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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

jueves, 17 de julio de 2014

El último deseo

El último deseo
Un reo pasando las últimas horas en su celda, esperando ser ejecutado, pidió como último deseo papel y lápiz. Luego de escribir por varios minutos, le dijo a su custodio por favor, entregue esta carta a mi madre!!
La carta decía así: "Madre, creo que si hubiera más justicia en este mundo, tanto tú como yo deberíamos de ser ejecutados. ¡Tú eres tan culpable como yo de mi miserable vida! ¿Te acuerdas madre, cuando llevé a la casa aquella bicicleta que le quité a otro niño igual que yo? Me ayudaste a esconderla para que mi padre no se enterara. ¿Te acuerdas madre, cuando me robé el dinero de la cartera de la vecina? Fuiste conmigo al centro comercial y lo gastamos juntos.
¿Te acuerdas madre, cuando botaste a mi padre de la casa? Él sólo quiso corregirme por haberme robado el examen final de mi grado y a consecuencia me expulsaron.
Madre, yo era sólo un niño, luego fui adolescente y ahora un hombre mal formado! Era sólo un niño inocente que necesitaba corrección, y no consentimiento.
Te perdono, y sólo te pido que le hagas llegar esta reflexión a todos los padres del mundo, que sepan que ellos son los únicos responsables de formar, a un hombre decente, o a un vulgar delincuente.
Gracias madre por darme la vida y gracias también por ayudarme a perderla. 
Firma
¡Tu hijo, El Delincuente!"

Reflexiona, ¿cómo estás criando a tus hijos?

viernes, 4 de julio de 2014

Por qué creo en el Espíritu Santo

Por qué creo en el Espíritu Santo
Por: D.J. Kennedy
  



¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
1 Corintios 3:16

De todas las doctrinas de la fe cristiana, la que causa más dificultad a muchas personas parece ser la del Espíritu Santo. Esto no es sorprendente. En la introdudón a este libro, dije que la razón por la cual estaba escribiéndolo era que había un sorprendente número de personas que están confundidas con respecto a quién es Jesucristo. He descubierto que aun más personas están confundidas con respecto al hecho de que lo que El es — el Carpintero de Galilea, que es y fue y siempre será el omnipotente Creador y Dios todopoderoso de este universo — constituye la doctrina cardinal de la religión cristiana. Cuan natural es, entonces, que se entienda aun menos lo relacionado con el Espíritu Santo.

A mi modo de ver, el presentar las evidencias bíblicas que respaldan lo que yo creo acerca del Espíritu Santo, es la manera más efectiva de manifestar por qué creo en El. Al mismo tiempo, el descubrir lo que dice la Biblia en cuanto a quién es el Espíritu Santo, qué es lo que hace y cómo podemos recibir sus bendiciones, debe aclarar la confusión con respecto a El. Echemos un vistazo a la primera pregunta: ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Es una cosa o una Persona? ¿Se lo puede designar con el pronombre El, o acaso con el pronombre ella? Hombres y mujeres le han aplicado al Espíritu Santo todas estas denominaciones. Una secta extraña trató de crear algo así como una familia terrenal con padre, madre e hijo, llamando al Espíritu Santo con el pronombre "ella". Pero la Biblia no menciona nada de eso.

Por otra parte, muchas personas se refieren al Espíritu Santo como si fuera una cosa: una fuerza, un poder, una influencia. ¿Pero es eso el Espíritu Santo? ¿O el Espíritu Santo es una persona? Yo creo que la Biblia dice claramente que el Espíritu Santo es una Persona. Sin embargo, el uso de la palabra persona no tiene el propósito de evocar la imagen de una persona erguida con brazos, piernas y dedos en las manos y en los pies. Más bien, utilicemos el sentido verdadero de la palabra, según el cual persona es lo que tiene personalidad, es decir, voluntad, intelecto, emoción, capacidad para comunicarse, etc.

El Espíritu Santo no es claramente revelado en el Antiguo Testamento, y los judíos confundían muy fácil y comprensiblemente al Espíritu simplemente con un poder o influencia de Dios. Las distinciones de la Deidad una y trina: Padre, Hijo y Espíritu Santo, aunque estuvieron presentes, tampdto les fueron reveladas claramente. El doctor Benjamín B. Warfíeld, profesor de teología sistemática en el Seminario Teológico Princeton, dijo: "El Antiguo Testamento es como un cuarto ricamente amoblado pero débilmente iluminado; en el Nuevo Testamento no se agrega nada, excepto la luz."

Por supuesto, hay en la actualidad los que niegan la personalidad del Espíritu Santo basados en que la Biblia, con tantas palabras, no dice que el Espíritu Santo es una persona. Reconozco que no lo dice. Pero la Biblia tampoco ofrece argumentos para probar la existencia de Dios; esto es algo que está simplemente revelado y que se entiende. Y así sucede con el Espíritu Santo.

Pero ahora, miremos y veamos: ¿Qué es una persona? ¿Qué es una cosa? ¿Qué es una fuerza? Algunos nos dicen que el Espíritu Santo es una fuerza como la electricidad, el viento o la gravedad. ¿Cuál es la diferencia entre una fuerza y una persona? Consideremos lo que se refiere al intelecto: ¿tiene mente la electricidad? ¿Tiene mente el viento? ¿Tiene mente la gravedad? Por supuesto que no. Consideremos el aspecto de la emoción: ¿Alguna vez ha oído usted a la electricidad o a la gravedad reírse? ¿O llorar? ¿O amar? Consideremos la comunicación: ¿Puede una fuerza expresar sus pensamientos? ¡No! La electricidad puede emplearse para activar una máquina que repite las palabras de la gente, pero tal máquina no puede comunicarse. ¿Tiene una voluntad que decida hacer esto? ¿Es motivada por sí misma, o es gobernada meramente por leyes externas, o por personas que la dirigen? No tiene voluntad propia. Una persona sí la tiene.

¿Qué dicen las Escrituras acerca del Espíritu Santo? Diga usted y juzgue por sí mismo. ¿Es el Espíritu Santo una fuerza, como dicen los de las sectas, o es una persona, como dice la Iglesia de Cristo? La Biblia se refiere a la mente del Espíritu: "Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos 8:27). El Espíritu Santo tiene una mente; El hace intercesión; ruega por ellos. Las Escrituras hablan acerca de la infinita comprensión del Espíritu: "… nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11). Una fuerza no conoce, pero una persona sí. Se hace referencia a la voluntad del Espíritu: "… repartiendo a cada uno en particular como él quiere" (1 Corintios 12:11). Este pasaje se refiere al Espíritu, pero una fuerza no tiene voluntad.

El Espíritu Santo no sólo conoce, sino que aun tiene conocimiento anticipado: "… os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:13). Ciertamente ni el viento, ni la electricidad, ni ninguna fuerza saben lo que ocurre ahora, ni lo que ha de venir. La Biblia se refiere al amor del Espíritu: "Pero os ruego, hermanos …  por el amor del Espíritu" (Romanos 15:30). Vemos que El actúa, contiende con los hombres: "No contenderá mi espíritu con el hombre" (Génesis 6:3). El ordena y prohibe: "… dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (Hechos 13:2). El escoge los funcionarios de la Iglesia: "… Mirad por vosotros, y por el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos" (Hechos 20:38). El oye: "… hablará todo lo que oyere" (Juan 16:13). El habla acerca de muchas cosas: acerca de los eventos de los últimos tiempos, acerca del Hijo del Hombre. El clama en los corazones de los cristianos: "Abba, Padre" (Romanos 8:15). "Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (Apocalipsis 14:13). El Espíritu dijo a Felipe: "Acércate y júntate a ese carro" (Hechos 8:29). Vemos, pues, que se le asignan todos los atributos de la personalidad al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es una persona.

