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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

domingo, 2 de febrero de 2014

Día 25: Cerdos en la sala




La batalla final

Todos sabemos por la historia de la Biblia que Dios en muchas oportunidades habló a sus siervos por medio de visiones y sueños. En el día de Pentecostés el apóstol Pedro citó al profeta Joel:
“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2:17).
En julio 9 de 1970 el Señor me habló en un sueño espiritual. Me aclaró que iba a ministrar la verdad mostrada en ese sueño. Ruego que sea una bendición e inspiración para ustedes, como lo ha sido para muchos otros a quienes se ha compartido.

El sueño

Cuando el sueño comenzó me vi entrando a un gran estadio. Las filas estaban completamente llenas de gente, y había un aire de excitación y de expectación sobre lo que iba a suceder. Era un juego de béisbol y yo iba a ser uno de los jugadores. Ya estaba con mi uniforme. El uniforme de mi equipo era rojo y blanco. Vi los miembros del equipo opuesto con uniforme negro y blanco.
Cuando entré al campo me di cuenta que todo mi equipo estaba en el borde, en una controversia sumamente fuerte con los miembros del equipo contrario, como no quise tomar parte en la discusión, fui hacia el campo y esperé que los demás compañeros se me unieran allí. Cuando pasé al campo uno de los jugadores adversarios salió conmigo. Mi mente estaba muy preocupada en adelantar el compro miso. De acuerdo con la posición del sol supe que que-daban más o menos dos horas de luz del día. La acción se debía iniciar muy pronto.
Por último, la discusión en el borde se acabó y los equipos comenzaron a tomar sus posiciones. El nuestro estaba en el campo y el contrario iba a batear. Salí hacia el jardín izquierdo cuando me di cuenta que aún no se me había asignado la posición donde jugaría. Busqué a mi entrenador y vi que estaba en medio del campo. Me hizo señas para indicarme cubrir la tercera base, e inmediatamente tomé mi puesto allí.
Nuestro equipo comenzó a animarse y todos nos gritábamos palabras de aliento uno a otro, para entrar en el espíritu del compromiso. En seguida empezamos a hacer nuestros ejercicios de calentamiento: estirar los brazos, flexionar las rodillas y doblar la espalda. Ahora era el momento de principiar el juego.
El lanzador arrojó la primera bola al plato. El bateador contrario la devolvió con toda su fuerza. Golpeó una pelota que salió alta, muy alta. La observé a medida que iba sobre mi cabeza, hacia atrás, mientras caía en falso, fuera del campo de juego. El temor apretó mi corazón, pues pensé, “Si todos sus jugadores son tan fuertes, ¿qué posibilidades tenemos?” Me di cuenta que debía estar muy alerta y equilibré mi peso de un pie al otro. Si la bola siguiente venía en mi dirección debía ser tan ágil como un gato, listo para saltar en cualquier sentido, agarrarla y poner fuera al jugador. En este punto mi sueño terminó. Cuando desperté y comencé a recordar el sueño, mi respuesta inicial fue una frustración. Me encanta el béisbol y me desilusionó mucho que el juego no hubiera terminado en el sueño.

