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miércoles, 13 de mayo de 2009

EDIFICAR A LOS CREYENTES NUEVOS 1


ACERCA DE LAS REUNIONES PARA EDIFICAR A LOS CREYENTES NUEVOS

(Una conversación con los colaboradores sostenida el 12 de julio de 1950)

LA IMPORTANCIA DE EDIFICAR A LOS CREYENTES NUEVOS

Uno

Al inicio de su vida cristiana se le debe enseñar enfáticamente a todo nuevo creyente a no confiar en sí mismo. Supongamos que un hermano es salvo a los cuarenta años de edad. Durante esos cuarenta años, esta persona vivió en el mundo, desperdició sus días en pecado, siguió las costumbres de esta era, y Satanás lo tenía atado. Durante esos cuarenta años de su vida, tal persona vivió conforme a su propia manera de ser y se condujo en conformidad con sus propios conceptos, sentimientos e ideas. Ahora que es salva, esta persona ya no debe tener ninguna confianza en sí misma. Debería, más bien, desconfiar mucho de sí misma.
Los cristianos tenemos ciertas normas, que son los estándares para llevar la vida cristiana, los ideales cristianos y los conceptos cristianos. Quienes desconocen tales normas no conocen lo que significa ser perfeccionados. Ellos, con arrogancia, se jactan de sí mismos y tienden a sentirse satisfechos consigo mismos y a confiar en sí mismos; puesto que desconocen esas normas, confunden lo erróneo con lo correcto y viceversa. Únicamente los que han aprendido las lecciones de la vida cristiana y conocen las normas que ésta supone, podrán decirles a los demás lo que no deben hacer y lo que no deben decir. Solamente ellos podrán distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. La edificación de los nuevos creyentes consiste en enseñarles esas normas de la vida cristiana a fin de que puedan conducirse conforme a ellas.

Dos

Lo primero que un nuevo creyente necesita hacer es anular total y completamente su pasado. ¿Por qué dijo el Señor: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, jamás entraréis en el reino de los cielos" (Mt. 18:3)? Esto significa que nuestra pasada manera de vivir era errónea; vivíamos en vanidad, y aquellos días no contaban para nada. Por ello, es necesario que todos nosotros tengamos un nuevo comienzo. La regeneración, de la cual se habla en el capítulo 3 de Juan, nos muestra la necesidad de tener una nueva vida, mientras que volvernos y hacernos como niños, que se menciona en Mateo 18, nos muestra la necesidad de anular nuestra pasada manera de vivir. Así pues, todo cuanto pertenece al pasado deberá ser demolido y desarraigado. El perfeccionamiento de un nuevo creyente consiste en derribar, uno a uno, todo elemento perteneciente a su pasado. Perfeccionar a una persona que ha sido salva a los cuarenta años de edad significa derribar completamente todo lo que ha adquirido durante los previos cuarenta años de su vida. Son muchos los que se arrepienten de sus pecados, mas no de lo que son ellos mismos. Nosotros no estamos tratando de poner vida en lo que está muerto, sino que nosotros hemos pasado de muerte a vida. Así, la edificación de un nuevo creyente consiste en identificar aquello con respecto de lo cual se deben tomar medidas, aquellas cosas que se deben eliminar, y las cosas que necesitan ser añadidas. Todo deberá ser juzgado de acuerdo con las normas bíblicas. Si algo no pasa la prueba de estas normas; es decir, si la manera en la que una persona se conduce sigue basada en sus experiencias pasadas, sus viejos hábitos o sus antiguos conceptos; entonces, tal persona está viviendo en grotesco error. En cuanto alguien cree en el Señor, tiene que abandonar todos y cada uno de sus antiguos conceptos. La regeneración le otorga nueva vida al hombre, mientras que al volverse como un niño, derrumba su vida pasada. En cuanto a la edificación de un nuevo creyente, en el aspecto negativo, ésta consiste en derribar todo cuanto él ha adquirido en el pasado; en el aspecto positivo, consiste en tener un nuevo comienzo, que le permitirá llevar una nueva manera de vivir.
Si un nuevo creyente no elimina y destruye todo cuanto ha adquirido en el pasado, él tendrá muchos obstáculos en su andar cristiano. Las cosas que hizo en el pasado seguirán remordiéndole la conciencia, y todo cuanto reciba de parte del Señor llegará a ser una mera añadidura a lo que él ha adquirido en el pasado. El resultado será una mezcla de la vida del Señor con la vida pasada de esta persona. Probablemente, esta persona todavía se tenga en muy alta estima y hable a los demás acerca de su sinceridad, su paciencia, así como de sus muchos sufrimientos. Quizás esté llena de orgullo y, aun así, se comporte con mucha humildad. Quizás codicie la vanagloria y los tesoros terrenales, sin embargo, piensa que ella está por encima de toda ambición mundana y toda ganancia vil. Muchas hermanas tienen una manera de ser muy peculiar y les resulta muy difícil llevarse bien con los demás. Muchos creyentes que son padres tienen ciertas ideas muy extrañas acerca de sus hijos. Tales cristianos
pueden seguir viviendo de esa manera, sin cambiar, por diez o veinte años; y es precisamente para no seguir este camino que un nuevo creyente debe desconfiar completamente de sí mismo desde el inicio mismo de su vida cristiana. Él debe poner en tela de juicio todo cuanto procede de su pasado; deberá abandonar sus antiguos conceptos, sus viejos hábitos, sus antiguas ideas y, en suma, deshacerse de todo cuanto sea viejo. El nuevo creyente deberá volverse como un niño y comenzar una nueva vida.

