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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

martes, 17 de septiembre de 2013

Día 11: Cerdos en la sala



1           Llenando la Casa

“43Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no halla. 44Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. 4 5 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación” (Mateo 12:4345).

Aquí se nos dice en lenguaje simple que es posible que un demonio expulsado regrese, y no solamente eso, sino que inclusive traiga otros espíritus más malvados con él. La implicación es clara. Si la casa se deja vacía, barrida y adornada, es una invitación abierta para perturbaciones peores. La casa se debe llenar.

El mismo relato se encuentra en Lucas 11:24-26. Examinemos los contextos de estos dos pasajes. En la porción de Lucas el Señor Jesús expulsó un espíritu de mudez de un hombre y éste pudo hablar. Algunos expresaron la creencia que Jesús hacía esto por el poder de Beelzebú, el príncipe de los demonios. Jesús explicó que si fuera cierto, entonces el reino de Satanás estaba dividido contra sí mismo y por tanto no podría permanecer y luego agregó:

“Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lucas 11:20).

Jesús estaba hablando ante una audiencia judía que había desarrollado una religión de negaciones. Habían sacado muchas cosas de sus vidas, pero en lugar de ellas, ¿qué habían puesto? Ahora, rechazaban lo positivo que Jesús les ofrecía. Para enfatizar este punto el Señor usó una ilustración que comprenderían. Si no colocaban en sus vidas algo positivo después de eliminar tantas cosas negativas, serían como el hombre liberado de demonios que no había puesto nada positivo en su vida. Terminarían en una condición peor que la anterior.

El contexto en el relato de Mateo es aún más claro. A Jesús lo acababan de condenar por haber arrancado espigas en el día de reposo. También había curado a un hombre con una mano seca en sábado. Nuevamente los fariseos le acusaron de expulsar demonios por el poder de Beelzebú. Jesús demostró que esas palabras evidenciaban un corazón perverso. Ya habían visto lo suficiente como para cambiar sus vidas, pero no habían cambiado. A menos que cambia-sen, irían de mal en peor, como el hombre liberado de demonios que no llenó su casa con algo de Dios.

Jesús dice que llega un tiempo cuando sería mejor poner algo positivo en nuestras vidas. Debe haber siempre un equilibrio entre los factores positivos y los negativos. Después que la carne es crucificada y los demonios expulsados, debemos tener dentro de nosotros a Jesús y permitirle gobernar nuestras vidas. De hecho, el motivo para obtener la liberación de los demonios es poder tener más de Jesús.
Entonces, ¿con qué llenaremos la casa? ¡Con Jesucristo! Ser llenos de Jesús es ser llenos de pureza y de poder. Estas dos palabras resumen su persona. Como veremos, nuestra pureza viene por permanecer en Cristo y como resultado tenemos el fruto del Espíritu. Nuestro poder viene por medio del bautismo en el Espíritu Santo y como resultado de los dones del Espíritu,

Es una necesidad imperiosa entender que llenar la casa no resulta de una pequeña plegaria de rutina dicha al final de una sesión de liberación. Me he sentido mal, más de una vez, cuando he oído ministros decir al terminar una liberación, “y ahora Señor, llena todos los lugares vacíos”. He visto que muchas personas pierden su liberación porque no sabían cómo llenar sus casas, sus hogares, sus espíritus o con qué llenarlos.

Por cada demonio que se expulsa, el fruto del Espíritu y los dones del Espíritu Santo deben ocupar su lugar.

Esta es responsabilidad expresa de la persona liberada. El ministro que hace la liberación debe enfatizar el hecho que cada persona es responsable de llenar su propia casa.

1.1         Llenar la Casa con el Poder del Espíritu

Una de las últimas cosas que Jesús dijo antes de ascender a los cielos fue:

“Seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5).

Encontramos el cumplimiento de esta promesa en el segundo capítulo del libro de los Hechos, en el relato de Pentecostés:

“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:4).

