1 Llenando la Casa
“43Cuando el espíritu inmundo sale del hombre,
anda por lugares secos, buscando reposo, y no halla. 44Entonces dice: Volveré a
mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.
4 5 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y
entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que
el primero. Así también acontecerá a esta mala generación” (Mateo 12:4345).
Aquí se nos dice en lenguaje simple que es
posible que un demonio expulsado regrese, y no solamente eso, sino que
inclusive traiga otros espíritus más malvados con él. La implicación es clara.
Si la casa se deja vacía, barrida y adornada, es una invitación abierta para
perturbaciones peores. La casa se debe llenar.
El mismo relato se encuentra en Lucas
11:24-26. Examinemos los contextos de estos dos pasajes. En la porción de Lucas
el Señor Jesús expulsó un espíritu de mudez de un hombre y éste pudo hablar.
Algunos expresaron la creencia que Jesús hacía esto por el poder de Beelzebú,
el príncipe de los demonios. Jesús explicó que si fuera cierto, entonces el
reino de Satanás estaba dividido contra sí mismo y por tanto no podría
permanecer y luego agregó:
“Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los
demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lucas 11:20).
Jesús estaba hablando ante una audiencia judía
que había desarrollado una religión de negaciones. Habían sacado muchas cosas
de sus vidas, pero en lugar de ellas, ¿qué habían puesto? Ahora, rechazaban lo
positivo que Jesús les ofrecía. Para enfatizar este punto
el Señor usó una ilustración que comprenderían. Si no colocaban en sus vidas
algo positivo después de eliminar tantas cosas negativas, serían como el hombre
liberado de demonios que no había puesto nada positivo en su vida. Terminarían
en una condición peor que la anterior.
El contexto en el relato de Mateo es aún más
claro. A Jesús lo acababan de condenar por haber arrancado espigas en el día de
reposo. También había curado a un hombre con una mano seca en sábado.
Nuevamente los fariseos le acusaron de expulsar demonios por el poder de
Beelzebú. Jesús demostró que esas palabras evidenciaban un corazón perverso. Ya
habían visto lo suficiente como para cambiar sus vidas, pero no habían
cambiado. A menos que cambia-sen, irían de mal en peor, como el hombre liberado
de demonios que no llenó su casa con algo de Dios.
Jesús dice que llega un tiempo cuando sería
mejor poner algo positivo en nuestras vidas. Debe haber siempre un equilibrio
entre los factores positivos y los negativos. Después que la carne es
crucificada y los demonios expulsados, debemos tener dentro de nosotros a Jesús
y permitirle gobernar nuestras vidas. De hecho, el motivo para obtener la
liberación de los demonios es poder tener más de Jesús.
Entonces, ¿con qué llenaremos la casa? ¡Con
Jesucristo! Ser llenos de Jesús es ser llenos de pureza y de poder. Estas dos
palabras resumen su persona. Como veremos, nuestra pureza viene por permanecer
en Cristo y como resultado tenemos el fruto del Espíritu. Nuestro poder viene
por medio del bautismo en el Espíritu Santo y como resultado de los dones del
Espíritu,
Es una necesidad imperiosa entender que llenar
la casa no resulta de una pequeña plegaria de rutina dicha al final de una
sesión de liberación. Me he sentido mal, más de una vez, cuando he oído
ministros decir al terminar una liberación, “y ahora Señor, llena todos los
lugares vacíos”. He visto que muchas personas pierden su liberación porque no
sabían cómo llenar sus casas, sus hogares, sus espíritus o con qué llenarlos.
Por cada demonio que se expulsa, el fruto del
Espíritu y los dones del Espíritu Santo deben ocupar su lugar.
Esta es responsabilidad expresa de la persona
liberada. El ministro que hace la liberación debe enfatizar el hecho que cada
persona es responsable de llenar su propia casa.
1.1 Llenar la Casa con el Poder del Espíritu
Una de las últimas cosas que Jesús dijo antes
de ascender a los cielos fue:
“Seréis bautizados con el Espíritu Santo
dentro de no muchos días” (Hechos 1:5).
Encontramos el cumplimiento de esta promesa en
el segundo capítulo del libro de los Hechos, en el relato de Pentecostés:
“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”
(Hechos 2:4).
