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sábado, 19 de abril de 2014

Las piedras hablan a gritos

Las piedras hablan a gritos 
Por: D.J. Kennedy 


El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. Lucas 19:40

Durante la última parte del siglo 18, comenzó a desarrollarse en Alemania lo que se conoció con el nombre de escuela de alta crítica, que llegó a su cénit a mediados del siglo 19. Los eruditos literarios de esa época basaron todas sus conclusiones en presuposi­ciones literarias. Hicieron pedazos la Biblia y la volvieron a integrar, de una manera completamente diferente. Jesucristo había dicho que, si sus seguido­res callaban con respecto a la alabanza a El, las piedras mismas clamarían. Cuando los principales eruditos cristianos comenzaron a callar, y de esa manera a negar la Biblia, Dios comenzó a cumplir esa predic­ción, y las piedras comenzaron a hablar a gritos.

Junto con el adelanto de la escuela de alta crítica vino el adelanto de la arqueología, ciencia que comen­zó a principios del siglo 19. Muchos se preguntaban si la arqueología confirmaría las conclusiones de la alta crítica, o la creencia en la historicidad de la Biblia. ¿Comprobarían los hechos la fantasía, o las fantasías de los críticos serian anuladas por los hechos?

Tal vez usted se haya preguntado por qué la Biblia está llena de numerosos detalles que parecen ser excrecencias del mensaje fundamental de la Palabra de Dios. El capítulo 33 de Números, por ejemplo, contiene una lista de 42 sitios diferentes que se usaron en el Éxodo. En otros pasajes se mencionan numero­sos lugares, ciudades, reyes e individuos. Los lectores a menudo se atascan en las genealogías, las personas y la historia, y se preguntan por qué no podemos sacar todo eso y entrar directamente al mensaje. El hecho es que al tratar de hacerle correcciones a las Escritu­ras, uno descubre que inadvertidamente le está cor­tando órganos vitales. El erudito R.A. Torrey dijo que "la abundancia de detalles era como las marcas de filigrana en el papel, que daban indeleble evidencia del tiempo y el plan de la manufactura".[i] Así como un detective puede, mediante una marca de filigrana, determinar muchas cosas acerca del papel — por ejemplo, su origen —, la ciencia de la arqueología ha descubierto, a partir de estos detalles, una inmensa riqueza de información con respecto a las Escrituras.

En un tribunal, los abogados frecuentemente hacen a los testigos muchas preguntas detalladas que no parecen tener relación directa con el asunto que se está ventilando. Con eso intentan establecer, con toda clase de maneras corroborativas, si el testigo está diciendo la verdad o mintiendo. Según un historia­dor, es imposible establecer una mentira en medio de una historia bien conocida. A medida que los detalles salen a la luz y quedan confirmados o negados, así la verdad de la historia también queda confirmada o negada. Un erudito sostiene: "Para mí, la verdad absoluta y los detalles locales (los cuales no es posible inventarlos cuando están dispersos a lo largo de un período histórico que abarca muchos siglos) dan pruebas casi absoluta de la verdad del relato. Esa clase de prueba es la que tenemos para todas las partes de la Biblia."

El distinguido erudito y orientalista alemán Julius Wellhausen contaba con abrumadoras credenciales académicas, que hacían que la gente pusiera atención a lo que él decía. En 1889, este erudito sometió el capítulo 14 de Génesis a un ataque crítico. Este capítulo relata que cuatro reyes de Mesopotamia y Babilonia se trasladaron a Palestina y atacaron a un grupo de cinco reyes de alrededor del mar Muerto, entre los cuales estaban incluidos los de Sodoma y Gomorra. Vencieron a estos reyes, se llevaron todos sus bienes y a muchos cautivos, entre los cuales estaba un joven llamado Lot, sobrino de Abram. Al oír esto, Abram reunió a sus siervos y salió a perseguirlos, alcanzándolos cerca de Damasco (una jornada muy larga hacia el norte), y se trabó con ellos en combate. Habiendo derrotado al enemigo, Abram rescató a Lot, a su familia y todos sus bienes. Los críticos insistían, ante todo, que no existía ninguna clase de relación entre Babilonia y Palestina. En aquellos días, decían ellos, los viajes de esa clase eran inauditos, y posiblemente no hubieran podido ocurrir. Wellhausen declaró: "Que cuatro reyes del golfo Pérsico, 'en el tiempo de Abraham' hubieran hecho una incursión a la península sinaítica, que en tal ocasión hubieran atacado a cinco reyezuelos del litoral del mar Muerto, y los hubieran llevado prisioneros, y Finalmente que Abraham, acompañado de 318 sier­vos, hubiera salido a perseguir a los vencedores que se retiraban y los hubiera obligado a entregar el botín; todos estos incidentes son puras imposibilidades, que no logran nada de credibilidad por el hecho de que estén colocados en un mundo que ya había pasado."[ii]