¿Cuál fue el propósito de este bautismo en el Espíritu Santo? Jesús explicó que sería para suministrar poder (véase Hechos 1:8). Después del bautismo que llegó en Pentecostés, ¿cómo se manifestó ese poder? Este es un tema muy interesante que no podemos estudiar completamente aquí, pero se puede observar que el poder del Espíritu Santo al obrar por medio de los discípulos se manifestó a través de los nueve dones sobrenaturales del Espíritu. Estos dones aparecen en 1 Corintios 12:7-11. Son: (1) La palabra de sabiduría, (2) La palabra de conocimiento, (3) La fe, (4) Los dones de sanidad, (5) El don de hacer milagros, (6) El don de profecía, (7) El discernimiento de espíritus, (8) Diversos géneros de lenguas y (9) La interpretación de lenguas.
Todo el libro de los Hechos muestra cómo el poder del Espíritu Santo obró a través de esos dones del Espíritu. Por medio de Pedro y de Juan ministró un don de sanidad al cojo (capítulo 3); las palabras de sabiduría y de conocimiento vinieron a Ananías para ministrar a Pablo (capítulo 9); Pablo, por medio del discernimiento de espíritus, trató con el demonio de la adivinación en una muchacha que obstaculizaba su ministerio (capítulo 16); Pedro habló la palabra de fe a Ananías y a Safira y éstos cayeron muertos (capítulo 5); por medio de Pedro tuvo lugar un milagro de resurrección que regresó a Dorcas a la vida (capítulo 9); mientras Pedro predicaba en el hogar de Cornelio, hubo lenguas e interpretación (capítulo 10); y por medio de un discípulo que se llamaba Agabo la iglesia fue bendecida con profecías (capítulo 11).

Los demonios desprecian estos dones del Espíritu Santo y hacen que los hombres los desprecien. ¿Por qué? Porque la operación de estos dones sobrenaturales de poder contrarresta el trabajo de los demonios. Su presencia y asechanzas son descubiertas por el discernimiento de espíritus y por la palabra de conocimiento. Su mal queda sin efecto por la palabra de sabiduría, de fe, por los dones de sanidades y de milagros. Sus planes para producir daño son minimizados por una palabra oportuna de profecía, o por el don de lenguas con interpretación. No es de extrañar, por tanto, que los demonios se opongan tan fuertemente a estos dones.

Los nueve dones también se dieron a la iglesia para su edificación. Satanás es el enemigo de la iglesia y se levanta contra todo aquello que está diseñado para edificar el cuerpo de Cristo. Hace fuertes arremetidas contra los dones, especialmente contra el don de lenguas, que tiene un propósito especial en la edificación del creyente individual (véase 1 Corintios 14:4).

Si la persona que experimenta la liberación no ha sido bautizada en el Espíritu Santo, se le debe animar a recibir este bautismo y a desear los dones espirituales. Hemos visto a muchas personas recibir el bautismo en el Espíritu Santo como clímax de una liberación. El poder del Espíritu Santo es importante para retener la liberación.

A quienes ya han recibido el bautismo en el Espíritu Santo se les debe estimular a “procurar los dones mejores” (1 Corintios 12:31), y el mejor don es el que ministre a las necesidades de otros en determinadas situaciones. Es bastante común que los obstáculos a los dones desaparezcan con la liberación. Hay demonios especialistas que intentan bloquear la operación de los dones espirituales. Después de la liberación la casa se debe llenar con el poder del Espíritu Santo.

1.2         Llenar la Casa con el Fruto del Espíritu

El fruto del Espíritu se enumera en Gálatas 5:22-23. Es: (1) Amor, (2) Gozo, (3) Paz, (4) Paciencia, (5) Benignidad, (6) Bondad, (7) Fe, (8) Mansedumbre y (9) Templanza. Este fruto con sus nueve componentes representa la misma naturaleza del Señor Jesucristo. Cuando el fruto del Espíritu Santo se produce en la vida de un creyente, se identifica con el carácter de Jesús.