¿Cuál fue el propósito de este bautismo en el
Espíritu Santo? Jesús explicó que sería para suministrar poder (véase Hechos
1:8). Después del bautismo que llegó en Pentecostés, ¿cómo se manifestó ese
poder? Este es un tema muy interesante que no podemos estudiar completamente
aquí, pero se puede observar que el poder del Espíritu Santo al obrar por medio
de los discípulos se manifestó a través de los nueve dones sobrenaturales del
Espíritu. Estos dones aparecen en 1 Corintios 12:7-11. Son: (1) La palabra de
sabiduría, (2) La palabra de conocimiento, (3) La fe, (4) Los dones de sanidad,
(5) El don de hacer milagros, (6) El don de profecía, (7) El discernimiento de
espíritus, (8) Diversos géneros de lenguas y (9) La interpretación de lenguas.
Todo el libro de los Hechos muestra cómo el
poder del Espíritu Santo obró a través de esos dones del Espíritu. Por medio de
Pedro y de Juan ministró un don de sanidad al cojo (capítulo 3); las palabras
de sabiduría y de conocimiento vinieron a Ananías para ministrar a Pablo
(capítulo 9); Pablo, por medio del discernimiento de espíritus, trató con el
demonio de la adivinación en una muchacha que obstaculizaba su ministerio
(capítulo 16); Pedro habló la palabra de fe a Ananías y a Safira y éstos
cayeron muertos (capítulo 5); por medio de Pedro tuvo lugar un milagro de resurrección
que regresó a Dorcas a la vida (capítulo 9); mientras Pedro predicaba en el
hogar de Cornelio, hubo lenguas e interpretación (capítulo 10); y por medio de
un discípulo que se llamaba Agabo la iglesia fue bendecida con profecías
(capítulo 11).
Los demonios desprecian estos dones del
Espíritu Santo y hacen que los hombres los desprecien. ¿Por qué? Porque la
operación de estos dones sobrenaturales de poder contrarresta el trabajo de los
demonios. Su presencia y asechanzas son descubiertas por el discernimiento de
espíritus y por la palabra de conocimiento. Su mal queda sin efecto por la
palabra de sabiduría, de fe, por los dones de sanidades y de milagros. Sus
planes para producir daño son minimizados por una palabra oportuna de profecía,
o por el don de lenguas con interpretación. No es de extrañar, por tanto, que
los demonios se opongan tan fuertemente a estos dones.
Los nueve dones también se dieron a la iglesia
para su edificación. Satanás es el enemigo de la iglesia y se levanta contra
todo aquello que está diseñado para edificar el cuerpo de Cristo. Hace fuertes
arremetidas contra los dones, especialmente contra el don de lenguas, que tiene
un propósito especial en la edificación del creyente individual (véase 1
Corintios 14:4).
Si la persona que experimenta la liberación no
ha sido bautizada en el Espíritu Santo, se le debe animar a recibir este
bautismo y a desear los dones espirituales. Hemos visto a muchas personas
recibir el bautismo en el Espíritu Santo como clímax de una liberación. El poder
del Espíritu Santo es importante para retener la liberación.
A quienes ya han recibido el bautismo en el
Espíritu Santo se les debe estimular a “procurar los dones mejores” (1
Corintios 12:31), y el mejor don es el que ministre a las necesidades de otros
en determinadas situaciones. Es bastante común que los obstáculos a los dones
desaparezcan con la liberación. Hay demonios especialistas que intentan
bloquear la operación de los dones espirituales. Después de la liberación la
casa se debe llenar con el poder del Espíritu Santo.
1.2 Llenar la Casa con el Fruto del Espíritu
El fruto del Espíritu se enumera en Gálatas
5:22-23. Es: (1) Amor, (2) Gozo, (3) Paz, (4) Paciencia, (5) Benignidad, (6)
Bondad, (7) Fe, (8) Mansedumbre y (9) Templanza. Este fruto con sus nueve
componentes representa la misma naturaleza del Señor Jesucristo. Cuando el
fruto del Espíritu Santo se produce en la vida de un creyente, se identifica
con el carácter de Jesús.
