Espíritu, alma y cuerpo
Por Watchman Nee
El concepto corriente de la constitución de los seres humanos es dualista: alma y cuerpo. Según este concepto el alma es la parte interior espiritual invisible, mientras que el cuerpo es la parte corporal externa visible. Aunque hay algo de cierto en esto, con todo, es inexacto. Esta opinión viene de hombres caídos, no de Dios. Aparte de la revelación de Dios no hay ningún concepto seguro. Que el cuerpo es la cubierta externa del hombre es, sin duda alguna, correcto, pero la Biblia jamás confunde el espíritu y el alma como si fueran la misma cosa. No sólo son diferentes en condiciones, sino que sus mismas naturalezas difieren una de otra. La Palabra de Dios no divide al hombre en las dos partes de alma y cuerpo. Al contrario, trata al hombre como un ser tripartito: espíritu, alma y cuerpo. Primera Tesalonicenses 5:23, 24 dice: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.» Este versículo muestra claramente que el hombre está dividido en tres partes. El apóstol Pablo se refiere aquí a la santificación total de los creyentes: «santificaos totalmente».
Según el apóstol, ¿cómo se santifica una persona por completo? Guardando su espíritu, alma y cuerpo. Es fácil comprender con esto que el conjunto de la persona comprende estas tres partes. Este versículo también hace una distinción entre espíritu y alma, pues de otro modo Pablo habría dicho simplemente «vuestra alma». Puesto que Dios ha distinguido el espíritu humano del alma humana, concluimos que el hombre está compuesto, no de dos, sino de tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
¿Tiene alguna importancia dividir en espíritu y alma? Es un asunto de primordial importancia porque afecta tremenda-mente a la vida espiritual de un creyente. ¿Cómo puede comprender un creyente la vida espiritual si no conoce el alcance del mundo espiritual? Sin comprender esto ¿cómo puede crecer espiritualmente? El fracaso en distinguir entre el espíritu y el alma es fatal para la madurez espiritual. Con frecuencia los cristianos consideran espiritual lo que es anímico (o sea, del alma), y de esta manera permanecen en un estado anímico y no buscan lo que es espiritual de veras. ¿Cómo podremos escapar del fracaso si confundimos lo que Dios ha dividido?
El conocimiento espiritual es muy importante para la vida espiritual. Añadamos, no obstante, que para un creyente es de igual importancia o más ser humilde y estar dispuesto a aceptar la enseñanza del Espíritu Santo. Si lo es, el Espíritu Santo le concederá la experiencia de dividir en espíritu y alma, aunque quizá no tenga demasiado conocimiento sobre esta verdad. Por un lado, el creyente más ignorante, sin la más mínima división de espíritu y alma, puede, sin embargo, experimentar esta división en la vida real. Por el otro, el creyente más informado, conocedor por completo de la verdad sobre espíritu y alma, puede, sin embargo, no vivirla en su experiencia. Mucho mejor es el caso de la persona que puede tener tanto el conocimiento como la experiencia. No obstante, la mayoría carecen de esta experiencia. En consecuencia, es bueno empezar por guiarlos a que conozcan las diferentes funciones del espíritu y del alma y luego animarlos a buscar lo que es espiritual.
Otras porciones de la Biblia hacen la misma diferenciación entre espíritu y alma. «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y de los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (He. 4:12). En este versículo el escritor divide los elementos no corporales del hombre en dos partes, «alma y espíritu». Aquí se menciona la parte corporal a través de las coyunturas y los tuétanos —órganos motores y sensoriales—.
Cuando el sacerdote utiliza el cuchillo para cortar y dividir totalmente el sacrificio, no puede quedar nada oculto. Incluso se separan las coyunturas y los tuétanos. De la misma manera el Señor Jesús usa la Palabra de Dios sobre su pueblo para separarlo todo, para penetrar incluso hasta la división de lo espiritual, lo anímico y lo físico. Y de aquí se deduce que puesto que se puede dividir el alma y el espíritu, deben ser diferentes en su naturaleza. Así pues, es evidente aquí que el hombre es un compuesto de tres partes.
