Te invitamos a visitarnos en:

http://www.laquepagina.es.tl/


Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

lunes, 21 de abril de 2014

Por qué creo en Dios

Por qué creo en Dios
Por: D.J. Kennedy


Dice el necio en su corazón: No hay Dios.
Se han corrompido, e hicieron abominable maldad, No hay quien haga bien. Salmos 53:1

¿Existe Dios, o no? Esta pregunta eclipsa todas las demás que la humanidad pudiera hacer. Si usted piensa que esta declaración es la opinión de un teólogo o de un predicador, entonces lea la siguiente declaración, que se halla en la obra The Great Ideas Syntopicon (Temario de grandes ideas), una guía de estudio decisiva para la serie Great Books (Grandes libros), notable colección de la mayor parte de la sabiduría combinada de la civilización occidental, desde el tiempo de Tales hasta el presente. Mortimer Adier afirma: "Con excepción de ciertos matemáticos y físicos, todos los autores de los Great Books están representados en el capítulo que trata sobre Dios."[i] La razón es obvia. Hay más consecuencias que se derivan para el pensamiento y la acción de la afirma­ción o de la negación de Dios, que de la respuesta que se dé a cualesquiera de las otras preguntas básicas. El hecho de que los hombres se consideren como los seres supremos en el universo, o de que reconozcan a un ser sobrehumano a quien se imaginan como un objeto de temor o de amor, y como una fuerza que quieren desafiar o un Señor al cual han de obedecer, es algo que afecta a todo el tenor de la vida humana. En este tiempo de ateísmo militante y en marcha, que se difunde como un hongo mortal a través de nuestro mundo, necesitamos considerar el significado de esta pregunta y la evidencia de la existencia de Dios.

Tal vez una de las opiniones que más comúnmente sostienen los modernos americanos sofisticados es que, de algún modo, la ciencia ha refutado la idea de Dios o, como lo dijo Julián Huxiey, lo han reducido "simplemente a la desvaneciente sonrisa del famoso gato del cuento 'Alicia en el país de las maravillas' ". ¿Ha refutado realmente la ciencia la idea de Dios? En su libro, God, the Atom and the Universe (Dios, el átomo y el universo), James Reíd declara; "¡La ciencia está preparando una sorpresa para la humanidad! Por lo menos será una sorpresa para los que tienen dudas con respecto a la Biblia y su Dios. También vendrá cómo una sorpresa para los que están sujetos al concepto erróneo de que la ciencia ha socavado la Biblia. De hecho, incluso pudiera conmover a algunos científicos, que pudieran asombrarse al hallar que su recien descubierto hecho o su recién aceptada teoría, ofrecen un eslabón más de la cadena de evidencias que indican que los hechos del universo apoyan las declaraciones de la Biblia, incluso la creación."[ii] Poste­riormente declara que durante años, como hombres de ciencia, se ha empeñado en buscar apoyo en la Biblia para la física clásica, la física newtoniana, y no ha podido hallarlo.

Cuando entramos en este siglo, y la antigua física clásica dio paso a la nueva física cuántica, a la teoría atómica, emergió un concepto totalmente nuevo del universo. Cuando la teoría de la relatividad de Einstein reveló la relación interna entre la masa y la energía, él mismo descubrió de repente que los nuevos descubrimientos de la ciencia estaban estableciendo las enseñanzas de la Escritura. Los hechos del universo están siendo crecientemente apoyados por los hallazgos de la ciencia, y las consecuencias de esto son incalculables.3[iii] Vivimos en un tiempo en que hay la idea popular de que no existe un Dios ante el cual los hombres sean responsables. Creo que este pensa­miento es básicamente el responsable de la enorme incidencia de crímenes, asesinatos, violaciones, robos y de todo el mal civil concebible a que se enfrenta la sociedad de nuestro día. He oído a numerosos hom­bres, que supuestamente están informados sobre el tema, discutir una variedad de remedios para la situación, y me asombra su increíble ceguera. Parece que ninguno de ellos se da cuenta de que es la agresiva negación del Dios de la Biblia la que ha hecho que los hombres se vuelvan crecientemente animalistas. Enséñese a los hombres que son anima­les, y con el tiempo actuarán como animales.