Ahora, ese mundo ha vuelto a la luz. Desde sus tumbas y diversos lugares, las voces de los muertos claman, y aquel mundo de imposibilidad ha cambiado considerablemente. Wellhausen no fue el único que tuvo tal opinión. El gran crítico Theodor Noldeke dijo que la crítica había refutado para siempre la pretensión de la Biblia de ser histórica.[iii] Sin embargo, eso es precisamente lo que afirma ser el capítulo 14 de Génesis.

Como resultado de amplias excavaciones realizadas en 1890 en las secas arenas de Egipto por el doctor Flinders Petrie y otros, ahora sabemos quiénes fueron estos cuatro reyes del golfo Pérsico. Al hacer la transliteración del semítico al babilónico, descubrimos que el rey llamado Amrafel no es otro que el mismo hombre famoso conocido en la historia secular como Hammurabi. El gran Hammurabi, quien nos legó su código de leyes, y otros tres reyes, descendieron y atacaron a esos reyes de la zona del mar Muerto. Ahora ha quedado demostrado, fuera de toda duda, que todo esto es un hecho histórico. Los nombres de estos reyes han sido verificados, como también los sitios en que acamparon.[iv]

Otra fuente de deleite para los críticos estaba constituida por el hecho de que la Biblia menciona centenares de reyes, pueblos, ciudades y aun naciones enteras, que no fueron mencionadas por los historia­dores de la antigüedad, ni en ninguna parte de la literatura secular. Si los historiadores nunca mencio­naron una nación, obviamente, tal nación no existió. Uno de los pueblos "míticos" con el cual supuesta­mente pelearon los judíos fueron los héteos, que se mencionan en ocho distintos capítulos del Antiguo Testamento. Un notable arqueólogo dijo que él no creía que alguna vez existiera el pueblo de los héteos.

Cuando el doctor Hugo Winkier fue a la región para excavar en la parte donde se suponía que habían vivido los héteos, descubrió más de 40 de las ciudades de ellos, incluso su capital, junto con un gran número de monumentos que describían sus actividades.[v] Al comentar sobre el caso del tratado efectuado entre los héteos y los egipcios, que describe la Biblia, un crítico inglés dijo que no había más posibilidad de que hubiera existido un tratado entre los egipcios y los héteos, que la que pudiera haber de un tratado entre los ingleses y los indios choctawas de Norteamérica. Sin embargo, escrito en la pared de un palacio de una de las ciudades de Egipto que fueron desenterradas, ¡se halló todo el tratado entre los egipcios y los heteosi Numerosas inscripciones babilónicas han confirmado ahora que los héteos constituyeron una gran superpo-tencia que estaba localizada entre Egipto y Babilonia, tan grande que se consideraba que todos los egipcios y los babilonios habían sido tribus de los héteos.

La Biblia nos dice que Faraón oprimió a los israelitas e hizo que le construyeran las ciudades de almacenaje Pitón y Ramesés. Recordamos la historia que nos dice que ellos construían con argamasa y paja. Luego tuvieron que recoger su propia paja, y finalmente tuvieron que hacer los ladrillos sin paja de ninguna clase (Éxodo 5). Cuando Sir Flinder Petrie descubrió posteriormente los sitios de Pitón y Rame­sés, notó algo increíble con respecto a ellas. Habían sido construidas con argamasa, algo que no se halló en ninguna otra parte de Egipto. Además, los estratos inferiores estaban construidos con ladrillos en los cuales había rastrojo en vez de paja. En la parte siguiente de la construcción y en la parte más alta había ladrillos que habían sido hechos sin paja.

