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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

domingo, 7 de marzo de 2010

ID Y PREDICAD EL EVANGELIO…

ID Y PREDICAD EL EVANGELIO…

Por: Juan Sebastián Ramírez N

1 ORDEN Y COMUNIÓN EN LA PREDICACIÓN

Dios, a través del apóstol Pablo, habla a la iglesia de Corinto indicándoles que “todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden.” (1Co.14:40) Y Él mismo nos da testimonio de orden en el ballet celestial que se presentó en la creación, no formó las cosas desordenadamente, no hizo al hombre y después la luz o las estrellas o el sol... Todo lo hizo, lo ha hecho y lo hará con orden

Basados en esa premisa del orden, es importante que, como hijos suyos que somos, hagamos las cosas con orden. Orden en nuestra vida (en cada una de las áreas que la conforma) y, por supuesto, orden en nuestra forma de llevar el evangelio

Samuel Vila (1968) comenta en su manual de homilética: “El buen deseo de testificar de las verdades del Evangelio, la misma piedad o el fervor religioso, con ser virtudes in-dispensables para la predicación eficaz, no son suficientes. Es necesario presentar las verdades evangélicas, sobre todo a los nuevos oyentes, de un modo claro y lógico, que persuada sin fatigar las mentes”.

El orden es primordial pero para abundar en frutos el men-sajero de la Palabra además de una vida disciplinada y or-denada requiere de una comunión especial que incluya “el poder o fuego del Espíritu Santo, que no siempre es el fuego del entusiasmo humano que se expresa con enérgicos gestos y grandes gritos, sino aquella unción de lo Alto que da a las palabras del mensajero ese algo inexplicable que no se adquiere por medios humanos pero lleva al corazón del oyente la impresión de que el mensaje es de Dios, porque es Dios mismo revelándose al corazón del que escucha la Palabra.”

El Espíritu Santo será el encargado de dar vida a las Palabras que, ordenadamente, prediquemos (2Co.3:5-6). Si se establece correctamente esta relación nuestra predicación permitirá “ver de su siembra espiritual abundantes frutos para vida eterna”

2 ORACIÓN PREVIA A LA PREDICACIÓN

La vida de oración es sumamente importante antes de in-troducirse en la predicación de la Palabra. La oración es el acto más maravilloso del plano espiritual y también algo que encierra un gran misterio. El poder de la oración está, no en lo mucho que oremos, sino en el grado que nuestras oraciones sean conformes con el principio fundamental de la oración, que es que estemos tan llenos de la voluntad de Dios que olvidemos nuestros propios intereses. Solamente las oraciones de esta clase son de verdadero valor

Mediante la oración Dios nos revela cual es su voluntad, nos indica que tiene planeado para nosotros y nos da las pautas necesarias en nuestra vida como mensajeros de su Palabra y su Verdad.

En oración, Dios colocó paz en el corazón de Pablo, cuando el Espíritu Santo le recordó que es Él quien pone las palabras en nuestra boca para dar correcta defensa de la verdad del evangelio.

Quien anhela predicar el evangelio debe tener una vida activa de oración, acudir cada día a la presencia del Rey de Reyes y Señor de Señores para recibir de gracia lo que de gracia va a dar. Sólo entonces el Espíritu Santo será quien coloque las palabras oportuna para que otros, por medio de la predicación y el testimonio del mensajero, lleguen a los pies del Salvador a encontrar su oportuno socorro (Heb. 4:16).

3 FUNDAMENTOS CRISTIANOS Y TEOLÓGICOS EN LA EVANGELIZACIÓN

Existen tres cosas importantes y básicas para fundamentar la predicación, la primera es la vida del mensajero de la Pala-bra, una vida de testimonio, en la que se evidencia una relación íntima con Dios y que como fruto de esa relación se produzca el mensaje evangelísitco (Jn. 14:10, 26; 16:13). Se debe recordar siempre que el mensajero de la Palabra es un Embajador del Reino de los Cielos (2Co. 5:20a; Fil. 3:20), además de tener linaje escogido, real sacerdocio, ser parte de una nación santa, y pertenece al pueblo de Dios (1Pe. 2:9), en resumen es luz y sal (Mt 5:13-16). En segundo lugar se establece que una verdadera evangelización es aquella fundamentada en una correcta teología, la metodología debe ser el tercer paso pero nunca puede sustituir al primero o segundo.

