Por qué creo en el Espíritu Santo
Por: D.J. Kennedy
¿No sabéis que
sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
1 Corintios 3:16
De todas las
doctrinas de la fe cristiana, la que causa más dificultad a muchas personas
parece ser la del Espíritu Santo. Esto no es sorprendente. En la introdudón a
este libro, dije que la razón por la cual estaba escribiéndolo era que había un
sorprendente número de personas que están confundidas con respecto a quién es
Jesucristo. He descubierto que aun más personas están confundidas con respecto
al hecho de que lo que El es — el Carpintero de Galilea, que es y fue y siempre
será el omnipotente Creador y Dios todopoderoso de este universo — constituye
la doctrina cardinal de la religión cristiana. Cuan natural es, entonces, que
se entienda aun menos lo relacionado con el Espíritu Santo.
A mi modo de ver,
el presentar las evidencias bíblicas que respaldan lo que yo creo acerca del
Espíritu Santo, es la manera más efectiva de manifestar por qué creo en El. Al
mismo tiempo, el descubrir lo que dice la Biblia en cuanto a quién es el
Espíritu Santo, qué es lo que hace y cómo podemos recibir sus bendiciones, debe
aclarar la confusión con respecto a El. Echemos un vistazo a la primera
pregunta: ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Es una cosa o una Persona? ¿Se lo puede
designar con el pronombre El, o acaso con el pronombre ella? Hombres y mujeres
le han aplicado al Espíritu Santo todas estas denominaciones. Una secta extraña
trató de crear algo así como una familia terrenal con padre, madre e hijo,
llamando al Espíritu Santo con el pronombre "ella". Pero la Biblia no
menciona nada de eso.
Por otra parte,
muchas personas se refieren al Espíritu Santo como si fuera una cosa: una
fuerza, un poder, una influencia. ¿Pero es eso el Espíritu Santo? ¿O el
Espíritu Santo es una persona? Yo creo que la Biblia dice claramente que el
Espíritu Santo es una Persona. Sin embargo, el uso de la palabra persona no
tiene el propósito de evocar la imagen de una persona erguida con brazos,
piernas y dedos en las manos y en los pies. Más bien, utilicemos el sentido
verdadero de la palabra, según el cual persona es lo que tiene personalidad, es
decir, voluntad, intelecto, emoción, capacidad para comunicarse, etc.
El Espíritu Santo
no es claramente revelado en el Antiguo Testamento, y los judíos confundían muy
fácil y comprensiblemente al Espíritu simplemente con un poder o influencia de
Dios. Las distinciones de la Deidad una y trina: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
aunque estuvieron presentes, tampdto les fueron reveladas claramente. El doctor
Benjamín B. Warfíeld, profesor de teología sistemática en el Seminario
Teológico Princeton, dijo: "El Antiguo Testamento es como un cuarto
ricamente amoblado pero débilmente iluminado; en el Nuevo Testamento no se
agrega nada, excepto la luz."
Por supuesto, hay
en la actualidad los que niegan la personalidad del Espíritu Santo basados en
que la Biblia, con tantas palabras, no dice que el Espíritu Santo es una
persona. Reconozco que no lo dice. Pero la Biblia tampoco ofrece argumentos
para probar la existencia de Dios; esto es algo que está simplemente revelado y
que se entiende. Y así sucede con el Espíritu Santo.
Pero ahora,
miremos y veamos: ¿Qué es una persona? ¿Qué es una cosa? ¿Qué es una fuerza?
Algunos nos dicen que el Espíritu Santo es una fuerza como la electricidad, el
viento o la gravedad. ¿Cuál es la diferencia entre una fuerza y una persona?
Consideremos lo que se refiere al intelecto: ¿tiene mente la electricidad?
¿Tiene mente el viento? ¿Tiene mente la gravedad? Por supuesto que no. Consideremos
el aspecto de la emoción: ¿Alguna vez ha oído usted a la electricidad o a la
gravedad reírse? ¿O llorar? ¿O amar? Consideremos la comunicación: ¿Puede una
fuerza expresar sus pensamientos? ¡No! La electricidad puede emplearse para
activar una máquina que repite las palabras de la gente, pero tal máquina no
puede comunicarse. ¿Tiene una voluntad que decida hacer esto? ¿Es motivada por
sí misma, o es gobernada meramente por leyes externas, o por personas que la
dirigen? No tiene voluntad propia. Una persona sí la tiene.