E. L. Woodward, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Oxford, afirma: "Los valores de nuestra herencia occidental: la justicia, la misericor­dia, la bondad, la tolerancia, la abnegación, son incompatibles con el materialismo…"[iv] El materialis­mo es el concepto del universo según el cual no existe sino la materia: no existe alma, ni espíritu, ni Dios. "Permítaseme usar una frase bien desgastada con respecto al Estado (que él toma de Marx), estos valores se marchitarán en una cultura materialista." Más adelante dice que "no tiene sentido hablar acerca de los 'derechos' humanos en una sociedad materialis­ta; de igual modo uno pudiera hacerle un llama­miento moral al océano Atlántico".

¿Han refutado los científicos la existencia de Dios? No hay rama de la ciencia que examine una porción mayor de la creación de Dios que los astrónomos. Las Escrituras dicen: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmo 19:1). "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo" (Romanos 1:20). ¡El 90 por ciento de todos los astrónomos de hoy creen en Dios! Los que han examinado más completamente la obra de sus manos creen en Dios. Este es un porcenta­je mayor que el que se halla entre los carniceros, panaderos o fabricantes de candeleros. Los que han examinado de la manera más asidua el universo, y hasta la distancia más lejana que el hombre haya podido ver, han llegado a la conclusión de que la mano que lo hizo es divina.

Pierre Simón de la Place, uno de nuestros astróno­mos más grandes, dijo que la prueba en favor de un Dios inteligente como autor de la creación estaba como la infinidad frente a la unidad contra cual­quiera otra hipótesis de causación final; que era infinitamente más probable que un conjunto de utensilios de escritura lanzados desordenadamente sobre el pergamino produjeran la Ufada de Hornero, que no que la creación la hubiera originado cual­quiera otra causa fuera de Dios. Esta evidencia a favor de Dios en oposición a las evidencias que se presentan contra El como Creador del universo, es como la infinidad contra uno. Ni siquiera podría medirse.[v]

Existen muchos argumentos diferentes sobre la existencia de Dios. Hay uno que se conoce con el nombre de argumento cosmológico. Aunque Kant y Hume dirigieron sus ataques contra varios de los argumentos clásicos que hay en favor de la existencia de Dios, lo hicieron sin evidencias adecuadas y sin suficientes pruebas para refutarlos. Puesto que las diversas pruebas teístas no son matemáticas (realmente son argumentos de probabilidad abrumadora estos argumentos aún permanecen, y la mente de la criatura aún reconoce en ellos evidencias del Creador divino. Sir James Jeans, uno de los más grandes astrónomos modernos, dijo que cuando más examinaba las inmensas expansiones del espacio y la tre­menda complejidad de estas cosas, tanto más parecía el universo ser un gigantesco pensamiento de un gran matemático.

El argumento cosmológico deriva su nombre del término cosmos, que significa el universo y del cual nos viene nuestra palabra cosmético. Significa ordenado y bello. Dentro del universo hay tantísimas evidencias de orden, que sería imposible enumerarlas todas. La física cuántica ha demostrado que, a nivel de las partículas subatómicas, hay un irresistible impulso de los electrones hacia la simetría, y que existe un asombroso aspecto cosmético, es decir de orden y belleza, en el universo. Un autor dijo que la naturale­za es un gran arquitecto, dando a entender con eso que la naturaleza es Dios. Que es también un gran astrónomo, un gran químico, un gran fisiólogo, un gran psicólogo y un gran matemático, demostrando así un increíble conocimiento de los hechos de las diver­sas ciencias que la humanidad conoce actualmente, ciencias que han afirmado todas ellas la misma cosa.

También está el argumento teleológico. La palabra griega telos significa finalidad; de modo que la teleolo­gía es aquel concepto de la filosofía que ve que en el universo todas las cosas están destinadas para un propósito, para una finalidad. Los ateos y los evolu­cionistas (casi invariablemente deben de ser los mis­mos) detestan las palabras propósitos o teleología, porque creen que el mundo no tiene propósito. Creen que todo es un gigantesco accidente, simple­mente la concatenación de átomos que por casualidad se unieron, al azar. Aun cuando la gente puede decir que las cosas existen de una manera increíblemente compleja, y que ésa es la única razón por la cual estamos aquí, es difícil que la mente humana haga caso omiso del fantástico número de evidencias de que Alguien ha estado proveyendo para nuestro bienestar.

