, ni dé los más implacables enemigos del cristianismo, en el sentido de que Jesucristo no hubiera muerto. Algunos de estos escritores recientes han concebido ahora la idea de que Jesús simplemente se desmayó, fue bajado de la cruz y se pensó que estaba muerto; luego, en la frialdad del sepulcro, revivió, salió y convenció a sus discípulos de que él había resucitado de entre los muertos. Ese barco no habría llegado ni siquiera a unos 100 kilómetros de nuestra isla de resurrección.

Consideremos los siguientes hechos: Se pasa por alto la herida que con su lanza romana le causó el centurión al Señor en el costado, con lo cual le salió agua y sangre. Esa era la evidencia empírica de que la vida había cesado, pues la sangre se había separado en sus elementos constitutivos. Está el testimonio leí centurión enviado por Pilato, un hombre que trataba y andaba de un lado para otro con la muerte, cuya ocupación era la de ejecutor. El sabía que Jesús había muerto. También estuvo el hecho de los lienzos que se hallaron en el sepulcro. Los judíos envolvían los cuerpos en esos lienzos, y utilizaban unos 45 kilogramos de especias aromáticas que ponían entre los pliegues, con lo cual los lienzos se adherían alrededor del cuerpo, a la manera de una momia. La cabeza también se envolvía. Las autoridades médicas declaran que si Jesús se hubiera desmayado, lo que se habría necesitado era aire puro, y no una tumba cerrada. Ciertamente lo que no se necesitaba eran lienzos envueltos alrededor de la cabeza ni especias aromáticas que cubriesen la nariz y la boca. Además, si se hubiese colocado a una persona que tuviera tal desmayo en un sepulcro frío, eso le habría producido un síncope cardíaco, de haber estado con vida.

Supongamos que El lograra desenredarse de esos lienzos, sin enredarlos en ningún sentido, y luego fuera hasta la inmensa piedra que sellaba el sepulcro. Habría tenido que moverla con esas manos que habían sido atravesadas por los grandes clavos que usaban los romanos para crucificar. Habría tenido que colocarlas en la parte plana interna de la enorme piedra y simplemente hacerla rodar a un lado. Los términos griegos que se utilizaron en los Evangelios indican que la piedra fue rodada cuesta arriba. ¡En realidad, en sí misma, ésta ya es una hazaña milagrosa! Luego habría tenido que dominar a la guardia romana, que estaba armada, y caminar unos 22 kilómetros, que era la distancia que había que recorrer para un viaje a Emaús de ida y vuelta. Y eso habría sido sólo para aflojar sus pies luego de haber sido atravesados por los clavos, para que estuvieran en forma para el largo viaje hasta el norte de Palestina, a Galilea, ¡para lo cual tendría que trepar una montaña!

El famoso crítico David Strauss, que no creía en la resurrección, pero tampoco creía en la necedad de la teoría del desmayo, dijo: "Es imposible que uno que acababa de salir de la tumba, que medio muerto se arrastraba débil y enfermo, que necesitaba tratamiento médico, vendaje, fortalecimiento y tierno cuidado, y quien al fin había sucumbido ante el sufrimiento, hubiera podido dar a los discípulos la impresión de que El había vencido la muerte y la tumba —de que El era el Príncipe de la Vida— (impresión) que estuvo en el fondo del futuro ministerio de ellos. Tal resucitación sólo hubiera podido debilitar la impresión que El les había producido en la vida y en la muerte."[v]

Consideremos la ascensión de Jesucristo. ¿Este que se las arregló para resucitar por su cuenta y salir del sepulcro, también voló hacia el cielo? Esto fue lo que afirmaron los discípulos. ¿O hemos de envolver a los discípulos en este fraude? Recordemos que ellos subsiguientemente entregaron su vida padeciendo horrible muerte. No. Todas las teorías que se han propuesto caen al polvo cuando examinamos hechos tan evidentes que nadie ha podido refutar jamás.

