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domingo, 20 de abril de 2014

Por qué creo en la resurrección

Por qué creo en la resurrección
Por: D.J. Kennedy


A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y habiéndoles acerca del reino de Dios.Hechos 1:3

Desde el comienzo del tiempo, los hombres y las mujeres han respondido a la muerte de sus seres amados con un gemido como el de Job: "Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?" (Job 14:14). La filosofía humana y las religiones paganas no han podido responder con más que un signo de interrogación, un deseo o una vaga esperanza.

A Platón, el gran genio de la filosofía griega se le preguntó: "¿Volveremos a vivir?" El respondió: "Así lo espero, pero nadie sabe." Las tumbas de Mahoma, de Buda y de Confucio están ocupadas, pero la de Cristo está vacía hasta hoy.

¿Por qué, entonces, creemos en la resurrección de Cristo, ésta que es la más importante de todas las doctrinas cristianas, junto a la cual todas las demás doctrinas son relativamente insignificantes? Aun la cruz de Cristo, sin la resurrección, simplemente simboliza a Aquel que fue rechazado por los hombres, a Aquel que fue colgado allí y maldito por Dios. Pero fue por la resurrección que Cristo fue declarado Hijo de Dios con poder, y fue por la resurrección que Dios declaró acepto su sacrificio expiatorio. Este es el centro de la fe cristiana. Con ello, todo permanece, o todo cae. Por tanto, a lo largo de 19 siglos todos los escépticos han apuntado sus cañones de más grueso calibre contra la resurrección de Jesucristo.

¡Las evidencias relacionadas con la resurrección de Jesucristo se han examinado más cuidadosamente que las de cualquier otro hecho de la historia! Estas evidencias han sido pesadas y consideradas por los más grandes eruditos, entre ellos Simón Greenleaf, Profesor de Leyes en la Universidad de Harvard desde 1833 hasta 1848, quien ayudó a llevar la Escuela de Derecho de Harvard a la preeminencia y que ha sido catalogado como la mayor autoridad en evidencias legales de la historia del mundo. Cuando Greenleaf volvió su mente hacia la resurrección de Cristo, y la enfocó con las luces de todas las leyes de las evidencias, llegó a la conclusión de que la resurrección de Cristo era una realidad, que era un evento histórico, y que cualquiera que examinara honestamente las evidencias de ella, se convencería de que esto era cierto.[i] Lo mismo ocurrió con Frank Morison, un abogado británico, quien se dedicó a escribir un libro para repudiar la resurrección de Jesucristo. Escribió su libro, pero no fue el libro que se propuso escribir. Al examinar las evidencias de la resurrección de Cristo, este abogado escéptico las halló tan abrumadoras, que se vio obligado a aceptarlas, y llegó a ser un creyente. El libro que escribió lo tituló: Who Moved the Stone? (¿Quién movió la piedra?) Allí establece las evidencias de la resurrección de Cristo. El primer capítulo lleva por título: "El libro que se negó a ser escrito". Lew Wallace también se propuso escribir un libro que refutara la deidad de Cristo y su resurrección, y terminó escribiendo un famoso libro defendiéndolas. Este libro se titula Ben Hur.

En las mentes de aquellos que han tomado tiempo para examinar las evidencias de la resurrección de Cristo, éstas son significativas en grado sumo. He conocido a muchas personas que no creen en la resurrección de Cristo; pero jamás he conocido a una sola persona que haya leído aun un solo libro sobre las evidencias de la resurrección, que no haya creído en ella.

Consideremos algunas de estas evidencias. Está el hecho del día del Señor. Durante milenios, el pueblo hebreo había sostenido su doctrina sabática. ¡Luego hallamos que un grupo de cristianos primitivos que eran judíos, cambiaron el día de adoración, del séptimo día al primero de la semanal ¿Qué explicación se puede dar para el hecho de que abandonaran algo a lo cual se habían aferrado tan tenazmente? Ninguna otra que no sea aquel monumental evento de la resurrección de Cristo de entre los muertos, que ocurrió el primer día de la semana; su aparición a los discípulos el primer día de la semana; y el derramamiento del Espíritu Santo sobre la Iglesia en Pentecostés el primer día de la semana. Y así leemos que los discípulos de Jesucristo se reunían para adorarlo el primer día de la semana Luego está el hecho de la pascua de resurrección. La fiesta de los judíos que se llamaba la Pascua, fue sustituida por la pascua de resurrección. ¿Por qué los judíos, que sostenían que la Pascua era el evento más significativo de la historia de su nación, la abandonaron en favor de la pascua de resurrección, que era la fiesta de las fiestas de los cristianos? El saludo era: "¡Cristo ha resucitado!" Y la respuesta: ''"¡cristo ha resucitado en verdad!" ¿Qué otro hecho que no sea la resurrección puede explicar la existencia de la fiesta de la pascua de resurrección, que se remonta hasta los tiempos de la iglesia primitiva? Está el hecho de los sacramentos cristianos, que no sólo señalan hacia la muerte y el sufrimiento de Cristo, sino también hacia su resurrección con poder. Estos sacramentos se han practicado sucesivamente y de manera ininterrumpida desde los mismos tiempos de la muerte de Cristo.