En cuanto al fundamento teológico es importante considerar:

• La Convicción acerca de Dios.- Su presencia real como la luz que ilumina a toda persona en todo lugar (Sal. 119:105), como aquel que dio el primer paso de reconciliación (1Jn. 4:9-10) y como aquel que habla y se revela al hombre (Jn. 1:14)

• La Convicción acerca de las Escrituras.- La Biblia es la Palabra de Dios escrita, es el Manual del Fabricante, mediante la cual Dio sigue comunicándose y hablando a su pueblo hoy. Las Escrituras tienen poder de transformar y salvar vidas, la Palabra de Dios es actual y sigue impactando la vida de quien la escucha (Jn. 5:39; 2Ti. 3:16-17; Ro. 15:4). Su veracidad y su certidumbre se observa en el cumplimiento confirmado de más de 2000 profecías.

• La Convicción acerca de su vida.- Uno de nuestros principales cuidados debe ser el que nosotros mismos seamos salvos, antes de predicar el Evangelio de la Sal-vación.

• La Convicción acerca de la Iglesia.- Existe una relación de dependencia directa entre la iglesia (como creación de Dios) y la Palabra misma de Dios. La vida de la Iglesia, su relacionismo, su origen y futuro. La Iglesia Integral se sitúa en el centro de las tendencias, equidistante de interpretaciones externas. 

• La Convicción acerca de la predicación.- Al leer la Palabra de Dios y exponerla para dar claridad a lo que parece oscuro, ayudamos a entender para que el mensaje de Dios adquiera sentido real al que lo escucha (Mr. 13:10-11; Lc. 9:2-5; Hch 10:42).

La claridad que se tenga de estas convicciones recuperará la pasión por la tarea de exponer y anunciar la Palabra de Dios a los perdidos

4 MENSAJEROS DE LA PALABRA

El derrumbe de la muralla que separaba al clero de los legos, fue una de las más importantes contribuciones de la Reforma. Los reformadores captaron de nuevo la gran doctrina del sacerdocio del creyente. Este principio se encuentra entre los más preciosos de los evangélicos. Esencialmente, todos los creyentes son iguales delante de Dios, pero, funcionalmente, hay una distinción muy importante que no debe ser olvidada: el llamamiento al ministerio de la Palabra. Este ministerio también es una doctrina distintiva de los evangélicos. (16, 17)

Dios sigue llamando y apartando a ciertos hombres para el ministerio de la Palabra. En un sentido, todos los creyentes reciben una vocación a servir al Señor (el ministerio común), pero en otro sentido particular, Dios llama a sus ministros especiales (el ministerio oficial). No fuimos creados para correr tras el viento. Fuimos creados para unirnos a Dios en una misión. La respuesta a este llamamiento implica dos cosas: la predicación y la dedicación. La primera quiere decir un ferviente impulso a predicar la Palabra. La segunda, una consagración de todo nuestro tiempo al Señor.

5 DEFINICIÓN

El mensajero de la Palabra de Dios debe conocer el concepto “predicación”, para llevar a cabo con éxito su misión:
"La predicación es la verdad de Dios pro-clamada por una personalidad escogida con el fin de satisfacer las necesidades humanas". (Andrés Blackwood)
"La predicación es la comunicación de la Verdad por un hombre a los hombres..., es la presentación de la Verdad a través de la personalidad” (Philips Brooks)
"La predicación es la verdad divina a través de la personalidad humana para vida eterna". (A. E. Garvie)
"La predicación es una manifestación del Verbo Encarnado desde el Verbo Escrito y por medio del Verbo Hablado". (Bernardo Manning)
"La predicación es la declaración de la gracia de Dios a la necesidad humana, sobre la autoridad Divina". (Campbeil Morgan)
"La predicación es la comunicación verbal de la verdad divina con el fin de persua-dir". (T. H. Pattison)

Analizando estas definiciones, se extraen tres rasgos del mensaje:

