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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

jueves, 25 de febrero de 2010

Devocional - Febrero 25

Febrero 25
Cheques del Banco de la Fe - C.H.Spurge

Y vosotros seréis llamados sacerdotes
de Jehová.
Isaías 61:6

Esta promesa, hecha de un modo directo a Israel, espiritualmente pertenece a su posteridad según el Espíritu, o sea, a todos los creyentes. Si hacemos uso de nuestros privilegios, nuestra vida estará consagrada a Dios de una manera tan evidente, que todos los hombres reconocerán que hemos sido apartados para el servicio del Señor, y nos llamarán sacerdotes de Jehová. Podemos trabajar o negociar, como lo hacen los demás, sin dejar de ser por eso siervos y ministros del Señor. Nuestra única ocupación será presentar al Dios vivo por Jesucristo el sacrificio perpetuo de nuestra oración, alabanza, testimonio y entera consagración.

Siendo éste nuestro único propósito, dejemos aquellas ocupaciones ordinarias de la vida, que perturban, en manos de aquellos que no tienen una más elevada ocupación. «Deja a los muertos que entierren a los muertos». Escrito está: «Y estarán extranjeros y apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores». Pueden dirigir la política, resolver los problemas financieros, discutir de ciencia, e interesarse por las más recientes investigaciones de la crítica, empero nosotros dedicaremos nuestro trabajo a un ministerio que conviene a quienes, como el Señor Jesús, se han consagrado a un sacerdocio perpetuo.

Aceptemos esta promesa que entraña un deber sagrado, y revistámonos del vestido de santidad sirviendo todo el día en la presencia del Señor.

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