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viernes, 18 de abril de 2014

Por qué creo en Cristo

Por qué creo en Cristo
Por: D.J. Kennedy 


Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Colosenses 2:9

¿Por qué la gente cree en Cristo? ¿Será por causa de alguna emoción, de alguna predisposición peculiar, de algún deseo de creer con el corazón lo que con la mente se sabe que no es verdad? ¿Hay alguna evidencia real?

El cristianismo es la única religión en el mundo que se basa en evidencias históricas. La Biblia nunca nos llama a una fe ciega, sino a la fe en aquello que ha sido establecido por las evidencias. Las evidencias que existen con respecto a Jesucristo son absolutamente abrumadoras. Nadie puede descreer en Cristo por falta de evidencia.

Consideremos algunas de las razones por las cuales creemos en Jesucristo. En este gran debate de los siglos, Johann Wolfgang Goethe, tal vez el más elevado de los poetas y literatos alemanes, dijo: "El conflicto entre la fe y la incredulidad sigue siendo el apropiado, el único, el más profundo tema de la historia del mundo y de la humanidad, al cual todos los demás están subordinados." De modo que el gran asunto de la lucha de este mundo es si creemos o no creemos en Jesucristo. El doctor Philip Schaff, eminente historiador y profesor de la Universidad de Yale, nos hace la siguiente advertencia: "Los incrédulos raras veces se convencen mediante el argumento; porque los resortes de la incredulidad están en el corazón, y no en la cabeza."[i] Una mente y un corazón reprobados producen palabras, obras y acciones de carácter impío.

Un hermano en la fe de Cristo y yo estábamos en medio de varios hombres impíos de cuyas bocas fluía una constante efusión de inmundicia. Al retirarnos, mi amigo me dijo: "La mente reprobada; en enemistad con Dios." ¡Cuan cierto es esto! El doctor Schaff continúa: "Pero los investigadores honrados y los escépticos sinceros, como Natanael y Tomás, que aman la verdad y sólo desean apoyo tangible para su débil fe, nunca se negarán cuando se les presentan las evidencias, a abrazarlas con regocijo y gratitud, y a adorar al Dios encarnado."[ii] Para los que sinceramente buscan la verdad, hay abundantes evidencias.

Jesucristo: ¿qué diremos acerca de El? El es el fundador de la religión más grande en la historia del mundo. El cristianismo dobla en número a su más cercano competidor. Actualmente hay 1320 millones de personas que afirman ser cristianas.

¿Qué diremos de Jesús? Algunos dicen que El sólo fue un mito; que en realidad nunca existió. Es ésta una posibilidad que pudiéramos considerar.

Un historiador escribió que los más sabios oponentes del cristianismo han abandonado la hipótesis legendaria por considerarla absolutamente incompatible. El historiador J. Gilchrist Lawson dice: "La teoría legendaria, o mítica, sobre la existencia de Cristo no es sostenida por ninguno que sea digno de llamarse erudito. Las evidencias históricas de la existencia de Cristo son mucho mayores que las que apoyan cualquier otro evento de la historia antigua. Ningún erudito sincero podría rechazarlas sin renunciar también a su fe en todos los eventos registrados en la historia antigua."[iii] Las evidencias en cuanto a la historicidad de Cristo son tan grandes, que no conozco a ningún historiador del mundo libre que se atreva a exponer su reputación, negando que Jesucristo existió alguna vez.

¿Cómo sabemos que El existió? ¿Simplemente porque la Biblia nos lo dice? Esa es una razón. Tenemos cuatro biografías de Cristo en la Escritura, y el testimonio de los historiadores de los Evangelios es mucho más exacto y detallado que el de cualquier historiador secular, como ya lo hemos estudiado en anteriores capítulos de este libro.

Algunos suponen que, fuera de los Evangelios, ningún escritor antiguo menciona a Jesucristo. Están muy equivocados. Entre los historiadores y escritores seculares de la antigüedad que se refieren a Cristo y al cristianismo están los siguientes: Tácito, el historiador romano; Suetonio; Plinio el joven; Epicteto; Luciano; Arístides; Galeno; Lampridio; Diocasio; Hinerio; Libanio; Amiano; Marcelino; Eunapio; Zósimo. Otros escribieron libros enteros contra el cristianismo, entre ellos Luciano, Celso, Porfirio, Hierocles y Julián el Apóstata. Otros muchos escritores, incluso algunos judíos, escribieron acerca de Jesucristo.