Está el hecho del arte cristiano. Desde el tiempo de las persecuciones, se hallan esculpidas en los muros de las catacumbas de Roma, representaciones de la resurrección de Cristo, como parte de las primeras creencias de los cristianos.

También está el hecho de la himnología cristiana. En los primeros días de la Iglesia cristiana se cantaban himnos a Jesucristo resucitado.

Luego tenemos el innegable hecho de la Iglesia cristiana. Muchas personas no hacen la conexión entre la Iglesia y la resurrección, pero todos los eruditos la han hecho. La Iglesia cristiana es la institución más grande que existe o que haya existido jamás en la historia del mundo. La Iglesia cristiana es cinco veces más grande que el imperio romano cuando el mismo estuvo en su máximo esplendor. Más de 1300 millones de personas profesan hoy que adoran a Jesucristo como el Hijo de Dios viviente y resucitado. ¿Cómo llegó a existir tal institución? Como alguien dijo: "El Gran Cañón del Colorado no lo formó un indio arrastrando un palo." Tampoco llegó a existir una institución de la magnitud de la Iglesia cristiana por los ensueños de soñadores ociosos de días casados. Todos los historiadores saben que los orígenes de la Iglesia cristiana se remontan a la ciudad de Jerusalén, en el año 30 d.C., el tiempo en que Cristo murió y resucitó.

Usted puede estudiar la obra Outline of History (Perfil histórico) de H. G. Well, u otros libros de historia secular, y hallar que por lo general, los mismos narran la historia de la vida y muerte de Jesucristo. Luego, un nuevo capítulo comienza a contar el surgimiento de la Iglesia cristiana y la predicación de los discípulos, y de algún modo hay una conexión entre los dos capítulos. Es un hecho indiscutible de la historia, no de la fe, que la mayor institución de la historia del mundo comenzó en Jerusalén en el año 30 d.C. cuando los apóstoles comenzaron a predicar que Jesucristo había resucitado de entre los muertos. El corazón y la sustancia mismos del mensaje de los cristianos primitivos era que Cristo había resucitado de entre los muertos. El primer mensaje predicado el día de Pentecostés trató enteramente acerca de la resurrección de Cristo: acerca de las profecías que al respecto se habían dado en el Antiguo Testamento; acerca del hecho de que ellos habían crucificado al Señor de la gloria y que Dios lo había levantado de entre los muertos; acerca del hecho de que ellos eran testigos de esas cosas; acerca del hecho de que el Cristo resucitado ahora había derramado su Espíritu; y con respecto al hecho de que, por cuanto El había resucitado, podía garantizar la remisión de pecados a todos los que creyeran en El.

Toda la Escritura, y el testimonio de los incrédulos y de los enemigos hostiles del cristianismo por igual, declaran que la Iglesia fue esparcida por todas partes, a causa de esta enseñanza de que Cristo había resucitado de entre los muertos. Es un hecho que la Iglesia de Jesucristo comenzó a existir por cuanto los apóstoles declararon que El había resucitado de entre los muertos.

Hay tres alternativas posibles: (1) esto fue un fraude y los apóstoles mintieron; (2) estaban engañados, desilusionados y en un error; (3) Cristo resucitó en verdad de entre los muertos. Consideremos los esfuerzos que han hecho los escépticos para negar el hecho de la resurrección.