Los demonios son exactamente lo opuesto al carácter de Jesús. Entran en una persona con el fin de proyectar su propia naturaleza malvada a través de esa persona. Así, lo que se busca con la liberación es expulsar los demonios y su influencia para reemplazarlos por Jesús y el fruto del Espíritu. A menos que esto se entienda y se convierta en una meta definida, todos los beneficios que se ganan por medio de la liberación eventualmente se perderán.

De esta manera, para obtener un beneficio permanente de la liberación, la “casa” se debe llenar y mantenerse llena. De otro modo, los espíritus malos regresarán y pueden volver con mayor fuerza que antes.

Antes de continuar, necesitamos entender claramente cómo se produce el fruto del Espíritu. La respuesta se encuentra en la parábola de la vid y los pámpanos.

“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4).

NOTA: El fruto no se produce por acción independiente o por el esfuerzo personal. ¡Sólo viene como resultado de permanecer en la vid! De manera que la palabra clave es PERMANECER. Permanecer en la vid, significa estar conectado con Jesús de tal manera que la vida de Cristo fluya en el pámpano, y se produzca el fruto. ¿Cómo se hace para permanecer? La respuesta se encuentra en el versículo 10:
“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre,y permanezco en su amor”.

Permanecer es sinónimo de guardar los mandamientos del Señor ¿y qué tendremos por obedecer y permanecer? Sigamos leyendo: “mi amor ... mi gozo ”, lo primero del fruto del Espíritu Santo.

Cuando obedecemos tenemos compañerismo con el Señor y obtenemos su amor, su gozo y su paz. Cuando desobedecemos se rompe el compañerismo con Dios y Satanás ha ganado una vía de penetración. Aprendamos del ejemplo de Jesús. ¿De qué estaba hablando el Señor en el contexto, justamente antes de la parábola de la vid y los pámpanos?

“No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí. Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago’’ (Juan 14:30-31).

Aquí Jesús explicó que el demonio no tenía nada en El, porque era completamente obediente al Padre. Él nunca dijo una palabra ni hizo una acción fuera de la voluntad del Padre. De ahí que Jesús pudiera declarar:

“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:10).

1.3         El Fruto Llamado Amor

El señor A. tuvo una crisis nerviosa hacía unos doce años. Había permanecido incapacitado emocionalmente, inclusive después de un tratamiento muy intenso y de cuidados hospitalarios. Finalmente supo del ministerio de liberación y se le expulsaron los demonios responsables de su estado emocional. También recibió sanidad en el cerebro, de manera que las cosas que le bloqueaban la memoria por los tratamientos de choques eléctricos, comenzaron a volver. Con el regreso de la memoria recordó el nombre de un enfermero que en el hospital psiquiátrico le había maltratado con mucha crueldad. Entonces lleno de gran amargura, con odio contra ese hombre, comenzó a acariciar pensamientos de buscarlo después de todos esos años y darle muerte.

En este punto, el señor A. volvió para continuar su liberación. Se le explicó que debía arrepentirse de su odio y perdonar a esa persona con un acto de su voluntad. También se le mostró que, de acuerdo con Mateo 18:32-35, no podía ser liberado de los verdugos atormentadores sino hasta cuando él, con toda su voluntad, hubiese querido perdonar a aquel hombre. Pero el señor A. no quería responder a mi petición. Sin embargo, por lo menos durante cinco minutos se sentó en silencio mientras decidía si mantener su odio o si satisfacer los requisitos de Dios para la liberación. Esto le tomó todo el esfuerzo de que era capaz, pero finalmente dijo: “Con la ayuda de Jesús, perdono a ese hombre”. Por medio de ese acto de su voluntad, abrió el camino para la liberación.

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).

