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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

miércoles, 22 de enero de 2014

Día 15: Cerdos en la sala




Guerra de oración intercesora

¿Qué podemos hacer en favor de quienes obviamente necesitan liberación pero no quieren recibirla? Con mucha frecuencia se nos hace esta pregunta.
Primero que todo, ¿cuál es la condición espiritual de la persona? ¿Ha nacido de nuevo? ¿Se ha vuelto a descarriar? Debemos recordar que la salvación es liberación. Es la liberación del espíritu del hombre. Antes de la salvación, el hombre está muerto en sus delitos y pecados (Efesios 2:1). ¿En qué sentido está muerto? Sabemos que no es físicamente porque aún respira y se mueve. Sabemos que su alma (personalidad) no ha muerto porque todavía piensa, siente y toma decisiones. Pero su espíritu está muerto. No tiene comprensión espiritual ni ningún interés en las cosas espirituales. El poder vivificador del Espíritu Santo debe resucitar el espíritu del hombre. Necesita nacer de nuevo (Juan 3:3). Esto viene de la gracia de Dios, por medio de la fe (Efesios 2:8). Y la fe viene por el oir y el oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Salvación es liberación. El término griego para salvación, soteria, quiere decir liberación. Así, la salvación del espíritu del hombre es la primera etapa de la liberación y es la base para futuras liberaciones.
Entonces, la prioridad en la liberación es llevar a la persona a una relación con Jesucristo. Si no quiere aceptar a Cristo como su Salvador, quienes llevan la carga del Señor por el bienestar espiritual de esa persona se deben entregar a la oración intercesora y permanecer en la brecha. Deben orar para que desaparezca la ceguera espiritual. El hombre perdido se mantiene ciego por el poder satánico-
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. (2 Corintios 4:3-4).
A medida que a la persona se le presenta el evangelio, se debe orar para que el mismo Dios que ordenó a la luz resplandecer sobre las tinieblas, brille en su corazón y que Jesús el Salvador le sea revelado. Pablo afirma que así se salvó él. Y así se salva todo hombre, por la soberana gracia y por la misericordia de Dios.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).

Oración Intercesora

La oración de intercesión también se debe hacer en favor de la persona salva. Todo el que se cierra y se opone a la provisión del Señor cuando necesita una liberación, se mantiene esclavizado por el engaño. Toda excusa que se ofrezca para rechazar la liberación representa una forma de engaño. Satanás, el engañador, sigue su camino y esa persona es mantenida en una esclavitud inútil.
Jesús nos enseñó a orar unos por otros para que podamos ser liberados de los lazos del diablo. Él nos enseñó a orar: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal...” Literalmente, “... libéranos del maligno...” Nótese el pronombre plural “nos”. Debemos incluir a otros en nuestra petición de liberación.
En la poderosa exhortación de Pablo sobre la armadura espiritual del cristiano, enfatiza la importancia de la batalla de oración intercesora en favor de otros creyentes. La oración de intercesión es un arma tanto ofensiva como defensiva contra las asechanzas (estrategias) del diablo. “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos...” (Efesios 6:18).

Batalla Espiritual

A veces el Espíritu Santo nos dirige a entrar en batalla espiritual directa en favor de quienes no están dispuestos directamente a la liberación. La voluntad de la persona puede estar tan sobredominada por las fuerzas satánicas que es incapaz de responder a la ayuda que se le ofrece. Ninguna cantidad de motivos ni de razones convencerán a esa persona para aceptar la liberación. Su voluntad está en poder del enemigo. Recuérdese:
“... no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Los poderes que controlan a la persona atada tienen su cuartel general en los lugares celestes donde está entronizado “el príncipe de la potestad del aire”. Jesús dio a su iglesia el poder para atar a Satanás. Debemos llevar la batalla directamente hasta las puertas del infierno y superar la estrategia que Satanás ha organizado contra el Señor.
“... sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:18-19).
Los verbos atar y desatar son participios pasados, pasivos. En la traducción esto significa que “todo lo que atemos o desatemos en la tierra es todo aquello que está en un estado de haber sido atado o desatado en las regiones celestes”. Así, a fin de atar o desatar las cosas en la tierra, primero debemos atarlas o desatarlas en el campo espiritual.
Los padres de una joven de 24 años nos pidieron interceder por ella. Algunos años antes había aceptado a Cristo e inclusive había asistido a un instituto bíblico, pero en este momento se había apartado de Jesús. Vivía con un hombre sin haberse casado y estaba muy comprometida en el espiritismo. Había rechazado todas las ofertas de ayuda hechas por sus padres.
Junto con los .padres, Ida Mae y yo atamos los demonios que la controlaban y ordenamos a los espíritus en ella liberarla para que pudiera recibir ministración personal. La muchacha se encontraba a muchos kilómetros de nosotros pero estábamos obrando en el ámbito espiritual donde la distancia no es obstáculo. Pocos días después hubo un giro total. Buscó la ayuda de los padres, dejó su sitio de pecado y manifestó su acuerdo en permanecer en nuestra casa para recibir liberación y consejo. En el curso de unas cuantas semanas se restauró por completo y se convirtió en activa colaboradora nuestra para dejar libres a otros cautivos. Todo esto fue el resultado de una batalla espiritual en las regiones celestes.
Preguntamos a la joven qué había experimentado en el momento preciso en que nosotros y los padres ejercimos nuestra autoridad sobre los demonios que la controlaban. Nos contestó que la mente se le aclaró. Antes de ese instante no veía ninguna salida a sus problemas. Cuando se levantó esa opresión, en forma instantánea cayó en la cuenta que sus padres la amaban y que gustosamente la ayudarían. Entonces tomó la decisión de cooperar con la liberación y el consejo espiritual provistos por el Señor.
¡Atención! Es indispensable advertir que no podemos ni debemos controlar la voluntad de otra persona. La batalla espiritual tiene como meta la liberación de su voluntad a fin de que pueda responder directamente al Señor y recibir la ayuda que Dios le tiene. En los casos donde la persona está bajo el dominio del pecado y en la esclavitud de Satanás por las decisiones de su propia libre voluntad, entonces como ha escogido ese camino, atar al diablo no la hará arrepentirse. Cuando los poderes demoníacos son atados por otros, en seguida tiene la capacidad para elegir a Cristo y su reino.
¡Cuidado! Hay algunas cosas necias y peligrosas que se hacen en nombre de la guerra de oración intercesora. Hemos sabido de situaciones donde el intercesor acepta tomar sobre -sí los demonios que habitan en otra persona. Esto se hace por creer que los espíritus dentro de quien no quiere la liberación le dejarán, entrarán en el intercesor y luego se podrán expulsar del intercesor “más fácilmente”.
Satanás está listo para participar en este juego. En ninguna parte de la palabra de Dios ni siquiera se insinúa que recibamos en nosotros demonios en ningún momento, ni por ningún motivo. Consentir en ser endemoniado abre una entrada a los espíritus del mal sin que Satanás garantice ni cumpla que los demonios saldrán cuando les toque el turno. ¡El archiengañador ganó de nuevo!
Pasamos la mayor parte de un día liberando a alguien de los muchos espíritus que entraron y permanecían en su interior por el tonto compromiso de “aceptar los demonios de otro”. Inclusive había aceptado espíritus por tomar el lugar de personas que tenían acceso directo y completo a la liberación. De nuevo hago énfasis en que no hay base bíblica para tal conducta.