Tres

El bautismo implica sepultar todo lo que pertenece al pasado. Supongamos que una persona que tiene cincuenta años de edad es salva y está a punto de ser bautizada. Para tal persona, el bautismo no sólo debe significar que el Señor sepulta su antigua manera de vivir sino que, más específicamente, el Señor quita también todos y cada uno de los cincuenta años de su antigua existencia. Puesto que el pecado ha impregnado todo su ser, dicha persona está enferma en todo aspecto. Por lo tanto, todo tiene que ser sepultado en el agua, para que después resucite de la sepultura. Tal persona, inclusive, tiene que deshacerse de las ropas que vestía mientras estaba en la sepultura. El acto del bautismo debe revestir tal seriedad.

Cuatro

En el momento en que un hombre es salvo, sus conceptos con respecto a los valores que regían su vida deberán sufrir un cambio fundamental, ya que todos sus conceptos pasados en cuanto a los valores que regían su existencia eran erróneos. Así pues, perfeccionar a un nuevo creyente significará hacerle ver los errores y equivocaciones de su antiguo sistema de valores. Tal persona deberá ver algo nuevo, deberá tener una nueva concepción de los valores que rigen su vida. Todo lo que ella valoraba, ahora es considerado como basura. Todo lo que ella consideraba como ganancia, ahora es pérdida. Ya no le será posible desenvolverse con el mismo temperamento, ni utilizar el mismo vocabulario, y tanto sus vestidos como sus alimentos no podrán ser los mismos de antes. Ya no puede aferrarse a su antigua manera de entender su vida matrimonial y sexual; antes bien, deberá adquirir nuevos puntos de vista y nuevos conceptos acerca de la paternidad y la amistad. Ella deberá ser diferente incluso en cuanto a las distracciones o la carrera que elija para sí. Ahora todo es nuevo; por tanto, el nuevo creyente deberá tener un nuevo comienzo.

Cinco

Si lección tras lección entrenamos al nuevo creyente, y él derriba aquello que debe ser derribado y edifica lo que debe ser edificado, él se conformará cada vez más a la norma que corresponde a un cristiano normal.