El hecho del sepulcro vacío no sólo es admitido por los amigos del cristianismo, sino también por los enemigos. La guardia romana lo admitió; el Sanedrín tácitamente lo admitió al instruir a los soldados que dijeran que los discípulos lo habían robado.

Tritón, uno de los primeros y más grandes judíos apologistas, en un diálogo con Justino Mártir habla acerca de "un Jesús, engañador galileo, a quien crucificamos; pero sus discípulos lo robaron de noche del sepulcro, donde, después de bajarlo de la cruz, había sido colocado, y ahora engañan a los hombres, afirmando que él resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo."[vi] Así, aun Trifón admite que el sepulcro quedó vacío, y establece la teoría según la cual los discípulos robaron el cuerpo, teoría que nadie cree hoy.

Hay el hecho final de la experiencia cristiana, que consiste en que este Jesucristo ha ido por todo el mundo y que ha llegado a seres humanos de todas las naciones, lenguas y tribus de la tierra, y los ha transformado; que incontables millones de personas han llegado a saber que El está vivo, por haberse levantado de entre los muertos, y que ha venido para entrar en ellos y transformarlos. El fue el que dijo: "… Yo soy… el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 1:18). "Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:26).

Ahora mismo. Cristo está a la puerta de nuestro corazón llamando, y dice: "Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20). A menos que hayamos acudido a El experimentalmente en el laboratorio de nuestra propia alma, estamos sin esperanzas en este mundo y en el venidero. Pues Jesús y su resurrección son la única esperanza de la humanidad. Sin El, no tenemos nada que esperar, sino un negro hueco en la tierra.

¡Cristo resucitó en verdad! El está vivo, como El mismo lo dijo, y está dispuesto a venir a vivir en nuestro corazón, si nosotros estamos dispuestos a arrepentimos de nuestros pecados y poner nuestra fe en el que murió por nosotros y resucitó


[i] Simón Greenleaf, The Testimony of the Evangelists (El testimonio de los evangelistas), 1874; edición reimpresa, Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1965, págs. 28-30.
[ii] Paúl Littie, Know Why You Believe (Sepa por qué cree). Wheaton, Illinois, Víctor Books, 1967, pág.44
[iii] Citado en William M. Taylor, The Miracle ofOur Saviour (El milagro de nuestro Salvador). Nueva York, Hodder & Stoughton, 1890, págs. 21, 22
[iv] Frank Morison, Who Moved the Stone? (¿Quién movió la piedra?), 1930; edición reimpresa, Whitstable, Latimer Trend & Co., 1971, págs. 114, 115
[v] Citado en Wilbur M. Smith, Therefore, Stand (Por tanto, estad Firmes). Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1945, pág. 383.
[vi] Ibíd., pág. 378.

sábado, 19 de abril de 2014

Las piedras hablan a gritos

Las piedras hablan a gritos 
Por: D.J. Kennedy 


El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. Lucas 19:40

Durante la última parte del siglo 18, comenzó a desarrollarse en Alemania lo que se conoció con el nombre de escuela de alta crítica, que llegó a su cénit a mediados del siglo 19. Los eruditos literarios de esa época basaron todas sus conclusiones en presuposi­ciones literarias. Hicieron pedazos la Biblia y la volvieron a integrar, de una manera completamente diferente. Jesucristo había dicho que, si sus seguido­res callaban con respecto a la alabanza a El, las piedras mismas clamarían. Cuando los principales eruditos cristianos comenzaron a callar, y de esa manera a negar la Biblia, Dios comenzó a cumplir esa predic­ción, y las piedras comenzaron a hablar a gritos.

Junto con el adelanto de la escuela de alta crítica vino el adelanto de la arqueología, ciencia que comen­zó a principios del siglo 19. Muchos se preguntaban si la arqueología confirmaría las conclusiones de la alta crítica, o la creencia en la historicidad de la Biblia. ¿Comprobarían los hechos la fantasía, o las fantasías de los críticos serian anuladas por los hechos?