Durante más de 100 años, los críticos habían dicho que Moisés no escribió el Pentateuco en absoluto. Pero el doctor William F. Albright, de la Universidad Johns Hopkins, que probablemente sea el arqueólogo norteamericano más destacado del siglo 20, dice: "En consecuencia, es pura hipercrítica negar el carácter sustancialmente mosaico de la tradición del Penta­teuco."[vi]

También está la historia de Jericó Josué libró la batalla de Jericó, pero los críticos decían que eso nunca ocurrió. Simplemente, uno no camina alrede­dor de una ciudad y con ello logra que sus muros se derrumben. ¿Pero qué descubrió el profesor John Garstang, arqueólogo inglés y autoridad en lo relativo a la civilización hetea, cuando llegó al sitio de Jericó para efectuar excavaciones? El declaró: "En cuanto al hecho principal, no queda duda de que los muros se derrumbaron hacia afuera en forma tan completa, que los atacantes pudieran encaramarse sobre ellos y por encima de las ruinas entrar en la ciudad."7[vii] ¿Por qué es tan raro esto? Porque los muros no caen hacia afuera. Ordinariamente caen hacia adentro, pero en este caso, algún poder superior hizo que cayeran hacia afuera, como lo dice la Biblia. Los críticos también declaraban que el relato era obviamente fatuo, por cuanto dice que los israelitas marcharon alrededor de la ciudad siete veces en un día. Uno no podría caminar alrededor de una ciudad moderna de 100.000 habitantes y darle siete vueltas en un día. Y a Jericó se la describía como una gran ciudad. Pero la investigación de Garstang ofreció un interesante hecho con respecto a esta ciudad: era más pequeña que los sitios sobre los cuales se erigen muchas iglesias metropolitanas de gran tamaño. ¡Como yo he estado en Jericó muchas veces, sé que podría caminar alrededor de ella siete veces en una mañana y todavía jugar una partida de tenis antes del almuerzo! Otra vez se demostró que los críticos estaban equivocados.

Albright declara: "Hasta hace poco, era costumbre de los historiadores bíblicos tratar los relatos patriar­cales del Génesis como si hubieran sido creaciones artificiales de los escribas israelitas del tiempo del reino dividido. O tal vez eran leyendas que contaban los rapsodas imaginativos en torno a las fogatas israelíes."[viii] "Los descubrimientos arqueológicos que se han realizado a partir de 1925 han cambiado todo esto. Aparte de unos pocos intransigentes que hay entre los eruditos más antiguos, casi no hay ni un historiador bíblico que no haya quedado impresiona­do con la rápida acumulación de datos que apoyan la historicidad sustancial de la tradición patriarcal."[ix]

Un artículo escrito por uno de estos intransigentes, y que apareció recientemente en el diario Miami Heraid, proclamaba que no había ni un erudito bíblico que sostuviera que los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan fueron escritos por los autores cuyo nombre llevan. Dijo que todo erudito sabe esto, y nadie cree que ellos escribieron esos libros. Aparentemente, este hombre había leído un libro escrito por alguien que había llegado a tal conclusión, la cual estaba en boga en el siglo 19, cuando se suponía que los Evangelios habían sido escritos en el segundo y tercer siglos. Ahora se han descubierto manuscritos que datan de cien años antes de eso. Sin embargo, los intransigentes aún echan a borbotones conclusiones críticas del siglo 19 que han sido completamente desacreditados en tiempos recientes. "Muchos ar­queólogos han quedado impresionados por lo que han descubierto", dice Albright. Varios de ellos no sólo han quedado impresionados, sino que se han convertido.