Algunas personas, sin embargo, no estarán de acuerdo, y se basan en que, en griego, los pronombres neutros algunas veces se combinan con la palabra que traduce "espíritu". Pero para esto hay una explicación muy natural. "Espíritu" en griego es pneuma, así como la palabra veterotestamentaria que originalmente, significa "aliento" y "viento". Cuando el Espíritu Santo fue revelado, éste fue el nombre que tomó. Puesto que pneuma es una palabra de género neutro en griego, se hace referencia a ella mediante pronombres neutros. Pero en vez de negar el hecho de la personalidad del Espíritu Santo, esta regla gramatical misma sirve para reforzarla, puesto que hay casos en el Nuevo Testamento en que, contrario al uso esperado, se usan pronombres masculinos para hacer referencia al Espíritu Santo

Para clarificar nuestra creencia, nuestra doctrina del Espíritu Santo, tenemos que determinar no sólo que El es una persona, sino que es divino. De nuevo, la Biblia responde. En el libro de Hechos leemos que Pedro le dijo a Ananías: "¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo? (5:3). Cuando un poco después, Pedro le dice a Ananías: "No has mentido a los hombres, sino a Dios" (versículo 4), evidentemente da a entender que el Espíritu Santo es Dios. Las Escrituras describen expresamente todos los atributos de la divinidad, y se los atribuyen al Espíritu Santo. "A dónde me iré de tu Espíritu" (Salmo 139:7). El es infinito, omnipresente; El conoce todas las cosas, el sabe el futuro, es todopoderoso.
Creo, sin embargo, que tenemos que entender que el Espíritu Santo no es meramente otro nombre de Dios el Padre, sino que hay una distinción entre las personalidades de la Deidad. Esto se ve claramente en varios pasajes bíblicos. La fórmula bautismal exige que nos bauticemos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo: un nombre, tres Personas. En el bautismo de Jesús, vemos que el Espíritu Santo descendió en forma corporal como de paloma, y el Padre habló desde el cielo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17). Así se revelan claramente las tres personalidades. La misma verdad se vuelve a afirmar en la Biblia en muchos otros pasajes, incluso las penetrantes palabras de Cristo en lo que llamamos la Gran Comisión: "Por tanto, id, y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo… " (Mateo 28:19).

Sin embargo, a pesar de todas las claras enseñanzas de la Escritura, una antigua herejía persiste en algunos lugares hasta el día de hoy. Se trata del "modalismo", término derivado de la palabra modo, el cual enseña que el Espíritu Santo es una Persona divina, pero que es simplemente el Padre o el Hijo. Esto es como decir, de hecho, que el Padre fue el primero que salió al escenario como actor, con una larga barba; luego regresó detrás del escenario, se cambió el disfraz y volvió al escenario como un joven, el Hijo; regresó otra vez detrás del escenario y volvió a salir una vez más con otro disfraz diferente, como el Espíritu: una sola persona, en tres disfraces. Pero la Biblia enseña que la Deidad es una y trina: tres personalidades en una sola sustancia divina, coeternas, que existen lado a lado eternamente: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios" (Juan 1:1).

Creo en el Espíritu Santo no sólo debido a que la Biblia dice quién es El, sino debido a que la Biblia dice qué hace El. Las Escrituras nos ofrecerf un asombroso informe sobre sus actividades. Por cierto que la lista es excesivamente larga como para incluirla aquí, pero entre sus obras están las siguientes: El creó el mundo; siendo éste creado por voluntad del Padre, por medio del Hijo y por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo inspiró la escritura de la Biblia, de tal modo que la Biblia no es como ningún otro libro, sino que Dios el Espíritu Santo es el autor de ella, habiendo obrado a través de los hombres como instrumentos. El Espíritu Santo hizo que Cristo fuera concebido en el vientre de María, a quien se le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ü." Fue el Espíritu Santo el que bautizó a Jesús, el que lo dirigió y lo llenó de poder. También se nos dice que el Espíritu fue el que levantó a Jesús de entre los muertos. El Espíritu Santo, al ser derramado sobre los creyentes, fue el que fundó la Iglesia cristiana el día de Pentecostés.

El Espíritu Santo regenera a los hombres y les da vida cuando están muertos en pecado. Jesús dijo que tenemos que nacer otra vez del Espíritu. A menos que hayamos sido regenerados por el Espíritu Santo no somos cristianos. El Espíritu Santo mora en todo creyente: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1 Corintios 3:16). El Espíritu Santo santifica, limpia, nos hace puros y santos, y así es particularmente el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no viene a glorificarse ni a magnificarse a Sí mismo; usted notará que El ni siquiera tiene un nombre distintivo. Jesús dijo: "Pero cuando venga el Consolador ... él dará testimonio acerca de mí" (Juan 15:26).

Cuando el Espíritu Santo viene sobre alguien, una de las evidencias es que esa persona habla con respecto a las maravillosas obras que Dios realizó en Cristo el Redentor. El Espíritu Santo es el que trae la gracia y capacita al creyente a vivir la vida cristiana. "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Calatas 5:22, 23).

Una razón adicional por la que creo en el Espíritu Santo es la experiencia que tengo de que El mora en mí. Los que conocen al Espíritu Santo saben que han recibido "las arras" de su herencia, porque el Espíritu Santo también nos da la seguridad de que tenemos vida eterna. El Espíritu Santo es el que da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. El Espíritu Santo es el que clama: "Abba, Padre", y nos hace entender que Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos que hemos sido redimidos, y que vamos camino al cielo. Es el Espíritu Santo el que nos capacita como creyentes para decir: "Bendita seguridad, Jesús es mío. ¡Oh, que gusto anticipado de gloria divina!" Si tenemos esta seguridad y esta certidumbre en nuestro corazón, entonces sabemos que tenemos al Espíritu Santo en nosotros.

La Biblia dice que todos los cristianos reciben el Espíritu Santo cuando reciben a Jesucristo como su Salvador personal. Pero luego, debemos buscar ser llenos del Espíritu Santo. "Sed llenos del Espíritu" (Efesios 5:18). Necesitamos tener la plenitud de su presencia. Creo que la razón por la cual hay tantos cristianos derrotados y desalentados es que no están llenos del Espíritu Santo. ¿Hay en nuestros hogares amor, gozo, paz, benignidad, bondad? ¿O hay contiendas, desánimo, altercados, preocupación, ansiedad, tristeza? Todo esto es evidencia de que el Espíritu de Dios no está allí, pues El es el Espíritu de gozo, de paz y de amor. El amor de Dios es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo.
Si usted carece de la plenitud del Espíritu de Dios en su vida, y le gustaría experimentarla, si quiere vivir y servir a Dios como El quiere, tengo una sugerencia para usted. El doctor Bill Bright preguntó esto a la congregación de nuestra iglesia en un culto, hace varios años, y en ese tiempo tuvo un profundo efecto. El recomendó a todos los que quisieran no ser sólo oidores de la Palabra, sino también hacedores, que fueran a su casa, buscaran un papel de buen tamaño y escribieran en él todos los pecados específicos que estuvieran presentes en sus vidas. Hagan una lista de los pecados de disciplina, dijo él: impaciencia, amargura, envidia, celos, rencores, desprecios no perdonados, animosidad, ira, pasiones, lascivia, pensamientos impuros, avaricia, concupiscencia, codicia, y otros. Sean específicos; den nombres, fue la instrucción. No olviden los pecados de omisión: falta de oración, frialdad del corazón para con Dios, infidelidad a su Palabra, no servir al Señor, no dar testimonio de Cristo, y otros por el estilo. No los escondan en su corazón ni dejen de meditar en ellos.