ALGUNAS COSAS QUE DEBEMOS OBSERVAR DURANTE LAS SESIONES DE ENTRENAMIENTO

A fin de fortalecer las reuniones para edificar a los nuevos creyentes, primero tenemos que entrenar a los hermanos y hermanas para, después, poder encargarles el cuidado de los nuevos. Esperamos que ningún nuevo creyente evite entrar en este proceso. Aquellos que han sido debidamente entrenados para cuidar de los nuevos creyentes deberán prestar especial atención a lo siguiente:
(1) No confíen únicamente en los mensajes que hayan impartido. Animen a losdemás a hacer preguntas. En i Corintios 14:35 se hace referencia a formularpreguntas. Esto denota que las primeras iglesias daban a los santos plenalibertad para hacer preguntas. Una reunión en la que no se permite hacerpreguntas ciertamente resulta excesivamente formal. Quienes dirigen la reunióndeben animar a la audiencia a hacer preguntas y a no quedarse callados si hayalgo que no entendieron.
(2) Al contestar las preguntas, no trate de quedar bien a expensas de la verdad.Si usted sabe la respuesta, dígalo, y si no lo sabe, admítalo.
(3) Todos los que dirigen esta clase de reuniones deberán preguntarse si estánrepresentándose a ellos mismos o a la verdad. Todos ellos deben serrepresentantes de la verdad; ninguno de ellos debe actuar como representantede sus propios sentimientos o de su propia manera de ser; sino que todos debenmanifestar la verdad. Ninguno de ellos debe expresar sus propias opiniones. Porejemplo, con respecto a la práctica de cubrirse la cabeza, es posible que uno delos que dirige la reunión no entienda todos los aspectos de esta verdad; aun así,él no debe decirle a los demás que esta práctica es opcional. Las verdadesdivinas son absolutas, y todos debemos hablar una misma cosa. Si nuestrastrompetas dan un sonido incierto, pelearemos la batalla con incertidumbre.Incluso si alguno está en desacuerdo, aun así, debe expresarse únicamente pormedio de sugerencias constructivas, nunca por medio de críticas negativas.
(4) Todos los que dirigen estas reuniones deberán comprender desde el inicio delas mismas que su papel consiste en ser únicamente un canal por medio del cualla palabra de Dios es divulgada y que no son ni amos ni maestros. Así pues, ellosdeberán asumir una posición inferior: la de uno que conversa con otro hermanode la misma posición. Jamás deben tener la actitud de ser uno que ocupa unaposición superior y que le está enseñando a otro que ocupa una posicióninferior. Nadie puede desempeñar el papel de maestro. Todos deben tomar laposición que le corresponde a un mensajero.


ASPECTOS PRÁCTICOS QUE SE DEBEN TENER EN CONSIDERACIÓN

Puesto que edificar a los nuevos creyentes es en sí un adiestramiento básico, es de esperar que todas las iglesias locales tengan esta clase de reuniones, es decir, reuniones para edificar a los nuevos creyentes. Permítanme ahora presentarles algunos aspectos prácticos que hay que tener en consideración.

Quién puede ser considerado como nuevo creyente

Apenas un pecador crea en el Señor y sea bautizado, es un nuevo creyente. A partir de la semana en que ha sido bautizado, deberá participar de la reunión para los nuevos creyentes. Después de un año, habrá escuchado la mayor parte de lo que necesita escuchar y habrá aprendido la mayoría de cosas que debe aprender. Sólo entonces podemos afirmar que este creyente ha recibido el adiestramiento básico. Y de allí en adelante podemos esperar que tal persona sea edificada de una manera más avanzada y profunda.
Tan pronto un pecador crea en el Señor él debe asistir a la reunión para nuevos creyentes independientemente de cuan avanzada sea su edad, de cuánta educación haya recibido, de cuan alta sea la posición que ocupe en la sociedad o de cuánta experiencia haya acumulado en el mundo. Si su pasado no es derribado, le será difícil vivir apropiadamente la vida cristiana. Por tanto, cuando alguien haya creído en el Señor y haya sido bautizado, sin importar quién sea, tenemos que tratarlo como un nuevo creyente e invitarle a participar de las reuniones para nuevos creyentes.
Aquellos que nunca han recibido esta clase de adiestramiento básico, aun cuando hayan sido creyentes por muchos años, también pueden participar de las reuniones para nuevos creyentes si así lo desean. Estas reuniones tienen como propósito derribar lo viejo y edificar lo nuevo. No se trata de cuántos años una persona haya sido un creyente, sino cuanto de su pasado ha sido derribado desde que se convirtió. Conozco un hermano que, en toda su vida, nunca ha confesado sus pecados a nadie y, sin embargo, ¡ahora él es un hermano a quien se le ha encargado ciertas responsabilidades! No importa por cuántos años él haya sido un cristiano; en lo que a su experiencia espiritual concierne, necesita un nuevo comienzo y debe asistir a las reuniones para nuevos creyentes.