Hemos conocido a otras personas que han obtenido mucho por medio de la liberación, como este hombre. Cuando se le expulsaron los demonios de amargura, odio, resentimiento, ira, violencia, asesinato, él inmediatamente los reemplazó con el amor de Jesús, el amor que perdona al enemigo. Inmediatamente la vida espiritual de este hombre comenzó a florecer. Los ríos de agua viva comenzaron a fluir de él, y empezó a ministrar la verdad y la vida a quienes estaban cerca de él. Su alma rebosó con la paz y con el gozo del Señor. Había obedecido la orden de Dios de perdonar a su enemigo y recibió el fruto de esa obediencia. El amor ocupó el lugar del odio.

1.4         El Fruto Llamado Gozo

J.P. tenía muchos problemas para ser un niño de cinco años. Sus padres habían llegado hasta el punto de la separación y del divorcio. Habían tenido mucha tensión y muchos problemas en el hogar desde el mismo instante de su nacimiento. La mamá nos contó que J.P. tenía muchos temores y constantemente se apegaba a ella buscando seguridad. Era obvio que era un niño muy intranquilo y muy nervioso. En resumen, era un niño bastante infeliz. Pero la madre le había traído al ministerio de liberación. Mientras ministrábamos a su hermano y a su hermana mayores, caminaba a nuestro alrededor sobre sus manos y rodillas, como si quisiera averiguar cuándo iba a ser su turno. A su manera infantil parecía sentir la importancia de lo que tendría lugar. Estaba serio e impaciente.

Cuando nos dirigimos a los primeros demonios en J.P., los espíritus del mal presionaron sus labios juntándolos en desafío, un gesto que sin ninguna duda significaba “No pretendemos salir”. Pero en el nombre de Jesús se vieron obligados a ceder. Salieron por la boca con mucha espuma y saliva. La batalla no fue difícil, pero duró más o menos treinta minutos. Entonces J.P., sonriendo mucho, anunció: “Tengo que encontrar un espejo. Me siento tan bueno que debo parecer diferente”. ¡Y así era! Su cara estaba radiante, y con los demonios afuera, ahora se podía ver el gozo.

Hay muchas personas, viejas y jóvenes como J.P. que son tristes. La vida se les ha convertido en una carga. No hay victoria ni esperanza de victoria. Cuán prometedoras son, para quienes no tienen gozo, las palabras de Isaías que describen el ministerio de Cristo y su iglesia:

1,1 El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jeliová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;2a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; 3 a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:1-3).

1.5         El Fruto Llamado Paz

La señora B. fue liberada de un espíritu de tormento. Ella le había abierto la puerta por un gran temor. La palabra dice que el temor lleva en sí castigo, tormento (1 Juan 4:18). Ella describía cómo, en ciertos momentos, una agitación llegaba y la dominaba completamente. No podía actuar ni pensar en su manera habitual, sobria y estable. Cuando se encontraba en uno de esos estados de agitación, decía a menudo: “¿... Por qué estoy obrando de esta forma? Esa no soy yo”. Cuando disminuía la presión de las circunstancias, que el espíritu de tormenta había activado, comenzó a ver que un espíritu estaba creando crisis en su mente que no existían en la realidad.

Cada vez, después que el espíritu se había manifestado, se sentía mal, agitada, con un ardor en su interior, y llena de condenación. La palabra dice:

“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
Este espíritu de tormento y de castigo hacía que la paz se perdiera, no solamente en ella, sino también en su familia.

Después de expulsar este espíritu y varios de sus acompañantes, vino a ella una gran paz. Al día siguiente continuaba hablando de la paz de su interior. Sin embargo, el espíritu se mantuvo haciendo intentos para crear crisis de temor en su mente que la abrieran para retornar. Dos veces tuvo éxito, consiguió regresar y fue necesario echarlo fuera de nuevo. Pronto ella aprendió a conocer los trucos de los demonios y cerró la puerta por medio de la fe y la confianza en Dios. Ahora tiene una libertad total. Esto la ha liberado y la ha constituido en un canal para que el fruto de paz del Espíritu fluya a través de ella hacia otras personas.

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