Cuando terminen, dijo el doctor Bright, entonces oren para que el Espíritu Santo los escudriñe y los pruebe, y vea si aún hay alguna cosa perversa en ustedes que no hayan confesado ni abandonado. Cuando el Espíritu les traiga alguna otra cosa a la mente, mientras están esperando en su presencia, escríbanla. Habiéndola escrito, sigan esperando y pidan: "Espíritu Santo de Dios, examíname y prueba mi corazón, y ve si aún hay algo perverso en mí." Vuelvan a esperar, y recibirán una carta por entrega especial. Continúen pidiendo y esperando hasta que puedan esperar delante de Dios, tal vez y muy probablemente por primera vez en su vida, con una conciencia libre de ofensa hacia Dios y hacia sus semejantes. No puedo pensar en una bendición más grande. Aun esto no significa que somos perfectos, por supuesto, pero significa que no hay nada que llegue a la mente que no hayamos confesado, de lo cual no nos hayamos arrepentido, ni hayamos abandonado.

Ahora, escriban con letras grandes a través de la página o de las páginas: "La sangre de Jesucristo me limpia de todo pecado." Reclamen esta promesa por fe. Créanla. En ese momento, por primera vez, tal vez, estarán preparados para hacer lo que Jesús dijo: para pedir que el Padre los llene del Espíritu Santo. "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (Lucas 11:13). Pidan al Padre que les dé el Espíritu Santo. El no puede venir cuando estamos llenos de egoísmo v de pecado, de justicia propia y de orgullo y de espíritu farisaico. Si nos humillamos ante Dios y confesamos nuestros pecados y nuestra actitud de obstinación, entonces Dios vendrá y cumplirá su promesa y nos llenará con su Espíritu: el Espíritu de amor y de gozo. Nos dará un nuevo corazón; un corazón tierno.

Ahora, tomen el papel y quémenlo. (En una ocasión, cuando pedí a una congregación que probaran este modo de confesión, alguien me preguntó: "¿Qué vamos a hacer? ¿Firmar esto y entregarlo? ¡Eso pudiera hacernos parar en la cárcel!") ¡Rómpanlo! ¡Tírenlo! Pero reclamen la promesa, y crean en Dios, y salgan a vivir y a andar en el Espíritu, y a servir a Dios por el poder de su Espíritu: "… seas lleno del Espíritu Santo" (Hechos 9:17).

Este es nuestro desafío. Santiago dice que no seamos como los que oyen la Palabra y se van y no hacen nada con respecto a ella; ni como aquellos que se ven la cara en un espejo y se van y se olvidan de su apariencia. Creo que sólo cuando pidamos esta limpieza y esta plenitud del Espíritu Santo, entraremos en una experiencia de bienaventuranza, en una comunión con Dios y una comprensión de su presencia en nosotros, que nunca antes habíamos experimentado.

jueves, 3 de julio de 2014

Hoy no quiero ofender con mis labios

Hoy no quiero ofender con mis labios



“Porque todos ofendemos muchas veces: Si alguno no ofende e palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. Santiago 3:2

Cuantas veces me he llevado las manos a la cabeza y he querido desaparecer porque he dicho lo que no debía decir o donde no debía decirlo. Cuantas veces no he querido volver a ver a esa persona por la vergüenza que he sentido de haber fallado con mi boca. Con dolor he comprendió que realmente la parte más difícil de mi cuerpo es la lengua. Por eso, Hoy, no quiero ofender con mis labios. Se que todos ofendemos en algún momento…..pero hoy puedo pedir a Dios que me ayude a no caer otra vez en esa tentación, de no saber controlar mi lengua.

LA Biblia es clara cuando dice que nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo….Aún las naves; aunque son tan grandes, y llevadas por impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere y así también la lengua aunque es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. LA Biblia dice que ese pequeño fuego puede encender un grande bosque. Se mi olvida con frecuencia que guardada en mi boca hay una pequeña llama que puede incendiar toda una casa hasta volverla cenizas o puede prender una estufa para alimentar al hambriento.


Yo se que el problema no está en la lengua….sino lo que hay detrás de la lengua, por eso..hoy….decido en este devocional poner en las manos de Dios no solo mi lengua, sino que hay detrás de ella..lo que hay en mi corazón. Si es verdad que puedo incendiar un gran bosque..también podrá encender un calentador para dar abrigo al que muere por el frío penetrante de la oscura noche mundanal. Es una decisión que tomo hoy. No quiero ofender con mis labios, sino que quiero alentar al desprotegido y alimentar al desnutrido emocional.

Señor. Gracias por este día que me regalas y esta oportunidad de vivir para ti. Hoy, no quiero hablar por hablar….Ni quiero usar mis labios para ofender o herir a alguien. Conoces Señor, las veces que he llorado delante de ti por mis desvíos verbales y mis tropiezos vocales. Me quieres dar tu gracia para que así pueda transmitir gracia y amor. Hoy, hay muchos heridos en las casas y las calles porque alguien no cuido sus labios…Pero hoy, te digo Señor…Pon guarda a mis labios para no herir y en lugar de eso alimentar y fortalecer,. animar y guiar al que desorientado se encuentre conmigo, En tu nombre Señor lo pido. Amen.

Fuente: Mail de nuestra corresponsal Paolita... gracias!!!

Por qué creo en el nuevo nacimiento

Por qué creo en el nuevo nacimiento
Por: D.J. Kennedy




De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Juan 3:3

Junto con John y Charles Wesley, el famoso clérigo anglicano George Whiteñeld tuvo mucho que ver con la transfiguración de Inglaterra y con el gran despertamiento espiritual que tuvo lugar en los Estados Unidos. En una carta que escribió a Benjamín Franklin, quien solía deleitarse en acudir a escuchar a Whitefield, le dijo: "Al ver que usted se está haciendo más y más famoso en el mundo de las letras, recomiendo a su diligente y desprejuiciado estudio el misterio del nuevo nacimiento. Es un estudio sumamente importante, y cuando lo haya dominado, solucionará copiosamente todas sus dificultades. Le pido, amigo mío, que recuerde que Aquel ante cuyo tribunal tendremos que comparecer los dos, declaró solemnemente que sin ese nuevo nacimiento no veremos de ningún modo su reino."[i] Fue una muy sabia recomendación para un hombre que fue notable en la historia del mundo como hombre sabio: Benjamín Franklin. La historia, sin embargo, no nos ofrece ninguna evidencia de que Franklin prestó atención a esas palabras.

Jesucristo dijo: "Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7). Esta es la razón primaria por la que creo en el nuevo nacimiento: porque Cristo lo afirmó. Lo declaró osada e imperiosamente; lo aseveró: "… el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:3). Por tanto, yo quisiera, de una manera tan solemne y seria como lo hizo Whitefield, poner encarecidamente en los corazones, las mentes y las conciencias en el día de hoy esta pregunta: ¿Ha nacido usted de nuevo?

Jesucristo nos dice que, a menos que hayamos nacido de nuevo, no sólo no entraremos en el reino de los cielos, sino que ni siquiera lo veremos. "Os es necesario" (tenéis que) son palabras de un rey; y Cristo es el Rey de reyes y del reino de Dios. Y Cristo dice: "Os es necesario nacer otra vez." En teología, a esta doctrina se le da el nombre de regeneración. El mensaje de toda la Biblia pudiera resumirse en tres palabras: creación (o generación), degeneración y regeneración. Este es el mensaje de la Biblia desde un cabo hasta el otro. Dios hizo al hombre perfecto. El hombre cayó en pecado, y tiene que ser hecho de nuevo a la imagen de Dios mediante el poder del Espíritu de Dios que obra por medio del Evangelio de Jesucristo.

En segundo lugar, creo en el nuevo nacimiento porque no sólo Cristo lo enseñó, sino que en todas partes de la Escritura, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, se lo enseña constantemente como un hecho y una necesidad. Se nos dice que debemos nacer de agua y del Espíritu. Se lo describe como una vivificación, como una dación de vida. "Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1). Es pasar de muerte a vida. Es una resurrección de los muertos. Es un comenzar de nuevo. Es un dar a luz. Es nacer de Dios. Es volver a ser engendrado, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios. Es ser engendrado otra vez para una esperanza viva.'E-s ¿\'\waTOWs\\v> ^t^^YS'^^'28^^^^'''1'^8^'^-don del Espíritu Santo.