5.1 Es una prédica.

Nuestro mensaje no es una plática sino una prédica. Esta diferencia es muy importante. Retornemos al esencialismo. Una charla es nada más que una conferencia, un discurso. La esencia de la predicación es la proclamación. Una prédica lleva el sentido de publicar, de pregonar y de expresar claramente. Es más fiel el sentido de los verbos que describen la predicación en el Nuevo Testamento: evangelize y kerusse. El primero significa "traer buenas noticias", "anun-ciar alegres nuevas". El segundo significa "pregonar públi-camente como un heraldo, siempre con la sugestión de formalidad, gravedad y de una austeridad que demanda atención y obediencia". Esta prédica es esencialmente bíblica porque toma sus temas de la fuente pura de las Sagradas Escrituras. El mensajero debe aferrarse a la Biblia como la base de su predicación. No tenemos que buscar la "verdad divina" fuera de la Biblia

5.2 Es personal.

El mensaje es personal porque depende de un personaje, de una personalidad y de una persona. Cristo es el personaje de la predicación. Nuestro mensaje será cristocéntrico. El predicador debe incorporar a Cristo en todos sus mensajes, y lo hará si sabe basar su mensaje en la Biblia.

La personalidad mencionada se refiere a la del mensajero. Brooks y Garvie dicen "a través de la personalidad". Cabe decirse aquí que esta personalidad del orador no debe re-emplazar al Personaje. Esto sucede muchas veces. Spurgeon solía decir desesperadamente cuando lo alababan: "¡A mí no: a Cristo!". Pero el instrumento humano es importante y el mensaje depende mucho de esta personalidad. El mensajero no es "el parlante de Dios". La Palabra de Dios pasa por su vida y adopta la forma de su personalidad. El hombre no es una máquina y. por eso, su mensaje no es mecánico, sino profundamente personal. No podemos separar el mensaje del mensajero. Este proceso crea una "trinidad" y es incompleta sin la participación del oyente 

La persona mencionada es el oyente. Mucha reflexión so-bre Cristo y mucha atención a la expresión de este pensa-miento, no garantizan necesariamente la comunicación, que es una relación del "tú-yo" entre el orador y el oyente. Si la chispa de comunicación no se enciende, esta "trinidad de predicación", el Personaje por una personalidad a una persona, no se completa y fracasa miserablemente. La identificación con esta "persona oyente" es necesaria. El Personaje, Cristo, se identificó con sus oyentes por medio de su personalidad. Cuanto más se identifica con Cristo, el predicador, tanto más se identifica con el oyente. Su personalidad refleja al Personaje y Cristo es comunicado por él. Implica identificación con Cristo y el oyente. 

5.3 Es persuasiva.

"Con el fin de persuadir", dice Pattison en su definición. Comunicamos el mensaje con este propósito. La persuasión era nota característica de la predicación apostólica. (Hch 2:37, 40-41; 19:26; 20:31; 2Co. 5:11, 14, 20; Judas 23)

Por lo tanto, nuestra persuasión es autoritativa. No debe pedir disculpas por estar en el pulpito, sino que debe predi-car su mensaje con autoridad. El predicador tiene el pleno derecho (y el deber) de hacer un llamado después de predi-car. Si va a ocupar el pulpito, debe cumplir con el propósito del pulpito. Morgan dice: "Toda predicación tiene un solo fin, a saber, el de capturar la ciudadela del alma humana, o sea la voluntad. Anderson, J. recuerda que el intelecto y las emociones constituyen vías de acercamiento que deben ser utilizadas, y que no se logra el verdadero fin de la predicación hasta no haber alcanzado la voluntad, constriñéndola a hacer su elección de acuerdo a la Verdad que se proclama

La predicación está de acuerdo con los tres requisitos esenciales de un sermón VCP, señalados por Campbell Morgan: Verdad, claridad y pasión. El predicador cumplirá con su mandato de predicar cuando predica la Verdad bíblica claramente, con el fin de persuadir .