Los días en los que debemos celebrar las reuniones para nuevos creyentes

Al hacer los preparativos que demandan esta clase de reuniones, todas las iglesias deberían esforzarse al máximo en dedicar ya sea el miércoles o el jueves. Ya sea que se involucre a muchos o apenas a unos cuantos, a toda la congregación o a un solo pequeño grupo, dicha reunión debería celebrarse en un miércoles o jueves de cada semana. Siempre que un nuevo creyente vaya a otra localidad en la que hay una iglesia, a él le debería ser posible participar de inmediato en esta clase de reuniones y no perderse ninguna lección.

Reuniones de entrenamiento Entrenamientos periódicos intensivos

Estos entrenamientos de corto plazo deben ser conducidos por un hermano (tal vez uno de los colaboradores). Para ello él debe reunir a los hermanos de un distrito o una región que tengan la capacidad de ministrar la palabra. Todos estos entrenamientos breves deberán abarcar de diez a veinte lecciones. Después de celebrar dos o tres entrenamientos como estos, se habrán cubierto todas las materias. Así, cuando los hermanos retornen a sus respectivas localidades, ellos podrán asumir la responsabilidad de enseñar en las reuniones para nuevos creyentes de su localidad.

Entrenamientos semanales por localidad

En una ciudad como Shanghai hay muchos nuevos creyentes. Si los dividimos en varios grupos de doce, necesitaríamos más de cien hermanos responsables a fin de entrenarlos a ellos primero. Para resolver este problema, podríamos pedirle a un hermano que se encargue de reunir, una vez por semana, a los hermanos que dirigen las reuniones para nuevos creyentes a fin de adiestrarlos. Por un lado, ellos podrían conversar acerca de los problemas que enfrentaron durante la semana así como los errores que cometieron; por otro, podrían estudiar los temas que deben tratar la siguiente semana. El mejor día para hacer esto es el viernes. Si el viernes no es el día más indicado, debería realizarse a más tardar el lunes. Esto les daría a tales hermanos un mínimo de tres a siete días para preparar sus lecciones y para concentrarse en los temas principales de los mensajes correspondientes.

Los libros de lecciones y los cuadernos

Si durante las sesiones de adiestramiento, un nuevo alumno no tiene el libro que se está estudiando, tendrá que tomar notas, pero si tiene el libro, debe leer la lección cuidadosamente. Si se encuentra con algo que no comprende, él debe hacer la pregunta correspondiente, y todos los demás juntos deberán examinarla. Ellos deben preguntarse cuál es el tema central de la lección, cuántas secciones tiene y cuáles son los principales asuntos que se tratan en cada sección, así como cuáles son las palabras cruciales y las enseñanzas más importantes de cada sección. Deben identificar cuáles son las cosas que deben ser eliminadas y cuáles las que deben ser edificadas. Ellos deben estudiar la lección sección por sección y hacer preguntas mientras escuchan la exposición de la misma. Después, el jueves siguiente deberán ir a sus respectivas clases y conducir sus propias reuniones.

Alcanzar los objetivos propuestos

Al impartir una lección, la meta principal no consiste en ayudar a los nuevos creyentes a comprender más doctrinas sino en formarlos. Debemos prestar especial atención a las áreas respecto de las cuales ellos requieren ser "tallados", o sea, que ellos deben saber qué es lo que debe ser derribado y qué es lo que debe ser añadido en ellos. Estas lecciones deben servir como herramientas para la edificación de los creyentes y deben contribuir a hacer de ellas personas nuevas. Por supuesto, a fin de lograr el objetivo deseado, los hermanos encargados de dirigir tales reuniones deberán tener las experiencias de ciertas áreas respecto de las cuales ellos mismos están hablando. De otro modo, no podrán hablar con autenticidad, y lo que digan solamente serán palabras vanas que no tienen ningún impacto. Todos los encargados de dirigir una reunión para nuevos creyentes, deberán considerar detenidamente este asunto.