Consideremos la masa y el tamaño de este planeta en que hemos sido colocados. Son justamente los correctos. El doctor Wallace dice que si la tierra fuera un diez por ciento mayor o menor de lo que es, no sería posible la vida en este planeta. Además, está justamente a la distancia correcta del Sol, y así recibimos la cantidad correcta de calor y de luz. Si la tierra estuviera más lejos de él, nos congelaríamos; y si estuviera más cerca, como a la distancia a que están Mercurio o Venus, no podríamos sobrevivir.[vi]

Consideremos el asombroso hecho de la inclinación del eje de la Tierra. Ninguno de los otros planetas está inclinado como el nuestro: a 23 grados. Este ángulo permite que la Tierra voltee lentamente todas las partes de su superficie ante los rayos del Sol, en forma muy parecida a como gira un pollo en un asa­dor. Si su eje no tuviera inclinación, se acumularían grandes masas de hielo en los polos, y la parte central de la tierra se volvería intensamente caliente.

Otro sorprendente aspecto de nuestra relación con el sistema solar es nuestra Luna. Muchas personas no comprenden que sin la Luna sería imposible vivir en este planeta. Si alguien tuviera alguna vez el éxito de sacar a la Luna de su órbita, toda la vida se acabaría en este planeta. Dios ha provisto la Luna como una sierva para que limpie los océanos y las costas de todos los continentes. Sin las mareas que crea la Luna, todos nuestros puertos y playas se convertirían en un pozo hediondo lleno de basura, y sería imposible vivir cerca de ellos en ningún lugar. A causa de la marea, con­tinuas olas rompen en las costas del océano, con lo cual airean los océanos de este planeta y proveen oxígeno para el plancton, que es el fundamento mismo de la cadena alimenticia de nuestro mundo. Sin el plancton, no habría oxígeno, y el hombre no podría vivir en esta tierra. Dios hizo la Luna del tamaño preciso y la colocó a la distancia conveniente de la tierra para que realizara estas y otras numerosas funciones.

Tenemos la maravilla de nuestra atmósfera. Vivi­mos bajo un gran océano de aire compuesto de un 78 por ciento de nitrógeno, un 21 por ciento de oxígeno y el 1 por ciento restante, de casi una docena de microelementos. Los estudios espectrográficos de otros planetas del universo estelar demuestran que ninguna otra atmósfera, ninguna otra parte del universo conocido, está compuesta de estos mismos ingredientes, ni de nada que se parezca a esta composición. Estos elementos no están combinados químicamente, sino que se mezclan mecánicamente en forma continua, mediante los efectos de marea que la Luna produce sobre la atmósfera. La Luna produce el mismo efecto sobre la atmósfera que sobre los mares, y siempre provee la misma cantidad de oxígeno. Aunque el hombre descarga una tremenda cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, éste es absorbido por el océano, y el hombre puede continuar viviendo en este planeta.

Si la atmósfera no tuviera el espesor que tiene, los miles de millones de meteoritos y de trozos de desechos cósmicos que caen continuamente sobre nuestro planeta, nos triturarían de seguro.

Luego tenemos el asombroso ciclo del nitrógeno. El nitrógeno es un elemento sumamente inerte. Si no fuera así, seríamos envenenados por diferentes for­mas de combinaciones nitrosas. Sin embargo, debido a que es inerte, es imposible que consigamos combinarlo naturalmente con otras cosas. Las plantas definidamente lo necesitan en la tierra. ¿Cómo hace Dios para sacar el nitrógeno del aire y meterlo en la tierra? ¡Lo hace por medio de los relámpagos! Cien mil relámpagos caen en este planeta diariamente, y crean cien millones de toneladas de nitrógeno útil como alimento de las plantas en el suelo todos los años.

A unos 60 kilómetros de altura existe una delgada capa de ozono. Si estuviera comprimida, sólo mediría unos seis milímetros de espesor, y sin embargo, sin esa capa la vida no podría existir. Ocho tipos de rayos mortales caen continuamente sobre este planeta pro­cedentes del Sol. Sin esa capa de ozono, esos rayos solares nos quemarían, nos cegarían y nos asarían en sólo uno o dos días. Los rayos ultravioletas vienen en dos formas: los rayos largos, que son mortíferos y de los cuales nos protege la capa de ozono, y los rayos cortos, que son necesarios para la vida en la tierra y que son admitidos por dicha capa. Además la capa de ozono permite que los más mortales de esos rayos pasen en cantidad muy mínima, suficiente para que maten las algas verdes, que de otro modo crecerían y llenarían todos los lagos, ríos y océanos del mundo.