Tan abundante es el testimonio con respecto a Cristo, que el doctor Schaff dice: "Parado sobre esta roca, me siento seguro contra todos los ataques de los incrédulos. La persona de Cristo es para mí el más grande y más seguro de todos los hechos; tan cierto como mi propia existencia personal."[iv]

Poncio Pilato, el procurador de Judea que condenó a Cristo a la muerte, escribió acerca de esas extraordinarias actividades a Tiberio César, en un documento aparentemente bien conocido, al cual han hecho referencia otros personajes históricos. Un apologista cristiano, al recibir a otro César algunos años después, lo estimuló a que revisara sus propios archivos y descubriera en el informe de Poncio Pilato que estas cosas fueron ciertas. En ese largo informe, luego de describir los milagros de Cristo, Pilato afirma: "Y Heredes y Arquelao y Felipe, Anas y Caifas, con todo el pueblo, me lo entregaron, haciendo un gran tumulto contra mí para que yo lo juzgara (a Cristo). Por tanto, habiéndolo azotado primero, y no habiendo hallado contra él ninguna causa de malas acusaciones u obras, ordené que fuera crucificado. Y cuando fue crucificado, hubo tinieblas sobre todo el mundo, oscureciéndose el sol a mediodía, y apareciendo las estrellas, pero en ellas no apareció fulgor; y la Luna, como si se hubiera convertido en sangre, no dio su luz."[v]

Talo, otro escritor secular, en el año 52 d.C., escribió acerca del hecho de que el Sol no dio su luz desde el mediodía hasta las tres de la tarde, y dice que eso tuvo que haber sido un eclipse. Sin embargo, sabemos que Cristo fue crucificado en el tiempo de la pascua, que era el tiempo de la luna llena, y no puede haber un eclipse de Sol en el tiempo de luna llena.[vi] Sin embargo, este escritor pensó que tenía que ofrecer alguna explicación naturalista del fenómeno en que el Sol dejó de dar su luz.

F. F. Bruce, profesor de crítica y exégesis bíblicas en la Universidad de Manchester, dice: "Algunos escritores pueden jugar con la fantasía de un ‘Cristo mítico’, pero no pueden hacerlo basados en las evidencias históricas. La historicidad de Cristo es tan axiomática para el historiador desprejuiciado, como la historicidad de Julio César. No son los historiadores los que propagan las teorías sobre un 'Cristo mítico'."[vii] Tácito, al discutir el intento que hizo Nerón para cubrir el hecho de que él incendió a Roma, escribió lo siguiente: "Por tanto, para suprimir el rumor, falsamente acusó de ser culpables a las personas que comúnmente se llaman cristianos, que eran odiados por sus perversidades, y los castigó con las más exquisitas torturas. Cristo, el fundador de ese nombre, fue sentenciado a muerte por Poncio Pilato, procurador de Judea en el reinado de Tiberio; pero la perniciosa superstición, reprimida por un tiempo, brotó de nuevo, no sólo en toda Judea, donde se originó ese mal, sino también por toda la ciudad de Roma."[viii] Así nos recuerda Tácito que Cristo fue crucificado por Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio César. También nos recuerda que fue Cristo el fundador de la religión cristiana, que, para ese tiempo, se había difundido por toda Judea y en todo el trayecto hasta Roma. Plinio el joven, quien estaba condenando a muerte a los cristianos — hombres y mujeres, niños y niñas— finalmente le escribió al emperador Trajano, para pedirle consejo. Quería saber si debía matar a todos los cristianos, o sólo algunos de ellos. En la misma carta, dice: "Ellos afirmaban, sin embargo, que toda su culpa, o su error, consistía en que ellos tenían el hábito de reunirse en cierto día determinado, antes de amanecer, y cantaban en voz alternada un himno a Cristo como a un dios, y se obligaban con solemne juramento, a no hacer obras perversas."[ix] Así que, por lo que escribió Plinio, descubrimos que los cristianos creían que Jesucristo era Dios, y que se reunían muy temprano cada semana, y lo adoraban.

Un primitivo escritor sirio, Mará Bar Serapion, alrededor del año 73 d.C., escribió a su hijo para advertirle que no se involucrara en malas acciones, y para recordarle las terribles consecuencias que venían sobre las personas por matar a hombres piadosos. También le dijo: "¿Qué provecho obtuvieron los judíos al ejecutar a su sabio Rey? Fue precisamente después de eso, que el reino de ellos fue abolido. Dios vengó justamente a esos hombres sabios,  los judíos, arruinados y echados de su tierra, viven en completa dispersión."[x] Pero las enseñanzas de su sabio Rey permanecen.

