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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

martes, 10 de septiembre de 2013

Día 5: Cerdos en la sala



1           Pelea la Buena Batalla

Para la iglesia de hoy es una revelación que la despierta, descubrir cuán organizado está Satanás y cuán sistemáticamente está obrando contra nosotros. Mientras a la mayoría de nosotros se nos ha enseñado que la tarea del creyente es ser un testigo de Jesucristo, e inclusive se nos ha entrenado y alentado a testificar, al mismo tiempo no se nos ha enseñado que es también tarea de todo creyente ser un soldado cristiano activo en la batalla espiritual,

¿Cuántos cristianos han sido entrenados “para derribar fortalezas” (2 Corintios 10:4) o cuántos saben cómo “resistir al diablo” (Santiago 4:7) o cómo “luchar contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo y contra las huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales” (Efesios 6:12)?

Como soldados cristianos debemos adquirir conocimiento práctico. Cuando estaba en entrenamiento militar durante la segunda guerra mundial, me enseñaron las armas y las tácticas del enemigo. También las armas y las tácticas que debería emplear contra el enemigo. El ejército de Dios está hoy en campaña. Es imperativo aprender hoy, cómo ser buenos soldados cristianos y a “militar la buena milicia” (1 Timoteo 1:18).

En Efesios 6:11 se nos exhorta a vestir toda la armadura de Dios para permanecer y estar firmes contra las “asechanzas del diablo”. La palabra que se traduce como “asechanzas” es “methodeia” que significa seguir como método y plan establecidos, el uso de engaños, falsedades, astucias y malas mañas. Satanás tiene un método, un plan definido, para conquistarnos a cada uno de nosotros, junto con nuestras familias, nuestra iglesia, nuestra comunidad y nuestra protección y armas para la guerra ofensiva. Así podremos soportar toda acometida contra nosotros y lanzar un ataque que derrote al enemigo.

1.1         La Batalla por Uno Mismo

El énfasis en este libro es la liberación personal. Este es el punto de partida de la batalla espiritual total. Cuando acometemos al enemigo a nivel de la liberación personal, peleamos contra la vanguardia de Satanás. Sus mejores combatientes se mantienen fuera de alcance y debemos llegar a ellos antes que la batalla termine. El primer objetivo en la lucha es liberarse uno mismo.

¿Todos necesitamos liberación? Personalmente, no he encontrado ninguna excepción. Mientras hemos andado en la ignorancia y en la obscuridad, el enemigo ha hecho incursiones exitosas en cada uno de nosotros. Debemos aprender cómo echarlo fuera y cómo mantenerlo fuera.

¡Hable fuerte a los demonios! Esto puede parecer tonto y un poco embarazoso hasta que usted se acostumbre, pero es una táctica efectiva y necesaria en la batalla espiritual. Es obvio que uno debe hablar cuando está expulsando los demonios. También debemos hablar a los demonios que nos asaltan desde el exterior. Por ejemplo, suponga que un demonio acaba de decir a su mente, “fulano de tal piensa que eres un estúpido”. Los demonios nos hablan de esa manera. Así plantan semillas de resentimiento y de sospecha. Debes, por consiguiente, aprender a distinguir entre lo que viene de ti mismo, lo que viene de Dios, y lo que viene de Satanás. Entonces podrás dirigirte así al demonio: “Demonio, eres un mentiroso. Rechazo ese pensamiento respecto a mi amigo. Mi mente está bajo la protección de la sangre de Jesús. Te ato en mis pensamientos. Te ordeno salir y dejarme solo en el nombre todopoderoso de Jesús”.

Este es un ejemplo de cómo resistir al diablo. Sabemos que la Biblia nos dice que debemos “resistir al diablo” pero quizás no hemos descubierto la manera práctica de llevar a cabo este principio. En todas las palabras que usted utilice, vocalice su posición en Jesucristo y resista a los demonios con el uso del nombre y de la sangre de Jesús. Ellos son invasores y deben huir cuando se les resiste de esta manera. No deje de decirlo repetidamente. Los demonios pueden ser tercos, de tal manera que, por favor, resista hasta cuando su mente alcance paz.

Estudie cuidadosamente las siete formas para determinar la necesidad de liberación (véase el capítulo 6). Pero, sobre todo, sea honesto consigo mismo. Pídale ayuda a Dios para que usted pueda ver dónde y cómo le han invadido los demonios. Esto no quiere decir que usted deba volver sobre pecados y cosas desagradables del ayer. Es simplemente reconocer que los demonios se han aprovechado de esos pecados, y de circunstancias en la vida, a fin de que esos intrusos puedan ser expulsados y a fin de que las puertas se cierren detrás de ellos.