Tal vez usted se haya preguntado por qué la Biblia está llena de numerosos detalles que parecen ser excrecencias del mensaje fundamental de la Palabra de Dios. El capítulo 33 de Números, por ejemplo, contiene una lista de 42 sitios diferentes que se usaron en el Éxodo. En otros pasajes se mencionan numero­sos lugares, ciudades, reyes e individuos. Los lectores a menudo se atascan en las genealogías, las personas y la historia, y se preguntan por qué no podemos sacar todo eso y entrar directamente al mensaje. El hecho es que al tratar de hacerle correcciones a las Escritu­ras, uno descubre que inadvertidamente le está cor­tando órganos vitales. El erudito R.A. Torrey dijo que "la abundancia de detalles era como las marcas de filigrana en el papel, que daban indeleble evidencia del tiempo y el plan de la manufactura".[i] Así como un detective puede, mediante una marca de filigrana, determinar muchas cosas acerca del papel — por ejemplo, su origen —, la ciencia de la arqueología ha descubierto, a partir de estos detalles, una inmensa riqueza de información con respecto a las Escrituras.

En un tribunal, los abogados frecuentemente hacen a los testigos muchas preguntas detalladas que no parecen tener relación directa con el asunto que se está ventilando. Con eso intentan establecer, con toda clase de maneras corroborativas, si el testigo está diciendo la verdad o mintiendo. Según un historia­dor, es imposible establecer una mentira en medio de una historia bien conocida. A medida que los detalles salen a la luz y quedan confirmados o negados, así la verdad de la historia también queda confirmada o negada. Un erudito sostiene: "Para mí, la verdad absoluta y los detalles locales (los cuales no es posible inventarlos cuando están dispersos a lo largo de un período histórico que abarca muchos siglos) dan pruebas casi absoluta de la verdad del relato. Esa clase de prueba es la que tenemos para todas las partes de la Biblia."

El distinguido erudito y orientalista alemán Julius Wellhausen contaba con abrumadoras credenciales académicas, que hacían que la gente pusiera atención a lo que él decía. En 1889, este erudito sometió el capítulo 14 de Génesis a un ataque crítico. Este capítulo relata que cuatro reyes de Mesopotamia y Babilonia se trasladaron a Palestina y atacaron a un grupo de cinco reyes de alrededor del mar Muerto, entre los cuales estaban incluidos los de Sodoma y Gomorra. Vencieron a estos reyes, se llevaron todos sus bienes y a muchos cautivos, entre los cuales estaba un joven llamado Lot, sobrino de Abram. Al oír esto, Abram reunió a sus siervos y salió a perseguirlos, alcanzándolos cerca de Damasco (una jornada muy larga hacia el norte), y se trabó con ellos en combate. Habiendo derrotado al enemigo, Abram rescató a Lot, a su familia y todos sus bienes. Los críticos insistían, ante todo, que no existía ninguna clase de relación entre Babilonia y Palestina. En aquellos días, decían ellos, los viajes de esa clase eran inauditos, y posiblemente no hubieran podido ocurrir. Wellhausen declaró: "Que cuatro reyes del golfo Pérsico, 'en el tiempo de Abraham' hubieran hecho una incursión a la península sinaítica, que en tal ocasión hubieran atacado a cinco reyezuelos del litoral del mar Muerto, y los hubieran llevado prisioneros, y Finalmente que Abraham, acompañado de 318 sier­vos, hubiera salido a perseguir a los vencedores que se retiraban y los hubiera obligado a entregar el botín; todos estos incidentes son puras imposibilidades, que no logran nada de credibilidad por el hecho de que estén colocados en un mundo que ya había pasado."[ii]

Ahora, ese mundo ha vuelto a la luz. Desde sus tumbas y diversos lugares, las voces de los muertos claman, y aquel mundo de imposibilidad ha cambiado considerablemente. Wellhausen no fue el único que tuvo tal opinión. El gran crítico Theodor Noldeke dijo que la crítica había refutado para siempre la pretensión de la Biblia de ser histórica.[iii] Sin embargo, eso es precisamente lo que afirma ser el capítulo 14 de Génesis.