En más de 20 años de estudiar la resurrección, he descubierto que ella es como una isla protegida por toda suerte de arrecifes colocados alrededor en círculos concéntricos. Cualquier barco que intente pasar para destruir esa isla, quedará embarrancado en uno u otro de esos arrecifes. Los escépticos, ateos e incrédulos que han apuntado sus cañones de más grueso calibre contra la resurrección, sólo han propuesto un puñado de teorías. Todo lo que uno tiene que hacer para quedar más convencido aún de la resurrección de Cristo, es examinar estas teorías para ver cuan vanas son. En su obra The Cause and Cure of Infidelity (La causa y la cura de la incredulidad), el doctor David Nelson narra que, siendo él joven y hallándose en la universidad y en la escuela de postgrado, perdió la fe, pero aun así se hallaba trastornado por una intranquilidad de conciencia. Con el fin de reforzar su incredulidad, leyó los escritos de todos los más grandes ateos. Tuvo la suficiente perspicacia como para comprender que los argumentos de ellos eran tan fatuos y vacíos, que no tenían validez. Esto lo condujo a su conversión a Cristo.

Nos hallamos frente al hecho de que se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento (referentes a la resurrección de Cristo y las predicciones hechas por el mismo Cristo en el sentido de que sería arrastrado, azotado y crucificado, y que al tercer día resucitaría de entre los muertos. Si suponemos que El estaba metido en alguna conspiración, tenemos que enfrentarnos al carácter del mismo Jesucristo; al carácter de este Hombre, con respecto a quien todo el mundo se une para declarar que El fue el más grande, el más ético, el más puro, el más íntegro de todos los hombres que el mundo haya conocido jamás. Nos hallamos frente a la tumba vacía: frente a aquella piedra contra la cual muchas teorías se han vuelto añicos. Nos enfrentamos al hecho de la mortaja que se halló en el sepulcro; al testimonio de los testigos; a las doce distintas ocasiones en que Cristo se apareció a diversas personas; al hecho de que una vez lo vieron resucitado más de 500 personas; a la naturaleza de esas apariciones, que ocurrieron en la mañana, en la tarde y en la noche, adentro o afuera, en las cuales ellos palparon y lo tocaron con sus propias manos; a la tremenda transformación de los apóstoles, de temerosos y tímidos cobardes, a osados proclamado-res del Evangelio. El apóstol Pedro, que un día se amedrentó frente a una pequeña criada, unos días después estaba enfrentado a todo el Sanedrín, afirmándoles que no podía evitar declarar lo que había visto y oído. Luego tenemos la fidelidad, el carácter, el sufrimiento y la muerte de estos testigos, la mayoría de los cuales sellaron su testimonio con su propia sangre.

Este es un hecho vitalmente importante. En la historia de la psicología nunca se ha sabido de alguna persona que estuviera dispuesta a dar su vida por algo que sabía que era una mentira. Yo solía preguntarme por qué sería que Dios permitió que los apóstoles y todos aquellos cristianos primitivos fueran sometidos a tales sufrimientos, a tan tremendas e increíbles torturas. Los fundamentos del cristianismo están tan establecidos, que son absolutamente inconmovibles hoy. Paúl Littie dijo: "Los hombres morirán por lo que creen que es verdad, aunque realmente pueda ser falso. Sin embargo, no morirán por lo que saben que es una mentira."[ii]

Tenemos el hecho y el testimonio de la ascensión de Cristo. Tenemos el innegable hecho de la tremenda conversión y transformación del apóstol Pablo: se cambió de Saulo, el perseguidor y matador de cristianos, a Pablo, el más grande apóstol de la historia del cristianismo.

Consideremos algunas de las diversas teorías que tratan de dar una explicación tal de la resurrección, que quede eliminada como hecho. En el plano del fraude, hay la idea de que, o bien los discípulos solos, o ellos mismos en complicidad con Jesucristo, conspiraron para engañar al mundo a fin de que creyera que El había resucitado de entre los muertos. Esta fue la primera teoría de todas que se dio a conocer. Se halla en la Biblia misma, cuando los guardias acudieron a Jerusalén e informaron al Sanedrín (la corporación gobernante de los judíos) que la tumba estaba vacía, y todo lo que había ocurrido. El Sanedrín les dio a los guardias una gran suma de dinero y les dijo; "Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo" (Mateo 28:13, 14). En toda la historia de la jurisprudencia, nunca, en ninguna circunstancia, ha habido un testigo a quien se haya permitido dar testimonio de lo que ocurrió mientras estaba dormido. "Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos." El hecho de que un soldado romano se quedara dormido cuando estaba de guardia, significaba inevitablemente que se le aplicaría la pena de muerte con todo el rigor.

