1 Siete pasos para la liberación
1.1 Honradez
Se debe ser honesto consigo mismo y con Dios
si se espera recibir la bendición de Dios de la liberación. La falta de
honestidad mantiene áreas de la vida en tinieblas. Los espíritus demoníacos
medran en tales tinieblas, pero la honradez ayuda a sacarlos a la luz. Todo
pecado que no se confiese o del cual no haya habido arrepentimiento, otorga al
demonio un “derecho legal” para quedarse. Pídale a Dios que le ayude a verse a
sí mismo como él lo ve y a traer a la luz cualquier cosa que no sea del Señor.
“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi
iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la
maldad de mi pecado” (Salmo 32:5).
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y
guíame en el camino eterno” (Salmo 139: 23-24).
1.2 Humildad
Esto implica reconocer que uno debe depender
de Dios y de su provisión para la liberación.
“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a
los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”
(Santiago 4:6b-7).
Esto también implica una apertura completa con
los siervos de Dios que ministran la liberación.
“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y
orad unos por otros para que seáis sanados…” (Santiago 5:16a).
1.3 Arrepentimiento
El arrepentimiento es un regreso decidido a
apartarse del pecado y de Satanás. Es indispensable aborrecer todo mal de la
vida y dejar de estar de acuerdo con el mal.
“¿Andarán dos juntos, sí no estuvieren de
acuerdo? (Amós 3:3).
Se debe aborrecer el pecado.
“Y allí os acordaréis de vuestros caminos, y
de todos vuestros hechos en que os contaminasteis; y os aborreceréis a vosotros
mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis” (Ezequiel 20:43).
La liberación no se debe usar simplemente como
alivio de los problemas, sino para ser más como Jesús, por medio de la
obediencia en todo lo que Dios requiere. Arrepentimiento es dejar todo aquello
que estorba el crecimiento espiritual, el ministerio y el compañerismo. El arrepentimiento
necesita una confesión sincera de todos los pecados. Esto quita cualquier
derecho a los espíritus demoníacos.
1.4 Renunciación
La renunciación es dejar el mal. La
renunciación es la acción que resulta ti.el arrepentimiento.
“Al ver él (Juan el Bautista) que muchos de
los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos
de arrepentimiento” (Mateo 3:7-8).
Producir frutos de arrepentimiento implica más
que palabras. Es una demostración del arrepentimiento, es la prueba que ya se
dejaron esos pecados. Por ejemplo, si alguien se arrepiente de la lujuria y de
la concupiscencia, es necesario que destruya todo material pornográfico. Si
alguien se ha arrepentido de un error religioso es necesario que renuncie
completa y totalmente mediante destruir toda la literatura y todas las cosas
asociadas con tal error. “Y muchos de los que habían creído venían, confesando
y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la
magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de
su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata” (Hechos 19: 18-19).
Renunciar significa una completa ruptura con
Satanás y con todas sus obras.
1.5 Perdón
Dios perdona libremente a todos los que
confiesan sus pecados y piden perdón por medio de su Hijo (ver 1 Juan 1:9). El
espera que perdonemos a quienes nos hayan herido en cualquier forma.
“Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial; mas si no
perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).
La voluntad de perdonar es absolutamente
esencial para la liberación (ver Mateo 18:21-35). Ningún ministro que haga
liberación puede efectuarla a menos que el candidato haya cumplido las
condiciones de Dios.
1.6 Oración
Pídale a Dios que le libere y que lo mantenga
libre en el nombre de Jesús.
“Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová
será salvo ... (Y todo aquel que invocare el nombre del Señor será liberado)”
(Joel 2:32a).
1.7 Guerra
La oración y la batalla son dos actividades
separadas y distintas. La oración es hacia Dios y la guerra es hacia el
enemigo. Nuestra batalla contra las potestades demoníacas no es carnal, sino
espiritual (ver Efesios 6:12; 2 Corintios 10:3-5). Es indispensable usar como
armas la sumisión a Dios, la sangre del Señor Jesús, la palabra de Dios, y el
propio testimonio como creyente (véase Santiago 4:7; Apocalipsis 12:11; Efesios
6:17).
Identifique los espíritus, diríjase a ellos
directamente por su nombre, y con voz de mando y en fe, ordéneles salir en el
nombre de Jesús. Entre en batalla con decisión y seguridad de victoria. Cristo
no puede fallar. El es el libertador.
“Y estas señales seguirán a los que creen: En
mi nombre echarán fuera demonios...” (Marcos 16:17a).
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes
y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas
10:19).
‘Jehová, roca mía y castillo mío, y mi
libertador...” (Salmo 18:2a).
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