La creación del hombre
«Entonces Jehová Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gn. 2:7). Cuando Dios creó al hombre en el principio lo formó con el polvo de la tierra, y luego sopló «el aliento de vida» en su nariz. En cuanto el aliento de vida, que se convirtió en el espíritu del hombre, entró en contacto con el cuerpo del hombre, tuvo origen el alma. De ahí que el alma es la combinación del cuerpo y el espíritu del hombre. Por eso la Biblia llama al hombre «una alma viviente». El aliento de vida se convirtió en el espíritu del hombre, es decir, el principio de vida en él. El Señor Jesús nos dice que «es el espíritu el que da vida» (Jn. 6:63). Este aliento de vida viene del Señor de la Creación. Sin embargo, no debemos confundir el espíritu del hombre con el Espíritu Santo de Dios. Este difiere de nuestro espíritu humano. Romanos 8:16 explica su diferencia al afirmar que «el Espíritu mismo da juntamente testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». El original de la palabra «vida» en «aliento de vida» es chay y está en plural. Esto puede referirse al hecho de que el soplar realizado por Dios produjo una vida doble, anímica y espiritual. Cuando el aliento de Dios entró en el cuerpo del hombre se convirtió en el espíritu del hombre, pero cuando el espíritu reaccionó con el cuerpo se creó el alma. Esto explica el origen de nuestras vidas espiritual y anímica. Debemos reconocer, sin embargo, que este espíritu no es la propia vida de Dios, porque «el aliento del Todopoderoso me da vida» (Job 33:4). No es la entrada en el hombre de la vida increada de Dios, como tampoco es la vida de Dios que recibimos en la regeneración. Lo que recibimos en el nuevo nacimiento es la propia vida de Dios simbolizada por el árbol de la vida. Pero nuestro espíritu humano, aunque existe permanentemente, está vacío de «vida eterna». «Formó al hombre del polvo de la tierra» se refiere al cuerpo del hombre; «sopló en su nariz el aliento de vida» se refiere al espíritu del hombre al venir de Dios; y «el hombre se convirtió en un alma viviente» se refiere al alma del hombre cuando el cuerpo fue avivado por el espíritu y convertido en un hombre vivo y consciente de sí mismo. Un hombre completo es una trinidad: el compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Según Génesis 2:7, el hombre fue hecho de sólo dos elementos independientes, el corporal y el espiritual. Pero cuando Dios puso el espíritu dentro del armazón de tierra se creó el alma. El espíritu del hombre, al entrar en contacto con el cuerpo muerto, produjo el alma. El cuerpo separado del espíritu estaba muerto, pero con el espíritu el hombre recibió la vida. El órgano así vivificado fue llamado alma.
«El hombre se convirtió en un alma viviente» expresa, no meramente el hecho de que la combinación de espíritu y cuerpo produjo el alma, también sugiere que el espíritu y el cuerpo fueron totalmente fusionados en esta alma. En otras palabras, el alma y el cuerpo se combinaron con el espíritu, y el espíritu y el cuerpo se fusionaron en el alma. Adán, «antes de la caída no sabía nada de estas incesantes luchas del espíritu y la carne que son ya algo cotidiano para nosotros. Había una perfecta mezcla de sus tres naturalezas en una, y el alma, como medio unificador, se convirtió en la causa de su individualidad, de su existencia como ser distinto» (Earth's Earliest Age, de Pember). El hombre fue diseñado como alma viviente porque era allí donde el espíritu y el cuerpo se encontraron y es a través de ella que se conoce su individualidad. Quizá podríamos usar una ilustración imperfecta: echad unas gotas de tinte en un vaso de agua. El tinte y el agua se combinarán produciendo una tercera substancia llamada tinta. De igual manera los dos elementos independientes del espíritu y el cuerpo se combinan para convertirse en un alma humana. (La analogía falla en que el alma producida por la combinación del espíritu y el cuerpo se convierte en un elemento independiente e indisoluble como lo son el espíritu y el cuerpo.)