Busque la ayuda del ministerio de liberación en el área donde vive. Tal ayuda es ahora mucho más común de lo que era hace unos pocos años, y Dios está levantando a muchos otros para enseñar a ministrar liberación. Si no hay ninguna ayuda disponible, ore para que Dios la suministre. Reúnase con otros creyentes interesados por esto en el cuerpo de Cristo. Quizás el Señor les dirija a aprender sobre cómo ministrarse unos a otros. En resumen, la liberación se debe restaurar en la iglesia. Es ministerio de la iglesia tanto como la enseñanza, la predicación y la sanidad. Jesús llevó a cabo estos ministerios y comisionó a la iglesia para continuarlos.

Comience a practicar la autoliberación. Seleccione un área de su vida donde sabe que los demonios le causan problemas y ordéneles salir en el nombre de Jesús. Cuando los demonios ven que usted renuncia a ellos en forma absoluta y que está hablando en fe, responderán. No les permita tener un día más sin tropiezos. Romanos 14:17 dice “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Esta es la herencia de Dios para usted ahora y de usted depende disfrutarla.

1.2         La Batalla por el Hogar

Hoy, en muchos hogares, aunque el esposo, la esposa y los hijos puedan profesar ser cristianos, hay contiendas, divisiones, confusión y caos. Es tiempo que el diablo asuma su parte de culpa que le corresponde, y es tiempo para que las familias aprendan cómo expulsar al demonio de sus hogares.

El punto de partida ideal para la victoria es que cada miembro de la familia se comprometa nuevamente con Jesucristo. A esto debería seguir la liberación de cada uno.

Una cosa muy hermosa tuvo lugar en una iglesia donde nuestro equipo de liberación fue invitado a ministrar. El pastor había enseñado bien el principio del lugar del hombre en el liderazgo del hogar. Uno por uno los hombres pasaron adelante y solicitaron citas para liberación de sí mismos y de sus familias. El ministerio era tan importante para ellos que hicieron arreglos para salir de sus trabajos y pidieron permiso para no enviar a sus hijos a la escuela por un día, a fin de poder cumplir sus citas. Así es la forma como se debe hacer esto. Las familias deben ser alentadas a experimentar juntas la liberación. Cuando toda la familia coopera, y cuando se consideran el uno al otro, el diablo sale derrotado en un santiamén.

Pero algunos hogares tienen obstáculos mayores. No todos los miembros de la familia son creyentes. Algunos pueden estar tan alejados del Señor como para carecer de interés en las cosas espirituales. Si solamente a un miembro de la familia le importa el bienestar del hogar, ¿qué se puede hacer?

El problema de la señora J. era típico de muchos otros a quienes he aconsejado. Ella procuraba hacer lo mejor por vivir para Cristo, pero su esposo la resistía en toda ocasión. La vejaba si ella iba a la iglesia. Además, jugaba mucho y con frecuencia bebía. Ella informó que era violento y castigaba mucho a los niños y que temía mucho por sí misma y por sus hijos. Los tres niñitos ya mostraban los efectos de la tormenta en el hogar, eran tímidos, inseguros, retraídos y nerviosos. La señora J. oraba mucho por su marido, pero él había empeorado en lugar de mejorar. Inclusive, ella estaba planeando divorciarse .

La señora J. consintió en la liberación. Sabíamos que sería difícil para ella retener su completa liberación mientras el ambiente fuera el mismo, pero que tendría un alivio definitivo de sus temores y presiones.

Entonces se decidió que entraríamos en guerra espiritual contra los demonios que controlaban la vida de su esposo y le cegaban a las verdades espirituales.

“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4).

¡La batalla no es oración! Es un agregado a la oración. No tiene objeto pedir a Dios algo que él ya nos dio. Dios nos ha dado poder y autoridad sobre el diablo. No debemos esperar que Dios nos saque el diablo. El ya derrotó a Satanás y nos dio la capacidad y la responsabilidad de cuidar de nosotros mismos. Esta verdad es una revelación para muchos creyentes. ¡Es una buena nueva!

No es de extrañar, pues, que tantas oraciones parezcan sin respuesta. Necesitamos dejar de implorar a Dios por algo que ya fue provisto para nosotros y empezar a usar lo que Dios nos ha dado.