Los demonios son exactamente lo opuesto al
carácter de Jesús. Entran en una persona con el fin de proyectar su propia
naturaleza malvada a través de esa persona. Así, lo que se busca con la
liberación es expulsar los demonios y su influencia para reemplazarlos por
Jesús y el fruto del Espíritu. A menos que esto se entienda y se convierta en
una meta definida, todos los beneficios que se ganan por medio de la liberación
eventualmente se perderán.
De esta manera, para obtener un beneficio
permanente de la liberación, la “casa” se debe llenar y mantenerse llena. De
otro modo, los espíritus malos regresarán y pueden volver con mayor fuerza que
antes.
Antes de continuar, necesitamos entender
claramente cómo se produce el fruto del Espíritu. La respuesta se encuentra en
la parábola de la vid y los pámpanos.
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4).
NOTA: El fruto no se produce por acción
independiente o por el esfuerzo personal. ¡Sólo viene como resultado de
permanecer en la vid! De manera que la palabra clave es PERMANECER. Permanecer
en la vid, significa estar conectado con Jesús de tal manera que la vida de
Cristo fluya en el pámpano, y se produzca el fruto. ¿Cómo se hace para
permanecer? La respuesta se encuentra en el versículo 10:
“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre,y permanezco
en su amor”.
Permanecer es sinónimo de guardar los
mandamientos del Señor ¿y qué tendremos por obedecer y
permanecer? Sigamos leyendo: “mi amor ... mi gozo ”, lo primero del fruto del
Espíritu Santo.
Cuando obedecemos tenemos compañerismo con el
Señor y obtenemos su amor, su gozo y su paz. Cuando desobedecemos se rompe el
compañerismo con Dios y Satanás ha ganado una vía de penetración. Aprendamos
del ejemplo de Jesús. ¿De qué estaba hablando el Señor en el contexto,
justamente antes de la parábola de la vid y los pámpanos?
“No hablaré ya mucho con vosotros; porque
viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí. Mas para que el mundo
conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago’’ (Juan 14:30-31).
Aquí Jesús explicó que el demonio no tenía
nada en El, porque era completamente obediente al Padre. Él nunca dijo una
palabra ni hizo una acción fuera de la voluntad del Padre. De ahí que Jesús
pudiera declarar:
“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco
en su amor” (Juan 15:10).
1.3 El Fruto Llamado Amor
El señor A. tuvo una crisis nerviosa hacía
unos doce años. Había permanecido incapacitado emocionalmente, inclusive
después de un tratamiento muy intenso y de cuidados hospitalarios. Finalmente
supo del ministerio de liberación y se le expulsaron los demonios responsables
de su estado emocional. También recibió sanidad en el cerebro, de manera que
las cosas que le bloqueaban la memoria por los tratamientos de choques
eléctricos, comenzaron a volver. Con el regreso de la memoria recordó el nombre
de un enfermero que en el hospital psiquiátrico le había maltratado con mucha
crueldad. Entonces lleno de gran amargura, con odio contra ese hombre, comenzó
a acariciar pensamientos de buscarlo después de todos esos años y darle muerte.
En este punto, el señor A. volvió para
continuar su liberación. Se le explicó que debía arrepentirse de su odio y
perdonar a esa persona con un acto de su voluntad. También se le mostró que, de
acuerdo con Mateo 18:32-35, no podía ser liberado de los verdugos
atormentadores sino hasta cuando él, con toda su voluntad, hubiese querido
perdonar a aquel hombre. Pero el señor A. no quería responder a mi petición.
Sin embargo, por lo menos durante cinco minutos se sentó en silencio mientras
decidía si mantener su odio o si satisfacer los requisitos de Dios para la
liberación. Esto le tomó todo el esfuerzo de que era capaz, pero finalmente
dijo: “Con la ayuda de Jesús, perdono a ese hombre”. Por medio de ese acto de
su voluntad, abrió el camino para la liberación.
“Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no
perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).
