Nuestros enemigos espirituales
Los demonios son enemigos espirituales y es
responsabilidad de cada cristiano enfrentarlos directamente en la batalla
espiritual.
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en
el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para
que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos
lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:10-12).
Pues aunque andamos en la carne, no militamos
según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:3-4).
La Biblia emplea la analogía de la lucha con
referencia a nuestra batalla con Satanás y sus huestes. Luchar es una
descripción exacta y señalad ora. Habla de una pelea cuerpo a cuerpo; de
agarrarse personalmente con los poderes de las tinieblas. Casi todos nosotros
preferiríamos utilizar un cañón gigante para desaparecer a estos enemigos desde
muchos kilómetros de distancia, pero esto no es posible. La batalla es muy
personal y de cerca. El enemigo es un enemigo espiritual. Las armas son espirituales.
El término lucha también sugiere tácticas de
presión. Nos habla de las tácticas que Satanás usa para presionarnos. Así lo
hace en las áreas de nuestro pensamiento, emociones, toma de decisiones y en
nuestros cuerpos físicos. Con frecuencia los creyentes se sienten oprimidos por
el enemigo en una u otra forma. Cuando uno ignora las artimañas y los engaños
de Satanás puede volverse en busca de alivio a los tranquilizantes, a las
píldoras para dormir o incluso al sofá del psiquiatra. Pero el remedio de Dios
para vencer las opresiones demoníacas es la batalla espiritual.
La Biblia nos muestra cómo el cristiano puede
a su vez presionar a los demonios para derrotarlos. Por consiguiente, debe
aprender las formas prácticas en que esto se hace. Debe echar a un lado sus
armas camales ineficaces y tomar las poderosas armas espirituales. El creyente
debe conocer su propio armamento y también saber cómo emplearlo. Asimismo, debe
conocer las tácticas del enemigo y cómo derrotarlo.
Efesios 6:12 expresa cuatro cosas importantes
sobre nuestro enemigo espiritual.
Primero. Dice que luchamos contra principados.
El término griego para principados es “archas”. Esta palabra se usa para
describir cosas en una serie, como gobernantes, líderes y magistrados. Así, una
“serie” de líderes o gobernantes describiría su rango y organización. Por
tanto, la palabra “principados” nos dice que el reino de Satanás está muy
organizado. Las fuerzas de Satanás quizás se parecen mucho a la organización
que tiene el ejército, donde el presidente es el comandante en jefe y luego
siguen los generales, los coroneles, los mayores, los capitanes, los tenientes
y así hasta el último soldado. Satanás es la cabeza de su reino y tiene bajo él
un rango de espíritus gobernadores que, al final de cuentas, le están sujetos.
El término “principado” se define como “el
territorio o jurisdicción de un príncipe, o la región que da título a un
príncipe”. Así vemos que estos espíritus gobernadores están asignados a áreas
tales como naciones y ciudades. Esto se deduce del relato de Daniel 10. Daniel
buscaba una palabra de Dios por medio de la oración y el ayuno y después de
tres semanas apareció un ángel. El ángel le explicó que se había demorado en
llegar con el mensaje de Dios, porque había tenido un encuentro con el príncipe
del reino de Persia. El no se refería a un príncipe terrenal pues, nadie podía
contender con un mensajero de los cielos. Hablaba, por tanto, de un demonio
príncipe demoníaco. De esto resulta claro que hay espíritus demoníacos que
gobiernan, colocados por Satanás, sobre naciones y ciudades a fin de llevar a
cabo sus propósitos malvados.
Los problemas que persisten y que de una forma
u otra son una plaga para las iglesias y para los hogares pueden, además,
indicar la presencia de agentes especiales del mal que han sido asignados para
causar problemas también en estas áreas. De esta manera descubrimos que nuestra
batalla espiritual comprende mucho más que nuestras vidas individuales.
Luchamos por el bienestar de nuestros hogares, de nuestras comunidades y de
nuestra nación. El enemigo está cuidadosamente organizado y efectúa sus
movimientos con propósitos malignos.
Segundo. Se nos dice en Efesios 6:12 que
nuestra lucha es contra potestades. La palabra griega para potestades es
“exousias”. Este término también se traduce como “autoridad” y esta palabra nos
dice que los demonios colocados sobre diversas áreas o territorios reciben
autoridad para llevar a cabo las órdenes que les hayan sido asignadas.