El teólogo escocés doctor Principal Hill hizo el siguiente comentario sobre esta idea de falsedad, en lo que creo que es una cita clásica. Luego de examinar las evidencias, dijo: "Pero si, a pesar de toda apariencia de verdad, uno supone que el testimonio de ellos era falso, entonces se amontonan sobre uno inexplicables circunstancias de intensa absurdidad. Uno tiene que suponer entonces que doce hombres de nacimiento humilde, sin educación, que vivían en aquella condición humilde que colocaba los conceptos ambiciosos fuera de su alcance y lejos de sus pensamientos, sin ninguna ayuda del estado, formaron el plan más noble que jamás haya entrado en la mente del hombre, adoptaron los medios más osados para ejecutar ese plan, y lo condujeron con tal destreza, que pudieron esconder la impostura bajo la apariencia de simplicidad y virtud. Uno tiene que suponer que esos hombres, culpables de blasfemia y de falsedad, se unieron en el intento mejor ingeniado, y que de hecho ha demostrado tener el mayor éxito, de hacer al mundo virtuoso; que formaron esa empresa singular sin buscar ningún provecho para ellos mismos, con un declarado desprecio de pérdidas y ganancias, y con la segura expectación de ser escarnecidos y perseguidos; que aun cuando estaban conscientes uno de la villanía del otro, ninguno pensó jamás en hacer provisión para su propia seguridad delatando el fraude, sino que, en medio de los más afrentosos sufrimientos para la carne y la sangre, perseveraron en su conspiración para llevar al mundo por engaño a la piedad, a la honestidad y a la benevolencia. En verdad, los que se puedan tragar tales suposiciones, no tienen derecho a objetar los milagros."[iii]

El abogado Frank Morison dice: "No sólo tenemos que explicar el entusiasmo de sus amigos (los de la Iglesia), sino también la parálisis de sus enemigos y la corriente siempre creciente de convertidos que llegaban a ella. Cuando recordamos que ciertos personajes de Jerusalén que ocupaban altas posiciones, casi ciertamente lo habrían dado todo por estrangular ese movimiento desde su nacimiento, pero no pudieron — cómo se adoptaron uno tras otro desesperados recursos para silenciar a los apóstoles, hasta el punto de que probaron usar aquel verdadero arco de Ulises que fue la gran persecución y que se rompió en pedazos en las manos de ellos — comenzamos a comprender que, detrás de todos esos subterfugios y expedientes, tuvo que haber habido un hecho silencioso e irrefutable, un hecho al que la geografía y el mismo destino le habían dado carácter de inconmovible. Comprendemos también por qué, durante los cuatro años en que el cristianismo estuvo creciendo hasta adquirir realmente formidables dimensiones en Jerusalén, ni Caifas, ni Anas, ni ninguno de los reconocidos miembros de la camarilla de los saduceos, a cuyo prestigio y reputación personal se enfrentaba y afrentaba tan profundamente la nueva doctrina, jamás tomaron el atajo obvio para salir de sus dificultades."[iv] Si el cuerpo de Jesús estaba aún en la tumba en que Jóse lo había puesto, o si ellos mismos lo habían tomado y lo habían colocado en algún otro lugar, ¿por qué no lo dijeron los sacerdotes y saduceos? No, ellos estaban paralizados y totalmente incapacitados para hacer cualquier cosa al respecto. Su única salida era la gran persecución.

Algunos han dicho que la resurrección es una leyenda que fue creciendo gradualmente. Esta fue una teoría popular el siglo pasado, cuándo los exponentes de la crítica dijeron que los Evangelios habían sido escritos 100 ó 200 años después de los eventos; pero el avance de la arqueología ha silenciado esta crítica. Ahora sabemos que los Evangelios se remontan precisamente hasta los autores cuyos nombres llevan, y que el testimonio de la resurrección se remonta a la misma década en que ella ocurrió. Por tanto, no hubo ningún posible tiempo en que se desarrollara la leyenda. Además, la leyenda ya se había desarrollado por lo menos 16 años antes de que Pablo pudiera decir que hubo más de 500 personas que habían visto a Cristo resucitado, la mayoría de las cuales aún vivían en ese tiempo.