La interpretación

Un sueño espiritual no se puede describir, se debe interpretar. A medida que el Espíritu Santo me recordó el sueño en la mañana siguiente, comenzó a darme la interpretación. Tomé un papel y un lápiz y empecé a escribirla, tan rápido como podía. Todo se me aclaró en pocos instantes y quedó escrita sin interrupciones, tal como el Espíritu Santo me la fue dando.
El campo de juego representaba el mundo total, todo el universo. Las filas llenas de espectadores se refieren al cuadro que aparece en Hebreos 12:1.
“Por tanto nosotros también teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos”.
El Señor me dijo que quienes estaban en los asientos constituían la gran nube de testigos. Eran todos los cristianos que habían vivido antes y que ahora miraban hacia abajo, al mundo, desde sus posiciones celestiales. Todos los patriarcas y los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento estaban en esas filas. Allí se encontraban Abraham, Jacob, Isaac, José, David, Daniel, Jeremías, Isaías, Pedro, Santiago, Juan, y todos los demás. Eran quienes habían estado en las carreras de relevos en las generaciones anteriores. Muchos lo habían hecho bien y se encontraban en el salón de la fama como aparece registrado en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos. Miraban con una profunda expectación para ver cómo los que estábamos en el campo, los de esta generación, lo íbamos a hacer.
Luego el Señor me dijo, “Esta es la serie mundial. Este es el último encuentro entre las fuerzas del mal y las fuerzas de la justicia. Esto va a decidir el campeonato mundial”.
Nuestros uniformes eran rojo y blanco. El rojo representa la sangre de Jesús. Señala a quienes pertenecemos a Cristo. La sangre habla de nuestro poder en el Señor.
“Y ellos le han vencido (a Satanás) por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio...” (Apocalipsis 12:11).
El blanco significa la pureza. Quienes se hallan hoy en el equipo del Señor se deben distinguir por la pureza. El Espíritu está haciendo un énfasis muy fuerte en la santidad personal y en la rectitud práctica. No hay tiempo para caminar con un pie en el mundo y el otro en el reino de Dios.
El equipo contrario estaba vestido de negro y blanco. Lo negro es el símbolo del mal. Caracteriza a Satanás y a sus obras perversas. El equipo rival se identificaba claramente como del diablo y sus huestes de demonios espirituales. Pero me sentí confundido. El equipo del mal también tenía blanco en sus uniformes. ¿Qué significaba esto? Mientras esta pregunta se formaba en mi mente, el Espíritu Santo me dio la respuesta. Lo negro y lo blanco representan una mezcla del bien y del mal. Satanás nunca nos llega con toda la negrura del mal. Viene también con blanco. Lo negro y lo blanco ilustran una mezcla de verdad y error. Esta es una de las mayores estratagemas de Satanás, la mezcla. Hoy, como nunca antes, hay una mezcla del bien y del mal, de la verdad y del error.
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).
¿Por qué estaba yo en este juego? El Señor me mostró que mi presencia en el encuentro era para representar a una persona. Representaba a muchos cristianos que se mueven en el campo de la batalla espiritual para llevar la ofensiva contra las fuerzas del maligno.           _
Pregunté, ¿Pero, Señor, por qué todos mis compañeros estaban en el borde y discutían con los miembros del equipo contrario? El Señor me explicó que esa era justamente otra táctica del enemigo. Procura llevar a las gentes de Dios a los límites, fuera de la acción principal, para mantenerlas atadas. Me demostró que esto representaba las divisiones del cristianismo denominacional. El demonio tiene a los cristianos en el borde, para defender sus propias doctrinas y tradiciones, sin darse cuenta que han sido engañados por el diablo. Es tiempo para que la gente de Dios se unifique; se convierta en una unidad, y vaya a los asuntos que están a la mano. En realidad, esto es lo que sucede como resultado del gran derramamiento del Espíritu Santo a través de todo el mundo hoy.
Mi preocupación era que el día iba a terminar. Quedaban sólo un par de horas de luz diurna. En verdad, la noche viene cuando nadie puede trabajar. Estamos viviendo las horas finales en la historia de la humanidad. Debemos estar seguros que todo minuto es valioso. Debemos darnos cuenta que como cristianos tenemos que ir al campo y derrotar a Satanás y a sus huestes.
Finalmente los equipos comenzaron a moverse hacia el campo, pero un hombre no constituye un equipo. La fase de la vida de iglesia donde nos movemos, requiere trabajo en equipo, es decir unidad. El Señor entonces me recordó que hay nueve jugadores en un equipo de béisbol. El número nueve sugiere los nueve dones y los nueve componentes del fruto del Espíritu Santo. Quienes están en el equipo del Señor en este conflicto final con las fuerzas de Satanás, obrarán bajo la dirección del Espíritu Santo. Los dones del Espíritu, la palabra de sabiduría, la palabra de conocimiento, la fe, los dones de sanidades, los dones de milagros, la profecía, el discernimiento de espíritus, los diversos géneros de lenguas y la interpretación de lenguas (1 Corintios 12: 8-10), obrarán en su ministerio. El fruto del Espíritu, amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre, templanza, será puesto en evidencia (Gálatas 5: 22-23).
Alabado sea el Señor. Él está colocando su equipo en el campo en nuestros días. Es un equipo lleno del Espíritu. Los dones del Espíritu están siendo restaurados a su iglesia. El fruto se demuestra entre la gente de Dios como nunca antes. Las barreras que nos han separado y nos han mantenido aparte uno de otro están siendo vencidas. Las divisiones denominacionales se están acabando. Las cuestiones doctrinales que dividen a la iglesia cada día se entierran más. ¡Jesús es el Señor! Estamos experimentando el flujo del amor. Estamos en un terreno común. Podemos adorar y ministrar juntos bajo el Espíritu Santo.
Cuando me moví al campo un miembro del equipo contrario se movió conmigo. En la vida real me muevo al campo de batalla cuando experimento el Espíritu Santo. Al ser dotado de poder, me convierto en una amenaza para el diablo. Después de esa experiencia los dones del Espíritu comenzaron a obrar en mi ministerio, y todo el poder resultante se dirigió contra el demonio. El bautismo en el Espíritu Santo ciertamente no puso final a todos mis problemas. En verdad, mis problemas parecen ser mayores que antes. De la noche a la mañana casi todos mis amigos se volvieron enemigos, pues me rechazaron y me acusaron de orgullo y engaño. El temor se apoderó de mi corazón y me preguntaba qué sería de mí. Las potestades diabólicas se habían movido al campo para enfrentarme.
