La batalla final
Todos sabemos por la historia de la Biblia que
Dios en muchas oportunidades habló a sus siervos por medio de visiones y
sueños. En el día de Pentecostés el apóstol Pedro citó al profeta Joel:
“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré
de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán
sueños” (Hechos 2:17).
En julio 9 de 1970 el Señor me habló en un
sueño espiritual. Me aclaró que iba a ministrar la verdad mostrada en ese
sueño. Ruego que sea una bendición e inspiración para ustedes, como lo ha sido
para muchos otros a quienes se ha compartido.
El sueño
Cuando el sueño comenzó me vi entrando a un
gran estadio. Las filas estaban completamente llenas de gente, y había un aire
de excitación y de expectación sobre lo que iba a suceder. Era un juego de
béisbol y yo iba a ser uno de los jugadores. Ya estaba con mi uniforme. El
uniforme de mi equipo era rojo y blanco. Vi los miembros del equipo opuesto con
uniforme negro y blanco.
Cuando entré al campo me di cuenta que todo mi
equipo estaba en el borde, en una controversia sumamente fuerte con los
miembros del equipo contrario, como no quise tomar parte en la discusión, fui
hacia el campo y esperé que los demás compañeros se me unieran allí. Cuando
pasé al campo uno de los jugadores adversarios salió conmigo. Mi mente estaba
muy preocupada en adelantar el compro miso. De acuerdo con la posición del sol
supe que que-daban más o menos dos horas de luz del día. La acción se debía
iniciar muy pronto.
Por último, la discusión en el borde se acabó
y los equipos comenzaron a tomar sus posiciones. El nuestro estaba en el campo
y el contrario iba a batear. Salí hacia el jardín izquierdo cuando me di cuenta
que aún no se me había asignado la posición donde jugaría. Busqué a mi
entrenador y vi que estaba en medio del campo. Me hizo señas para indicarme
cubrir la tercera base, e inmediatamente tomé mi puesto allí.
Nuestro equipo comenzó a animarse y todos nos
gritábamos palabras de aliento uno a otro, para entrar en el espíritu del
compromiso. En seguida empezamos a hacer nuestros ejercicios de calentamiento:
estirar los brazos, flexionar las rodillas y doblar la espalda. Ahora era el
momento de principiar el juego.
El lanzador arrojó la primera bola al plato.
El bateador contrario la devolvió con toda su fuerza. Golpeó una pelota que
salió alta, muy alta. La observé a medida que iba sobre mi cabeza, hacia atrás,
mientras caía en falso, fuera del campo de juego. El temor apretó mi corazón,
pues pensé, “Si todos sus jugadores son tan fuertes, ¿qué posibilidades
tenemos?” Me di cuenta que debía estar muy alerta y equilibré mi peso de un pie
al otro. Si la bola siguiente venía en mi dirección debía ser tan ágil como un
gato, listo para saltar en cualquier sentido, agarrarla y poner fuera al
jugador. En este punto mi sueño terminó. Cuando desperté y comencé a recordar
el sueño, mi respuesta inicial fue una frustración. Me encanta el béisbol y me
desilusionó mucho que el juego no hubiera terminado en el sueño.
La interpretación
Un sueño espiritual no se puede describir, se
debe interpretar. A medida que el Espíritu Santo me recordó el sueño en la
mañana siguiente, comenzó a darme la interpretación. Tomé un papel y un lápiz y
empecé a escribirla, tan rápido como podía. Todo se me aclaró en pocos
instantes y quedó escrita sin interrupciones, tal como el Espíritu Santo me la
fue dando.
El campo de juego representaba el mundo total,
todo el universo. Las filas llenas de espectadores se refieren al cuadro que
aparece en Hebreos 12:1.
“Por tanto nosotros también teniendo en
derredor nuestro tan grande nube de testigos”.
