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lunes, 5 de mayo de 2014

Por qué creo en la creación

Por qué creo en la creación
Por: D.J. Kennedy 
 

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Génesis 1:1

Vivimos en un tiempo en que sólo hay dos religio­nes que compiten por la mente, el corazón y la lealtad de los hombres inteligentes del hemisferio occidental. El futuro de este mundo, desde el punto de vista humano, será determinado por el hombre inteligente de Occidente. Una de esas religiones es el cristianis­mo; la otra es la evolución. Cualquiera que no comprenda que la evolución es una religión, no sabe mucho acerca de ese tema. Es una religión sostenida apasionadamente por sus devotos. Oigamos lo que algunos evolucionistas conocidos, todos científicos altamente colocados en el mundo, dicen. El profesor Louis T. More, uno de los evolucionistas que más hablan, dice: "Cuanto más estudia uno la paleontolo­gía (los documentos fósiles), tanto más seguro llega a estar de que la evolución se basa sólo en la fe."[i] El profesor D.M.S. Watson, famoso evolucionista, hizo la notable observación de que la evolución es una teoría universalmente aceptada, "no porque se haya observado que ha ocurrido, ni porque pueda probar­se que sea cierta mediante evidencias lógicamente coherentes, sino porque la única alternativa, la crea­ción especial, es claramente increíble."[ii] Para la mente reprobada, la mente no regenerada, la creación es increíble, porque requiere fe en un Creador, y eso es totalmente inaceptable para hombres como éstos. Un famoso evolucionista británico, Sir Arthur Keith, es igualmente franco en su admisión. Dice: "La evolu­ción no está probada y es improbable. La creemos porque la única alternativa es la creación especial, la cual es inconcebible."[iii]

¿Qué ocurriría si yo me parase frente a mi congre­gación y le dijera: "Amigos míos, el cristianismo no está probado y es improbable, pero aun así, ustedes deben creerlo"? Se levantarían y saldrían caminando, y con razón. Pero ésa es la manera en que los hombres aceptan la evolución.

El profesor David Allbrook, profesor de anatomía en la Universidad de Australia Occidental, dice que la evolución es "un postulado científico de fe honrado por el tiempo."[iv] Muchísimas personas han sido lleva­das hasta el punto de creer que la evolución es un hecho. Pero no lo es. El doctor Duane Gish, notable biólogo, dice: "La evolución es un cuento de hadas para adultos". Para mí, es exactamente eso. En los Cuentos de hadas de Grímms, alguien besa a una rana, y en dos segundos ésta se convierte en príncipe. Ese es un cuento de hadas. En la evolución, alguien besa a una rana, y en dos millones de años ésta se convierte en un príncipe. Y a eso lo llaman ciencia. Es simple­mente una fe.

Robert T. Clark y James D. Bales escribieron un libro muy interesante y fuertemente documentado, titulado Why Scientists Accept Evolution (Por qué los científicos aceptan la evolución). Contiene numerosas cartas escritas por Darwin, Huxiey, Spencer y otros primitivos evolucionistas. Señala que estos hombres indicaron en sus cartas, por admisión propia, que saltaron a la doctrina de la evolución a causa de su hostilidad hacia Dios y su prejuicio contra lo sobrena­tural.[v] Sir Julián Huxiey, uno de los principales evolucionistas del mundo, jefe de la UNESCO, des­cendiente de Thomas Huxiey — ayudante abnegado de Darwin—, dijo en un espectáculo público: "Su­pongo que la razón por la cual saltamos a El origen de las especies fue que el concepto de Dios interfería en nuestra moral sexual."[vi]

Probablemente la razón más prevaleciente por la cual el hombre común cree en la evolución, es que se le dice que todos los científicos creen en ella. Sin embargo, un artículo publicado hace poco en un periódico indicaba que un grupo de más de 500 científicos descreía la evolución completamente, en cada una de sus facetas. Uno de los científicos más prominentes del mundo, Sir Cecil Wakeley, cuyas credenciales son bastante impresionantes — Ca­ballero Comendador del Imperio Británico, Caballe­ro de la Orden del Baño, Doctor en Leyes, Maestro en Cirugía, Doctor en Ciencias, Miembro del Colegio Real de Cirujanos, ex presidente del Colegio Real de Cirujanos de la Gran Bretaña —, dijo: "La Escritura es muy definida en el sentido de que Dios creó el mundo, y yo en primer lugar creo que eso es un hecho, no una ficción. No hay evidencias, científicas ni de ninguna otra clase, que apoyen la teoría de la evolución."[vii] Un científico tan famoso como Sir Ambrose Fleming la rechaza completamente; y lo mismo hace el científico de la Universidad de Har­vard, Louis Agassiz, probablemente uno de los más grandes "científicos que los Estados Unidos de Améri­ca hayan producido.