En el Antiguo Testamento se lo llama la circuncisión del corazón. "Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas" (Deuteronomio 30:6). La Escritura dice en el Nuevo Testamento: "El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene" (1 Corintios 16:22). Las últimas palabras de este versículo en el original, anathema maranatha, significan: "sea maldito hasta que el Señor venga" esto es, si no ama con sinceridad al Señor Jesucristo. No es suficiente la religiosidad, ni la piedad, ni la moralidad. A menos que tengamos un corazón que haya sido transformado para que amemos a Dios en verdad, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma, no veremos a Dios, ni viviremos.

El Antiguo Testamento describe además la regeneración, en Ezequiel 36:26, como el dar un nuevo corazón: "Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne". Es decir, un corazón diseñado para amar a nuestro Dios. De los sujetos de la regeneración se dice que son vivos de entre los muertos, que son nuevas criaturas, que son hechura de Dios. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Así como la serpiente suelta su vieja piel y llega a ser completamente nueva, así también el hombre salvo, que nació espiritualmente muerto, echa de sí su vida vieja y llega a ser una nueva criatura.

Esta doctrina ha dejado perplejos a millones de hombres. En horas de la noche la han ponderado estando en sus propias cámaras. A-cosüAo^ ev\. sm& camas se han preguntado: "¿Es cierto eso, es posible, que yo pueda llegar a ser una nueva persona?" La Escritura afirma claramente que no sólo es posible, sino que es absolutamente esencial. Cristo lo enseñó, la Escritura lo declara, y todos los credos de la Iglesia de Cristo a través de la historia lo afirman. Se lo enseña en todas partes. La Confesión de Fe de Westminster, que contiene las declaraciones doctrinales de todo el mundo presbiteriano, declara la creencia de que esta verdadera fe, que obra en el hombre mediante el oír la Palabra de Dios y la operación del Espíritu Santo, lo regenera y lo hace un nuevo hombre, haciendo que viva una nueva vida y librándolo de la esclavitud del pecado. Pero no importa si son presbiterianos, reformados, anglicanos, luteranos, bautistas, o de cualquier otro grupo evangélico: todos los símbolos, credos y formalidades de la Iglesia han declarado expresamente la necesidad de que el hombre debe nacer de nuevo.

También oímos esta declaración en los himnos que cantamos en la época de Navidad. Estamos familiarizados con las palabras de himnos que dicen: "Jesús nace en nosotros hoy", "Viniste…  a dar vida al más vil pecador", y de otros, como el himno de Charles Wesley, que nos dice que Cristo vino pata "darnos un nuevo nacimiento". Pero incontables millones de personas han cantado esas palabras, sin la más débil idea de lo que estaban cantando.

Charles Spurgeon, el gran predicador inglés de hace un siglo, dijo que el hombre natural, el no regenerado, no puede entender lo que es el nuevo nacimiento, o qué son las cosas espirituales, más de lo que un caballo puede entender la astronomía. ¡Imagínese lo que sería tratar de enseñarle astronomía a un caballo! Simplemente haríamos lo mismo al tratar de enseñar el significado de las cosas espirituales a un hombre que no ha nacido del Espíritu de Dios. Porque la Escritura declara: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que no son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (1 Corintios 2:14).

Esto también se enseña en la naturaleza: en el hecho de que la culebra muda la piel, o aun más dramáticamente, en la metamorfosis de la oruga. Esta anda arrastrándose repulsivamente por la tierra y por las hojas, hasta que un día se envuelve en su oscuro capullo y finalmente sale de la crisálida para convertirse en una bella mariposa que flota en la brisa y se posa suavemente sobre las flores. Esa oruga no podría entender mejor las leyes, los principios y la vida a que un día habría de entrar, que lo que el corazón no regenerado, el hombre natural, puede entender lo que es ser una persona espiritual. Así que, yo quisiera preguntar otra vez: ¿Ha nacido usted de nuevo?

El segundo nacimiento también se enseña en todas las teologías, en los diccionarios y en los compendios de obras teológico-históricas. Miles de teólogos a través de los siglos han enseñado que es absolutamente esencial que el hombre experimente el hecho de la regeneración. Y no sólo se enseña claramente por todas partes, sino que la evidencia también se puede ver claramente, a menos que la persona se ciegue voluntariamente a sí misma para no verla. A todo nuestro alrededor, a lo largo de 20 siglos, incontables millones de personas de todos los estratos de la vida, han experimentado este poder transformador del nuevo nacimiento. Han llegado a ser nuevas criaturas y han sido transformadas desde las mismas reconditeces de su ser. Todo tipo de personas: los grandes y los poderosos, los sencillos y los humildes, los nobles y los innobles, los salvajes y los cultos, han experimentado el poder regenerador de Dios, y de ahí en adelante han disfrutado la misma nueva vida en Cristo.

A Cipriano, un noble rico que vivió en el tercer siglo, le gustaba galopar alrededor de Cartago, en su carroza de oro adornada con joyas; para ello usaba una vestidura fantástica tachonada de diamantes y piedras preciosas; vivía entregado a las orgías. En una carta que envió a uno de los teólogos cristianos de su tiempo, dijo que a él no le era posible concebir cómo podría cambiar su vida, su manera de vivir durante tanto tiempo. Los hábitos inveterados, los gustos, los deseos que se le habían desarrollado, los pecados que él mantenía apegados a su regazo; ¿cómo era posible que alguna vez él abandonara estas cosas? ¿Cómo podría él ser alguna vez como los cristianos que veía? Dijo que a él le parecía que eso era absolutamente imposible. Sin embargo, según la misteriosa providencia de Dios, aquello que había parecido absolutamente imposible sucedió, y Cipriano fue transformado. Dios extendió la mano desde el cielo, y quitó del pecho de Cipriano aquel corazón de piedra, y colocó dentro de él un corazón de carne; un corazón afinado para amar a su Dios y cantar sus alabanzas. Cipriano, quien llegó a ser uno de los grandes líderes cristianos de la Iglesia primitiva, dijo que aquello'-que antes le había parecido absolutamente imposible y misterioso y difícil de entender, se había vuelto todo claro. Todo su problema había desaparecido.'

¿Cómo sería discutir con una oruga los problemas del vuelo? Eso parecería tan imposible: aletear en la brisa y posarse suavemente sobre las flores, flotar en el aire. Bueno, esa pobre oruga difícilmente podría saltar a un centímetro de altura de la tierra, y sin embargo, según la misteriosa obra de Dios, todas las cosas llegan a ser nuevas; las cosas viejas pasan; y se forma una nueva creación. Del mismo modo, Dios hace un nuevo corazón en el hombre.

Los testimonios de que esto es así, existen en centenares y centenares de personas famosas como William Gladstone, uno de los más grandes primeros ministros de Inglaterra cuya vida fue transformada por Dios. Abraham Lincoln nos dice en sus cartas que en Gettysburg, el día en que presentó su famoso discurso, él también nació de nuevo por el Espíritu de Dios. Lulero había sido excesivamente religioso, así como lo había sido Nicodemo, y sin embargo, no había conocido nada del nuevo nacimiento. Pero, finalmente, su alma fue transformada. Escritores como Fyodor Dostoievski y León Tolstoi, de Rusia, por ejemplo, describieron la obra del Espíritu de Dios en la transformación absoluta de sus vidas. Hoy, hombres modernos como Chuck Colson, autor del éxito de librería Born Again (Renacido), y Haroíd E. Hughes, ex senador de los Estados Unidos de América y autor de la obra The Man from Ida Grave (El hombre de Ida Grove), han contado cómo fueron transformados por el Espíritu de Dios. En realidad, la oruga ha comenzado a volar a causa de la obra del Espíritu de Dios.