Juliano el Apóstata se empeñó en destruir al cristianismo. Escribió un libro entero contra el mismo. Pero en ese libro, en vez de destruir el cristianismo, afirma que Jesús nació durante el reinado de Augusto, en el tiempo que Cirenio hizo el censo de Judea. El también confirma el hecho de que la religión cristiana comenzó a surgir en el tiempo de los emperadores Tiberio y Claudio. Afirma la autenticidad de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, como fuentes auténticas de la religión cristiana. Ese mismo Juliano fue a Jerusalén para refutar la Biblia, pero fracasó. Cuando destruyó el muro de Babilonia, sin saberlo confirmó la profecía bíblica. Cuando finalmente le llegó el momento de la muerte, levantando su daga hacia el cielo contra Jesús, recogió su sangre, pues había sido herido en la batalla, y la tiró hacia arriba el aire y dijo: "Has vencido, galileo."[xi] Juliano no dejó ni huellas del paganismo que él se esforzó por restablecer. Todos sus esfuerzos se evaporaron ante el poder del galileo.

Muchos otros escritores hablaron acerca de Cristo. Josefo, el famoso historiador judío, nos dice que en ese tiempo se levantó un gran hombre, a quien los líderes de su pueblo condenaron a muerte por mano de Poncio Pilato, y ése era el Cristo.[xii]

Algunos han dicho que ésta es una interpolación; que Josefo nunca habría dicho que Jesús fue el Cristo, y nunca habría dicho que "nuestros líderes cometieron una acción perversa al condenarlo a muerte". Josefo cambió de partido, se rindió a los romanos y vivió en Roma acogido a los beneficios de César. ¿Y quién sabe si en realidad él aceptó a Cristo, o no? Los que tratan de deshacerse de este pasaje, están respaldados únicamente por sus propios prejuicios, pues cada manuscrito de los escritos de Josefb contiene ese pasaje, como también menciones de Jacobo, el hermano de Jesús, de Juan el Bautista y de otras cosas que se hallan en el Nuevo Testamento. Así que la historicidad de Cristo es algo que no puede atacarse; ¡no es un mito ni una leyenda!

¿Y qué diremos del carácter único de Este que sabemos que existió? Estudiando muchas biografías, he hallado algo que todos los historiadores han descubierto: cuanto más uno estudia a cualquier ser humano, tanto más palidece su fulgor. No importa cuan grande haya sido el héroe, si uno lo examina de cerca, le ve los pies de barro; le ve todas las fragilidades y puntos vulnerables. El doctor Schaff dice que toda la grandeza humana disminuye cuando se examina más de cerca; pero el carácter de Cristo se hace aún más puro, más sagrado y más amable, a medida que lo conocemos mejor.

Toda la gama de la historia y de la ficción no ofrece ningún paralelo a su carácter. Nunca ha habido nadie como Jesucristo. Cuanto más estudiemos su vida, tanto más nos impresiona. Sólo las personas que ignoran cómo fue la vida de El, pudieran decir algo para despreciarla. Cuando examinamos su vida, lo vemos como el absolutamente amable; El es el Cristo incomparable; El es el Cristo transparente. Como lo dijera Sidney Lanier: "¿Qué hallaríamos en El para perdonar? El es el único que nunca hizo nada indebido; el único en quien nadie jamás ha podido hallar falta alguna; el único que pudo decir: '¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?' "El es el Hombre perfecto, el Ejemplo perfecto de la humanidad.

A veces hay quienes dicen: "Sólo la gente ignorante creería que Cristo fue una gran persona." Escuchemos a algunas de las mentes más brillantes que jamás hayan vivido. Jean Jacques Rousseau, uno de los más grandes intelectos de Francia y un gran opositor del cristianismo, en la última parte de su vida admitió en su obra Emile, que no podría haber la menor comparación entre Sócrates y Cristo; como no la hay entre un sabio y Dios. Goethe, ese genio sublime de Alemania, dijo que Jesús fue "el Hombre Divino", "el Santo". Jean Paúl Triedrich Richter dijo: "El es el más puro entre los poderosos, y el más poderoso entre los puros." Ernesto Renán, el gran orientalista, lingüista, erudito y crítico francés, quien trató de hacer añicos la Biblia, luego de todos sus intentos, dijo que Cristo era ''un hombre incomparable, para quien la conciencia universal ha decretado el título de Hijo de Dios, y eso con justicia, pues El hizo que la religión diera un paso de avance incomparablemente mayor que cualquier otro en el pasado, y probablemente mayor que cualquier otro en el futuro." Renán termina su obra Vida de Jesús con esta notable concesión: "Cualesquiera que sean las sorpresas del futuro, Jesús jamás será sobrepasado."[xiii] Rousseau también dijo: "¿Supondremos que la historia evangélica es una mera ficción? En realidad, no tiene indicios de ficción…  Por el contrario, la historia de Sócrates, la cual nadie se atreve a poner en duda, no está tan bien atestiguada como la de Jesucristo"[xiv]