En el primer capítulo del libro del Génesis hay una asombrosa declaración, que data de 3.500 años atrás, sobre la creación divina del universo. Pero debe señalarse que no es posible combinar la Biblia con la evolución, como algunos quieren. Creo que se empe­ñan en este compromiso sólo porque piensan que la ciencia ha probado la evolución, y creen que tienen que moldear la Escritura como si fuera un poco de masilla hasta conformarla con la evolución. Aquellos que son evolucionistas se ríen de la idea de que se pueda combinar la evolución con la Biblia. Thomas Huxiey, probablemente el más famoso proponente de la evolución que jamás haya vivido, declaró: "Está claro que la doctrina de la evolución es directamente antagónica con la doctrina de la creación... Si se acepta la evolución consecuentemente, eso hace im­posible creer en la Biblia."[viii]

La evolución es la religión del moderno hombre incrédulo, y ha sido el fundamento seudocientífico de todo "ismo" falso y anticristiano que ha surgido en los últimos cien años. Por ejemplo, considérese el nazis­mo. Hitler aceptó las perogrulladas evolucionarías de Nietzsche: la idea de una raza superior. "La preserva­ción de las razas favorecidas en la lucha por la vida", subtítulo del libro de Darwin, tuvo que ver con la • supervivencia de la raza más apta. La raza superior de Hider fue simplemente una consecuencia del pensa­miento evolucionista. Mussolini, que frecuentemente citaba a Darwin en consignas para atraer la atención, dijo que la idea de la paz era repugnante para la idea de la supervivencia del más apto y para el progreso de la raza; que la guerra era necesaria para la supervi­vencia del más apto.

Es bien sabido que Carlos Marx le pidió a Darwin que escribiera la introducción para su libro El capital, ya que pensaba que Darwin había provisto el funda­mento científico para el comunismo. En todo el mundo, los que están promoviendo la conspiración comunista, también están promoviendo un concepto evolucionista, imperialista y naturalista de la vida, empeñados en sacar a empellones fuera del cosmos al Creador.

En el primer capítulo del Génesis, se usa tres veces el término hebreo bara, que indica la creación directa de Dios. Se usa, en primer lugar, con respecto a la creación de la materia: el cosmo material. En segundo lugar, se usa con respecto a la creación de la vida; y en tercer lugar, con respecto a la creación del hombre.

Todos los pilares sobre los que ha estado asentada la evolución, hoy se están derrumbando y desmoro­nando y más y más científicos se suman a la rebelión. El principal científico de hoy en Francia, autor de una enciclopedia de zoología de 18 volúmenes, cuyo conocimiento de zoología, según el evolucionista Theodosius Dobzhansky, es absolutamente enciclopé­dico, hace seis años presentó un ataque que demolió la evolución en todos los frentes. Dobzhansky dice que, aunque podemos no estar de acuerdo con él, ciertamente no podemos pasarlo por alto, a causa de que su conocimiento es absolutamente asombroso. Esto resulta interesante, pues hasta hace poco había sido muy difícil que cualquier científico hiciera decla­raciones antievolucionistas, ante la tremenda presión que se ha venido ejerciendo sobre ellos.

Consideremos uno de los tres usos del término bara el que se refiere a la creación del universo material. Este es un problema que los evolucionistas nunca resolvieron. Los astrónomos, en su mayor parte, creen en la teoría de la "gran explosión": una vez el universo era un único inmenso trozo de materia condensada, y luego hizo una explosión que está mucho más allá de nuestra comprensión. Fue una explosión que lanzó partículas del tamaño de la Vía Láctea, nuestra galaxia. Esas partículas avanzan veloz­mente hacia el espacio exterior. Si esto fuera cierto, ello indicaría que el universo no es eterno, sino que tuvo un principio. Para vencer esta dificultad, ellos dicen que tal expansión disminuirá su velocidad y finalmente se detendrá. Entonces la gravedad volve­ría a atraer el universo hasta unirlo, y así oscilaría hacia la expansión y hacia la retracción por toda la eternidad, recreándose a sí mismo.