Por encima de todo, creo en el nuevo nacimiento porque lo he experimentado. Hasta el día de hoy tengo amigos desde hace 24 años, que no entienden lo que me ocurrió. En un tiempo hubo un joven que administraba un Estudio de Baile Arthur Murray: su corazón y sus afectos estaban enteramente aferrados a las cosas de este mundo. Luego, de repente, de la noche a la mañana, algo ocurrió: nació una nueva persona, y la persona vieja murió. Aquellas cosas que una vez me parecían tan deseables, tan atractivas, ahora me parecían como trapos de inmundicia, como huesos de hombres muertos, cosas que no tenía ningún interés para mí. En cambio, otras cosas, las cosas del reino de Dios, las invisibles, las eternas, que nunca ocuparon en absoluto mis pensamientos, y a las cuales mi corazón nunca dedicó tiempo, han llegado a ser supremamente preciosas para mí. A estas últimas cosas se han apegado mis afectos. Como ustedes ven, amigos míos, no hay otra explicación, sino que hace 24 años nací por completo de nuevo, tal como Jesús lo dijo. ¿Han nacido ustedes de nuevo? Tienen que hacerlo, ya lo saben.

Recuerdo al predicador que llegó a una iglesia, y el primer domingo predicó sobre el siguiente texto: "Os es necesario nacer de nuevo." La gente puso atención. Algunos se retorcieron. El domingo siguiente el predicador volvió a utilizar el mismo texto, y la gente se quedó perpleja. La semana siguiente predicó sobre el mismo texto otra vez. Finalmente algunos de los diáconos le dijeron: "Pastor, ¿por qué todos los domingos predica usted sobre el mismo texto: 'Os es necesario nacer de nuevo'?" El respondió: "Porque ustedes tienen que nacer de nuevo."

Amigos, esto es lo único que ustedes tienen que hacer durante su permanencia en este planeta; lo único. Ni siquiera tienen que crecer. No tienen que tener éxito. No tienen que casarse. No tienen que tener hijos. No tienen que tener una casa ni un auto, ni nada de todas aquellas cosas que la gente piensa que tiene que tener. Lo único que ustedes tienen que tener es un nuevo nacimiento, porque de eso depende todo el futuro de ustedes para siempre. Tienen que nacer de nuevo. Es un imperativo divino. Es un imperativo universal. Creo que vale la pena notar que estas palabras le fueron dichas a Nicodemo, no a una mujer samaritana, no a una prostituta, no a un jugador, no a un hombre profano, sino a un hombre que era fariseo y gobernante de los judíos. Un fariseo de aquel tiempo, miembro del Sanedrín, era un especie de combinación de ministro y senador, que pertenecía a la clase sobresaliente de Israel. Como hombre extraordinariamente religioso ante los ojos del pueblo él debe de haber sido absolutamente sin tacha, que no hacía ninguna de las cosas que hacían los pecadores. Sin embargo. Jesús le dijo: "Os es necesario nacer de nuevo."

Cristo nos está diciendo a nosotros, los presbiterianos, los metodistas, los anglicanos, los congregacionalistas, los católicos romanos, no importa quiénes seamos, que a menos que el hombre nazca de nuevo, de ningún modo entrará en el reino de los cielos. Ahora bien, podemos pasar por alto esas palabras; millones de personas no las han tenido en cuenta, y millones no pensarán en ellas. Pero les aseguro que un día la palabra de Jesucristo se cumplirá en aquella gran Sesión final, cuando el hombre comparezca ante el trono de juicio de Dios. El asunto es muy sencillo: los que hayan recibido una nueva naturaleza de Dios, serán admitidos en el cielo; y los que no la hayan recibido, no serán admitidos. Lo que es carne es carne. Está lleno re los agentes de su propia destrucción. Tan pronto como llegue la muerte, la horda de invasores se desatará y en el término de pocas horas, la corrupción se establecerá en la carne. Tenemos que tener un nacimiento nuevo e incorruptible.

La razón por la que necesitamos el nuevo nacimiento es el hecho de la muerte antigua. Porque la Escritura enseña claramente que usted y yo y todas las personas de este planeta nacimos muertos espiritualmente. El nos dio vida cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Claro que estábamos vivos en el sentido intelectual, y en el emocional, estético, racional y físico; pero espiritualmente nacimos muertos, y dentro de nosotros existe un espíritu que está muerto, corrupto, que apesta. Dios dice que nosotros somos una hediondez en su nariz, y que El tiene que venir y, con sus dedos que dan vida, tocar nuestras almas y hacernos nuevo otra vez. Hay un antiguo axioma espiritual, que muchos de los grandes teólogos del pasado solían repetir para imprimir en el pueblo esta necesidad. La Biblia enseña que no sólo hay un segundo nacimiento, sino que también hay una segunda muerte, además de la muerte física que todos sufriremos. Aquellos cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida del Cordero, serán lanzados al lago de fuego. ¡Esta es la muerte segunda! Condenados a tormento eterno, no tendrán descanso ni de día ni de noche, para siempre. De modo que el axioma es muy claro: El que nace una vez, muere dos veces; el que nace dos veces, muere una vez. ¿En cuál de los dos casos estará usted? ¿Ha nacido usted de nuevo?

Tenemos un imperativo, es verdad, pero dentro de sí contiene el germen de una promesa. Porque si es verdad que tenemos que nacer de nuevo, entonces también es verdad que podemos nacer de nuevo. Hay una tierra donde se comienza de nuevo, una tierra donde, al entrar, podemos descartar nuestra vida vieja como una vestidura desgastada y entrar renovados. Podemos ser perdonados. Podemos ser creados de nuevo. Podemos tener un nuevo corazón, nuevos afectos, nueva vida, nuevo poder, nuevo propósito, nueva dirección, nuevo destino. Sí, podemos nacer de nuevo. ¡Amigos míos, éstas son buenas nuevas!

En este mismo tercer capítulo de Juan, Jesús nos describe el mecanismo por el cual el hombre nace de nuevo. El dice: "El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu" (versículo 8). El Espíritu Santo es el Agente de nuestra regeneración. Notará usted que la construcción gramatical en este caso es pasiva en lo que a nosotros concierne. No "nacimos" por nuestra cuenta. "Somos nacidos por un agente". Somos engendrados por Dios. Somos creados de nuevo. Somos nuevas criaturas. Somos hechura de Dios. Somos los objetos y Dios es el Sujeto. La regeneración es algo que Dios nos hace a nosotros con su estupendo poder. El Agente es el Espíritu Santo, y el instrumento es la Palabra de Dios, el evangelio de Jesucristo.

En este mismo capítulo, Cristo declara: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (versículos 14, 15). Cristo fue levantado en la cruz, y tomó sobre sí nuestra culpa; y así llegó a ser la serpiente, la señal del mal, el hombre más cargado de pecado, más maldito por el pecado que jamás haya vivido; y fue nuestro pecado lo que se le imputó a El. Vicariamente, en nuestro lugar, allí estaba crucificado mirando arriba, hacia el rostro ceñudo de su Padre, y Dios miró hacia abajo, a su Hijo único en el cual tenía complacencia; y Dios derramó su ira contra el pecado sobre su propio Hijo. Y Jesús descendió, en nuestro lugar, al infierno. Nuestros pecados serán castigados sobre nosotros en el infierno, o sobre Cristo en la cruz; depende de si nosotros creemos en El o no. Hay vida por sólo mirar al Crucificado. "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más" (Isaías 45:22).