Comenzamos la batalla espiritual en favor del esposo de la señora J. Con esa misma experiencia, ella aprendería cómo conducir una batalla espiritual, para continuarla por su cuenta. “Demonios que perturban al Señor J., tomamos autoridad sobre ustedes en el nombre todopoderoso de Jesús. Ustedes buscan destruir este hogar pero no les permitiremos que lo hagan. Estamos sentados junto con Cristo en autoridad espiritual. Conocemos nuestra posición y nuestros derechos. Les atamos a ustedes en el nombre poderoso de Jesús. Quiten sus manos de su vida. Liberen su voluntad para que él pueda ser libre y aceptar a Cristo como su Salvador”.

En el curso de pocas semanas el señor J. cambió completamente y fue hecho una criatura nueva en Cristo Jesús. Experimentó el nuevo nacimiento y el bautismo en el Espíritu Santo. La familia junta va ahora a la iglesia y el señor J. se ha convertido en el líder espiritual de su hogar.

No queremos dejar la impresión que todas las batallas espirituales, en situaciones semejantes, terminan con tanta rapidez y tan victoriosamente como en el caso de la familia J., pero hemos visto suficientes victorias por medio de la batalla espiritual como para saber que ésta puede ser asombrosamente efectiva. Otras batallas han tomado mucho más tiempo y algunas progresan lentamente después de meses de haber comenzado.

La batalla espiritual en favor de otro no controla la voluntad de esa persona. Ata el poder de las fuerzas satánicas y libera la voluntad para hacer decisiones sin ninguna interferencia de los demonios. Los demonios no son expulsados de la persona sino que se ata su poder durante cierto tiempo. Este tipo de batalla está de completo acuerdo con el principio de lucha espiritual que aparece en 2 Corintios 10:3 y en Efesios 6:12. Estos pasajes nos enseñan que nuestra lucha es contra enemigos espirituales y que se debe pelear con armas espirituales. Es inútil e impropio ir en la carne a encuentros carnales.

Es mejor hablar en alta voz a los poderes del demonio cuando se va contra ellos pero, no en presencia de la persona comprometida ni en forma abierta ante personas que podrían no apreciar ni entender lo que se está haciendo. Así pues, no es absolutamente necesario hablar en voz alta; se puede desde el espíritu de uno, en presencia de quien usted busca liberar de ataduras demoníacas.

La meta de todo hogar debería ser mantener el patrón de Dios sobre la autoridad divina: esposas que se someten a los esposos, esposos que aman a sus esposas como Cristo amó a la iglesia, e hijos que obedecen a sus padres en el Señor. En cualquier hogar esto reducirá al mínimo las oportunidades del diablo.

1.3         La Batalla por la Iglesia

Satanás tiene un interés especial en la iglesia. Podemos creer muy bien que él hará cualquier cosa que esté a su alcance para desviar, obstaculizar, debilitar y destruir el ministerio de la iglesia. En la organización del diablo hay un príncipe demoníaco asignado a cada expresión local de la iglesia. Muchas iglesias tienen una historia de ciertos tipos de problemas. El príncipe espiritual de esa iglesia se puede identificar rápidamente por el tipo específico de problemas que tiene la iglesia.

En algunas iglesias se puede encontrar un espíritu de discordia. Los miembros contienden entre sí. La contienda es una de las principales armas de Satanás. El suscitará los celos y la competencia. Los cristianos entonces se inflarán de orgullo y pensarán de sí mejor que de los otros y tendrán de sí mismos un concepto más alto que el que deberían tener. Mientras los cristianos están peleando entre sí, con toda certeza no luchan contra el diablo. Eso es lo que él quiere y si lo logra, habrá ganado entonces su batalla.

Otras iglesias están controladas por demonios de doctrinas. En algunas puede ser una falsa doctrina.
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).

En otros casos la doctrina puede no ser falsa, pero el diablo estimula una obsesión por doctrinas. Puede levantar un grupo tan concentrado en una faceta de la verdad (por ejemplo, la salvación o la segunda venida) que descuida ministrar el evangelio completo del Señor y entonces, como consecuencia, se desvía la iglesia.

Otros demonios son especialistas en hacer que la iglesia trabaje con base en capacidades y talentos humanos más que con el poder del Espíritu Santo. Como dice 2 Timoteo 3:5 “que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”. Algunas iglesias aún están ciegas al gran derramamiento del Espíritu de Dios en el día de hoy, y continúan trabajando en el poder del hombre.