Como resultado de amplias excavaciones realizadas en 1890 en las secas arenas de Egipto por el doctor Flinders Petrie y otros, ahora sabemos quiénes fueron estos cuatro reyes del golfo Pérsico. Al hacer la transliteración del semítico al babilónico, descubrimos que el rey llamado Amrafel no es otro que el mismo hombre famoso conocido en la historia secular como Hammurabi. El gran Hammurabi, quien nos legó su código de leyes, y otros tres reyes, descendieron y atacaron a esos reyes de la zona del mar Muerto. Ahora ha quedado demostrado, fuera de toda duda, que todo esto es un hecho histórico. Los nombres de estos reyes han sido verificados, como también los sitios en que acamparon.[iv]

Otra fuente de deleite para los críticos estaba constituida por el hecho de que la Biblia menciona centenares de reyes, pueblos, ciudades y aun naciones enteras, que no fueron mencionadas por los historia­dores de la antigüedad, ni en ninguna parte de la literatura secular. Si los historiadores nunca mencio­naron una nación, obviamente, tal nación no existió. Uno de los pueblos "míticos" con el cual supuesta­mente pelearon los judíos fueron los héteos, que se mencionan en ocho distintos capítulos del Antiguo Testamento. Un notable arqueólogo dijo que él no creía que alguna vez existiera el pueblo de los héteos.

Cuando el doctor Hugo Winkier fue a la región para excavar en la parte donde se suponía que habían vivido los héteos, descubrió más de 40 de las ciudades de ellos, incluso su capital, junto con un gran número de monumentos que describían sus actividades.[v] Al comentar sobre el caso del tratado efectuado entre los héteos y los egipcios, que describe la Biblia, un crítico inglés dijo que no había más posibilidad de que hubiera existido un tratado entre los egipcios y los héteos, que la que pudiera haber de un tratado entre los ingleses y los indios choctawas de Norteamérica. Sin embargo, escrito en la pared de un palacio de una de las ciudades de Egipto que fueron desenterradas, ¡se halló todo el tratado entre los egipcios y los heteosi Numerosas inscripciones babilónicas han confirmado ahora que los héteos constituyeron una gran superpo-tencia que estaba localizada entre Egipto y Babilonia, tan grande que se consideraba que todos los egipcios y los babilonios habían sido tribus de los héteos.

La Biblia nos dice que Faraón oprimió a los israelitas e hizo que le construyeran las ciudades de almacenaje Pitón y Ramesés. Recordamos la historia que nos dice que ellos construían con argamasa y paja. Luego tuvieron que recoger su propia paja, y finalmente tuvieron que hacer los ladrillos sin paja de ninguna clase (Éxodo 5). Cuando Sir Flinder Petrie descubrió posteriormente los sitios de Pitón y Rame­sés, notó algo increíble con respecto a ellas. Habían sido construidas con argamasa, algo que no se halló en ninguna otra parte de Egipto. Además, los estratos inferiores estaban construidos con ladrillos en los cuales había rastrojo en vez de paja. En la parte siguiente de la construcción y en la parte más alta había ladrillos que habían sido hechos sin paja.