En este punto me encontraba en el jardín izquierdo.
¿Sabe usted qué significa estar en el jardín izquierdo? Esta expresión se usa para describir a una persona que se halla confundida y que no sabe de dónde es vecina. Sabía que estaba en la lucha y en el campo, pero no tenía idea cuál era mi parte. Esto en una forma muy gráfica y adecuada describía mi dilema después del bautismo en el Espíritu Santo. ¿Y no describe también así a muchos cristianos? Están en el jardín izquierdo. En realidad nunca han encontrado la voluntad de Dios para sus vidas. Están caminando sin ningún objetivo. No son de ayuda real para el equipo. El puesto que deben ocupar queda vacío. Hay una falta en las filas. Pero el entrenador estaba allí, listo para dar la dirección correcta. ¿Quién es el entrenador? Es el Espíritu Santo. Y, ¿dónde se va a encontrar? Hay una situación extraña en el sueño. Por regla general el entrenador está por los lados del campo o en el foso (“Dugout”). Pero aquí el entrenador estaba justo en la mitad del campo. ¿Dónde está el Espíritu Santo en el día de hoy? Está justo en medio de nosotros. Está allí para darnos dirección a medida que le miremos. Me mostró que yo debía pasar a la tercera base. Pronto veremos el significado de esto.
En un instante los diversos miembros del equipo rápidamente ocuparon sus puestos. El juego pronto seguiría. Nosotros comenzamos a alentarnos uno a otro con palabras de ánimo. Oh, qué hermosísimo el cuadro de la iglesia.
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10: 2425).
Luego empezaron nuestros ejercicios. El Señor me mostró que el ejercicio físico de los jugadores es paralelo con los ejercicios espirituales del cristiano. Si vamos a estar en forma para el conflicto espiritual, debemos seguir las reglas y las disciplinas del ejercicio espiritual, flexionando nuestras rodillas en la oración, levantando nuestros brazos en alabanza, inclinando nuestros lomos en la adoración.
¡Aleluya! Los participantes en los encuentros de un campeonato mundial siempre están en la mejor condición. Que no se diga de nosotros:
“... Porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz” (Lucas 16:8b).
Si los hombres en los deportes pueden disciplinar sus vidas y permanecer en óptima forma para ganar una corona terrenal, mucho más debería el cristiano estar listo, pagar el precio, y completamente preparado para el mayor conflicto de todos.
Ahora era el momento de iniciación del encuentro. Dios me mostró que nuestro equipo estaba en el campo defensivo. Me dijo que su gente había estado en esta posición ya por bastante tiempo. Era la oportunidad para ganar de mano al diablo y pasar a la ofensiva. Una buena defensa es importante pero los puntos los anota el equipo ofensivo. Por medio de la batalla espiritual, hoy la iglesia toma la ofensiva. Los demonios están siendo expulsados. Los principados y las potestades de las tinieblas espirituales están siendo asaltados y derrotados. Jesús una vez dijo,
“Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lucas 11:20).
Hoy es el día de la guerra espiritual y de la victoria espiritual. Antes que el reino de Dios se pueda convertir en una realidad en tu vida o en la mía las fuerzas del infierno que nos obstaculizan se deben enfrentar y se deben vencer. Antes que la iglesia pueda cumplir con lo que el Señor profetizó respecto a su iglesia victoriosa (Mateo 16:18) debe tomar la ofensiva contra el diablo. El mensaje y la práctica de la batalla espiritual se extienden rápidamente hoy a toda la iglesia. Se está resistiendo al diablo y se ve obligado a huir. Por primera vez le vemos las espaldas. Es una vista muy bonita.
Me acuerdo de la historia de los muchachos que un día jugaban pelota en el campo. Un hombre que pasaba le preguntó a uno cómo iba el juego. El niño contestó que estaba yendo bien. El hombre averigüó el puntaje. El muchacho dijo 35 a 0. El hombre quiso saber a favor de quién. El muchacho le respondió que era favorable al equipo rival. Entonces el hombre comentó que el equipo del muchacho estaba siendo derrotado. El muchacho lo miró con admiración y le dijo, “No, no señor. Nosotros no estamos derrotados”. Ahora fue el hombre quien quedó confundido y quiso saber por qué el joven decía que no estaban vencidos cuando tenían un puntaje de 35 a 0. Pero el muchacho explicó, “Señor, todavía no hemos pasado a batear”.
He aquí un cuadro de la iglesia. El demonio ha estado anotando todos los puntos, pero ahora es el momento para que la iglesia salga a la ofensiva y derrote al diablo. ¡Amén.
Luego, se iba a lanzar la primera bola. El bateador golpeó la pelota muy duro. La bola salió muy alta y lejos, pero se fue en falso. El Señor me dijo, “Quiero mostrarte la obra del enemigo. Es como esa pelota que fue bateada. El enemigo tiene algo de poder. Y todo lo que hace es a menudo muy alto, muy fuerte y muy impresionante pero es falso siempre, en todo momento”.
El temor que atenazó mi corazón es común a muchos de los siervos de Dios cuando ven todo lo que el diablo hace. Se maravillaban y se preguntaban si hay alguna posibilidad de victoria. Entonces comienzan a pensar en términos de ser sacados en un rapto. Pero Dios no alienta ni estimula esa clase de iglesia. El es el Señor de una iglesia militante. Él ha estado esperando que una generación como la nuestra tome el campo. Bajo su liderazgo se hará. El contrario será derrotado. ¿Estás tú en el equipo? ¿Estás tomando la ofensiva contra el diablo?
En este punto del sueño me di cuenta que debía estar listo. Debo hacer lo mejor a mi alcance. Debo ser capaz de moverme en todas las direcciones necesarias y poner fuera al enemigo.
“Mirad, pues con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5: 15-16).
El sueño parecía haber terminado prematuramente. Pregunté al Señor por qué no se me permitió ver el final del juego. A su vez el Señor me preguntó, para qué quería yo ver el final. Le expliqué que estaba deseoso de conocer el resultado. El Señor entonces dijo una cosa muy linda, “Hijo”, me contestó “no necesitas conocer el resultado; ya lo sabes. Mi palabra ha prometido que tanto tú y todos los que están contigo son del equipo ganador. Y será así como yo lo he dicho. Ahora, no es necesario que conozcas el resultado, sino es necesario que sepas que el conflicto final ya comenzó”.
Sí, querido hermano en Cristo, estamos en el fin de los tiempos. El encuentro final entre las fuerzas de Satanás y el ejército de Dios está ya en camino. Vemos las pruebas, las evidencias, por todas partes. Hay una llamada al combate. No hay más tiempo para perder. La batalla ya va a comenzar. ¿Has hecho ya tu decisión? ¿Estás listo?