El Arma del Amor

Al ayudar a quien rechaza la ministración directa, no olvidemos el arma del amor. En lo más profundo de esa persona yace oculta su necesidad de ser amada. Se puede asegurar que en alguna forma ha sido herida y ha sufrido rechazo.
El ojo del amor distingue entre el yo verdadero de la persona y los demonios en su interior que manifiestan odio, rebeldía, sospecha o cualesquiera otras cosas que la separan de la liberación. Tal amor que discierne nos capacita para acercarnos a ese individuo y amarlo sin que nos golpeen y aparten las tormentas que generan su personalidad inestable. Aun cuando no reconozca o responda al amor que se le ofrece, podemos tener la seguridad que esta técnica de lucha espiritual ejerce una presión insoportable sobre los poderes de las tinieblas.
A los espíritus malignos se les equipara con el aliento y el aire. La palabra griega para espíritu (pneuma) significa aliento o aire. Tal como el monóxido de carbono es mortal para nuestra respiración, lo es el amor para los espíritus del mal. No pueden existir ni trabajar cuando están rodeados por amor. Nuestro amor ágape forja un arma que destruye los poderes anti-amor en las vidas de otros. De ahí por qué Jesús nos enseñó a amar a nuestro enemigo. Esto amontona ascuas de fuego sobre su cabeza. Es decir, purifica su mente.
Quienes más necesitan liberación con frecuencia son los más difíciles de amar. Se pueden volver contra nosotros y ofendernos cuando les ofrecemos compasión y amor.
Pero se nos ordena amar inclusive a los que parecen ser menos dignos de amor (véase Mateo 5:43-48). De hecho, exactamente así es la forma como Dios nos liberó. Nos amó cuando todo nuestro ser no merecía el más mínimo amor (véase Romanos 5:8). Su amor derribó las barreras. El amor tiene el poder de echar abajo todo muro. Es una poderosísima arma en las manos de un guerrero espiritual habilidoso.

 Oración Bíblica

Debemos ser guiados por el Espíritu Santo en nuestra batalla de oración intercesora. El Espíritu Santo dirigirá al guerrero de oración hacia porciones escritúrales específicas. El uso de estos versículos vivificados, llenos de vida espiritual (zoe) conducirá la oración. Así se utilizará “la espada del Espíritu que es la palabra de Dios”.
Por ejemplo, si se ora por un esposo (hijo) que no sigue al Señor, la esposa (madre) puede ser orientada por Dios a interceder con una oración como las de Pablo y personalizar la plegaria así:
“... no ceso de orar por mi esposo (hijo), Humberto, y de pedir que Humberto sea lleno del conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que, Humberto ande como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecido con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad, con gozo dando gracias al Padre que lo hizo apto para participar de la herencia de los santos en luz...” (Colosenses 1:9-12).

 Que el Espíritu Guíe

Hemos dado algunos principios espirituales para la batalla de la oración intercesora, pero cada situación, en su propio sentido, es única. El Espíritu Santo conoce todos los hechos y todas las circunstancias. El diseñará el patrón para que se siga un curso correcto de acciones. La batalla por otros es un combate espiritual. No se puede ganar en la carne. Su estrategia no la puede trazar el ingenio humano. Es indispensable permitir la dirección del Espíritu Santo.

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