Durante más de 100 años, los críticos habían dicho que Moisés no escribió el Pentateuco en absoluto. Pero el doctor William F. Albright, de la Universidad Johns Hopkins, que probablemente sea el arqueólogo norteamericano más destacado del siglo 20, dice: "En consecuencia, es pura hipercrítica negar el carácter sustancialmente mosaico de la tradición del Penta­teuco."[vi]

También está la historia de Jericó Josué libró la batalla de Jericó, pero los críticos decían que eso nunca ocurrió. Simplemente, uno no camina alrede­dor de una ciudad y con ello logra que sus muros se derrumben. ¿Pero qué descubrió el profesor John Garstang, arqueólogo inglés y autoridad en lo relativo a la civilización hetea, cuando llegó al sitio de Jericó para efectuar excavaciones? El declaró: "En cuanto al hecho principal, no queda duda de que los muros se derrumbaron hacia afuera en forma tan completa, que los atacantes pudieran encaramarse sobre ellos y por encima de las ruinas entrar en la ciudad."7[vii] ¿Por qué es tan raro esto? Porque los muros no caen hacia afuera. Ordinariamente caen hacia adentro, pero en este caso, algún poder superior hizo que cayeran hacia afuera, como lo dice la Biblia. Los críticos también declaraban que el relato era obviamente fatuo, por cuanto dice que los israelitas marcharon alrededor de la ciudad siete veces en un día. Uno no podría caminar alrededor de una ciudad moderna de 100.000 habitantes y darle siete vueltas en un día. Y a Jericó se la describía como una gran ciudad. Pero la investigación de Garstang ofreció un interesante hecho con respecto a esta ciudad: era más pequeña que los sitios sobre los cuales se erigen muchas iglesias metropolitanas de gran tamaño. ¡Como yo he estado en Jericó muchas veces, sé que podría caminar alrededor de ella siete veces en una mañana y todavía jugar una partida de tenis antes del almuerzo! Otra vez se demostró que los críticos estaban equivocados.

Albright declara: "Hasta hace poco, era costumbre de los historiadores bíblicos tratar los relatos patriar­cales del Génesis como si hubieran sido creaciones artificiales de los escribas israelitas del tiempo del reino dividido. O tal vez eran leyendas que contaban los rapsodas imaginativos en torno a las fogatas israelíes."[viii] "Los descubrimientos arqueológicos que se han realizado a partir de 1925 han cambiado todo esto. Aparte de unos pocos intransigentes que hay entre los eruditos más antiguos, casi no hay ni un historiador bíblico que no haya quedado impresiona­do con la rápida acumulación de datos que apoyan la historicidad sustancial de la tradición patriarcal."[ix]

Un artículo escrito por uno de estos intransigentes, y que apareció recientemente en el diario Miami Heraid, proclamaba que no había ni un erudito bíblico que sostuviera que los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan fueron escritos por los autores cuyo nombre llevan. Dijo que todo erudito sabe esto, y nadie cree que ellos escribieron esos libros. Aparentemente, este hombre había leído un libro escrito por alguien que había llegado a tal conclusión, la cual estaba en boga en el siglo 19, cuando se suponía que los Evangelios habían sido escritos en el segundo y tercer siglos. Ahora se han descubierto manuscritos que datan de cien años antes de eso. Sin embargo, los intransigentes aún echan a borbotones conclusiones críticas del siglo 19 que han sido completamente desacreditados en tiempos recientes. "Muchos ar­queólogos han quedado impresionados por lo que han descubierto", dice Albright. Varios de ellos no sólo han quedado impresionados, sino que se han convertido.

Uno de los más notables fue Sir William Ramsay. El era ateo, hijo de ateos; era rico y ostentaba el título de Doctor en Filosofía de la Universidad de Oxford. Entregó su vida entera a la arqueología, con la determinación de refutar la Biblia. Salió para la Tierra Santa, y decidió refutar el libro de los Hechos. Después de 25 años o más de trabajo (durante los cuales publicó libro tras libro), quedó increíblemente impresionado por la exactitud de Lucas en sus escritos. Finalmente declaró que Lucas fue exacto, hasta en los más mínimos detalles. En su intento de refutar la Biblia, Sir William Ramsay descubrió cente­nares de cosas que confirmaban la historicidad del libro de los Hechos. Finalmente, en uno de sus libros, conmovió a todo el mundo de la crítica al declararse cristiano.[x] La autoridad más grande del mundo en lo relativo al libro de los Hechos y a los viajes del apóstol Pablo, se convirtió por medio de sus excavaciones, como también se han convertido otros numerosos arqueólogos a través de los siglos.