La teoría de la visión es, tal vez aún menos sostenible. Esta especula que las apariciones del Cristo resucitado fueron simples visiones o alucinaciones, producidas por las grandes expectaciones que estas personas tenían de que Jesús resucitaría de entre los muertos. Si ese hubiera sido el caso, ¿cómo explicamos el hecho de que las mujeres acudieron al sepulcro, llevando especias? ¿Iban a ungir a un Cristo resucitado, o un cuerpo muerto? ¿Cómo explicamos el hecho de que María estaba fuera del sepulcro llorando porque su Señor había muerto y el cadáver había sido robado? ¿Cómo explicamos el hecho de que los dos hombres que iban camino de Emaús estaban totalmente desconsolados y abatidos, por cuanto pensaban que el Cristo que había sido crucificado era el Mesías que debía libertar a Israel, pero ahora estaban convencidos de que todo se había perdido? ¿Cómo explicamos la incredulidad de los discípulos en el Aposento Alto donde Jesús les reprochó su incredulidad? No, ¡ellos no estaban esperando que Cristo resucitara!

¡En la historia de las alucinaciones no hay ningún incidente en que más de 500 personas de diferentes tradiciones, de diferentes temperamentos, hayan visto alguna vez la misma visión al mismo tiempo! Hay además, otros incontables arrecifes en los cuales ese barco encallará. Si fueron simplemente alucinaciones lo que estaban viendo, ¿ninguno de los discípulos pensó en ir al sepulcro para ver si el cuerpo estaba aún allí? Cuando ellos proclamaron sus "alucinaciones", ¿ninguno de sus enemigos pensó alguna vez en dar unos pasos para examinar el sepulcro? Cuando Pedro predicó el día de Pentecostés acerca de su "gran alucinación", sólo se encontraba a diez minutos de camino de la tumba. Millares de personas creyeron; otros millares oyeron y no creyeron. ¿A nadie se le ocurrió salir corriendo por la calle para confirmar el asunto? ¡Difícilmente! Ciertamente aquellos sofisticados saduceos conspiradores habrían aprovechado toda oportunidad para demostrar que aquello era simplemente una alucinación.

Por último está la teoría del "desmayo". Esta fue propuesta por Venturini; se halla en los escritos de Mary Baker Eddy; se halla también en los escritos de Hugh Schonfíeld, en la obra The Passover Plot (El complot de la pascua). Es interesante, sin embargo, el hecho de que durante más de 1800 años no hubiera nunca ni un susurro de parte de los amigos, ni dé los más implacables enemigos del cristianismo, en el sentido de que Jesucristo no hubiera muerto. Algunos de estos escritores recientes han concebido ahora la idea de que Jesús simplemente se desmayó, fue bajado de la cruz y se pensó que estaba muerto; luego, en la frialdad del sepulcro, revivió, salió y convenció a sus discípulos de que él había resucitado de entre los muertos. Ese barco no habría llegado ni siquiera a unos 100 kilómetros de nuestra isla de resurrección.

Consideremos los siguientes hechos: Se pasa por alto la herida que con su lanza romana le causó el centurión al Señor en el costado, con lo cual le salió agua y sangre. Esa era la evidencia empírica de que la vida había cesado, pues la sangre se había separado en sus elementos constitutivos. Está el testimonio leí centurión enviado por Pilato, un hombre que trataba y andaba de un lado para otro con la muerte, cuya ocupación era la de ejecutor. El sabía que Jesús había muerto. También estuvo el hecho de los lienzos que se hallaron en el sepulcro. Los judíos envolvían los cuerpos en esos lienzos, y utilizaban unos 45 kilogramos de especias aromáticas que ponían entre los pliegues, con lo cual los lienzos se adherían alrededor del cuerpo, a la manera de una momia. La cabeza también se envolvía. Las autoridades médicas declaran que si Jesús se hubiera desmayado, lo que se habría necesitado era aire puro, y no una tumba cerrada. Ciertamente lo que no se necesitaba eran lienzos envueltos alrededor de la cabeza ni especias aromáticas que cubriesen la nariz y la boca. Además, si se hubiese colocado a una persona que tuviera tal desmayo en un sepulcro frío, eso le habría producido un síncope cardíaco, de haber estado con vida.

Supongamos que El lograra desenredarse de esos lienzos, sin enredarlos en ningún sentido, y luego fuera hasta la inmensa piedra que sellaba el sepulcro. Habría tenido que moverla con esas manos que habían sido atravesadas por los grandes clavos que usaban los romanos para crucificar. Habría tenido que colocarlas en la parte plana interna de la enorme piedra y simplemente hacerla rodar a un lado. Los términos griegos que se utilizaron en los Evangelios indican que la piedra fue rodada cuesta arriba. ¡En realidad, en sí misma, ésta ya es una hazaña milagrosa! Luego habría tenido que dominar a la guardia romana, que estaba armada, y caminar unos 22 kilómetros, que era la distancia que había que recorrer para un viaje a Emaús de ida y vuelta. Y eso habría sido sólo para aflojar sus pies luego de haber sido atravesados por los clavos, para que estuvieran en forma para el largo viaje hasta el norte de Palestina, a Galilea, ¡para lo cual tendría que trepar una montaña!