¡Cuan poco entendemos lo que Dios está haciendo continuamente para proveernos la vida! Vemos que vivimos con una delgadísima capa de ozono que nos protege de un bombardeo mortal invisible, que cons­tantemente se cierne sobre nuestras cabezas. Debajo de nosotros hay una delgada corteza de rocas, compa­rativamente más delgada que la piel de una manzana. Debajo de ella está la lava derretida que forma el núcleo de esta tierra. Así que el hombre vive entre los ardientes y ennegrecedores rayos de arriba y la lava derretida de abajo; cualquiera de los dos podría dejarlo achicharrado. Sin embargo, al hombre se le olvida totalmente que Dios ha arreglado las cosas de tal modo que pueda existir en un mundo como éste.

También tenemos la maravilla del agua. En ningu­na otra parte del universo hallamos agua en abundan­cia, excepto acá en la Tierra. El agua, un maravilloso solvente, disuelve casi cualquier cosa en esta tierra, con excepción de aquellas cosas que sostienen la vida. Este asombroso líquido existe como hielo, que res­quebraja las piedras y produce suelo. Como nieve, almacena agua en los valles. Como lluvia, riega y purifica la tierra. Como vapor en la naturaleza, provee humedad para la mayor parte de tierras arables. Existe como cubierta de nubes, precisamente en la cantidad correcta. Si tuviéramos nubes como Venus, la Tierra no podría existir. Pero tenemos exactamente el 50 por ciento de la superficie de la tierra cubierta de nubes en cualquier tiempo, lo cual permite que pase la correcta cantidad de luz solar. Como vapor a presión, mueve la poderosa maquina­ria que tenemos acá en la Tierra. Fuera del bismuto, es el único líquido que, a la temperatura de 4 grados centígrados es más pesado que cuando está congela­do. Si esto no fuera así, la vida no podría existir sobre este planeta. Por tanto, cuando se congela, es más liviana y flota. Si no fuera así, los lagos y ríos se congelarían desde el fondo hacia arriba y matarían todos los peces. Las algas quedarían destruidas y nuestra provisión de oxígeno se acabaría, y la huma­nidad moriría.

Aun el polvo realiza una increíble función a favor de la humanidad. Si no fuera por el polvo, nunca veríamos el cielo azul. A 27 kilómetros por encima de este planeta, no hay polvo de la tierra, y el cielo es siempre negro. Si no fuera por el polvo, nunca llovería. Una gota de lluvia se compone de ocho millones de minúsculas gotitas de agua, y cada una de esas gotitas envuelve una ínfima partícula de polvo. Sin éstas, el mundo se resecaría y la vida dejaría de existir.

Dentro de los seres humanos, hay muchas cosas que nos dicen que fuimos hechos por Dios. Nuestra vida está basada en la sangre que fluye por nuestras venas. El maravilloso glóbulo rojo, que es creado en la médula de los huesos, inmediatamente entrega su núcleo cuando llega al torrente sanguíneo. Para cualquier otra célula, esto significaría la muerte, como si se le sacara el corazón a un hombre. El glóbulo rojo está formado como una rosquita, con una finísima membrana que le cubre el orificio. Sin el núcleo puede llevar más oxígeno al cuerpo, debido a esa membrana y a la forma de la célula. Si tuviera la forma de otras células, se necesitaría multiplicar el número de glóbulos rojos por nueve, para proveer el oxígeno que necesita el cuerpo humano.

¡Tenemos también la maravilla de maravillas: el ojo humano! ¿Cómo podría alguna persona observar un ojo humano y suponer que apareció por casualidad? Los evolucionistas nos dicen que, donde hay necesi­dad, la naturaleza proveerá lo que se necesita. ¿Puede imaginar usted que nosotros necesitábamos visión? Nadie había visto jamás nada, pero había necesidad de ver algo. Así que la naturaleza creó el ojo. Imagínese, creó dos ojos en un plano horizontal, de tal modo que no sólo viéramos, sino que también tuviéramos un telémetro para determinar distancia.