Usted habrá oído el famoso testimonio que Napoleón Bonaparte dio en la isla de Santa Elena: "Conozco a los hombres; y les digo que Jesucristo no es un hombre." Después de una vida impía, Napoleón llegó a sus últimos días allí en una isla desierta. Leyendo las Escrituras cada día, llegó a las siguientes conclusiones: "Las mentes superficiales ven un parecido entre Cristo y los fundadores de los imperios, entre El y los dioses de otras religiones. Ese parecido no existe. Existe entre el cristianismo y cualesquiera otras religiones una distancia de infinitud. Podemos decir a los autores de todas las otras religiones: 'Vosotros no sois dioses ni agentes de la Deidad. No sois sino emisarios de la falsedad, moldeados con el mismo barro con que fueron moldeados el resto de los mortales. Fuisteis hechos con todas las pasiones y los vicios que son inseparables de ellos. Vuestros templos y sacerdotes proclaman vuestro origen. Tal será el criterio, la exclamación de la conciencia, de cualquiera que examine los dioses y los templos del paganismo." Pero Jesucristo, dijo él, lo asombró y lo llenó de temor.[xv]

William Shakespeare, tal vez el más grande genio literario de todos los tiempos, escribió en su testamento: "Encomiendo mi alma en las manos de Dios, mi Creador, esperando y creyendo sin vacilación que, por los méritos de Jesucristo mi Salvador, seré hecho participante de la vida eterna." Lord Byron dijo: "Si alguna vez el hombre fue Dios, o Dios hombre, Jesucristo fue ambas cosas." Y James Greenleaf Whittier: "La base de la esperanza para mí mismo y para la humanidad está en aquella divina plenitud de amor que se manifestó en la vida, las enseñanzas y el sacrificio de Cristo. En la infinita misericordia de Dios así revelada, y no en ningún valor o mérito de nuestra naturaleza, yo, humildemente y, sin embargo lleno de esperanza, confío." Charles Dickens también: "Encomiendo mi alma a la misericordia de Dios, por medio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. De la manera más solemne, ahora imprimo sobre vosotros la verdad y belleza de la religión cristiana, tal como vino de Cristo mismo, y la imposibilidad de equivocaros ampliamente, si la respetáis humilde, pero sinceramente." León Tolstoi, el gran genio de las letras rusas, que una vez fuera ateo de la clase más frenética, dijo lo siguiente: "Durante 35 años de mi vida fui, en la acepción propia de la palabra, un nihilista; no un revolucionario socialista, sino un hombre que no creía en nada. Hace cinco años me vino la fe. Creí en la doctrina de Jesús, y toda mi vida experimentó una repentina transformación…  la vida y la muerte dejaron de ser males; en vez de la desesperación, gusté el gozo y la felicidad que la muerte no podría quitarme."[xvi]

Goethe dijo: "Considero los cuatro Evangelios como completamente genuinos, porque de ellos sale el reflejado resplandor de una sublimidad procedente de Jesucristo." George Bancroft, el gran historiador norteamericano, dice que él ve el nombre de Jesucristo escrito a través de todas las páginas de la historia moderna. William E. H. Lecky, el gran escéptico e incrédulo, autor de la obra The History of Rationalism in Europe (La historia del racionalismo en Europa), analizó toda la historia del pensamiento de Europa de todas las épocas, y dijo: "Le estaba reservado al cristianismo presentar al mundo un Personaje ideal, que a través de todos los cambios de 18 siglos ha llenado los corazones de los hombres con un amor apasionado, y ha demostrado ser capaz de actuar en todas las épocas, naciones, temperamentos y condiciones; y que no sólo ha sido el más sublime patrón de virtud, sino el más alto incentivo para su práctica." Ruskin, Lessing, Webster, Wagner y muchísimos más estuvieron de acuerdo con lo antedicho.[xvii]