¿Qué dice la ciencia en cuanto a esto? Un artículo que apareció en la sección científica de la revista Time en estos últimos dos años, dijo con respecto al universo infinito: "La semana pasada, luego de años de estudio y cálculos, dos respetados astrónomos californianos, Alian Sandage y James Gunn, hicieron anuncios separados, pero similares: El universo conti­nuará expandiéndose para siempre." Sandage, de los Observatorios Hale, basando sus conclusiones en 15 años de observación cuidadosa de las galaxias distan­tes, nota que las mediciones de la cuantía que la luz de esas galaxias ha variado hacia el extremo rojo del espectro, indica que de ningún modo las mismas están disminuyendo la velocidad, sino acelerando. Así que no hay posibilidad de que alguna vez regresen. Y algo más importante aún: las mediciones de la varia­ción roja de las galaxias cercanas no dieron indicación alguna ni de la más leve disminución gravitacional en la velocidad de la carrera de las galaxias hacia el espacio exterior. "Es una terrible sorpresa", dice Sandage, quien durante años ha sido un proponente principal de la idea de que algún día el universo se cerraría sobre sí mismo. Estos dos hombres esperan que la conclusión a que han llegado estimule una tormenta de protestas.

Gunn y Gustav Tammann, que realizaron su inves­tigación en el telescopio de 200 pulgadas (5.08 m) del observatorio de Monte Palomar, dicen que los argu­mentos en favor del universo cerrado son casi "de naturaleza teológica."[ix] La gente se aferra a ellos apasionadamente porque, si los abandonan, tienen que reconocer entonces un comienzo del universo. Y junto con ese principio, tiene que haber un Creador, un Dios, ante el cual tienen que dar cuenta. "Esta expansión es una conclusión tan extraña — dijo Gunn — que la primera suposición de uno es que no puede ser cierta, y sin embargo, es el hecho princi­pal."[x] Y para ese hecho principal de la astronomía moderna — según el cual el universo tuvo un comien­zo —, los evolucionistas no tienen ahora ninguna clase de explicación.

Luego, consideremos la creación de la vida. Darwin se refirió repetidamente a la célula simple. Con los rudimentarios microscopios de que se disponía en su tiempo, la célula simple se parecía un poco a una minúscula pelota de baloncesto con una semilla en el centro de ella. Pero ahora se sabe que la célula humana es fantásticamente compleja, y está com­puesta de centenares de miles de moléculas más pequeñas de proteínas. El paleontólogo George Gaylord Simpson, de la Universidad de Harvard, nos dice que la sola molécula de proteína es la sustancia más complicada que conoce la humanidad. Una célula simple es tan infinitamente compleja, que sobrecoge las mentes de los científicos que la han estudiado.

Recientemente se ha desarrollado una nueva cien­cia: la ciencia de las probabilidades. El doctor James Coppedge, Doctor en Filosofía, director del Centro de Investigaciones Sobre las Probabilidades en Biolo­gía, de California, aplicó todas las leyes de los estudios de probabilidades a la posibilidad de que una célula simple llegara a la existencia por casualidad. De la misma manera aplicó todas las leyes a una sola molécula de proteína, y aun a un solo gen. Sus descubrimientos son revolucionarios. El computó un mundo en que toda la corteza de la tierra estuvo disponible: todos los océanos, todos los átomos y la corteza total. Luego hizo que estos aminoácidos se ligaran a un ritmo de un billón y medio de veces más rápido de lo que lo hacen en la naturaleza. Al computar las posibilidades, descubrió que para pro­ducir una sola molécula de proteína mediante combi­nación casual se necesitaría un número de años que se expresa de la siguiente manera: 10262. La mayoría de nosotros no tenemos la menor idea de lo que esto significa. Para lograr una célula simple — la célula viva más pequeña que conoce la humanidad —, que se llama el microsplasma hominis H 39, se necesitaría un número de años que se expresa con la siguiente potencia: 10119841. Eso significa que si usted tomara delgadísimas hojas de papel y escribiera el número 1, y a continuación ceros y ceros, se llenaría de papel todo el universo conocido antes de siquiera poder escribir ese número por completo. ¡Y ese número es el que indica cuántos años se necesitarían para hacer una célula viviente, más pequeña que cualquier célula humana!