El Señor me dijo que quienes estaban en los
asientos constituían la gran nube de testigos. Eran todos los cristianos que
habían vivido antes y que ahora miraban hacia abajo, al mundo, desde sus
posiciones celestiales. Todos los patriarcas y los santos del Antiguo y del Nuevo
Testamento estaban en esas filas. Allí se encontraban Abraham, Jacob, Isaac,
José, David, Daniel, Jeremías, Isaías, Pedro, Santiago, Juan, y todos los
demás. Eran quienes habían estado en las carreras de relevos en las
generaciones anteriores. Muchos lo habían hecho bien y se encontraban en el
salón de la fama como aparece registrado en el capítulo 11 de la Carta a los
Hebreos. Miraban con una profunda expectación para ver cómo los que estábamos
en el campo, los de esta generación, lo íbamos a hacer.
Luego el Señor me dijo, “Esta es la serie
mundial. Este es el último encuentro entre las fuerzas del mal y las fuerzas de
la justicia. Esto va a decidir el campeonato mundial”.
Nuestros uniformes eran rojo y blanco. El rojo
representa la sangre de Jesús. Señala a quienes pertenecemos a Cristo. La
sangre habla de nuestro poder en el Señor.
“Y ellos le han vencido (a Satanás) por medio
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio...” (Apocalipsis
12:11).
El blanco significa la pureza. Quienes se hallan
hoy en el equipo del Señor se deben distinguir por la pureza. El Espíritu está
haciendo un énfasis muy fuerte en la santidad personal y en la rectitud
práctica. No hay tiempo para caminar con un pie en el mundo y el otro en el
reino de Dios.
El equipo contrario estaba vestido de negro y
blanco. Lo negro es el símbolo del mal. Caracteriza a Satanás y a sus obras
perversas. El equipo rival se identificaba claramente como del diablo y sus
huestes de demonios espirituales. Pero me sentí confundido. El equipo del mal
también tenía blanco en sus uniformes. ¿Qué significaba esto? Mientras esta
pregunta se formaba en mi mente, el Espíritu Santo me dio la respuesta. Lo
negro y lo blanco representan una mezcla del bien y del mal. Satanás nunca nos
llega con toda la negrura del mal. Viene también con blanco. Lo negro y lo
blanco ilustran una mezcla de verdad y error. Esta es una de las mayores
estratagemas de Satanás, la mezcla. Hoy, como nunca antes, hay una mezcla del
bien y del mal, de la verdad y del error.
“Pero el Espíritu dice claramente que en los
postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus
engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).
¿Por qué estaba yo en este juego? El Señor me
mostró que mi presencia en el encuentro era para representar a una persona.
Representaba a muchos cristianos que se mueven en el campo de la batalla
espiritual para llevar la ofensiva contra las fuerzas del maligno. _
Pregunté, ¿Pero, Señor, por qué todos mis
compañeros estaban en el borde y discutían con los miembros del equipo
contrario? El Señor me explicó que esa era justamente otra táctica del enemigo.
Procura llevar a las gentes de Dios a los límites, fuera de la acción
principal, para mantenerlas atadas. Me demostró que esto representaba las divisiones
del cristianismo denominacional. El demonio tiene a los cristianos en el borde,
para defender sus propias doctrinas y tradiciones, sin darse cuenta que han
sido engañados por el diablo. Es tiempo para que la gente de Dios se unifique;
se convierta en una unidad, y vaya a los asuntos que están a la mano. En
realidad, esto es lo que sucede como resultado del gran derramamiento del
Espíritu Santo a través de todo el mundo hoy.
Mi preocupación era que el día iba a terminar.
Quedaban sólo un par de horas de luz diurna. En verdad, la noche viene cuando
nadie puede trabajar. Estamos viviendo las horas finales en la historia de la
humanidad. Debemos estar seguros que todo minuto es valioso. Debemos darnos
cuenta que como cristianos tenemos que ir al campo y derrotar a Satanás y a sus
huestes.