6. APUNTES ADICIONALES


Richard Baxter en su "Pastor Reformado," entre otras muchas solemnes cosas, escribe lo que sigue: "Tened cuidado de vosotros mismos, no sea que os halléis faltos de esa gracia salvadora de Dios que ofrecéis a los demás, y seáis extraños a la obra eficaz de ese Evangelio que predicáis; y no sea que a la vez que proclamáis al mundo la necesidad de un Salvador, vuestros corazones le vean con menosprecio, y carezcáis de interés en él y en sus salvadores beneficios. Tened cuidado de vosotros mismos, repito, no sea que perezcáis a la vez que exhortáis a otros a que se cuiden de perecer, y no sea que os muráis de hambre, a la vez que les preparáis el alimento. Aunque se haga la promesa de que brillarán como estrellas, a aquellos que vuelvan a muchos al camino de la rectitud, (Dn. 12:3,) esto es en el supuesto de que los tales hayan vuelto primero ellos mismos a él; y no podría ser de otra manera, porque semejantes promesas se hacen coeterís paríbus, et sup posítís supponendis. Su propia sinceridad en la fe, en la condición de su gloria, simplemente considerada, si bien sus grandes trabajos ministeriales pueden ser una condición de la promesa de su gloria mayor. Muchos hombres han amonestado a otros para que no vayan al lugar de tormentos, al cual ellos mismos, sin embargo, se apresuran a ir: se hallan ahora en el infierno muchos predicadores, que centenares de veces han exhortado a sus oyentes a poner el mayor cuidado y una diligencia suma en evitarlo. ¿Puede racionalmente imaginarse que Dios salve a los hombres tan sólo porque éstos ofrezcan la salvación a los demás, a la vez que la rehúsan para sí y porque comuniquen a otros, aquellas verdades que por su parte han visto con descuido y menosprecio? Andan vestidos de andrajos muchos sastres que hacen ricos trajes para otros; y apenas pueden lamerse los dedos algunos cocineros que han aderezado para los demás platillos suculentos. Creedlo, hermanos, Dios nunca ha salvado a nadie porque haya sido predicador, ni porque haya tenido habilidad para ello, sino porque ha sido un hombre justificado y santificado, y en consecuencia, fiel en el trabajo de su Señor. Cuidad por tanto de ser primero, aquello que persuadís a otros que sean; creed en lo que diariamente los persuadís a que crean, y hospedad en el corazón al Cristo y al Espíritu que ofrecéis a los demás. El que os mandó que amarais a vuestros prójimos como a vosotros mismos, implicó en ese precepto el de que os amaseis a vosotros mismos, y no odiaseis ni destruyeseis tanto a vuestras personas como a ellos."

El gran enemigo de las almas toma el mayor empeño en no dejar ni una piedra sin voltear para la ruina del predicador. "Tened cuidado de vosotros mismos," dice Baxter, "porque el tentador hará su primera y más furiosa embestida contra vosotros. Si sois los gulas que le salís al frente, no dejará de acometeros sino en los casos que Dios no se lo permita. Os pone las mayores asechanzas, porque tenéis por misión causarle el daño mayor. Como él odia a Cristo más que a ninguno de nosotros, por ser Jesús el general del campo y el "Capitán de nuestra salvación," y quien hace más que el mundo entero contra el reino de las tinieblas, es esta la razón que tiene para fijarse en los caudillos que militan bajo las banderas del Salvador, más que en el común de los soldados que igualmente lo hacen según su proporción.

Una vez teniendo asegurada su salvación personal, le es menester investigar lo que haya sobre el asunto ulterior de su llamamiento a este cargo: lo primero, tiene para él un interés vital como cristiano; lo se¬gundo, lo tiene igualmente vital para él como pastor. Es lo mismo profesar el cristianismo, sin conversión, que ser pastor sin vocación. En ambos casos se adopta un nombre, y nada más.

os exhorto a que prediquéis el evangelio antiguo, y sólo éste, porque sin duda alguna, es potencia de Dios para dar la salvación. De todo lo que Quisiera yo decir, este es el resumen: hermanos míos, predicad a Cristo siempre y por siempre. El es todo el Evangelio. Su persona, sus oficios y su obra deben ser nuestro gran tema que comprende todo. El mundo necesita oír hablar aún de su Salvador y del modo de acercarse a El.

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