¿Se ha preguntado usted qué les ocurre a las lágrimas que continuamente fluyen por el ojo? El doctor William Paley escribió una obra clásica titulada Natural Theology (Teología natural), en la cual hace un estudio del ojo. "A fin de mantener el ojo húmedo y limpio, cualidades que le son necesarias para su brillantez y su uso, se le aplica constantemente un lavamiento mediante una secreción que tiene ese propósito; y la salmuera superflua es llevada hacia la nariz a través de una perforación que hay en el hueso, que tiene el tamaño del cañón de una pluma de ganso. Tan pronto como este fluido entra en la nariz, se extiende sobre la parte interna de las fosas nasales, y es evaporado por la corriente de aire tibio que en el curso de la respiración pasa continuamente sobre él… Fácilmente se percibe que el ojo tiene que necesitar humedad; ¿pero pudiera la necesidad del ojo generar la glándula que produce las lágrimas, o taladrar el orificio por el cual las mismas se descar­gan, que es un pasadizo a través de un hueso?"7[vii] Que los ateos y los evolucionistas nos digan quién taladró el orificio en el hueso, y colocó allí un tubo de agua para la dispersión de las lágrimas.

Sir Charles Scott Sherrington, famoso fisiólogo inglés de la Universidad de Oxford, que escribió una obra clásica sobre el ojo humano, dijo: "Detrás del intrincado mecanismo del ojo humano hay asombrosas vislumbres de un plan maestro."[viii] Cuando se lo confronta con la oscuridad, el ojo humano aumenta unas 100.000 veces su capacidad para ver. La cámara más complicada que jamás se haya hecho, ni siquiera vagamente se acerca a ese punto, pero el ojo humano lo hace automáticamente. Además, el ojo hallará el objeto que quiere ver, y lo enfocará automáticamente. El mismo se ampliará o se comprimirá. Al moverse conjuntamente los dos ojos, cada uno tiene que tomar un ángulo diferente para fijarse en lo que ha de verse. Según la evolución entonces, cuando el ojo estuvo listo para crearse a sí mismo, también tuvo la previsión de protegerse, y se construyó a sí mismo debajo del saliente óseo de la ceja, y también proveyó una nariz en la cual colocar los lentes que la mayoría necesitamos. Luego proveyó un obturador para pro­tegerse de cualquier objeto extraño.

Por último, pudiéramos mencionar la increíble mente del hombre. Sir Henry Fairfieid Osborn, el notable antropólogo moderno, dijo: "Para mí, el cerebro humano es el objeto más maravilloso y misterioso de todo el universo." Sólo pesa alrededor de un kilogramo y medio, y puede realizar lo que no pueden hacer 500 toneladas de equipos eléctricos y electrónicos. Contiene entre 10.000 y 15.000 millones de neuronas, cada una de las cuales es una unidad viviente en sí, y realiza hazañas que abruman del todo la mente.[ix] El doctor H.M. Morris dijo: "Por tanto, los hombres que rechazan a Dios, o no lo toman en cuenta, no lo hacen porque la ciencia o la razón así lo requieren, ¡sino pura y simplemente porque ellos así lo quieren!"[x]

La Escritura dice: "Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen" (Romanos 1:28).

No sólo son éstas razones convincentes en cuanto la existencia de Dios; sino que yo creo en Dios poro le creo en Jesucristo. Las profecías, el nacimiento, la vida, los milagros, las enseñanzas, la muerte y la resurrección de Jesucristo, y su continua realización de lo que El dijo que haría, son hechos que me convencen de que Dios vive, y que Dios vivió en Jesucristo, y que aun ahora puede transformar a la gente.

En su libro Through the valley of the Kwai (Por el valle del Kwai), un éxito de librería, Ernest Gordon habla acerca de los soldados estadounidenses capturados por los japoneses en la península de Malaca, que fueron torturados y sometidos a la pena del hambre. Se convirtieron en un grupo de animales que araña­ban, peleaban y se robaban los alimentos unos a otros. Finalmente, las cosas se pusieron tan malas que decidieron comenzar a leer el Nuevo Testamento. Conforme Ernest Gordon, un graduado universita­rio, les leía las palabras del Nuevo Testamento, esos hombres se fueron conviniendo al Dios viviente por meció de Jesucristo. Esa comunidad de animales quedó transformada en una comunidad de amor, porque Dios vive, y vive en Jesucristo. Cristo está dispuesto a vivir en los corazones de los que creen en El. Este gozo, esta paz, esta vida transformada y esta seguridad de vida eterna constituyen lo que Cristo ofrece a aquellos que confíen en su muerte expia­toria.