Hay príncipes espirituales de denominacionalismo y de sectarismo. Su meta es mantener dividido el cuerpo de Cristo. Cuando en cierta ocasión vi un aviso, frente a una iglesia que estaba construyendo un edificio, donde se identificaba a sí misma como “fundamental e independiente” sentí que revelaba el demonio que regía esa congregación. Algunas iglesias son notables por su aislamiento y por su orgullo espiritual.

Otras iglesias pueden estar bajo los demonios de la mundanalidad y del materialismo. Aquí el ministerio espiritual se ha perdido de vista. El énfasis está en las ventas de comida, en las subastas, en bingos y cosas por el estilo.

La lista continúa sin cesar: formalismo, ritualismo, control por el pastor o por un grupo, complacencia, pesimismo, indiferencia, desaliento, obsesión con problemas que no tienen solución, etc., etc.

“Tocad trompeta en Sión, y dad alarma en mi santo monte” (Joel 2:1). El segundo capítulo del libro de Joel llama al pueblo de Dios a levantarse en batalla contra una hueste terrible de maldad. Pero primero lo llama al arrepentimiento y a volverse a Dios.

“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente...” (Joel 2:12-13a).

Este es el llamado para la iglesia de hoy. Que cada congregación se arrepienta de sus pecados y se humille delante de Dios. Entonces se levantará en el poder de Dios contra los enemigos espirituales que se alian contra ella. La iglesia debe aprender a levantarse en los lugares celestiales y a salir contra “... las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes...” (véase Efesios 1:20-21; 2:6; 3:10; 6:12 y recuérdese que los lugares celestiales son regiones celestes).

Esos príncipes espirituales sobre las iglesias se pueden atar y sus voces se pueden silenciar. Dios ha dado el poder a su pueblo. Depende ahora del pueblo de Dios hacerlo.

1.4         La Batalla por la Comunidad y por el País

El ángel que visitó a Daniel informó que había hallado oposición y luchado contra el príncipe de Persia, es decir, contra el poderoso demonio que dirigía esa nación. Vemos esto como evidencia que Satanás ha asignado un gobernador demoníaco poderoso sobre cada nación del mundo, y, a su vez, sobre cada ciudad y sobre cada comunidad.

El príncipe espiritual que había sobre la comunidad que pastoreaba fue revelado por medio de una visión de Dios. La visión mostró una criatura grande, semejante a un pulpo, que estaba sobre la comunidad. En su frente llevaba escrita la palabra "celos”. Sus tentáculos se extendían hacia abajo y estaban enrollándose y aplastando toda faceta de la vida comunitaria: iglesias, escuelas, negocios, hogares, vida social, gobierno, recreación y relaciones personales. Los tentáculos representaban la discordia, la crítica, la envidia, las detracciones, el deseo desordenado (avaricia), la murmuración, el egoísmo y la codicia.

Cuando comenzamos a reflexionar sobre la visión pudimos ver cómo era de cierta y exacta. Los celos y todos sus tentáculos estaban haciendo presa de la comunidad con un abrazo mortal. Cuando llegué a esa comunidad para comenzar mi ministerio, dos pastores se unieron para visitarme y decirme que yo no era necesario ni deseado. Me invitaron a salir del lugar, basados en que sus iglesias eran suficientes para ministrar a la comunidad. El espíritu de los celos estaba mostrándose así entre las iglesias. Dios me enseñó por medio de la visión que mi lucha no debía ser contra los ministros, mis compañeros, sino contra los “principados y potestades” del diablo.

La esperanza para nuestras comunidades y para nuestra nación no reside en los programas sociales ni gubernamentales. Tampoco en la educación ni en la ciencia. Nuestros problemas son básicamente espirituales. Dios nos ha dado armas espirituales y recursos para la victoria. La iglesia tiene la respuesta. Debe tomar la ofensiva contra las filas de las potestades demoníacas mientras haya todavía tiempo. Pero, ¿cómo hacer esto? Luchando contra todas esas potestades en batallas espirituales. Exprese su posición en Cristo y su autoridad sobre esas fuerzas demoníacas, tal como lo haría en alguna. batalla personal. Gracias a Dios, los cristianos de todas partes están aprendiendo estas técnicas de guerra espiritual, y se está produciendo un gran avivamiento. ¡Bendito sea el nombre de Jesús!

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