Uno de los más notables fue Sir William Ramsay. El era ateo, hijo de ateos; era rico y ostentaba el título de Doctor en Filosofía de la Universidad de Oxford. Entregó su vida entera a la arqueología, con la determinación de refutar la Biblia. Salió para la Tierra Santa, y decidió refutar el libro de los Hechos. Después de 25 años o más de trabajo (durante los cuales publicó libro tras libro), quedó increíblemente impresionado por la exactitud de Lucas en sus escritos. Finalmente declaró que Lucas fue exacto, hasta en los más mínimos detalles. En su intento de refutar la Biblia, Sir William Ramsay descubrió cente­nares de cosas que confirmaban la historicidad del libro de los Hechos. Finalmente, en uno de sus libros, conmovió a todo el mundo de la crítica al declararse cristiano.[x] La autoridad más grande del mundo en lo relativo al libro de los Hechos y a los viajes del apóstol Pablo, se convirtió por medio de sus excavaciones, como también se han convertido otros numerosos arqueólogos a través de los siglos.

Daniel era otro libro que deleitaba especialmente a los que estaban tratando de desacreditar la Biblia. Una de las muchas cosas que trataban de refutar en este libro era la idea de que Belsasar fue el último rey de Babilonia y que murió el día en que Ciro y su ejército entraron en la ciudad de Babilonia. Los historiadores seculares habían declarado que, aunque la Biblia dice que Belsasar fue hijo de Nabucodonosor, sin embargo, Nabonido había sido el hijo de Nabucodonosor, y Nabonido fue el último rey de Babilonia.

Deán Parrar, uno de los críticos, dijo: "Belsasar — la historia no sabe nada de tal rey."[xi] Si un historia­dor secular dice una cosa, y la Biblia dice otra, obviamente, la Biblia tiene que ser la incorrecta. Esta presuposición penetra tanto en la mente de los críticos, que es sorprendente cómo proclaman conti­nuamente tales conclusiones, sin tomar en cuenta lo que revelan los hechos.

En la ciudad de Ur de los caldeos, Babilonia, se descubrieron cuatro cilindros de arcilla del rey Nabonido. Se refieren a la construcción del templo dedica­do a la diosa Luna, en el cual había una oración a esa diosa a favor del hijo del rey, Belsasar. Se descubrió que Belsasar y Nabonido reinaron conjuntamente en Babilonia; mientras Nabonido estaba en el campo, Belsasar reinaba en la capital. Además, uno de estos cilindros decía que Gobrias (el general del ejército de Ciro) entró en Babilonia y que Belsasar murió ese día. A Belsasar se lo menciona numerosas veces con rela­ción a contratos que él hizo, tierras de cultivo que compró y otros asuntos de esa naturaleza.12[xii] ¡Otra vez estalló la burbuja de los críticos!

La confirmación arqueológica del diluvio de los días de Noé es enorme. Se han hallado relatos sobre el diluvio de Noé en casi todas las civilizaciones del mundo. Entre los más interesantes están los que se han hallado en Babilonia y en Acadia. Ofrecen sustancialmente la misma descripción, excepto las perversiones que entraron en la versión babilónica posterior, que fue escrita unos 800 años después del relato de Moisés.

En Babilonia también hay una tablilla en la cual uno de los reyes babilonios menciona el gozo que sentía al leer los escritos de los que vivieron antes del diluvio. Los argumentos según los cuales ni siquiera existía la escritura en el tiempo de Moisés, ahora han sido rechazados con el conocimiento de que 500 años antes de Moisés, en los días de Abraham, existieron bibliotecas con millares de volúmenes. Ahora sabe­mos que bastante más de mil años antes del tiempo de Abraham, de hecho, ya se practicaba la escritura, y ahora tenemos documentos de los que escribieron aun antes del diluvio.

Otra tablilla babilónica da una interesante confir­mación. La de Noé fue la décima generación a partir de Adán, según la Biblia, y esta tablilla babilónica nombra los diez reyes de Babilonia que vivieron antes del diluvio. Otra tablilla nombra a todos los reyes de Babilonia, y después de los primeros diez, aparecen las palabras: "Vino el diluvio… " Luego continúa el relato en las tablillas.