Finalmente los equipos comenzaron a moverse
hacia el campo, pero un hombre no constituye un equipo. La fase de la vida de
iglesia donde nos movemos, requiere trabajo en equipo, es decir unidad. El
Señor entonces me recordó que hay nueve jugadores en un equipo de béisbol. El
número nueve sugiere los nueve dones y los nueve componentes del fruto del
Espíritu Santo. Quienes están en el equipo del Señor en este conflicto final
con las fuerzas de Satanás, obrarán bajo la dirección del Espíritu Santo. Los
dones del Espíritu, la palabra de sabiduría, la palabra de conocimiento, la fe,
los dones de sanidades, los dones de milagros, la profecía, el discernimiento
de espíritus, los diversos géneros de lenguas y la interpretación de lenguas (1
Corintios 12: 8-10), obrarán en su ministerio. El fruto del Espíritu, amor,
gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre, templanza, será
puesto en evidencia (Gálatas 5: 22-23).
Alabado sea el Señor. Él está colocando su
equipo en el campo en nuestros días. Es un equipo lleno del Espíritu. Los dones
del Espíritu están siendo restaurados a su iglesia. El fruto se demuestra entre
la gente de Dios como nunca antes. Las barreras que nos han separado y nos han
mantenido aparte uno de otro están siendo vencidas. Las divisiones
denominacionales se están acabando. Las cuestiones doctrinales que dividen a la
iglesia cada día se entierran más. ¡Jesús es el Señor! Estamos experimentando
el flujo del amor. Estamos en un terreno común. Podemos adorar y ministrar
juntos bajo el Espíritu Santo.
Cuando me moví al campo un miembro del equipo
contrario se movió conmigo. En la vida real me muevo al campo de batalla cuando
experimento el Espíritu Santo. Al ser dotado de poder, me convierto en una
amenaza para el diablo. Después de esa experiencia los dones del Espíritu
comenzaron a obrar en mi ministerio, y todo el poder resultante se dirigió
contra el demonio. El bautismo en el Espíritu Santo ciertamente no puso final a
todos mis problemas. En verdad, mis problemas parecen ser mayores que antes. De
la noche a la mañana casi todos mis amigos se volvieron enemigos, pues me
rechazaron y me acusaron de orgullo y engaño. El temor se apoderó de mi corazón
y me preguntaba qué sería de mí. Las potestades diabólicas se habían movido al
campo para enfrentarme.
En este punto me encontraba en el jardín
izquierdo.
¿Sabe usted qué significa estar en el jardín
izquierdo? Esta expresión se usa para describir a una persona que se halla
confundida y que no sabe de dónde es vecina. Sabía que estaba en la lucha y en
el campo, pero no tenía idea cuál era mi parte. Esto en una forma muy gráfica y
adecuada describía mi dilema después del bautismo en el Espíritu Santo. ¿Y no
describe también así a muchos cristianos? Están en el jardín izquierdo. En
realidad nunca han encontrado la voluntad de Dios para sus vidas. Están
caminando sin ningún objetivo. No son de ayuda real para el equipo. El puesto
que deben ocupar queda vacío. Hay una falta en las filas. Pero el entrenador
estaba allí, listo para dar la dirección correcta. ¿Quién es el entrenador? Es
el Espíritu Santo. Y, ¿dónde se va a encontrar? Hay una situación extraña en el
sueño. Por regla general el entrenador está por los lados del campo o en el
foso (“Dugout”). Pero aquí el entrenador estaba justo en la mitad del campo.
¿Dónde está el Espíritu Santo en el día de hoy? Está justo en medio de
nosotros. Está allí para darnos dirección a medida que le miremos. Me mostró
que yo debía pasar a la tercera base. Pronto veremos el significado de esto.
En un instante los diversos miembros del
equipo rápidamente ocuparon sus puestos. El juego pronto seguiría. Nosotros
comenzamos a alentarnos uno a otro con palabras de ánimo. Oh, qué hermosísimo
el cuadro de la iglesia.
“Y considerémonos unos a otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que
aquel día se acerca” (Hebreos 10: 2425).