Al tratar de explicarnos el tiempo que se necesitaría para que se produjera por accidente un gen útil, el doctor Coppedge sugirió que imagináramos a una sola ameba que tratase de llevar todo el universo conocido, átomo por átomo, a través de toda la anchura del universo (que los astrónomos estiman que es de unos 30.000 millones de años de luz). ¿A qué velocidad realizaría tan estupenda tarea este enérgico animal unicelular que nunca muere? El doctor Coppedge redujo su velocidad a lo más lento posible, es decir un angstrom (unidad de longitud de un cienmillonésimo de centímetro) cada 15.000 millo­nes de años. Esto significa que la ameba viajaría lo que es la anchura del átomo más pequeño que se conoce, el del hidrógeno, en todo el tiempo que supuestamen­te ha existido el universo; es decir, en 15.000 millones de años. A esta velocidad increíblemente lenta, ¿cuánto tiempo necesitaría nuestra superresistente ameba para mover el universo entero a través de la anchura de un universo? Los requerimientos de tiempo para tal tarea transgaláctica perturban la mente. Sin em­bargo, antes que pudiera producirse por casualidad un gen útil, nuestra infatigable ameba no sólo habría trasladado todo el universo, átomo, por átomo, sino que habría trasladado más universos que los que pudieran contar los cuatro mil millones de personas que viven en este planeta, si cada uno de ellos contara tan rápido como le fuera posible, durante las 24 horas del día, todos los días, durante los próximos 5000 años. Sin embargo, los evolucionistas quieren que creamos que cosas inmensamente más complejas que ésta ocurrieron de repente.[xi]

Emile Borel, el gran científico francés y experto en el cálculo de probabilidades, señala que si alguna cosa a nivel cósmico tiene una probabilidad que esté en proporción de más de 10 a 1, nunca ocurrirá. La posibilidad de que se produzca una célula humana por casualidad está en proporción de 10119000 a 1, número que ni siquiera podemos comprender. Según los científicos de las probabilidades, eso nunca podría ocurrir. Lo mismo es cierto con respecto a cualquier otro desarrollo, incluso el del hombre. Se nos dice que, de algún modo, en los último si, dos mil millones de años, no sólo ocurrió esto, sino que la célula simple evolucionó hasta convertirse en toda clase de criatura viviente; que todos los seres vivos evolucionaron de esa única célula simple.[xii]

Thomas Huxiey dijo: "La evidencia primaria y directa en favor de la evolución sólo puede ofrecerla la paleontología…  Si la evolución ocurrió, sus marcas habrán quedado; si no ocurrió, tendrá su refuta­ción."[xiii] Este gran evolucionista dice que sólo en la paleontología, en el registro de los fósiles, será probada la evolución.

"La investigación geológica…  no ofrece el número infinito de finas gradaciones entre las especies pasa­das y presentes que se requieren."[xiv] El autor de esta afirmación fue Charles Darwin.

George Gaylord Simpson, de la Universidad de Harvard, el sumo sacerdote de la evolución hoy, declaró: "A pesar de estos ejemplos, sigue siendo cierto, como todo paleontólogo lo sabe, que la ma­yoría de las nuevas especies, géneros y familias, y casi todas las categorías que están por encima del nivel de familias, aparecen registradas de repente, y no en el orden de transición conocido, gradual, completamen­te continuo."[xv] Sabemos que en el estrato de roca perteneciente al período cambriano, todos los anima­les invertebrados del mundo aparecen de repente como criaturas completamente complejas, sin que antes de ellos hubiera antepasado alguno, hecho que es totalmente inexplicable para los evolucionistas.

Un científico llamado Richard Goldschmidt señala que es imposible que las micromutaciones formen alguna nueva especie. En su libro Theoretical Genetics (Genética teórica), él dijo: "Es cierto que nadie hasta ahora ha producido ninguna nueva especie, o género, etc., mediante la macromutación. Igualmente es cierto que nadie ha producido ni siquiera una especie mediante la selección de las micromutaciones." De hecho, abandona la posibilidad de formar alguna vez lentamente nuevas especies, de tal modo que va a parar en lo que él mismo llama su "esperanzada teoría del monstruo".[xvi] La esperanzada teoría del monstruo es simplemente que un día una lagartija puso un huevo, se echó sobre él ¡y empolló un águila!

Si usted cree que eso es asombroso, un científico llamado Geoffrey Bourne declaró recientemente que su examen de hombres y simios lo había llevado a la definida conclusión de que los simios evolucionaron de los hombres. Otro científico, B. C. Nelson, al examinar las similitudes que hay en la sangre de diversos animales, llegó a la conclusión de que el cerdo, y no el simio, es el pariente más cercano del ser humano.[xvii] Si esas diferentes conclusiones se pueden deducir de las mismas evidencias, ¿qué clase de evidencias se están considerando?