Las palas de los arqueólogos han descubierto innu­merables hechos que confirman las Escrituras. Se han descubierto más de 25.000 sitios pertenecientes a lo que refiere la Biblia. También se han hallado regis­tros de miles y miles de individuos y eventos. El testimonio más reciente y continuo de la arqueología, como todo el testimonio de esa naturaleza hallado anteriormente está definida y uniformemente a favor de las Escrituras, según su valor literal o tradicional, y no como fue reconstruida por los críticos. El doctor William Albright dice: "No puede haber duda de que la arqueología ha confirmado la historicidad sustan­cial de la tradición del Antiguo Testamento."[xiii]

El excesivo escepticismo demostrado hacia la Biblia por las importantes escuelas crítico-históricas de los siglos 18 y 19, que colocaban toda clase de fases de la Biblia en una fecha posterior a la que tradicionalmen­te se había estimado, ha sido desacreditado por un descubrimiento tras otro. La exactitud de innumera­bles detalles ha producido un reconocimiento cre­ciente del valor de la Biblia como fuente histórica. Millar Burrows, de la Universidad de Yaie, observa: "En muchos casos, la arqueología ha refutado los puntos de vista de los críticos modernos. En numero­sos casos se ha demostrado que esos puntos de vista descansan en falsas suposiciones y en esquemas irrea­les y artificiales del desarrollo histórico. El excesivo escepticismo de muchos teólogos liberales no brota de una cuidadosa evaluación de los datos disponibles, sino de una enorme predisposición contra lo sobrenaural."

Sir Frederic Kenyon, del Museo Británico, uno de los grandes eruditos de nuestro tiempo, también señala el hecho de que la arqueología ha confirmado la Escritura. Nelson Glueck, el renombrado arqueólo­go judío, dijo: "Se puede declarar categóricamente que ningún descubrimiento arqueológico ha contro­vertido jamás una referencia bíblica." Luego continuó afirmando "el casi increíblemente exacto recuerdo histórico de la Biblia, particularmente cuando vemos que la misma se fortifica mediante los hechos históri­cos." Declaró categóricamente que ningún hallazgo arqueológico ha controvertido ninguna referencia bíblica sobre algún hecho.[xiv]

Volvemos a ver que cuando los críticos fueron dejando de alabar a Cristo, tal como Dios lo dijo, ¡las piedras comenzaron a hablar a gritos! A través de todas las investigaciones recientes efectuadas en Pa­lestina, Asiría, Babilonia, Egipto y otros lugares, esas piedras han demostrado que las Escrituras son en realidad la inspirada Palabra de Dios. Se ha demostra­do en muchos miles y miles de detalles que la Biblia es verdadera.

No es por causa de alguna falta de datos históricos que la gente no cree en la Biblia ni en Cristo. Eso se debe, más bien, a la falta de disposición moral para rendir la vida al señorío y autoridad de Jesucristo. La mayor parte de los no creyentes confrontan un problema moral.

Repito que éstas son algunas más de las razones por las cuales creo en la Biblia. Creo en el Cristo que ella describe y a quien nos presenta como el Salvador viviente, resucitado y glorificado, que puede traer perdón, paz, gozo y seguridad a todos los que se arrepientan de sus pecados y pongan su fe y su confianza en el que murió por nosotros. "Si éstos callaran, las piedras clamarían."


[i] R.A. Torrey, The Higher Criticism and the New Theology (La alta crítica y la nueva teología). Montrose, Montrose Christian Literature So-ciety, 1911, pág. 129
[ii] Ibíd., pág. 134.
[iii] Ibíd., pág. 132
[iv] Ibíd., págs. 130, 132, 133, 134.
[v] Ibíd., pág. 140, 141
[vi] William F. Albright, The Archaeology of Palestino (La arqueología de Palestina). Nueva York, Pelican Books, Penguin Books, pág. 225
[vii] . Josh McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto. Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, Editorial Vida, 1,982, pág. 71
[viii] William F. Albright, The Biblical Period from Abraham to Ezra (El período bíblico desde Abraham hasta Esdras). Nueva York, Harper & Row, 1960
[ix] McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto, pág. 70
[x] Ibíd., pág. 72.
[xi] T.W. Fawthrop, The Stones Cry Out (Las piedras claman). Londres, Marshall, Morgan & Scott, Ltd., 1934, pág 46
[xii] Ibíd.
[xiii] McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto,
[xiv] Ibíd.

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