Luego empezaron nuestros ejercicios. El Señor
me mostró que el ejercicio físico de los jugadores es paralelo con los
ejercicios espirituales del cristiano. Si vamos a estar en forma para el
conflicto espiritual, debemos seguir las reglas y las disciplinas del ejercicio
espiritual, flexionando nuestras rodillas en la oración, levantando nuestros
brazos en alabanza, inclinando nuestros lomos en la adoración.
¡Aleluya! Los participantes en los encuentros
de un campeonato mundial siempre están en la mejor condición. Que no se diga de
nosotros:
“... Porque los hijos de este siglo son más
sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz” (Lucas 16:8b).
Si los hombres en los deportes pueden
disciplinar sus vidas y permanecer en óptima forma para ganar una corona
terrenal, mucho más debería el cristiano estar listo, pagar el precio, y
completamente preparado para el mayor conflicto de todos.
Ahora era el momento de iniciación del
encuentro. Dios me mostró que nuestro equipo estaba en el campo defensivo. Me
dijo que su gente había estado en esta posición ya por bastante tiempo. Era la
oportunidad para ganar de mano al diablo y pasar a la ofensiva. Una buena
defensa es importante pero los puntos los anota el equipo ofensivo. Por medio
de la batalla espiritual, hoy la iglesia toma la ofensiva. Los demonios están
siendo expulsados. Los principados y las potestades de las tinieblas
espirituales están siendo asaltados y derrotados. Jesús una vez dijo,
“Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los
demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lucas 11:20).
Hoy es el día de la guerra espiritual y de la
victoria espiritual. Antes que el reino de Dios se pueda convertir en una
realidad en tu vida o en la mía las fuerzas del infierno que nos obstaculizan
se deben enfrentar y se deben vencer. Antes que la iglesia pueda cumplir con lo
que el Señor profetizó respecto a su iglesia victoriosa (Mateo 16:18) debe
tomar la ofensiva contra el diablo. El mensaje y la práctica de la batalla
espiritual se extienden rápidamente hoy a toda la iglesia. Se está resistiendo
al diablo y se ve obligado a huir. Por primera vez le vemos las espaldas. Es
una vista muy bonita.
Me acuerdo de la historia de los muchachos que
un día jugaban pelota en el campo. Un hombre que pasaba le preguntó a uno cómo
iba el juego. El niño contestó que estaba yendo bien. El hombre averigüó el
puntaje. El muchacho dijo 35 a 0. El hombre quiso saber a favor de quién. El
muchacho le respondió que era favorable al equipo rival. Entonces el hombre
comentó que el equipo del muchacho estaba siendo derrotado. El muchacho lo miró
con admiración y le dijo, “No, no señor. Nosotros no estamos derrotados”. Ahora
fue el hombre quien quedó confundido y quiso saber por qué el joven decía que
no estaban vencidos cuando tenían un puntaje de 35 a 0. Pero el muchacho
explicó, “Señor, todavía no hemos pasado a batear”.
He aquí un cuadro de la iglesia. El demonio ha
estado anotando todos los puntos, pero ahora es el momento para que la iglesia
salga a la ofensiva y derrote al diablo. ¡Amén.
Luego, se iba a lanzar la primera bola. El
bateador golpeó la pelota muy duro. La bola salió muy alta y lejos, pero se fue
en falso. El Señor me dijo, “Quiero mostrarte la obra del enemigo. Es como esa
pelota que fue bateada. El enemigo tiene algo de poder. Y todo lo que hace es a
menudo muy alto, muy fuerte y muy impresionante pero es falso siempre, en todo
momento”.
El temor que atenazó mi corazón es común a
muchos de los siervos de Dios cuando ven todo lo que el diablo hace. Se
maravillaban y se preguntaban si hay alguna posibilidad de victoria. Entonces
comienzan a pensar en términos de ser sacados en un rapto. Pero Dios no alienta
ni estimula esa clase de iglesia. El es el Señor de una iglesia militante. Él
ha estado esperando que una generación como la nuestra tome el campo. Bajo su
liderazgo se hará. El contrario será derrotado. ¿Estás tú en el equipo? ¿Estás
tomando la ofensiva contra el diablo?