Dividir a los creyentes asignándoles a distintas clases

Si en una iglesia no hay muchos creyentes nuevos, o si no hay suficientes hermanos para dar los mensajes, no habrá necesidad de dividir a los nuevos creyentes asignándoles a distintas clases. En tales casos, deberá ser una sola persona la que asuma la responsabilidad de enseñar estas lecciones y de conducir la subsiguiente sesión de preguntas y respuestas una semana tras otra. Pero si en una iglesia son muchos los nuevos creyentes, habrá que dividirlos en clases más reducidas y adiestrarlos por separado. Las clases podrían ser conformadas por orden geográfico o nivel intelectual y tomando en cuenta las necesidades de orden práctico que puedan existir en una determinada localidad. Si hay un número adecuado de hermanos responsables, las clases podrían variar desde algunos grupos muy pequeños hasta grupos de doce o más. Al dividirlos en las clases, debemos tener en cuenta los siguientes puntos:

Prestar atención a los estudiantes

Supongamos que una determinada clase tiene en común un nivel de educación superior; entonces se deberá asignar a los hermanos más preparados para enseñar a dicha clase de estudiantes. Si otra clase está conformada por personas de un nivel de educación inferior, los encargados de dicha clase deberán ser los que tienen mas experiencia en enseñar las verdades bíblicas de una manera simple. Una vez que tengamos a los maestros apropiados con los estudiantes apropiados, a los hermanos encargados no les será muy difícil enseñar y la audiencia será edificada.

Si no se usa el libro de lecciones

En algunos lugares, únicamente los que dirigen las reuniones poseen un libro de lecciones. En este caso, todos los que están en la audiencia deberán llevar consigo un cuaderno para anotar los puntos más importantes presentados así como el tema central de cada sección. En algunas clases, los nuevos creyentes tal vez sean analfabetos o casi analfabetos. En tales circunstancias, no hay necesidad de distribuir los libros. Más bien, los encargados de dirigir la reunión deberán escoger por lo menos uno de los versículos más cruciales y leérselo a la audiencia una y otra vez. Deberán pedir a la audiencia que repita el versículo después de ellos. Entonces, deberán explicarles los puntos más importantes de la lección. Finalmente, deberán preguntar a los asistentes si entendieron la lección y darles la oportunidad de hacer preguntas.

Si se utiliza el libro de lecciones

En aquellos lugares en los que se usa el libro de lecciones, a todos los asistentes se les deberá dar un ejemplar de dicho libro durante la reunión. Quien dirige la reunión deberá ayudar a los nuevos creyentes a leer al unísono la lección o a leerla por turnos parte por parte. Después, deberá hacerles preguntas a medida que avanza en su lección, y los oyentes también deben sentirse libres de hacer preguntas mientras lo escuchan. A veces, se les puede pedir a los oyentes que digan algo, pero su participación deberá ser breve. Esto hará que la reunión se torne más animada. Esfuércense al máximo por evitar dar discursos o sermones. Los que pueden tomar notas deberán preparar un cuaderno en el cual anoten los puntos más importantes que se hayan abordado durante la lección.

El tiempo

Todas las reuniones deben durar un máximo de una hora y media. La reunión no debe extenderse más.

Algunas cosas que debemos observar al hablar, al preguntar y al responder

Al hablar

Nuestras voces deben ser lo suficientemente audibles como para que todos nos oigan. No se desvíen del tema central, y los ejemplos y las historias usados deben concordar con el mismo. Lo mejor es hacer referencia a los puntos principales con claridad y en conformidad con el texto de la lección. No aprovechen la ocasión para hablar sobre lo que les gustaría hablar. No se vayan por las ramas. No den sermones, sino mezcle su hablar con preguntas.

Al preguntar

Las preguntas deben guardar relación con el tema de la lección y ceñirse a ello. No entren en temas que no vengan al caso. Por ejemplo, al hablar de "La salvación por medio de la fe y el bautismo", como parte de la lección acerca del bautismo, deberíamos hacer únicamente preguntas relacionadas a este aspecto de la salvación. No salten de este aspecto de la salvación a hablar, por ejemplo, de la salvación de nuestra alma y, de allí, a hablar sobre el reino y la diferencia entre participar del reino e ir al cielo. Si abarcamos un espectro muy amplio y las preguntas se apartan demasiado del tema, perderemos de vista el tema inicial y nuestro estudio al respecto será estéril.