Daniel era otro libro que deleitaba especialmente a los que estaban tratando de desacreditar la Biblia. Una de las muchas cosas que trataban de refutar en este libro era la idea de que Belsasar fue el último rey de Babilonia y que murió el día en que Ciro y su ejército entraron en la ciudad de Babilonia. Los historiadores seculares habían declarado que, aunque la Biblia dice que Belsasar fue hijo de Nabucodonosor, sin embargo, Nabonido había sido el hijo de Nabucodonosor, y Nabonido fue el último rey de Babilonia.

Deán Parrar, uno de los críticos, dijo: "Belsasar — la historia no sabe nada de tal rey."[xi] Si un historia­dor secular dice una cosa, y la Biblia dice otra, obviamente, la Biblia tiene que ser la incorrecta. Esta presuposición penetra tanto en la mente de los críticos, que es sorprendente cómo proclaman conti­nuamente tales conclusiones, sin tomar en cuenta lo que revelan los hechos.

En la ciudad de Ur de los caldeos, Babilonia, se descubrieron cuatro cilindros de arcilla del rey Nabonido. Se refieren a la construcción del templo dedica­do a la diosa Luna, en el cual había una oración a esa diosa a favor del hijo del rey, Belsasar. Se descubrió que Belsasar y Nabonido reinaron conjuntamente en Babilonia; mientras Nabonido estaba en el campo, Belsasar reinaba en la capital. Además, uno de estos cilindros decía que Gobrias (el general del ejército de Ciro) entró en Babilonia y que Belsasar murió ese día. A Belsasar se lo menciona numerosas veces con rela­ción a contratos que él hizo, tierras de cultivo que compró y otros asuntos de esa naturaleza.12[xii] ¡Otra vez estalló la burbuja de los críticos!

La confirmación arqueológica del diluvio de los días de Noé es enorme. Se han hallado relatos sobre el diluvio de Noé en casi todas las civilizaciones del mundo. Entre los más interesantes están los que se han hallado en Babilonia y en Acadia. Ofrecen sustancialmente la misma descripción, excepto las perversiones que entraron en la versión babilónica posterior, que fue escrita unos 800 años después del relato de Moisés.

En Babilonia también hay una tablilla en la cual uno de los reyes babilonios menciona el gozo que sentía al leer los escritos de los que vivieron antes del diluvio. Los argumentos según los cuales ni siquiera existía la escritura en el tiempo de Moisés, ahora han sido rechazados con el conocimiento de que 500 años antes de Moisés, en los días de Abraham, existieron bibliotecas con millares de volúmenes. Ahora sabe­mos que bastante más de mil años antes del tiempo de Abraham, de hecho, ya se practicaba la escritura, y ahora tenemos documentos de los que escribieron aun antes del diluvio.

Otra tablilla babilónica da una interesante confir­mación. La de Noé fue la décima generación a partir de Adán, según la Biblia, y esta tablilla babilónica nombra los diez reyes de Babilonia que vivieron antes del diluvio. Otra tablilla nombra a todos los reyes de Babilonia, y después de los primeros diez, aparecen las palabras: "Vino el diluvio… " Luego continúa el relato en las tablillas.