El soldado cristiano no debe desmayar ni
descorazonarse al saber que a quienes él enfrenta han recibido autoridad,
porque el creyente tiene una autoridad aún mayor. Está investido con la
autoridad del nombre de Jesús.
“Y estas señales seguirán a los que creen: En
mi nombre echarán fuera demonios” (Marcos 16:17).
Este versículo dice que el creyente tiene una
autoridad mayor que la de los demonio.s. Los demonios están obligados a
someterse a la autoridad del nombre de Jesús.
La Escritura revela que los demonios no sólo
tienen autoridad, sino que también tienen poder. En Lucas 10:19 leemos del
“poder” del enemigo, la palabra que se traduce poder, en griego es “dunamis”. Nuestros términos dínamo y
dinamita vienen de esta voz. Pero este hecho no debe intimidar al guerrero
cristiano porque en la palabra de Dios ha recibido la promesa que puede tener
mayor poder que el enemigo.
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8).
El poder del creyente le llega con el bautismo
en el Espíritu Santo. Jesús sabe que sus seguidores
necesitan tanto la autoridad como el poder para enfrentarse al enemigo. Cuando
envió a los doce a ministrar, los mandó completamente equipados.
“Habiendo reunido a sus doce discípulos, les
dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades”
(Lucas 9:1).
Un poco después en su ministerio, Jesús envió
setenta discípulos de dos en dos, y al regresar le informaron que habían
procedido con éxito ante los poderes demoníacos en el nombre poderoso del Señor
Jesucristo. En efecto, leemos así:
“Volvieron los setenta con gozo, diciendo:
Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar
serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”
(Lucas 10:17-19).
La comisión que Jesús dio a su iglesia
suministra la misma autoridad y el mismo poder. En Marcos 16:17 se nos dice que
los creyentes pueden expulsar demonios en el nombre de Jesús. La promesa no se
limitó a los apóstoles o a los discípulos del primer siglo, sino es una promesa
para todos los creyentes de todos los tiempos. La comisión que aparece en Mateo
28:18-20, comienza con esta declaración:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la
tierra. Por tanto id . .
Hoy tenemos la misma autoridad y el mismo
poder para el ministerio que inicialmente se dio a la iglesia. Sería muy tonto
ir contra los espíritus demoníacos sin este poder y sin esta autoridad. La
autoridad nos viene por medio de la salvación; el poder llega a través del bautismo
en el Espíritu Santo. El poder dado al creyente por medio del poderoso bautismo
en el Espíritu Santo se evidencia mediante la operación de los dones del
Espíritu (ver 1 Corintios 12:7-11). Dones del Espíritu, como las palabras
sobrenaturales de conocimiento y de discernimiento de espíritus, son
indispensables en la batalla espiritual.
Este poder, y la autoridad del nombre de Jesús
se dieron al creyente para vencer a los poderes demoníacos.
El policía es un ejemplo de autoridad y de
poder. Se levanta por la mañana y antes de salir a su trabajo se pone su
uniforme y se pone su placa. Todos reconocen su “autoridad” cuando ven su
uniforme y la placa, pero hay algunos individuos sin ley- que no respetan esa
autoridad. Entonces, el policía se pone su cinturón, se cuelga su bolillo a un
lado y el revólver al otro. Ahora, ya tiene “poder” para respaldar su
autoridad. De manera semejante el cristiano cometería una torpeza si va contra
las fuerzas demoníacas sin poder y sin autoridad.
No debemos esperar que Dios venga a
rescatarnos. No es tiempo de orar para que Dios nos dé poder y autoridad. Él ya
los ha provisto con nuestra salvación y nuestro bautismo en el Espíritu Santo.
Por tanto, él espera que reconozcamos que ya nos dio los recursos necesarios y
que vayamos a la batalla espiritual para convertirnos en la iglesia militante
que aparece en la profecía:
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella” (Mateo 16:18).
Tercero, sabemos que la lucha es contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo. La palabra en griego para
“gobernadores del mundo” es “kosmokratoras”. Esta palabra se puede traducir
como “señores del mundo” o “príncipes de este tiempo”. Esta designación del
enemigo enfatiza su intención de controlar. A Satanás se le refiere en la
Escritura como “dios de este mundo” o “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4). ^
Cuando Adán cayó por el pecado, Satanás obtuvo
dominio sobre el mundo. Jesús no negó esta pretensión del diablo, durante las
tentaciones del desierto.