¿Qué dicen las
Escrituras acerca del Espíritu Santo? Diga usted y juzgue por sí mismo. ¿Es el
Espíritu Santo una fuerza, como dicen los de las sectas, o es una persona, como
dice la Iglesia de Cristo? La Biblia se refiere a la mente del Espíritu:
"Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos
8:27). El Espíritu Santo tiene una mente; El hace intercesión; ruega por ellos.
Las Escrituras hablan acerca de la infinita comprensión del Espíritu: "…
nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios
2:11). Una fuerza no conoce, pero una persona sí. Se hace referencia a la
voluntad del Espíritu: "… repartiendo a cada uno en particular como él
quiere" (1 Corintios 12:11). Este pasaje se refiere al Espíritu, pero una
fuerza no tiene voluntad.
El Espíritu Santo
no sólo conoce, sino que aun tiene conocimiento anticipado: "… os hará
saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:13). Ciertamente ni el
viento, ni la electricidad, ni ninguna fuerza saben lo que ocurre ahora, ni lo
que ha de venir. La Biblia se refiere al amor del Espíritu: "Pero os
ruego, hermanos … por el amor del Espíritu"
(Romanos 15:30). Vemos que El actúa, contiende con los hombres: "No
contenderá mi espíritu con el hombre" (Génesis 6:3). El ordena y prohibe:
"… dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a
que los he llamado" (Hechos 13:2). El escoge los funcionarios de la
Iglesia: "… Mirad por vosotros, y por el rebaño en que el Espíritu Santo
os ha puesto por obispos" (Hechos 20:38). El oye: "… hablará todo lo
que oyere" (Juan 16:13). El habla acerca de muchas cosas: acerca de los
eventos de los últimos tiempos, acerca del Hijo del Hombre. El clama en los
corazones de los cristianos: "Abba, Padre" (Romanos 8:15). "Sí,
dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos
siguen" (Apocalipsis 14:13). El Espíritu dijo a Felipe: "Acércate y
júntate a ese carro" (Hechos 8:29). Vemos, pues, que se le asignan todos
los atributos de la personalidad al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es una
persona.
Algunas personas,
sin embargo, no estarán de acuerdo, y se basan en que, en griego, los
pronombres neutros algunas veces se combinan con la palabra que traduce
"espíritu". Pero para esto hay una explicación muy natural.
"Espíritu" en griego es pneuma, así como la palabra
veterotestamentaria que originalmente, significa "aliento" y
"viento". Cuando el Espíritu Santo fue revelado, éste fue el nombre
que tomó. Puesto que pneuma es una palabra de género neutro en griego, se hace
referencia a ella mediante pronombres neutros. Pero en vez de negar el hecho de
la personalidad del Espíritu Santo, esta regla gramatical misma sirve para reforzarla,
puesto que hay casos en el Nuevo Testamento en que, contrario al uso esperado,
se usan pronombres masculinos para hacer referencia al Espíritu Santo
Para clarificar
nuestra creencia, nuestra doctrina del Espíritu Santo, tenemos que determinar
no sólo que El es una persona, sino que es divino. De nuevo, la Biblia
responde. En el libro de Hechos leemos que Pedro le dijo a Ananías: "¿Por
qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo? (5:3).
Cuando un poco después, Pedro le dice a Ananías: "No has mentido a los
hombres, sino a Dios" (versículo 4), evidentemente da a entender que el
Espíritu Santo es Dios. Las Escrituras describen expresamente todos los
atributos de la divinidad, y se los atribuyen al Espíritu Santo. "A dónde
me iré de tu Espíritu" (Salmo 139:7). El es infinito, omnipresente; El
conoce todas las cosas, el sabe el futuro, es todopoderoso.
Creo, sin
embargo, que tenemos que entender que el Espíritu Santo no es meramente otro
nombre de Dios el Padre, sino que hay una distinción entre las personalidades
de la Deidad. Esto se ve claramente en varios pasajes bíblicos. La fórmula
bautismal exige que nos bauticemos en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo: un nombre, tres Personas. En el bautismo de Jesús, vemos que el
Espíritu Santo descendió en forma corporal como de paloma, y el Padre habló
desde el cielo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia"
(Mateo 3:17). Así se revelan claramente las tres personalidades. La misma
verdad se vuelve a afirmar en la Biblia en muchos otros pasajes, incluso las
penetrantes palabras de Cristo en lo que llamamos la Gran Comisión: "Por
tanto, id, y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo… " (Mateo 28:19).