La consecuencia

La interpretación del sueño no había terminado. Se me dio el significado de las bases. La primera base representaba las relaciones sociales, la segunda base las relaciones de negocios, y la tercera base las relaciones de la iglesia. De ahí por qué fui asignado a la tercera base. Se me encomendó eliminar al diablo, echarlo fuera, cuando procurara ganar la tercera base, es decir, la iglesia.
El “home”, la base “home” representaba justamente lo que ha significado, las relaciones del hogar. El Espíritu me mostró que todo comienza en la casa y termina en la base del hogar. Cuando los miembros del equipo del Señor pasaran al bate deberían comenzar en el “home” y golpear desde allí. No importa cuán impresionantemente se corran las bases de los aspectos sociales, de los negocios, o inclusive los de la iglesia, si no se ha comenzado correctamente en el “home”, en el hogar, no son nada, son hipócritas.
Dios está dando hoy un énfasis muy fuerte en la vida correcta de hogar. Es necesario colocar nuestras casas en orden. Dios está restaurando la autoridad del padre y del esposo a su lugar de preeminencia en el hogar. El hogar se debe convertir en el centro de la vida espiritual. Este es el orden divino de Dios. No podemos estar en lo correcto en ninguna otra relación en la vida, sino hasta cuando nuestras vidas en el hogar sean correctas. El equipo del diablo está lanzando bolas muy rápidas, con curvas, hacia el hogar. Primero que todo, se debe derrotar al diablo en sus embestidas contra nuestros hogares. Cada miembro de la familia debe asumir el papel que Dios ha ordenado:
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella... Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 5: 22, 25 y 6: 1).
La primera prueba para la vida cristiana comienza en el hogar. Si el amor, el gozo, y la paz del Espíritu Santo no brillan en nuestras vidas, en relación con los miembros de nuestro propio hogar, entonces Satanás ha alcanzado una victoria sobre nosotros. Cuando es aparente que Satanás ya obtuvo algo en nuestro hogar, por medio del control al ego, entonces hay un llamado a la batalla espiritual. Derrota al diablo en tu propia vida y en tu familia y entonces serás capaz de llevar la batalla a otras áreas de la existencia.
En su parábola de la paja y la viga Jesús nos demostró que debemos colocar nuestra propia vida en orden, antes que podamos ministrar a otros. Asegurémonos que no haya cerdos en nuestras propias salas.

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