¿Ha nacido usted de nuevo? Si así es, usted está confiando en Jesucristo, y no en sí mismo. Se ha apartado usted de su propia justicia. El gran teólogo doctor John Gerstner, de Pittsburgh, dijo que muy a menudo lo único que sirve de obstáculo entre Dios y el pecador, es la virtud de éste. En realidad, el pecador no tiene ninguna justicia, pero para él su justicia es real, sus virtudes, una ilusión. Por el hecho de que no abandona la confianza en su propia bondad, ni reconoce su pecado, ni cree en Cristo, estas actitudes forman una barrera impenetrable entre el pecador y el Salvador. No tenemos nada con que podamos contribuir para nuestra salvación, amigos míos, excepto una cosa: nuestro pecado. Esa es nuestra contribución total. La fe y el arrepentimiento son obra de la gracia de Dios en nuestro corazón. Nuestra contribución es simplemente nuestro pecado por el cual Cristo sufrió y murió.

¿Quiere usted nacer de nuevo? Nunca ha habido una persona que haya buscado eso y no lo haya encontrado. Aun esta búsqueda es creada por el Espíritu de Dios. ¿Quiere conocer esa nueva vida? ¿Está cansado de la vacuidad y la falta de propósito de su vida? ¿Está cansado de los trapos de inmundicia de su propia justicia? ¿Quiere confiar en otra persona que no sea usted mismo? Entonces, mire a la cruz de Cristo. Ponga su fe en El. Pídale que entre en su corazón y nazca en usted hoy. Porque Jesús vino de la gloria al mundo para darnos un nuevo nacimiento, porque es necesario que nazcamos de nuevo — TENEMOS que nacer de nuevo.[ii]


[i] Citado en James Hastings, The Great Texts of the Bible (Los grandes textos de la Biblia), vol. 2. Grand Rapids, Michigan, Wm. B. Eerdmans, pág.149
[ii] Walter Russell Bowie, Men of Fire (Hombres de fuego). Nueva York, Harper Bros., 1961, capítulo 6.

miércoles, 2 de julio de 2014

Por qué creo en el cristianismo

Por qué creo en el cristianismo
Por: D.J. Kennedy






De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí lodos son hechas nuevas
2 Corintios 5:17

No creo que sea suficiente creer sólo en Cristo y en la Biblia. También es necesario que creamos que el cristianismo ha sido bendición para la humanidad, que ha tenido un efecto beneficioso sobre la raza humana. No todos sostienen tal opinión. La temible activista atea Madalyn Murray 0'Hair, por ejemplo, ha dicho que del cristianismo jamás ha venido nada bueno. Si el cristianismo no ha hecho ni producido nada bueno, debemos rechazarlo, sin ninguna otra consideración. Aun Cristo enseñó: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7:16).

¿Cuáles son los hechos y los frutos de la fe cristiana5 El cristianismo enseña que la raza humana es perversa y pecaminosa, y se halla en una condición de caída, y que aun el más grande de todos los santos está aún impuro y es pecador. Ante todo, pues, debemos tener en mente que tenemos este tesoro en vasos de barro y que nunca ha habido un reflejo perfecto de Jesucristo en la vida de ninguno de sus seguidores.

En segundo lugar, tenemos que recordar que al cristianismo a menudo se le ha echado la culpa de cosas que no hacen los verdaderos cristianos, y que todos los que lo profesan, no poseen necesariamente lo que profesan. Por ejemplo, tal vez la mancha más negra y la peor acusación que pudiera hacerse contra el cristianismo sería la Inquisición española. Yo no me empeñaría en defenderla. Fue algo deplorable en el más alto grado de la palabra, una épica monstruosa de brutalidad y barbaridad. Fue de naturaleza diabólica.

¿Estaban los cristianos persiguiendo a los que no eran cristianos? No; era totalmente lo contrario. Estoy completamente convencido de que los miembros del partido inquisitorial no eran cristianos. Vivieron en la Edad Media, cuando el Evangelio de Jesucristo había sido casi totalmente olvidado y la fe se había pervertido tanto, que tenía muy poco parecido con la que Cristo había dado. En muchos casos, las víctimas de la Inquisición fueron cristianos evangélicos protestantes que habían llegado a comprender lo que era el Evangelio histórico de Cristo, y habían rechazado las supersticiones papales de ese tiempo. Esas fueron las personas que fueron sometidas a tan tremendas torturas.

The Pit and the Pendulum (El abismo y el péndulo), magnífico libro escrito por Edgar Alian Poe, es un retrato de los inquisidores españoles de la Iglesia romana que aplican todas sus torturas exquisitas a un protestante inglés. La verdad con respecto a la Inquisición es que los que la promovían eran cristianos espurios, hombres que eran cristianos sólo de nombre, y que perseguían a los que realmente lo eran. Cuando esto se entiende bien, denunciar la Inquisición no es levantar un ataque contra el cristianismo. Estoy muy convencido de que ningún cristiano torturaría jamás a nadie.

¿Qué es lo que ha logrado realizar el cristianismo? En primer lugar, debemos notar que, desde que el cristianismo vino al mundo, el mismo se ha convertido en una fuerza mundial, y hoy es casi tres veces mayor en número que su más cercano rival. Esto se produjo, frente a las más desconcertantes probabilidades, cuando uno considera que el cristianismo es la proclamación de la muerte de un carpintero de Nazaret, de quien se alega que es el divino Creador del mundo. Supongamos que hoy, en las ciudades de Europa o de América, aparecieran unos misioneros que nos dijeran que recientemente algún oscuro labriego había sido condenado a muerte y ejecutado en Persia, el cual tenía la fama de haberse levantado de entre los muertos, y que declaró ser el eterno creador del cosmos. ¿Qué posibilidad cree usted que tales misioneros tendrían en la propagación de tal religión? ¿No puede ver usted que las probabilidades contra la posibilidad de que tal fe se arraigue alguna vez serían asombrosas? Pero esto fue precisamente lo que hicieron los apóstoles en el imperio romano, y aunque nos parezca sorprendente, tuvieron el éxito de derrumbar aquel imperio pagano. Aquella hazaña simplemente demuestra que en esa absurda e increíble declaración tuvo que haber habido inherente algún poder sobrenatural. En efecto, fue el mismo poder del Espíritu de Dios, que descendió y atrajo hacia sí mismo a los que quiso, mediante su irresistible poder.    

Contra toda la oposición y persecución que pudieran haberse levantado, el cristianismo continuó creciendo y floreciendo. Aun los intentos de Juliano el Apóstata por derrumbar el cristianismo y volver a establecer las religiones paganas de Roma, no tuvieron éxito. Uno de los seguidores del emperador le dijo a un cristiano, cuando la embestida de Juliano contra el cristianismo estaba en su apogeo: "¿Qué está haciendo tu hijo de carpintero ahora?" A lo cual el cristiano respondió: "Está haciendo un ataúd para tu emperador". No mucho tiempo después. Juliano, mortalmente herido en la batalla, y habiendo caído a tierra, recogió arena mezclada con su sangre, la tiró hacia el aire, y gritó: "Venciste, galileo." Y entonces continuó la marcha del cristianismo.

Oleadas de torturas diabólicas barrieron el imperio romano, en un esfuerzo satánico para limpiar el mundo de la recién nacida fe cristiana. Sin embargo, la sangre de los mártires se convirtió en la semilla de la Iglesia, y Cristo continuó su marcha, conquistando y para conquistar. Poco después un cristiano fue colocado en el trono de Roma, y el imperio más poderoso que jamás haya tenido este mundo, cayó ante el Evangelio del Carpintero de Galilea. Su obra de mejoramiento comenzó en el mundo pagano.

Muchas personas que hoy viven en un ambiente ostensiblemente cristiano, en que predomina la ética cristiana, no comprenden cuánto le debemos a Jesús de Nazaret. El mundo en que El nació era completamente diferente del nuestro; y, si El no hubiera venido, el mundo sería un lugar completamente diferente del que conocemos hoy. Si hay alguna bondad y misericordia en este mundo, ha venido en gran medida de El.