En este punto del sueño me di cuenta que debía
estar listo. Debo hacer lo mejor a mi alcance. Debo ser capaz de moverme en todas
las direcciones necesarias y poner fuera al enemigo.
“Mirad, pues con diligencia cómo andéis, no
como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son
malos” (Efesios 5: 15-16).
El sueño parecía haber terminado
prematuramente. Pregunté al Señor por qué no se me permitió ver el final del
juego. A su vez el Señor me preguntó, para qué quería yo ver el final. Le
expliqué que estaba deseoso de conocer el resultado. El Señor entonces dijo una
cosa muy linda, “Hijo”, me contestó “no necesitas conocer el resultado; ya lo
sabes. Mi palabra ha prometido que tanto tú y todos los que están contigo son
del equipo ganador. Y será así como yo lo he dicho. Ahora, no es necesario que
conozcas el resultado, sino es necesario que sepas que el conflicto final ya
comenzó”.
Sí, querido hermano en Cristo, estamos en el
fin de los tiempos. El encuentro final entre las fuerzas de Satanás y el
ejército de Dios está ya en camino. Vemos las pruebas, las evidencias, por
todas partes. Hay una llamada al combate. No hay más tiempo para perder. La
batalla ya va a comenzar. ¿Has hecho ya tu decisión? ¿Estás listo?
La consecuencia
La interpretación del sueño no había
terminado. Se me dio el significado de las bases. La primera base representaba
las relaciones sociales, la segunda base las relaciones de negocios, y la
tercera base las relaciones de la iglesia. De ahí por qué fui asignado a la
tercera base. Se me encomendó eliminar al diablo, echarlo fuera, cuando
procurara ganar la tercera base, es decir, la iglesia.
El “home”, la base “home” representaba
justamente lo que ha significado, las relaciones del hogar. El Espíritu me
mostró que todo comienza en la casa y termina en la base del hogar. Cuando los
miembros del equipo del Señor pasaran al bate deberían comenzar en el “home” y
golpear desde allí. No importa cuán impresionantemente se corran las bases de
los aspectos sociales, de los negocios, o inclusive los de la iglesia, si no se
ha comenzado correctamente en el “home”, en el hogar, no son nada, son hipócritas.
Dios está dando hoy un énfasis muy fuerte en
la vida correcta de hogar. Es necesario colocar nuestras casas en orden. Dios
está restaurando la autoridad del padre y del esposo a su lugar de preeminencia
en el hogar. El hogar se debe convertir en el centro de la vida espiritual.
Este es el orden divino de Dios. No podemos estar en lo correcto en ninguna
otra relación en la vida, sino hasta cuando nuestras vidas en el hogar sean
correctas. El equipo del diablo está lanzando bolas muy rápidas, con curvas, hacia
el hogar. Primero que todo, se debe derrotar al diablo en sus embestidas contra
nuestros hogares. Cada miembro de la familia debe asumir el papel que Dios ha
ordenado:
“Las casadas estén sujetas a sus propios
maridos, como al Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella... Hijos, obedeced en el Señor a
vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 5: 22, 25 y 6: 1).
La primera prueba para la vida cristiana
comienza en el hogar. Si el amor, el gozo, y la paz del Espíritu Santo no
brillan en nuestras vidas, en relación con los miembros de nuestro propio
hogar, entonces Satanás ha alcanzado una victoria sobre nosotros. Cuando es
aparente que Satanás ya obtuvo algo en nuestro hogar, por medio del control al
ego, entonces hay un llamado a la batalla espiritual. Derrota al diablo en tu
propia vida y en tu familia y entonces serás capaz de llevar la batalla a otras
áreas de la existencia.
En su parábola de la paja y la viga Jesús nos
demostró que debemos colocar nuestra propia vida en orden, antes que podamos
ministrar a otros. Asegurémonos que no haya cerdos en nuestras propias salas.
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