Sin embargo, a
pesar de todas las claras enseñanzas de la Escritura, una antigua herejía
persiste en algunos lugares hasta el día de hoy. Se trata del
"modalismo", término derivado de la palabra modo, el cual enseña que
el Espíritu Santo es una Persona divina, pero que es simplemente el Padre o el
Hijo. Esto es como decir, de hecho, que el Padre fue el primero que salió al
escenario como actor, con una larga barba; luego regresó detrás del escenario,
se cambió el disfraz y volvió al escenario como un joven, el Hijo; regresó otra
vez detrás del escenario y volvió a salir una vez más con otro disfraz
diferente, como el Espíritu: una sola persona, en tres disfraces. Pero la
Biblia enseña que la Deidad es una y trina: tres personalidades en una sola sustancia
divina, coeternas, que existen lado a lado eternamente: "En el principio
era el Verbo, y el Verbo era con Dios" (Juan 1:1).
Creo en el
Espíritu Santo no sólo debido a que la Biblia dice quién es El, sino debido a
que la Biblia dice qué hace El. Las Escrituras nos ofrecerf un asombroso
informe sobre sus actividades. Por cierto que la lista es excesivamente larga
como para incluirla aquí, pero entre sus obras están las siguientes: El creó el
mundo; siendo éste creado por voluntad del Padre, por medio del Hijo y por el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo inspiró la escritura de la Biblia, de tal
modo que la Biblia no es como ningún otro libro, sino que Dios el Espíritu
Santo es el autor de ella, habiendo obrado a través de los hombres como
instrumentos. El Espíritu Santo hizo que Cristo fuera concebido en el vientre
de María, a quien se le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ü." Fue
el Espíritu Santo el que bautizó a Jesús, el que lo dirigió y lo llenó de
poder. También se nos dice que el Espíritu fue el que levantó a Jesús de entre
los muertos. El Espíritu Santo, al ser derramado sobre los creyentes, fue el
que fundó la Iglesia cristiana el día de Pentecostés.
El Espíritu Santo
regenera a los hombres y les da vida cuando están muertos en pecado. Jesús dijo
que tenemos que nacer otra vez del Espíritu. A menos que hayamos sido
regenerados por el Espíritu Santo no somos cristianos. El Espíritu Santo mora
en todo creyente: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu
de Dios mora en vosotros?" (1 Corintios 3:16). El Espíritu Santo
santifica, limpia, nos hace puros y santos, y así es particularmente el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo no viene a glorificarse ni a magnificarse a
Sí mismo; usted notará que El ni siquiera tiene un nombre distintivo. Jesús
dijo: "Pero cuando venga el Consolador ... él dará testimonio acerca de
mí" (Juan 15:26).
Cuando el
Espíritu Santo viene sobre alguien, una de las evidencias es que esa persona
habla con respecto a las maravillosas obras que Dios realizó en Cristo el Redentor.
El Espíritu Santo es el que trae la gracia y capacita al creyente a vivir la
vida cristiana. "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Calatas 5:22, 23).
Una razón
adicional por la que creo en el Espíritu Santo es la experiencia que tengo de
que El mora en mí. Los que conocen al Espíritu Santo saben que han recibido
"las arras" de su herencia, porque el Espíritu Santo también nos da
la seguridad de que tenemos vida eterna. El Espíritu Santo es el que da
testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. El Espíritu Santo es
el que clama: "Abba, Padre", y nos hace entender que Dios es nuestro
Padre y nosotros somos sus hijos que hemos sido redimidos, y que vamos camino
al cielo. Es el Espíritu Santo el que nos capacita como creyentes para decir:
"Bendita seguridad, Jesús es mío. ¡Oh, que gusto anticipado de gloria
divina!" Si tenemos esta seguridad y esta certidumbre en nuestro corazón,
entonces sabemos que tenemos al Espíritu Santo en nosotros.
La Biblia dice
que todos los cristianos reciben el Espíritu Santo cuando reciben a Jesucristo
como su Salvador personal. Pero luego, debemos buscar ser llenos del Espíritu
Santo. "Sed llenos del Espíritu" (Efesios 5:18). Necesitamos tener la
plenitud de su presencia. Creo que la razón por la cual hay tantos cristianos
derrotados y desalentados es que no están llenos del Espíritu Santo. ¿Hay en
nuestros hogares amor, gozo, paz, benignidad, bondad? ¿O hay contiendas,
desánimo, altercados, preocupación, ansiedad, tristeza? Todo esto es evidencia
de que el Espíritu de Dios no está allí, pues El es el Espíritu de gozo, de paz
y de amor. El amor de Dios es derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo.