Dios consideró el alma humana como algo único. Como los ángeles fueron creados como espíritus, el hombre fue creado de manera predominante como alma viviente. El hombre no sólo tenía un cuerpo, un cuerpo con el aliento de vida; también se convirtió en un alma viviente. Por eso veremos más adelante en la Biblia que Dios a menudo se refiere a los hombres como «almas». ¿Por qué? Porque lo que es el hombre depende de cómo es su alma. Su alma le representa y expresa su individualidad. Es el órgano de la libre voluntad del hombre, el órgano en el cual el espíritu y el cuerpo están totalmente fusionados. Si el alma del hombre quiere obedecer a Dios, permitirá que el espíritu gobierne al nombre según lo ordenado por Dios. El alma, si lo decide, también puede reprimir al espíritu y tomar algún placer como señor del hombre. Se puede ilustrar en parte esta trinidad de espíritu, alma y cuerpo con una bombilla eléctrica. Dentro de la bombilla, que puede representar al conjunto del hombre, hay electricidad, luz y alambre. El espíritu es como la electricidad, el alma es la luz y el cuerpo es el alambre. La electricidad es la causa de la luz, mientras que la luz es el efecto de la electricidad. El alambre es la substancia material para transportar la electricidad, así como para manifestar la luz. La combinación del espíritu y el cuerpo produce el alma, que es única del hombre. De la manera que la electricidad, transportada por el alambre, es expresada en la luz, así también el espíritu actúa sobre el alma, y el alma a su vez se expresa por medio del cuerpo.
Sin embargo, debemos recordar bien que mientras el alma es el punto de encuentro de los elementos de nuestro ser en esta vida presente, el espíritu será el poder dominante en nuestro estado de resurrección. Porque la Biblia nos dice: «Se siembra cuerpo natural, resucitará cuerpo espiritual. Hay un cuerpo natural, y hay un cuerpo espiritual» (1 Co. 15:44). Sin embargo, aquí hay un punto vital: los que hemos sido unidos al Señor resucitado podemos conseguir incluso ahora que nuestro espíritu gobierne todo nuestro ser. No estamos unidos al primer Adán, que fue hecho un alma viviente, sino al último Adán, que es un espíritu vivificante («o que da vida») (v. 45).
Las funciones respectivas del espíritu, el alma y el cuerpo
Es por medio del cuerpo que el hombre entra en contacto con el mundo material. De aquí que podamos calificar al cuerpo como la parte que nos hace conscientes del mundo. El alma está formada por el intelecto, que nos ayuda en el presente estado de existencia, y las emociones, que proceden de los sentidos. Puesto que el alma pertenece al propio yo del hombre y revela su personalidad, se le llama la parte que tiene consciencia de uno mismo. El espíritu es la parte mediante la cual nos comunicamos con Dios, y sólo por ella podemos percibir y adorar a Dios. Como nos habla de nuestra relación con Dios, al espíritu se le llama el elemento que tiene consciencia de Dios. Dios vive en el espíritu, el yo vive en el alma, mientras que los sentidos viven en el cuerpo.
Como ya hemos mencionado, el alma es el punto de encuentro del espíritu y el cuerpo, porque allí están los dos fusionados. Mediante su espíritu el hombre mantiene relación con el mundo espiritual y con el Espíritu de Dios, recibiendo y expresando ambos el poder y la vida del mundo espiritual. El hombre está en contacto con el mundo externo sensual a través de su cuerpo, influenciándolo y recibiendo sus influencias. El alma se encuentra entre estos dos mundos, aunque pertenece a ambos. Está ligada al mundo espiritual a través del espíritu, y al mundo material a través del cuerpo. También posee el poder de la libre voluntad y por eso puede escoger entre sus influencias ambientales. El espíritu no puede actuar directamente sobre el cuerpo. Necesita un medio, y ese medio es el alma creada por el contacto del espíritu con el cuerpo. Así pues, el alma se encuentra entre el espíritu y el cuerpo, manteniéndolos unidos. El espíritu puede someter al cuerpo a través del alma para que obedezca a Dios. De la misma manera el cuerpo, mediante el alma, puede atraer al espíritu a amar al mundo.