¿Qué tiene el incrédulo que ofrecer? Uno de esos incrédulos, W.O. Saunders, escribió en la publicación American Magazine: "Quiero presentarles a uno de los individuos más solitarios e infelices de la tierra. Estoy hablando del hombre que no cree en Dios. Puedo presentarles a tal hombre, pues yo mismo soy incré­dulo, y al presentarme a mí mismo, usted será presentado al agnóstico o al escéptico de su propio vecindario pues ellos están en todas partes. Se sor­prenderá usted al saber que el agnóstico envidia la fe de usted en Dios, su firme creencia en un cielo después de la vida, y la bendita seguridad que usted tiene que se encontrará con sus seres amados en la vida subsiguiente a la muerte, donde no habrá más tristeza ni dolor. El agnóstico daría, cualquier cosa para poder abrazar esa fe y ser consolado por ella. Para él sólo hay el sepulcro y la persistencia de la materia. Después de la tumba, lo único que puede ver es la desintegración del protoplasma y del sicoplasma, de los cuales se componen mi cuerpo y mi personali­dad. Pero en este concepto materialista, no hallo éxtasis ni felicidad.

"El agnóstico puede enfrentarse a la vida con una sonrisa y una actitud heroica. Puede presentar una frente de valiente, pero no es feliz. Siente terror y reverencia ante la inmensidad y majestad del univer­so, sin saber de dónde vino, ni por qué. Se consterna ante lo estupendo del espacio y lo infinito del tiempo; se siente humillado por la infinita pequeñez de sí mismo, pues reconoce su fragilidad, debilidad y benignidad. Ciertamente, algunas veces suspira por tener algún bastón que le sirva de soporte. El también lleva una cruz. Para él, esta tierra no es sino una mañosa balsa que marcha a la deriva en las aguas insondables de la eternidad, sin ningún horizonte a la vista. Le duele el corazón por cada vida preciosa que va embarcada en dicha balsa, siempre a la deriva, sin que nadie sepa hacia dónde."[xi]

Yo creo en Dios. Sin embargo, creer en El no es suficiente, pues aun el diablo cree en Dios y tiembla. Es necesario no sólo creer que El existe, sino que creamos que El se encarnó en Jesucristo, y que murió por nuestros pecados. Es necesario que creamos y que nos arrepintamos de nuestros pecados, que nos pos­tremos a sus pies y pongamos nuestra confianza en El: en su muerte expiatoria para darnos la salvación. Si no hacemos esto, tendremos que enfrentarnos a El como nuestro airado Juez en aquel gran día. Creo en El y sé que está vivo. Vive en mi corazón, y me ha dado la seguridad de que viviré con El para siempre. Deseo sinceramente que usted también pueda tener esta seguridad, si aún no la tiene. ¿Ha confiado usted en El?


[i] Mortimer Adier y William Gorman, editores, The Great Ideas, A Syntopicon of Great Books of the Westem Worid (Las grandes ideas, temario de los grandes libros del mundo occidental). Chicago, Encyclopaedia Britannica, 1952, pág. 53.
[ii] James Reíd, God, the Atom, and the Universo (Dios, el átomo y el universo). Grand Rapids, Michigan, Zondervan Publishing House, 1968, pág. 1.
[iii] Ibid. Capítulo 1
[iv] E. L. Woodward, Is It – Or Isn’t? (Es o no es?)
[v] Pierre Simon de La Place, Evidences of Revelation (Evidencias de la revelación), pág. 7.
[vi] Citado en Fred John Meldan, Why We Believe in Creation, not in Evolution (Por qué creemos en la creación, no en la evolución). Denver, Christian Victory Publishing Co., 1959, pág. 27.
[vii] William Paley, Natural Theology (Teología natural). Nueva York, American Tract Society, sin fecha, pág. 30, 31.
[viii] Meldan, Why We Believe in Creation (Por qué creemos en la creación), pág. 225
[ix] Ibíd., pág. 238.
[x] Henry M. Morris, The Bible Has the Answer (La Biblia tiene respuesta). Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1971, pág. 16.
[xi] American Magazine (Revista Americana), noviembre de 1930

1 comentario:

gracias por tu comentario

Create your own visitor map