Pilares bíblicos de la Administración
-Ghis-
Como bien sabemos, desde que Dios hizo al ser humano le delegó la administración de todo lo creado (Gn 1:26). Es asombroso como Dios mismo pudo asignarle tan magna tarea al hombre, le delegó el dominio de la tierra y todo lo que hay en ella, así como le ordenó que la cuidara (Gn 2:15). En el principio el hombre y la mujer sólo administraban cosas naturales directamente creadas por las manos de Dios, con el pecado y el paso del tiempo, de alguna manera lo que Dios había creado no fue suficiente para el hombre y aparecieron el dinero y los bienes materiales, y aunque esto no estaba en el diseño inicial de Dios, estas cosas también le pertenecían (Sal 24:1) y el hombre seguía siendo su administrador, quien habría de rendir cuentas en su momento ante el dueño de todo. Es tan importante para Dios que llevemos con excelencia esta labor, que cuando nuestro Señor Jesucristo caminó por esta tierra, empleó mucho de su tiempo glorioso entre nosotros para enseñarnos cómo cumplirla.
En el mundo moderno, la administración de bienes y servicios es parte de la vida cotidiana, hay muchas personas en todo el mundo que estudian administración como una carrera profesional y se desempeñan en campos tan amplios y variados que su mención sería muy extensa. La palabra administración proviene del latín ad: “dirección”, y minister: “obediencia”, “al servicio de”; y significa ‘aquel que realiza una función bajo el mando de otro’, más claro no puede estar: somos nosotros cumpliendo una labor al servicio de Dios. Como hijos de Dios estamos llamados a ser tomados como ejemplo de administradores íntegros, y ahí viene la pregunta, ¿Debemos estudiar una carrera? ¿Hacer una especialización? ¿Cómo debemos prepararnos?, la respuesta a estas preguntas es una respuesta directa de Dios: su Palabra es el libro guía, Jesús el maestro por excelencia y el Espíritu Santo el ayudador y hacedor de esa Palabra en nosotros; nuestro trabajo: dejar que Dios nos moldee, nos enseñe y sea Él mismo quien actué; recordemos que ninguna tarea que nos haya dejado Dios es para que la cumplamos en nuestras propias fuerzas, si no para que seamos el medio por el cual El cumple, así que la pregunta no es ¿Quién soy yo?¿Cual es mi grado de capacitación o conocimientos? Si no que es ¿Qué tan cerca estoy de Dios?, veamos algunas cosas que Dios ha dejado en su Palabra para cumplir con nuestro deber de administradores.
Desde hace varios años los avances de administración como ciencia han definido cuatro pilares para su desarrollo: Planear, Organizar, Ejecutar e Inspeccionar; puede que esto haya surgido de la “investigación del hombre” a lo largo de los años, pero a Dios nada lo toma por sorpresa, es por eso que en su Palabra, vemos reflejados estos cuatro pilares y sus instrucciones directas para ser buenos administradores.
Planear: En la biblia podemos encontrar muchos ejemplos de cuanto le gusta a Dios que planeemos, ha dejado expresado sus deseos y órdenes. Aunque no sabemos cuántos días estaremos aquí en la tierra, el Señor nos pide que planeemos y tengamos una visión hacia el futuro y que la tengamos muy clara (Hab 2:2), nos exhorta a hacer planes bien pensados (Pr 21:5), que no debemos afanarnos, porque estaríamos condenamos al fracaso, y como Dios es un Dios de abundancia y que da más de lo que pedimos, nos dio para esto nada más y nada menos que la poderosa mente de Cristo (1Co 2:16), con tremenda herramienta ¿Quién no hace excelentes planes que agraden a Dios?
Organizar: Bien se escucha “Dios es un Dios de orden” (1Co 14:33a), todo lo que Dios ha hecho (que nos ha permitido conocer) ha sido en un orden estricto: su creación, los mandamientos, la construcción del tabernáculo, el ministerio de Jesús, la iglesia primitiva y la evangelización por citar algunos ejemplos, revelan cómo Dios actúa de una manera ordenada y sistemática en la realización de sus obras. De este modo, Dios nos hizo a su imagen y semejanza (Gn 1:26) y debemos imitar su actuar. Además nos ha dejado instrucciones precisas en su Palabra para ser ordenados: “Pero todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden” (1Co 14:40, NVI).
Ejecutar: Cuando Jesucristo hablaba de la obra de Dios y su propósito nos alentaba a ser activos y diligentes (Mt 7:18; Mt 16:24) y el nuevo testamento es muy enfático en que nuestra Fe debe estar acompañada de obras, y aunque nuestra salvación no es por obras, somos llamados a ejecutar la Palabra: “Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Stg 2:17, NVI). Jesucristo mismo es la Palabra hecha carne y nosotros estamos llamados a alcanzar la estatura del varón perfecto. Dios da la orden (Éx 36:1) y es el hombre con la llenura del Espíritu Santo quien la lleva a cabo: “Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió” (Juan 9:4,NVI).
Inspeccionar: El llamado de Dios no se queda en ejecutar y dar fruto, Dios siempre va más allá y nos pide cuidar y velar por nuestras obras, nuestro llamado y especialmente nuestra salvación (Fil 2:12). Nos llama a estar alerta en todo momento (1P 5:8, Ef 6:18,1Co 16:13, Hch 20:31), recordemos que tenemos un enemigo en común que está en contra de la obra de Dios y su propósito principal es destruir toda buena obra de Dios (1P 5:8), así que inspeccionar y estar alertas porque así lo manda Dios.
En conclusión, nuestra función de administradores es cíclica y constante mientras Dios nos dé días de vida en la tierra: planear, organizar, ejecutar e inspeccionar de la mano de Dios nos lleva indiscutiblemente a avanzar hacia el propósito de Dios en nuestras vidas y cada vez que repetimos el ciclo se harán mejoras (al igual que en la administración secular), y esas mejoras serán el moldeamiento de nuestra alma al propósito de Dios, nuestro corazón en las manos del alfarero sometido a su voluntad y el carácter de Cristo reflejado en nuestro andar. Así que ser administradores íntegros, no es una opción: debe ser fruto y consecuencia de nuestra salvación, del actuar del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Hermanos, amados en Cristo, por último recuerden que no podemos permitirnos el alejarnos de Dios, que aunque hayamos avanzado a pasos agigantados de Su mano, no podemos nunca soltarnos “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co 10:12).
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