“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy
alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo:
Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mateo 4:8-9).
Es imperativo reconocer que Satanás es un
enemigo vencido. Se le ha despojado de su poder y de su reino, y tenemos todo
el derecho de tratarle como a un invasor.
Supongamos que usted tiene una propiedad en el
campo y coloca avisos a su alrededor que dicen: “Prohibido el paso”. Esto
significa que usted es el dueño y que tiene derecho legal para mantener a otras
personas fuera de ella. Si un cazador llega, no atiende los avisos y la invade,
cuando usted le encuentre, puede hacer que salga porque él no tiene ningún
derecho para permanecer allí. Es importante comprender que los espíritus
demoníacos no tienen ningún tipo de derecho con respecto al cristiano. Pueden
invadir, pero si estamos listos a tomar la iniciativa y llamarles la atención,
deben salir.
Jesús explicó su competencia para expulsar
demonios con estas palabras:
“Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los
demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando el hombre
fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee. Pero cuando viene
otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y
reparte el botín” (Lucas 11:20-22).
Jesús declaró que al hombre fuerte se le quitó
la armadura. Esto significa que Satanás ha quedado completamente indefenso. La
expresión “todas sus armas” es la palabra griega “panoplia” que sólo se usa una
segunda vez en el Nuevo Testamento. En Efesios 6:11 el cristiano es exhortado a
vestir toda la armadura de Dios. Así, el cristiano no es vulnerable en ningún
punto, en cambio el diablo lo es en todos.
Satanás aún busca gobernar el mundo y se debe
estar de acuerdo en que ha hecho progresos considerables. ¿Por qué? Porque la
iglesia no se levanta con el poder y la autoridad que se le dio. Sin embargo,
una gran parte del cuerpo de Cristo hoy está alcanzando un mejor conocimiento
del enemigo, y de su propia fortaleza y armamento espiritual, y está tomando la
ofensiva contra Satanás y sus huestes. Entre más cristianos entren en esta
batalla, mayores pérdi-das sufrirá Satanás.
Cuarto, la Escritura nos dice que la lucha es
contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. En esta frase
la palabra clave es “maldad”. Este término sugiere todo lo que es altamente
dañino o destructor por naturaleza. Estos poderes malignos sólo tienen un
objetivo: la maldad. Pueden aparecer como ángeles de luz y con sus engaños
llevar a muchos hacia sus redes de destrucción. Jesús desenmascaró sus
propósitos malos con estas palabras:
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir” Juan 10:10a
Las cuatro expresiones de Efesios 6:12 nos dan
un cuadro sumamente vivido del reino de Satanás. Está altamente organizado,
para cumplir sus propósitos. Los poderes demoníacos están puestos en orden de
batalla, y han recibido autoridad de Satanás para controlar todo el mundo y plagarlo
con la maldad más dañina. No hay ventaja para nosotros en ignorar las fuerzas y
los métodos del demonio. Esto solamente permite que Satanás obre sin ser
descubierto y sin oposición. Dejar de llegar a participar activamente en la
batalla espiritual es insinuar que no cuidamos lo que se hace de nosotros
mismos, nuestros seres amados, nuestra comunidad, nuestra nación y nuestro
mundo.
Muchos cristianos no se han comprometido en la
lucha espiritual porque nunca han recibido enseñanza sobre su importancia ni
sobre la forma como debe llevarse a cabo. Hoy Satanás ostenta su poder por
medio del espiritismo, del ocultismo, de las religiones falsas, y de las
sectas, como nunca antes en toda la historia de la humanidad. La iglesia se
está viendo obligada a reexaminar sus propios recursos.
Un periódico citó a Billy Graham cuando dijo:
“Todos los que estamos comprometidos en la obra cristiana, estamos de manera
continua conscientes del hecho que estamos batallando con fuerzas y poderes
sobrenaturales... Es perfectamente obvio para todos nosotros en la obra
espiritual que los demonios pueden poseer a las personas, hostigarlas y
controlarlas. Más y más ministros deben aprender a usar el poder de Dios para
liberar a la gente de estas terribles posesiones del diablo”[1].
Dios está hoy, levantando un poderoso ejército
que va contra el demonio con armas espirituales. ¡Los resultados son
impresionantes! Por medio del ministerio de la liberación millares de miembros
del pueblo de Dios están siendo liberados de los tormentos que causan los
espíritus del mal.
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