Al responder

Las respuestas tienen que ser muy claras. Si las preguntas se alejan mucho del tema, podemos responder diciendo que nuestra prioridad es estudiar la lección misma y que podemos reservar las otras preguntas para una ocasión posterior. Por ejemplo, si alguno hace preguntas acerca de la salvación por medio de la gracia o sobre la salvación del alma cuando la lección que estamos impartiendo se refiere al bautismo, basta con responder simplemente que la salvación tiene diversos aspectos y que, para esta lección en particular, sólo nos interesa el significado general de la salvación.

Debemos verificar si la lección ha sido puesta en práctica o no

No teman repetir el mensaje. Es posible que un hombre escuche un mensaje este año y que el próximo año no lo recuerde, y si ustedes le preguntan al respecto en el tercer año, quizás todavía no haya puesto en práctica dicha lección. Nuestro propósito no es simplemente dar mensajes a los nuevos creyentes; sino, además, verificar con ellos si están poniendo en práctica lo que han escuchado. No debemos hablarles respecto de algo para que luego se olviden de ello. Por eso, debemos preguntarles si están poniendo en práctica lo que han oído o no. Por ejemplo, tal vez hayamos hablado acerca de madrugar; entonces, tenemos que verificar con ellos si están madrugando. Si les hemos hablado sobre la lectura de la Biblia, tenemos que verificar con ellos si están leyendo la Biblia o no. Si les hemos hablado acerca de la oración, tenemos que verificar con ellos si oran o no. Constantemente tenemos que exhortarles a que pongan en práctica lo aprendido, y verificar con ellos si así lo vienen haciendo hasta que concienzudamente, ellos comiencen a ponerlo en práctica y tomar las medidas correspondientes.

Clases de recuperación

Los que dirigen las reuniones tienen que determinar cuánto tiempo deberán dedicar a una determinada lección y por cuánto tiempo deberán detenerse en ella. Sin embargo, esperamos que las diferencias en cuanto al ritmo que lleva una u otra lección no sean muy grandes. Si algunos no han entendido algo o están muy atrasados, debemos organizar lecciones para que ellos se pongan al día. Estas lecciones de recuperación deben ser conducidas con la mayor seriedad, y debemos repasar minuciosamente aquellos temas que no supimos cubrir debidamente. Si no hacemos esto seriamente, no tendremos nada que impartir a los demás.

NECESITAMOS TENER UN ESPÍRITU FRESCO

Debemos impartir estas lecciones un año tras otro; ellas deben ser impartidas continuamente. Por tanto, los expositores tienen que aprender a mantenerse frescos en su espíritu. Las verdades serán las mismas aun después de diez años, pero el espíritu no puede permanecer igual. Si los que dirigen la reunión han aprendido a ejercitar su espíritu, y si poseen un espíritu fresco, podrán repetir una misma lección una y otra vez durante diez o veinte años. Si los demás han de ser afectados por nuestras palabras, es necesario que tales palabras, primero hayan afectado a nuestro espíritu. Debemos tener una percepción fresca en nuestro espíritu. Si nuestro espíritu se ha hecho viejo y solamente transmite enseñanzas, los demás recibirán ayuda únicamente en cuanto a la doctrina. Así, la doctrina llegará a convertirse en algo parecido a una oración del libro La oración común, que la gente repite durante algunos servicios cristianos semana tras semana. Pero si la Palabra ha sido tocada por nuestro espíritu, el hecho de repetir las mismas lecciones no representará problema alguno.

NECESITAMOS LA BENDICIÓN DEL SEÑOR

La vida cristiana es una vida que depende de la bendición del Señor. Si la bendición del Señor reposa sobre nosotros, aunque no le demos al blanco no erraremos por mucho, aun cuando los arreglos prácticos no hayan sido los más apropiados. Pero si la bendición del Señor no reposa sobre nosotros, no obtendremos buenos resultados, aun si todos los preparativos estuvieran perfectos. En algunos casos, el Señor persiste en darnos Su bendición aun cuando las circunstancias no son las ideales. En otros casos, es posible que la bendición del Señor esté ausente debido a un pequeño error. Un cristiano no debe procurar obtener que todo esté correcto externamente; sino, más bien, siempre debe estar buscando el camino de la bendición divina.

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