De estos tres elementos el espíritu es el más noble porque está unido a Dios. El cuerpo es el más humilde porque está en contacto con la materia. El alma, al estar entre ellos, los une y también toma el carácter de ambos y lo hace suyo. El alma posibilita que el espíritu y el cuerpo se comuniquen y colaboren. El trabajo del alma es mantener a estos dos en su lugar adecuado para que no pierdan su correcta relación: es decir, que el más humilde, el cuerpo, pueda estar sujeto al espíritu, y que el más elevado, el espíritu, pueda gobernar al cuerpo por medio del alma. El factor fundamental del hombre es, sin duda alguna, el alma. Está pendiente de que el espíritu le dé lo que éste ha recibido del Espíritu Santo y, así, después de haber sido perfeccionada, poder transmitir al cuerpo lo que ha recibido. Entonces el cuerpo también puede compartir la perfección del Espíritu Santo y convertirse así en un cuerpo espiritual.
El espíritu es la parte más noble del hombre y ocupa el área más profunda de su ser. El cuerpo es la más humilde y toma el lugar más exterior. Entre estos dos vive el alma, sirviendo como su medio. El cuerpo es la cubierta externa del alma, mientras que el alma es el envoltorio externo del espíritu. El espíritu transmite su pensamiento al alma y el alma utiliza al cuerpo para obedecer la orden del espíritu. Éste es el significado del alma como medio. Antes de la caída del nombre el espíritu controlaba iodo el ser por medio del alma.
El poder del alma es el más importante, puesto que el espíritu y el cuerpo están fusionados allí y la tienen como sede de la personalidad e influencia del hombre. Antes de que el hombre pecase el poder del alma estaba por completo bajo el dominio del espíritu. En consecuencia, su fuerza era la fuerza del espíritu. El espíritu no puede actuar sobre el cuerpo por sí Husmo, sólo hacerlo a través del medio del alma. Esto podemos verlo en Lucas 1:46, 47: «Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu ha saltado de gozo en Dios mi Salvador.» -Aquí el cambio del tiempo verbal muestra que primero el espíritu produjo gozo en Dios, y entonces, comunicándose con el alma, hizo que expresase el sentimiento por medio del órgano corporal» (Earth'sEarliest Age, de Pember). Lo repito: el alma es la sede de la personalidad. La voluntad, intelecto y emociones del hombre están allí. Mientras que el espíritu es usado para comunicar con el mundo espiritual y el cuerpo con el natural, el alma se mantiene entre ambos y utiliza su poder para discernir y decidir si debe predominar el mundo espiritual o el natural. Algunas veces también la misma alma toma el control del hombre por medio de su intelecto, creando de esta manera un mundo de ideas que predomina. Para que el espíritu gobierne, el alma tiene que dar su consentimiento, pues de otro modo el espíritu es incapaz de regular al alma y al cuerpo. Pero esta decisión es cosa del alma, porque en ella es donde reside la personalidad del hombre.
Verdaderamente, el alma es el eje de todo el ser, porque la voluntad del hombre le pertenece. Únicamente cuando el alma está dispuesta a asumir una posición humilde puede el espíritu dirigir a todo el hombre. Si el alma se niega a tomar esta posición el espíritu quedará impotente. Esto explica el significado de la libre voluntad del hombre. El hombre no es un autómata que se mueve según Dios quiera. Al contrario, el hombre posee un total poder soberano para decidir por sí mismo. Posee el órgano de su propia capacidad volitiva y puede escoger seguir la voluntad de Dios u oponérsele y seguir la voluntad de Satanás. Dios desea que el espíritu, al ser la parte más noble del hombre, controle todo el ser. Sin embargo, la voluntad —la parte crucial de la individualidad— pertenece al alma. Es la voluntad la que determina si debe gobernar el espíritu, el cuerpo o incluso ella misma. En vista del hecho de que el alma posee semejante poder y que es el órgano de la individualidad del hombre, la Biblia llama al hombre «alma viviente». El templo santo y el hombre
El apóstol Pablo escribe: «¿No sabéis que sois santuario de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios, el cual sois vosotros, es sagrado» (1 Co. 3:16, 17). Ha recibido revelación para comparar al hombre con el templo. De la manera que antes Dios vivía en el templo, ahora el Espíritu Santo vive en el hombre. Comparándole con el templo podemos ver cómo se manifiestan claramente los tres elementos del hombre.