Hay libros que están llenos de los millares de testimonios de las mentes más grandes que este mundo haya producido jamás. Jesucristo mismo fue la persona más grande que este mundo jamás haya conocido. Simplemente a partir de los escritos de aquellos que descreyeron totalmente en el cristianismo, uno puede dar fe de que Cristo es el ser humano más grande que jamás haya vivido en este mundo. Pilato dijo que Cristo fue "El hombre sin delito." Diderot lo llamó "El insuperable". Napoleón lo llamó "El emperador del amor". David Friedrich Strauss, aquel gran crítico alemán, dijo de Cristo que era "El más sublime modelo de religión". John Stuart Mili, cuyos escritos han llevado a algunos a decir que este escritor fue el hombre más inteligente que jamás haya vivido, llamó a Cristo "El guía de la humanidad". Lecky lo llamó "El más sublime patrón de virtud" Pecant lo llamó "El Santo delante de Dios". Martineau lo llamó "La flor divina de la humanidad". Renán lo calificó de "El más grande entre los hijos de los hombres". Theodore Parker lo encomió como "la juventud con Dios en su corazón". Francis Cobb lo llamó "El regenerador de la humanidad". Roben Owen lo calificó de "El irreprochable".

Ninguna de estas cosas es suficiente. ¡Jesucristo es infinitamente más que todo eso! El es el Creador divino del universo, Aquel sin el cual nada de lo que ha sido hecho, fue hecho; quien vino a este mundo a morir por el pecado de la criatura humana. ¡El es Dios encarnado! El es Aquel que declaró: "Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58). El es el que dijo: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo" (Juan 5:17). El que declaró: "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30). El exige absoluta sumisión a su voluntad. Quiere ser el Señor y Maestro y Rey de nuestra vida. El demanda que nos arrepintamos de nuestros pecados y que llevemos todo pensamiento cautivo a El; que absoluta y completamente nos rindamos a El como Señor y Salvador.

Jesucristo es real, y un día sabremos que esto es un hecho, porque ante El se doblará toda rodilla. ¡Todos los que hayan vivido jamás: los ateos más volubles, los escépticos más racionalistas, los más perversos y profanos y viles, todos ellos un día doblarán sus rodillas ante El y proclamarán que El es el Señor de todos!

Todas estas son razones por las cuales creo en Jesucristo. Pero no fue así como llegué a conocerlo. Llegué a conocerlo primeramente cuando lo vi levantado ante mis ojos como el divino Salvador que me amaba y estaba muriendo por mis pecados; Aquel cuya frente estaba traspasada por las espinas, cuyas manos estaban clavadas a la cruz; el que dijo: "Venid a mí... y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). Allí vi al Amante de mi alma: Aquel que me amó más que padre, o madre, o esposa o hijo; Aquel que me amará eternamente; el único que fue una vez al infierno por mí. Recuerdo que me deslicé de la silla y caí de rodillas, y lo invité a que entrara en mi vida. ¿Por qué? Porque yo estaba conmovido por el Espíritu de Dios e irresistiblemente atraído hacia El. Y así fue como llegué a conocer al Cristo viviente, y a creer en El, mi divino Redentor.[xviii]


[i] Philip Schaff, The Person of Christ (La Persona de Cristo). Bostón, The American Tract Society, 1865, pág. 6.
[ii] Ibíd.
[iii] J. Gilchrist Lawson, Greatest Thoughts About Jesús Christ (Los más grandes pensamientos acerca de Jesucristo). Nueva York, Richard R. Smith, Inc., 1919, pág. 160.
[iv] Schaff, The Person of Christ (La Persona de Cristo), pág. 5.
[v] The Ante-Nicene Fathers (Los Padres antenicenos), vol. 8. Grand Rapids, Michigan, Wm. B. Eerdmans, 1951, págs. 460, 461.
[vi] Citado en McDoweIl. Evidencia que exige un veredicto, pág. 86
[vii] Ibíd., pág. 83
[viii] Ibíd., pág. 84
[ix] Ibíd., págs. 85, 86.
[x] Ibíd., pág. 87
[xi] Philip Schaff, Testimonies of Unbelievers Testimo¬nios de incrédulos). Bostón, The American Tract Society, 1865, pág. 281.
[xii] Citado en McDoweIl, Evidencia que exige un veredicto.
[xiii] Citado en Schaff, The Peñón ofChrist (La Perso¬na de Cristo), pág. 108.
[xiv] Ibíd., págs. 295, 296
[xv] Ibíd., págs. 316, 317
[xvi] Citado en Lawson, Greatest Thoughts (Los más grandes pensamientos), págs. 117-120
[xvii] Ibíd., págs. 120, 121
[xviii] . Ibíd., pág. 147

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