Las palas de los arqueólogos han descubierto innu­merables hechos que confirman las Escrituras. Se han descubierto más de 25.000 sitios pertenecientes a lo que refiere la Biblia. También se han hallado regis­tros de miles y miles de individuos y eventos. El testimonio más reciente y continuo de la arqueología, como todo el testimonio de esa naturaleza hallado anteriormente está definida y uniformemente a favor de las Escrituras, según su valor literal o tradicional, y no como fue reconstruida por los críticos. El doctor William Albright dice: "No puede haber duda de que la arqueología ha confirmado la historicidad sustan­cial de la tradición del Antiguo Testamento."[xiii]

El excesivo escepticismo demostrado hacia la Biblia por las importantes escuelas crítico-históricas de los siglos 18 y 19, que colocaban toda clase de fases de la Biblia en una fecha posterior a la que tradicionalmen­te se había estimado, ha sido desacreditado por un descubrimiento tras otro. La exactitud de innumera­bles detalles ha producido un reconocimiento cre­ciente del valor de la Biblia como fuente histórica. Millar Burrows, de la Universidad de Yaie, observa: "En muchos casos, la arqueología ha refutado los puntos de vista de los críticos modernos. En numero­sos casos se ha demostrado que esos puntos de vista descansan en falsas suposiciones y en esquemas irrea­les y artificiales del desarrollo histórico. El excesivo escepticismo de muchos teólogos liberales no brota de una cuidadosa evaluación de los datos disponibles, sino de una enorme predisposición contra lo sobrenaural."

Sir Frederic Kenyon, del Museo Británico, uno de los grandes eruditos de nuestro tiempo, también señala el hecho de que la arqueología ha confirmado la Escritura. Nelson Glueck, el renombrado arqueólo­go judío, dijo: "Se puede declarar categóricamente que ningún descubrimiento arqueológico ha contro­vertido jamás una referencia bíblica." Luego continuó afirmando "el casi increíblemente exacto recuerdo histórico de la Biblia, particularmente cuando vemos que la misma se fortifica mediante los hechos históri­cos." Declaró categóricamente que ningún hallazgo arqueológico ha controvertido ninguna referencia bíblica sobre algún hecho.[xiv]

Volvemos a ver que cuando los críticos fueron dejando de alabar a Cristo, tal como Dios lo dijo, ¡las piedras comenzaron a hablar a gritos! A través de todas las investigaciones recientes efectuadas en Pa­lestina, Asiría, Babilonia, Egipto y otros lugares, esas piedras han demostrado que las Escrituras son en realidad la inspirada Palabra de Dios. Se ha demostra­do en muchos miles y miles de detalles que la Biblia es verdadera.

No es por causa de alguna falta de datos históricos que la gente no cree en la Biblia ni en Cristo. Eso se debe, más bien, a la falta de disposición moral para rendir la vida al señorío y autoridad de Jesucristo. La mayor parte de los no creyentes confrontan un problema moral.

Repito que éstas son algunas más de las razones por las cuales creo en la Biblia. Creo en el Cristo que ella describe y a quien nos presenta como el Salvador viviente, resucitado y glorificado, que puede traer perdón, paz, gozo y seguridad a todos los que se arrepientan de sus pecados y pongan su fe y su confianza en el que murió por nosotros. "Si éstos callaran, las piedras clamarían."


[i] R.A. Torrey, The Higher Criticism and the New Theology (La alta crítica y la nueva teología). Montrose, Montrose Christian Literature So-ciety, 1911, pág. 129
[ii] Ibíd., pág. 134.
[iii] Ibíd., pág. 132
[iv] Ibíd., págs. 130, 132, 133, 134.
[v] Ibíd., pág. 140, 141
[vi] William F. Albright, The Archaeology of Palestino (La arqueología de Palestina). Nueva York, Pelican Books, Penguin Books, pág. 225
[vii] . Josh McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto. Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, Editorial Vida, 1,982, pág. 71
[viii] William F. Albright, The Biblical Period from Abraham to Ezra (El período bíblico desde Abraham hasta Esdras). Nueva York, Harper & Row, 1960
[ix] McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto, pág. 70
[x] Ibíd., pág. 72.
[xi] T.W. Fawthrop, The Stones Cry Out (Las piedras claman). Londres, Marshall, Morgan & Scott, Ltd., 1934, pág 46
[xii] Ibíd.
[xiii] McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto,
[xiv] Ibíd.
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