1 El valor de la liberación
El proceso de expulsar demonios se llama
liberación. La liberación no es una panacea, un curalotodo. Pero es una parte
importante de lo que Dios está haciendo en el presente avivamiento de la
iglesia. Algunos esperan demasiado de la liberación y otros esperan muy poco.
Con toda honestidad necesitamos conocer qué papel puede desempeñar la
liberación en nuestras propias vidas y recibir el beneficio que ofrezca.
A quienes Dios ha colocado al frente del
ministerio de la liberación no tienen que andar buscando personas. Es evidente
que Dios siembra un deseo de pureza en los corazones de su pueblo en todo
lugar. Continuamente me asombran cuántas personas piden este ministerio y aún
me extraño más al ver cuántos vienen sin saber exactamente qué esperar. Vienen
porque ya han sido alcanzados por Dios. Son creyentes que desean continuar su
crecimiento espiritual y se dan cuenta que se debe eliminar todo obstáculo al
desarrollo espiritual.
La iglesia es la novia de Cristo y Cristo
viene por su novia. La Escritura declara que la novia debe estar limpia:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una
iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que
fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27).
La liberación es una parte esencial en la
preparación de la novia de Cristo para despojarse de “manchas” y “arrugas”.
Como la iglesia por la cual viene Cristo debe ser “santa y sin mancha”, debemos
estar de acuerdo en que los espíritus inmundos han de ser expulsados de
nuestras vidas. ¿Es esta limpieza un acto soberano del Señor, o implica alguna
responsabilidad de parte del creyente?
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria;
porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”
(Apocalipsis 19:7).
Este versículo enfatiza la responsabilidad del
hombre. A nosotros nos corresponde estar listos para la llegada de nuestro
Señor. Algunos parecen esperar la llegada del Señor como un tiempo cuando
automáticamente habrá grandes cambios y cuando todas las deficiencias se
remediarán en forma instantánea y milagrosa. La Escritura dice muy claramente
que:
“... todos seremos transformados, en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta...” (1 Corintios
15:51-52).
Como esto se refiere solamente a nuestros
cuerpos mortales que se convierten en inmortales, debemos evitar interpretaciones
incorrectas de este pasaje.
Los versículos de la Carta a los Efesios,
citados anteriormente, afirman que la novia es limpiada por el lavamiento del
agua por la palabra. En un sentido, nos lavamos, pero en otro sentido, el novio
lo hace al proveer el agua, la Palabra. Todos saben que una novia pasa un
tiempo considerable delante del espejo, preparándose para su novio. La palabra
de Dios es el espejo delante del cual debemos permanecer en nuestro tiempo de
preparación. “Porque si alguno es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella,
éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que
mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en
lo que hace” (Santiago 1: 23-25).
Cuando Ester se alistaba como novia para su
rey, tuvo un tiempo de preparación. La Escritura nos dice que gastó un año
completo en purificar la carne. Pasó seis meses “con óleo de mirra”, y seis
meses con “perfumes aromáticos y afeites de mujeres” (véase Ester 2:12). El rey
suministró todo lo que ella necesitaba. Estas cosas nos hablan simbólicamente.
Nuestro Rey ha provisto los medios con los cuales debemos purificar nuestra
carne. El óleo de mirra representa la unción del Espíritu Santo. Debemos ser
ungidos con el Espíritu de poder. Los perfumes aromáticos usados por Ester
representan el fruto del Espíritu. Hoy hay un énfasis fuerte y fresco en los
dones y en el fruto del Espíritu Santo. La novia está preparándose. “Porque el
Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:17-18).
Los demonios son enemigos de los dones y del
fruto del Espíritu. Pueden hacer que no se den en la vida del cristiano y, por
tanto, impedir la preparación del creyente para la venida del Señor. De ahí que
la liberación sea parte vital en la preparación de la novia, que se realiza hoy
en día.
Por ejemplo, uno de los dones del Espíritu es
la profecía. La Escritura dice:
“De manera que, teniendo diferentes dones,
según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida
de la fe” (Romanos 12:6).
El demonio de la duda o de la incredulidad
puede bloquear el fluir de la fe, y por tanto bloquear el fluir de la profecía.
El don de la profecía sólo puede venir a una persona después de reprender y
expulsar los espíritus que obstaculizaban su fe. Esto también es cierto de
otros dones. Se ha descubierto que algunas personas que habían recibido el
bautismo en el Espíritu Santo no podían hablar en lenguas y que otras apenas se
limitaban a unas pocas palabras. A menudo se debe a interferencia demoníaca. En
muchos casos las personas se han involucrado en prácticas ocultistas. Puede
haber sido algo de apariencia tan inocente como haber jugado con la tablita
ouija. Pero tal participación en lo oculto, no importa si se hizo en ignorancia
o a sabiendas, abre la puerta a la opresión demoníaca e impide ejercitar los
dones del Espíritu. Es importante despojarnos de todo lo que se haya invitado a
entrar en nuestras vidas a través de lo oculto. Hay que pedir al Espíritu Santo
que revele y traiga a la memoria cada puerta que haya sido abierta por nosotros
mismos o por otros, a lo largo de la vida.
El fruto del Espíritu es un blanco especial del
enemigo. El fruto principal y más importante, el primero, es el amor. El amor
es algo que se debe recibir y también dar. El demonio del resentimiento puede
derrotar el amor en la vida de una persona. Muchos individuos no pueden
comprender por qué son incapaces de amar a los demás como debieran. Tal
problema es una fuerte indicación de la presencia de un espíritu de
resentimiento o de falta de perdón. El resentimiento usualmente invita otros
demonios como amargura, odio y cólera.
El amor también puede ser impedido por un
espíritu de rechazo. Este espíritu es muy común y a menudo se encuentra como el
“hombre fuerte” o espíritu “gobernante” dentro de una persona. El rechazo tuvo
oportunidad de entrar cuando un individuo no recibió amor ni fue amado cuando era
niño. Los padres pueden fácilmente abrir la puerta al espíritu de rechazo en
sus hijos, si dejan de dar a esos niños el amor conveniente. Cuando el rechazo
es fuerte, evita que la persona reciba el amor que otros le ofrecen. También
impide que esa persona dé amor a otros. El demonio de rechazo se debe expulsar
para que la persona pueda madurar en el amor cristiano.
Si Satanás tiene éxito en hacer que un
cristiano sienta como un estigma el haber sido poseído por demonios, puede
evitar que ese cristiano busque liberación. Aunque no es posible echar toda la
culpa a Satanás y a sus demonios por nuestros problemas, sí encontramos que
podemos culparlos por mucho más de lo que alguna vez pensamos. De hecho, muchos
cristianos ignoran que los demonios son responsables de algunos de sus
problemas. Cuando nos enteramos que invaden nuestras vidas, entonces debemos en
serio interesarnos en ser liberados de ellos.
Muchos cristianos de hoy encuentran ayuda real
por medio de la liberación. Los problemas que no se habían resuelto por las
vías conocidas de ayuda, ahora se resuelven por medio de la liberación. Esto
hace que nos preguntemos ¿por qué nos hemos demorado en ver estas verdades en
la palabra de Dios?
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