Pensemos en las luchas de los gladiadores. Centenares de miles de esclavos derramaban su sangre en el circo de Roma año tras año, para satisfacer las pervertidas pasiones de la turba romana. Un cristiano llamado Telémaco saltó una vez a la arena y se metió entre dos gladiadores armados, y los separó. A una señal del emperador Telémaco fue traspasado por las espadas de ellos, y cayó a tierra. Pero el sacrificio de su vida les salvó la vida a otros centenares de miles. No hubo grito de júbilo de parte de la multitud. Se quedaron mirando a ese hombre santo que yacía muerto en su propia sangre, y un gran silencio se apoderó del inmenso circo. Salieron avergonzados, y ése fue el fin de las luchas de gladiadores en Roma. Jesucristo había dado un valor y un significado a toda vida: "¿No valéis vosotros mucho más que ellas?"

Hoy, un hijo es amado y respetado. Pero no fue así en los tiempos precristianos. El poder de un padre romano sobre su hijo era absoluto. Podía exponerlo a la muerte; podía azotarlo, mutilarlo, darlo en matrimonio, divorciarlo, venderlo como esclavo, o matarlo, para satisfacer su propia pasión sanguinaria. Quintiliano, un escritor romano, dijo que matar a un hombre era a menudo considerado como un crimen, pero matar a los propios hijos de uno, era algunas veces considerado como una acción bella entre los romanos. Tácito, el gran escritor romano, nos habla de escenas patéticas de niños recién nacidos que, el primer día de su vida, eran llevados y dejados en la ladera de la montaña, expuestos a las bestias salvajes, o a personas extrañas que se deslizaban en la oscuridad con el objeto de apoderarse de esos niños a fin de llevarlos a destinos aún más horribles y perversos y a la muerte. Jesús tomó a un niño en sus brazos y lo bendijo, y el infanticidio desapareció del mundo.

¿Y qué diremos de la condición de las mujeres de aquel tiempo? En el mundo pagano, la condición de las mujeres no era menos deprimente que la de los niños. Las mujeres eran de muy poca estima, hasta que vino Jesús. Los escritos de los hindúes, los escritos brahmánicos, declaran que la mujer no es nunca para la independencia; las mujeres no tienen nada que ver con las escrituras de los hindúes; y las mujeres pecadoras deben ser tan asquerosas como la misma falsedad.

Robert Ingersoll, un gran escéptico que daba conferencias contra la Biblia, tuvo una vez la temeridad de afirmar que las mujeres estuvieron mejor en las tierras paganas, de como lo estaban en las tierras' cristianas. Pensemos en la condición de las mujeres en las tierras paganas. El viajero comandante Cameron fue testigo en el centro de África de la muerte de un cacique y de la práctica usual que siguió. Primeramente, los miembros de la tribu desviaron el curso de un río, y en el lecho del río hicieron una enorme excavación, cuyo fondo fue cubierto de mujeres vivas. En un extremo del hueco se colocó a una mujer sobre sus manos y sus rodillas, y sobre la espalda de ella se colocó sentado el cacique muerto, cubierto de abalorios y otros tesoros. Lo sostenía por ambos lados una de sus esposas, mientras que la segunda se sentó a sus pies. Luego se les echó encima la tierra con palas, y así todas las mujeres fueron enterradas vivas, con excepción de la segunda esposa. Para ésta había una costumbre misericordiosa, pues tenía el privilegio de que la mataron antes de enterrarla. O considérese la grotesca costumbre de la viuda hindú: dondequiera que muriera el marido, la mujer era quemada viva en la pira de su difunto.

La condición de los esclavos en el mundo antiguo era aún peor. La mitad de todo el imperio romano estaba constituido por esclavos. La ciudad de Atenas tenía 400.000 habitantes. De esos habitantes, 100.000 eran libres, y 300.000 eran esclavos. La esclavitud en el mundo antiguo era mucho más brutal de lo que haya demostrado ser cualquier esclavitud moderna. Un romano resolvió dar muerte a 600 esclavos a causa de la muerte de un hombre. Otro amo romano mató a un esclavo simplemente por complacer a un huésped que nunca había visto morir a nadie.

¿Qué fue lo que puso fin a la antigua esclavitud? ¡El Evangelio de Jesucristo! Aquella carlita que el apóstol Pablo escribió a Filemón. Este tenía un esclavo que se había escapado y había sido echado en la cárcel romana con el apóstol Pablo, y éste lo había ganado para Cristo. Cuando el esclavo quedó en libertad, Pablo lo envió de regreso a casa de Filemón. Al capturar a un esclavo fugitivo, la costumbre de aquel tiempo era matarlo. Pero Filemón también se había hecho cristiano —era otro de los convertidos del apóstol Pablo. En su carta. Pablo le decía a Filemón: "…para que le recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado" (Filemón 15, 16). En esa nueva hermandad en Jesucristo que se estaba produciendo a través de todo el mundo romano, la esclavitud encontró su toque de difuntos.

Un año antes de que se produjera la Reforma protestante de 1517, la esclavitud fue revivida en España y Portugal. Esta era la esclavitud de los negros que se acababan de descubrir. ¿Qué le sucedió a esa esclavitud? Sabemos que la esclavitud fue primero abolida en Inglaterra, por medio de William Wilberforce, quien se había convertido al Evangelio mediante la predicación de Wesley. Wilberforce, un pequeño hombre jorobado, llegó a ser uno de los más poderosos entre todos los primeros ministros de Inglaterra. Constreñido por el Evangelio de Cristo y por la libertad que Jesús le trajo, este hombre dedicó todas sus energías y su elocuencia a destruir el odioso tráfico de esclavos africanos. Su éxito en la abolición de la esclavitud en todo el Imperio Británico condujo a la agitación para que se hiciera la misma acción en los Estados Unidos de Norteamérica. A través de las proclamaciones que tronaban desde los pulpitos del Norte, aparecieron los partidos abolicionistas, y finalmente tuvieron el éxito de destruir la esclavitud en los Estados Unidos de América.

Probablemente no hay nada en los anales de la historia humana que se pueda comparar con lo que han realizado las misiones cristianas. Un escritor que regresó hace más o menos 130 años a Inglaterra, luego de un viaje alrededor del mundo, halló que en los periódicos de Londres, la crítica estaba bombardeando a las misiones y a los misioneros. Así que escribió una carta a su periódico para defender a las misiones. Dijo que la transformación de los salvajes de las islas de los mares del Sur era algo que debía verse, y que tomar esto con liviandad era un horrible crimen. "Que un viajero olvide estas cosas es una villana ineptitud; porque si, por casualidad, en un naufragio, le toca estar en una costa desconocida, rogará a Dios de la manera más devota que la lección del misionero le haya precedido."[i] El autor de esa carta al periódico fue Carlos Darwin. Luego de regresar de su viaje de alrededor del mundo, él estaba transformado. El hecho de que los misioneros hubieran estado allí, o no, probablemente habría determinado la diferencia entre ser invitado a comer o servir de comida.

Algunos evolucionistas consideraban que los papúes, una de las tribus aborígenes de Nueva Guinea, eran tan primitivos que tenían menos mente que un cuervo. Sin embargo, los misioneros de Holanda comenzaron a trabajar con ellos. Durante muchos años, los misioneros se enfrentaron a la derrota y a la desilusión, ya que ningún papú aceptaba a Cristo. Finalmente en 1860, se vieron los primeros frutos en la Misión de Nueva Holanda, cuando un hombre llamado Natanael Pepper, uno de los aborígenes papúes aceptó a Jesucristo. Algunos años más tarde, cuando millares de ellos se habían convertido, la escuela papú ganó el primer premio en competencias académicas entre las 1200 escuelas coloniales de Nueva Holanda. ¡Una gran hazaña para aquellos de quienes se suponía que tenían el cerebro como el de un cuervo!

¡Es poco lo que los escépticos han hecho a favor del salvaje! Han construido unas pocas leproserías, unos pocos hospitales y orfanatos. Les ha correspondido a los seguidores de Cristo el cuidado de la escoria de la humanidad.