Sabemos que el templo está dividido en tres partes. La primera es el patio exterior, que todos pueden ver y visitar. Aquí se ofrece toda la adoración externa. Más adelante está el Lugar Santo, en el que sólo pueden entrar los sacerdotes y donde se ofrece a Dios aceite, incienso y pan. Están muy cerca de Dios, pero aún les falta porque están todavía fuera del velo y, en consecuencia, no pueden estar ante su misma presencia. Dios reside en lo más profundo, en el Lugar Santísimo, donde la oscuridad queda eclipsada por la luz brillante y donde ningún hombre puede entrar. Aunque el Sumo Sacerdote lo hace una vez al año, esto indica, no obstante, que hasta que el velo no sea desgarrado no puede haber ningún hombre en el Lugar Santísimo.
El hombre también es el templo de Dios y también tiene tres partes. El cuerpo es como el patio exterior, y ocupa una posición externa con su vida visible para todos. Aquí el hombre debería obedecer toda orden de Dios. Aquí el Hijo de Dios sirve como sustituto y muere por la humanidad. Dentro está el alma del hombre, que constituye la vida interior del hombre y abarca la emoción, la voluntad y el pensamiento. Así es el Lugar Santo de una persona regenerada, porque su amor, voluntad y pensamiento están plenamente iluminados para que puedan servir a Dios como lo hacía el sacerdote en la antigüedad. En la parte más interna, detrás del velo, está el Lugar Santísimo, en el que no ha penetrado jamás ninguna luz humana y que ningún ojo ha visto. Es el «lugar secreto del Altísimo», el lugar donde vive Dios. El hombre no tiene entrada allí a menos que Dios esté dispuesto a desgarrar el velo. Es el espíritu del hombre. El espíritu se encuentra más allá de la consciencia del hombre y por encima de su sensibilidad. Aquí el hombre se une y se comunica con Dios.
No hay lámpara o luz alguna en el Lugar Santísimo, porque Dios vive allí. En el Lugar Santo hay el candelabro de siete brazos. Y el patio exterior recibe la luz del día. Todos éstos sirven de imágenes y sombras para una persona regenerada. Su espíritu es como el Lugar Santísimo, donde vive Dios, donde todo se hace por fe, más allá de la vista, sentido o comprensión del creyente. El alma se parece al Lugar Santo en que está abundantemente iluminado con muchos pensamientos y preceptos racionales, mucho conocimiento y comprensión sobre las cosas del mundo material y el de las ideas. El cuerpo es comparable al patio exterior, claramente visible para todos. Las acciones del cuerpo las pueden ver todos.
El orden que Dios nos presenta es inequívoco: «vuestro espíritu y alma y cuerpo» (1 Ts. 5:23). No es «alma y espíritu y cuerpo», ni tampoco es «cuerpo y alma y espíritu». El espíritu es la parte preeminente y por eso se menciona en primer lugar. El cuerpo es la más humilde y en consecuencia es mencionada al final. Y el alma está en medio y por eso se la menciona entre las otras dos. Habiendo visto ahora el orden de Dios, podemos apreciar la sabiduría de la Biblia al comparar al hombre con un templo. Podemos reconocer la perfecta armonía que existe, entre el templo y el hombre en cuanto al orden y al valor. El servicio del templo funciona según la revelación en el Lugar Santísimo. Todas las actividades del Lugar Santo y del patio exterior están reguladas por la presencia de Dios en el Lugar Santísimo. Éste es el sitio más sagrado, el lugar en el que convergen y se apoyan las cuatro esquinas del templo. Nos puede parecer que en el Lugar Santísimo no se hace nada porque está completamente a oscuras. Todas las actividades se realizan en el Lugar Santo, e incluso las actividades del patio exterior las controlan los sacerdotes del Lugar Santo. Sin embargo, todas las actividades del Lugar Santo en realidad son dirigidas por la revelación en el absoluto silencio y paz del Lugar Santísimo.
No es difícil percibir la aplicación espiritual de esto. El alma, el órgano de nuestra personalidad, se compone de pensamiento, voluntad y emoción. Parece como si el alma fuera el director de todas las acciones, porque el cuerpo sigue su dirección. Antes de la caída del hombre, sin embargo, a pesar de sus muchas actividades, el alma era gobernada por el espíritu. Y éste es el orden que Dios quiere todavía: primero el espíritu, después el alma, y finalmente el cuerpo.