El profesor Enoch, zoólogo de la Universidad de Madras, dijo: "Los hechos de la paleontología pare­cen apoyar la creación y el diluvio, más bien que la evolución. Por ejemplo, todos los principales grupos de invertebrados aparecen 'de repente' en el primer estrato fosilífero (el cambriano) de la tierra, con sus distintas especializaciones, lo cual indica que todos fueron creados casi al mismo tiempo."[xviii]

El vocero evolucionista T.H. Morgan, en su libro Evolution and Adaptation (Evolución y adaptación), dijo: "Dentro del período de la historia humana no conocemos ni un solo caso de transformación de una especie en otra. .. Se puede afirmar que la teoría de la descendencia carece, por tanto, del rasgo más esencial que necesita para colocarla sobre una base científica. Esto hay que admitirlo."[xix] Ni un solo ejemplo, y sin embargo, Huxiey afirma que, si allí no hay ninguna evidencia, no se la hallará en ninguiía parte.

¡Pero allí no hay ninguna! Algunos de los más grandes científicos del mundo consideran la evolu­ción como algo absolutamente absurdo, imposible e improbable. Pese a ello, millones de personas la aceptan, porque les han lavado el cerebro para que piensen que es cierta.

La verdad es que Dios lo hizo a usted y me hizo a mí. Un día daremos cuenta a El de nuestras vidas. La Escritura dice claramente que todos nosotros hemos transgredido su ley, y somos culpables ante sus ojos. Y, si cuando lleguemos ante su presencia somos juzgados según nuestros méritos, merecidamente se­remos condenados para siempre. Esto significa que no tenemos esperanza, sino en su misericordia, y esa misericordia se manifestó en Jesucristo, su Hijo, a quien envió al mundo para que viviera en nuestro lugar y muriera por nosotros. Su Palabra declara que si ponemos nuestra fe en Cristo, El nos perdonará por gracia nuestros pecados y nos dará el don de la vida eterna. Un día tendremos que estar de pie ante nuestro Creador. Si confiamos en alguna supuesta bondad, moralidad, piedad o religiosidad que haya en nosotros mismos, no lo lograremos nunca. Corramos hacia la cruz, para ser allí vestidos con la justicia de Cristo, para que podamos comparecer sin mancha ante nuestro Creador.


[i] Louis T. More, The Dogma of Evolution (El dogma de la evolución) Princeton, University Press, 1925, pág. 1601.
[ii] Citado en Henry M. Morris, Scientific Creationism (Creacionismo cristiano). San Diego, California, Creation Life Publishers, 1974, pág. 8.
[iii] Citado en Meldan, Why We Believe in Creation (Por qué creemos en la creación), pág. 8
[iv] Citado de James F Coppedge, Evolution: Possible or Impossible? (Evolución: ¿posible o imposible?). Grand Rapids, Michigan, Zodervan Publishing House, 1973, pág., 180
[v] Robert T. Clarky James D. Bales, Why Scientists Accept Evolution (Por qué aceptan los científicos la evolución). Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1966.
[vi] Henry M. Morris, The troubled Water of Evolution (Las agitadas agues de la evolución), San Diego, California Creation – Life Publishers, 1974, pág., 58
[vii] Citado en H. Enoch, Evolution or Creation? (¿Evolución o creación?), Londres, Evangelical Press, 1966, pág. V.
[viii] Citado en Coppedge, Evolution, pág. 177.
[ix] Revista Time 30 de diciembre de 1974, pág. 48.
[x] Ibíd.
[xi] Coppedge, Evolution, capítulo 6.
[xii] Ibíd., págs. 166, 167.
[xiii] Citado en Enoch, Evolution or Creation? ¿Evolución o creación?), pág. 22.
[xiv] Citado en Did Man Get Here by Evolution or Creation? (¿Llegó el hombre aquí por evolución o por creación?) Nueva York, Watchtower Bible Tract, 1967, pág. 45.
[xv] Citado en Morris, The Troubled Waters of Evolution (Las agitadas aguas de la evolución), pág. 91.
[xvi] Citado en Duane Gish, Evolution — The Fossits Say No! (La evolución: Los fósiles dicen: ¡No!) San Diego, California, Creation-Life Publishers, 1978, pág. 14.
[xvii] Citado en Enoch, Evolution or Creation? (¿Evolución o creación?), pág. 67.
[xviii] Ibíd., pág. 28.
[xix] Ibíd., pág. 84.

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