Devocional Día 81
Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración
Doce pasos de acción para orar
7. ASEGURAR LAS PROMESAS
El siguiente paso va relacionado al anterior: Asegure sus promesas. "Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios" (2da Corintios 1:20). Aférrese a las promesas de Dios cuando presenta Su Palabra ante Él, aplicándola a la petición particular que usted está presentando.
Cuando Jesús quería ministrar a las personas, Él nunca asumió lo que ellos necesitaban. Él les preguntaba: "¿Qué queréis que os haga?" (Mateo 20:32). Dios contesta las peticiones específicas basadas en Sus promesas. Veamos un ejemplo de esto.
Bartimeo era ciego y mendigaba junto al camino. Cuando él escuchó que Jesús se acercaba, dijo, "¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!" (Marcos 10:47). Jesús se le acercó y dijo: "¿Qué quieres que te haga?" (v. 51). Usted podrá pensar que era obvio lo que Bartimeo necesitaba. Con todo, hay personas que prefieren quedarse en la condición en que se encuentran. "Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tufe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino" (v. 52).
Bartimeo fue sanado porque pidió sanidad basado en sus derechos legales. El gritaba, "Hijo de David" (Marcos 19:47-48). Esa era una declaración legal. El pacto de Abraham llegaba por medio de David. Las Escrituras dicen que el Mesías descendía del linaje de David y que el trono de David duraría para siempre (Isaías 9:6-7). Bartimeo razonó, "si Jesús es el Mesías, Él debe ser Hijo de David. Si Él es el Hijo de David, entonces toda promesa de pacto que Dios le hizo a Abraham, Moisés y David llegan a mí por medio de Él". Entonces dijo, "¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!" (Marcos 19:47-48). "Y Jesús le dijo: Vete, tufe te ha salvado" (v. 52). Este hombre merecía ser sanado porque él apeló presentó su petición específicamente por medio de las promesas. De igual forma, nosotros debemos asegurar las promesas cuando oramos.
Veamos un caso bíblico en el cual una persona fue sanada sin pedirle a Jesús que la sanara, pero fue sanada basada en las promesas. Un día, en el sábat, Jesús entró en una sinagoga. Había una mujer sentada entre la multitud, ésta tenía problema en su espalda. Jesús se levantó y leyó las Escrituras. Cuando él terminó, Él vio entre la multitud a la mujer. La Biblia dice que ella andaba encorvada. Ella no podía enderezarse. Entonces Jesús puso Sus ojos en ella, la llamó, impuso manos sobre ella y la sanó. La Biblia dice que "ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios" (Lucas 13:13).
Dios nos sana porque le presentamos evidencia de que ese es nuestro derecho legal basado en Sus promesas.
El líder del templo y otros líderes religiosos comenzaron a murmurar entre sí diciendo, "¡cómo se atreve a sanarla en el día de reposo!, Jesús se volvió a ellos y dijo: "Ya esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?" (Lucas 13:16).
¿Qué estaba haciendo Jesús? Él sacaba cantidad de archivos que contenían evidencias. Por alguna razón, tenemos la impresión de que si nos vemos enfermos, Dios se apiadará de nosotros y nos sanará. Con todo, aunque esta mujer se miraba terrible, ella no fue sanada sino hasta que la acción legal entró en juego. Jesús dijo: "Y a esta hija de Abraham...". Esa fue una declaración poderosa. En otras palabras, ella tenía el derecho de ser libertada y sanada, conforme a la promesa de Dios. Jesús no la sanó solamente porque era el día de reposo. Él la sanó porque, en el contrato que Dios había trazado con Su pueblo escogido en nombre de Abraham, Él había dicho, "quitará Jehová de ti toda enfermedad" (Deuteronomio 7:15).
Le pedimos al Señor que nos sane porque padecemos, y, Él nos muestra Su compasión al sanarnos (Véase Mateo 14:14). Sin embargo, la razón principal por la cual Él nos sana es porque le presentamos evidencia de que ese es nuestro derecho legal.
Fuente: Munroe, M. (2005) Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración. Whitaker House. EE.UU.
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