Si usted carece
de la plenitud del Espíritu de Dios en su vida, y le gustaría experimentarla,
si quiere vivir y servir a Dios como El quiere, tengo una sugerencia para
usted. El doctor Bill Bright preguntó esto a la congregación de nuestra iglesia
en un culto, hace varios años, y en ese tiempo tuvo un profundo efecto. El
recomendó a todos los que quisieran no ser sólo oidores de la Palabra, sino
también hacedores, que fueran a su casa, buscaran un papel de buen tamaño y
escribieran en él todos los pecados específicos que estuvieran presentes en sus
vidas. Hagan una lista de los pecados de disciplina, dijo él: impaciencia,
amargura, envidia, celos, rencores, desprecios no perdonados, animosidad, ira,
pasiones, lascivia, pensamientos impuros, avaricia, concupiscencia, codicia, y
otros. Sean específicos; den nombres, fue la instrucción. No olviden los
pecados de omisión: falta de oración, frialdad del corazón para con Dios,
infidelidad a su Palabra, no servir al Señor, no dar testimonio de Cristo, y
otros por el estilo. No los escondan en su corazón ni dejen de meditar en
ellos.
Cuando terminen,
dijo el doctor Bright, entonces oren para que el Espíritu Santo los escudriñe y
los pruebe, y vea si aún hay alguna cosa perversa en ustedes que no hayan
confesado ni abandonado. Cuando el Espíritu les traiga alguna otra cosa a la
mente, mientras están esperando en su presencia, escríbanla. Habiéndola
escrito, sigan esperando y pidan: "Espíritu Santo de Dios, examíname y
prueba mi corazón, y ve si aún hay algo perverso en mí." Vuelvan a
esperar, y recibirán una carta por entrega especial. Continúen pidiendo y
esperando hasta que puedan esperar delante de Dios, tal vez y muy probablemente
por primera vez en su vida, con una conciencia libre de ofensa hacia Dios y
hacia sus semejantes. No puedo pensar en una bendición más grande. Aun esto no
significa que somos perfectos, por supuesto, pero significa que no hay nada que
llegue a la mente que no hayamos confesado, de lo cual no nos hayamos
arrepentido, ni hayamos abandonado.
Ahora, escriban
con letras grandes a través de la página o de las páginas: "La sangre de
Jesucristo me limpia de todo pecado." Reclamen esta promesa por fe.
Créanla. En ese momento, por primera vez, tal vez, estarán preparados para
hacer lo que Jesús dijo: para pedir que el Padre los llene del Espíritu Santo.
"Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se
lo pidan?" (Lucas 11:13). Pidan al Padre que les dé el Espíritu Santo. El
no puede venir cuando estamos llenos de egoísmo v de pecado, de justicia propia
y de orgullo y de espíritu farisaico. Si nos humillamos ante Dios y confesamos
nuestros pecados y nuestra actitud de obstinación, entonces Dios vendrá y
cumplirá su promesa y nos llenará con su Espíritu: el Espíritu de amor y de
gozo. Nos dará un nuevo corazón; un corazón tierno.
Ahora, tomen el
papel y quémenlo. (En una ocasión, cuando pedí a una congregación que probaran
este modo de confesión, alguien me preguntó: "¿Qué vamos a hacer? ¿Firmar
esto y entregarlo? ¡Eso pudiera hacernos parar en la cárcel!") ¡Rómpanlo!
¡Tírenlo! Pero reclamen la promesa, y crean en Dios, y salgan a vivir y a andar
en el Espíritu, y a servir a Dios por el poder de su Espíritu: "… seas
lleno del Espíritu Santo" (Hechos 9:17).
Este es nuestro
desafío. Santiago dice que no seamos como los que oyen la Palabra y se van y no
hacen nada con respecto a ella; ni como aquellos que se ven la cara en un
espejo y se van y se olvidan de su apariencia. Creo que sólo cuando pidamos
esta limpieza y esta plenitud del Espíritu Santo, entraremos en una experiencia
de bienaventuranza, en una comunión con Dios y una comprensión de su presencia
en nosotros, que nunca antes habíamos experimentado.
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