El famoso crítico David Strauss, que no creía en la resurrección, pero tampoco creía en la necedad de la teoría del desmayo, dijo: "Es imposible que uno que acababa de salir de la tumba, que medio muerto se arrastraba débil y enfermo, que necesitaba tratamiento médico, vendaje, fortalecimiento y tierno cuidado, y quien al fin había sucumbido ante el sufrimiento, hubiera podido dar a los discípulos la impresión de que El había vencido la muerte y la tumba —de que El era el Príncipe de la Vida— (impresión) que estuvo en el fondo del futuro ministerio de ellos. Tal resucitación sólo hubiera podido debilitar la impresión que El les había producido en la vida y en la muerte."[v]

Consideremos la ascensión de Jesucristo. ¿Este que se las arregló para resucitar por su cuenta y salir del sepulcro, también voló hacia el cielo? Esto fue lo que afirmaron los discípulos. ¿O hemos de envolver a los discípulos en este fraude? Recordemos que ellos subsiguientemente entregaron su vida padeciendo horrible muerte. No. Todas las teorías que se han propuesto caen al polvo cuando examinamos hechos tan evidentes que nadie ha podido refutar jamás.

El hecho del sepulcro vacío no sólo es admitido por los amigos del cristianismo, sino también por los enemigos. La guardia romana lo admitió; el Sanedrín tácitamente lo admitió al instruir a los soldados que dijeran que los discípulos lo habían robado.

Tritón, uno de los primeros y más grandes judíos apologistas, en un diálogo con Justino Mártir habla acerca de "un Jesús, engañador galileo, a quien crucificamos; pero sus discípulos lo robaron de noche del sepulcro, donde, después de bajarlo de la cruz, había sido colocado, y ahora engañan a los hombres, afirmando que él resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo."[vi] Así, aun Trifón admite que el sepulcro quedó vacío, y establece la teoría según la cual los discípulos robaron el cuerpo, teoría que nadie cree hoy.

Hay el hecho final de la experiencia cristiana, que consiste en que este Jesucristo ha ido por todo el mundo y que ha llegado a seres humanos de todas las naciones, lenguas y tribus de la tierra, y los ha transformado; que incontables millones de personas han llegado a saber que El está vivo, por haberse levantado de entre los muertos, y que ha venido para entrar en ellos y transformarlos. El fue el que dijo: "… Yo soy… el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 1:18). "Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:26).

Ahora mismo. Cristo está a la puerta de nuestro corazón llamando, y dice: "Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20). A menos que hayamos acudido a El experimentalmente en el laboratorio de nuestra propia alma, estamos sin esperanzas en este mundo y en el venidero. Pues Jesús y su resurrección son la única esperanza de la humanidad. Sin El, no tenemos nada que esperar, sino un negro hueco en la tierra.

¡Cristo resucitó en verdad! El está vivo, como El mismo lo dijo, y está dispuesto a venir a vivir en nuestro corazón, si nosotros estamos dispuestos a arrepentimos de nuestros pecados y poner nuestra fe en el que murió por nosotros y resucitó


[i] Simón Greenleaf, The Testimony of the Evangelists (El testimonio de los evangelistas), 1874; edición reimpresa, Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1965, págs. 28-30.
[ii] Paúl Littie, Know Why You Believe (Sepa por qué cree). Wheaton, Illinois, Víctor Books, 1967, pág.44
[iii] Citado en William M. Taylor, The Miracle ofOur Saviour (El milagro de nuestro Salvador). Nueva York, Hodder & Stoughton, 1890, págs. 21, 22
[iv] Frank Morison, Who Moved the Stone? (¿Quién movió la piedra?), 1930; edición reimpresa, Whitstable, Latimer Trend & Co., 1971, págs. 114, 115
[v] Citado en Wilbur M. Smith, Therefore, Stand (Por tanto, estad Firmes). Grand Rapids, Michigan, Baker Book House, 1945, pág. 383.
[vi] Ibíd., pág. 378.

1 comentario:

  1. Increible todos esos personajes q intentaron publicar un libro contra la resurrección y al final terminaron defendiendola ;-)

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