El cristianismo trajo al mundo libertad e independencia. En todas las naciones antiguas, el estado era supremo y el individuo no era nada; lo único significativo del individuo era su servicio al estado. En los tiempos modernos, en aquellos lugares donde el Evangelio de Cristo ha sido proscrito, y el ateísmo está otra vez dominando (como en los países comunistas), ha vuelto a ponerse en vigor la misma antigua doctrina pagana. Pero donde está el Espíritu de Cristo, allí hay libertad, y Jesús es Aquel que le dio al individuo el valor que le corresponde.

El Hijo de Dios vino del cielo y dio su vida por mí, por usted y por todos los demás. Los hombres y las mujeres sintieron que valían algo y que necesitaban la libertad. Dondequiera que ha ido el Evangelio, ha servido como una fuerza de fermentación para dar al traste con las dictaduras y producir la libertad. Particularmente notable en derrocar la tiranía y establecer la libertad de culto es aquella forma de cristianismo conocida con el calificativo de fe reformada o calvinismo. Como gran fuente de poder hacia la libertad y la independencia, ha producido muchas de las repúblicas, monarquías limitadas y democracias de este mundo: en Suiza, en Inglaterra, en Escocia, en los Estados Unidos de América y en muchas otras naciones.

El Acuerdo del Mayflower, aquel primer documento del Nuevo Mundo, comienza de la siguiente manera: "Habiendo emprendido para la gloria de Dios y el avance de la fe cristiana… " Temo que nos hemos apartado mucho de esa intención original. Consideremos los diversos documentos que se redactaron para la fundación de las diferentes colonias. Rhode Island, 1638: "Nosotros, los abajo suscritos, solemnemente en la presencia de Jehová, nos asociamos en una corporación política, y con la ayuda de El, someteremos nuestras personas, nuestras vidas y nuestros bienes al Señor Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores. Y a todas aquellas leyes perfectas y totalmente absolutas que El nos ha dado en su Palabra de verdad, para que nos guiemos y nos juzguemos por ellas." Aquellos que quieren separar la Biblia del estado, tendrán que sacarla de las cartas constitutivas de muchos de los primitivos estados de los Estados Unidos de América. La libertad es uno de los dones del cristianismo.

Tengo la convicción de que la fe cristiana es la única fuerza que estorba y evita la total desaparición de la libertad en el mundo hoy. El comunismo reconoce bien que la Iglesia de Cristo es su más implacable enemiga. Esta es la razón por la cual el primero de los diez mandamientos del Comsomol (el movimiento de la juventud comunista mundial) declara que el enemigo número uno del comunismo es el clérigo cristiano.

El jefe de las fuerzas armadas de Corea del Sur se dio cuenta de que los coreanos del norte mostraban un increíble temor a un librito negro llamado el Nuevo Testamento. Por tanto, aunque él mismo era budista, ordenó que a todos los hombres de las fuerzas armadas de Corea del Sur se les diera un Nuevo Testamento. El resultado fue un vasto despertamiento en el cual varios centenares de miles de soldados se convirtieron a Jesucristo. El Evangelio de Cristo es la sal de la tierra que evita la corrupción absoluta. Este evangelio está atesorado en los corazones de los que creen.

¿Qué ocurriría si todas las personas del país en que usted vive se convirtieran a Jesucristo en realidad? No me refiero a ser miembros de alguna iglesia; me refiero a ser hijos de Dios renacidos. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Eso significaría que las cárceles quedarían vacías; que los tribunales cerrarían sus puertas, que los bares quedarían clausurados; que las tiendas, los cines y los teatros donde se promueve la pornografía quedarían sin negocio. No habría necesidad de aparatos de alarma en los hogares, ni siquiera habría que trancar las puertas, pues los genuinos cristianos, hombres y mujeres que han experimentado el nuevo nacimiento, no roban, no matan, no violan, ni cometen ninguno de los otros miles de pecados que hacen la vida tan desagradable hoy en el mundo.

Hace unos 100 años viajaban dos ateos por el oeste de los Estados Unidos de América, en medio de una tormenta. La noche caía. Desesperados por hallar refugio, tuvieron la fortuna de hallar una cabaña en aquel yermo. Su ocupante, un canoso viejo montañés curtido por la intemperie, bondadosamente les permitió dormir en uno de sus dos cuartos. Cuando se retiraron a dormir, se dijeron el uno al otro; "Ciertamente, este hombre nos caerá encima mientras estamos dormidos y nos matará para robarnos cualquier cosa que tengamos de valor. Por lo mismo uno de nosotros tendrá que estar vigilando durante toda la noche." Así que el primer hombre tomó su vigilia mientras el otro se acostó para dormir. Mirando a hurtadillas a través de la rendija de la puerta, vio que el viejo tomó del anaquel una Biblia desgastada, la abrió, se puso los lentes y comenzó a leer. Entonces el ateo se acostó junto a su amigo. Este le dijo: "Pensé que alguno tenía que vigilar al viejo." A lo cual respondió el primero: "No tenemos nada que temer a uno que lee la Biblia." ¡Cuan cierto es eso!

El progreso ha sido resultado del cristianismo. La ciencia, como lo dijo un científico, nunca hubiera podido originarse en ninguna otra cultura. No habría podido originarse posiblemente en la cultura musulmana a causa de su creencia en el fatalismo, que le impide absolutamente cualquier concepto de progreso científico. No habría podido originarse entre los budistas, ni entre los hindúes de Asia, a causa de su creencia de que el mundo físico no es real, que no existe sino Dios, y que todo esto es pura imaginación. ¡Sólo en el cristianismo pudo llegar a ser la ciencia!

Sólo a través del cristianismo vino la educación al mundo. Recuerdo que una vez leí una lista en que aparecía el promedio de personas que sabían leer y escribir en los distintos países allá por el año 1900. En ese tiempo, la civilización occidental de Norteamérica y Europa no se había extendido por todo el mundo como lo está hoy, de modo que Tokyo parece poco diferente de Nueva York. Más bien, cada civilización reflejaba su propia cultura. ¿Cuáles eran los resultados? En todas las naciones que podrían llamarse "paganas" los promedios de personas que sabían leer y escribir oscilaban entre un O y un 20 por ciento. Aquellas que podían calificarse como católicas romanas, como España, Italia, México y otras por el estilo, tenían un promedio de alfabetismo que oscilaban entre un 40 y un 60 por ciento. Todas las naciones que se podían calificar como protestantes, tenían promedios que oscilaban entre un 96 y un 100 por ciento. ¿Por qué? A causa de la fe de estas naciones en la Palabra de Dios y en la necesidad de que los niños aprendan a leer para que lean la Palabra de Dios.

¿Quién ha descendido hasta los barrios bajos a rescatar a los abandonados? La misión urbana, las asociaciones de jóvenes cristianos, los asentamientos misioneros. Sólo los cristianos se han dedicado a personas como éstas. Hoy, con el nuevo avance de los bárbaros, y la eliminación de las Escrituras de gran parte de este país y de gran parte del mundo, vemos de nuevo aumentar la decadencia y la corrupción.

Usted y yo somos la sal de la tierra. Necesitamos que la sal salga del salero y sea aquello que preserva la vida y la salud y la moralidad de la sociedad. En estos días críticos, me siento feliz de formar parte de la Iglesia de Jesucristo y de aquel reino que nunca tendrá fin. El vino, murió, resucitó y prometió que los que creyeren en El, que simplemente creyeren en la muerte de El para salvarlos a ellos, serían transformados, renovados y convertidos en la sal que conservaría a la sociedad y en la única esperanza para el futuro de la humanidad.


[i] 1. Citado en Earle Albert Roweil, Prophecy Speaks (La profecía habla). Washington, DC, Review and Heraid Publishing Co., 1938, pág. 67.
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