Hemos conocido a otras personas que han
obtenido mucho por medio de la liberación, como este hombre. Cuando se le
expulsaron los demonios de amargura, odio, resentimiento, ira, violencia,
asesinato, él inmediatamente los reemplazó con el amor de Jesús, el amor que
perdona al enemigo. Inmediatamente la vida espiritual de este hombre comenzó a
florecer. Los ríos de agua viva comenzaron a fluir de él, y empezó a ministrar
la verdad y la vida a quienes estaban cerca de él. Su alma rebosó con la paz y
con el gozo del Señor. Había obedecido la orden de Dios de perdonar a su enemigo
y recibió el fruto de esa obediencia. El amor ocupó el lugar del odio.
1.4 El Fruto Llamado Gozo
J.P. tenía muchos problemas para ser un niño
de cinco años. Sus padres habían llegado hasta el punto de la separación y del
divorcio. Habían tenido mucha tensión y muchos problemas en el hogar desde el
mismo instante de su nacimiento. La mamá nos contó que J.P. tenía muchos
temores y constantemente se apegaba a ella buscando seguridad. Era obvio que
era un niño muy intranquilo y muy nervioso. En resumen, era un niño bastante
infeliz. Pero la madre le había traído al ministerio de liberación. Mientras
ministrábamos a su hermano y a su hermana mayores, caminaba a nuestro alrededor
sobre sus manos y rodillas, como si quisiera averiguar cuándo iba a ser su
turno. A su manera infantil parecía sentir la importancia de lo que tendría
lugar. Estaba serio e impaciente.
Cuando nos dirigimos a los primeros demonios
en J.P., los espíritus del mal presionaron sus labios juntándolos en desafío,
un gesto que sin ninguna duda significaba “No pretendemos salir”. Pero en el
nombre de Jesús se vieron obligados a ceder. Salieron por la boca con mucha
espuma y saliva. La batalla no fue difícil, pero duró más o menos treinta
minutos. Entonces J.P., sonriendo mucho, anunció: “Tengo que encontrar un
espejo. Me siento tan bueno que debo parecer diferente”. ¡Y así era! Su cara
estaba radiante, y con los demonios afuera, ahora se podía ver el gozo.
Hay muchas personas, viejas y jóvenes como
J.P. que son tristes. La vida se les ha convertido en una carga. No hay
victoria ni esperanza de victoria. Cuán prometedoras son, para quienes no
tienen gozo, las palabras de Isaías que describen el ministerio de Cristo y su
iglesia:
1,1 El Espíritu de Jehová el Señor está sobre
mí, porque me ungió Jeliová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los
cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;2a proclamar el año de la buena
voluntad de Jehová y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos
los enlutados; 3 a ordenar que a los afligidos de Sion se les
dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría
en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío
de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:1-3).
1.5 El Fruto Llamado Paz
La señora B. fue liberada de un espíritu de
tormento. Ella le había abierto la puerta por un gran temor. La palabra dice
que el temor lleva en sí castigo, tormento (1 Juan 4:18). Ella describía cómo, en
ciertos momentos, una agitación llegaba y la dominaba completamente. No podía
actuar ni pensar en su manera habitual, sobria y estable. Cuando se encontraba
en uno de esos estados de agitación, decía a menudo: “¿... Por qué estoy
obrando de esta forma? Esa no soy yo”. Cuando disminuía la presión de las
circunstancias, que el espíritu de tormenta había activado, comenzó a ver que
un espíritu estaba creando crisis en su mente que no existían en la realidad.
Cada vez, después que el espíritu se había
manifestado, se sentía mal, agitada, con un ardor en su interior, y llena de
condenación. La palabra dice:
“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros,
estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
Este espíritu de tormento y de castigo hacía
que la paz se perdiera, no solamente en ella, sino también en su familia.
Después de expulsar este espíritu y varios de
sus acompañantes, vino a ella una gran paz. Al día siguiente continuaba
hablando de la paz de su interior. Sin embargo, el espíritu se mantuvo haciendo
intentos para crear crisis de temor en su mente que la abrieran para retornar.
Dos veces tuvo éxito, consiguió regresar y fue necesario echarlo fuera de
nuevo. Pronto ella aprendió a conocer los trucos de los demonios y cerró la
puerta por medio de la fe y la confianza en Dios. Ahora tiene una libertad
total. Esto la ha liberado y la ha constituido en un canal para que el fruto de
paz del Espíritu fluya a través de ella hacia otras personas.
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