Guerra de oración intercesora
¿Qué podemos hacer en favor de quienes
obviamente necesitan liberación pero no quieren recibirla? Con mucha frecuencia
se nos hace esta pregunta.
Primero que todo, ¿cuál es la condición
espiritual de la persona? ¿Ha nacido de nuevo? ¿Se ha vuelto a descarriar?
Debemos recordar que la salvación es liberación. Es la liberación del espíritu
del hombre. Antes de la salvación, el hombre está muerto en sus delitos y
pecados (Efesios 2:1). ¿En qué sentido está muerto? Sabemos que no es
físicamente porque aún respira y se mueve. Sabemos que su alma (personalidad)
no ha muerto porque todavía piensa, siente y toma decisiones. Pero su espíritu
está muerto. No tiene comprensión espiritual ni ningún interés en las cosas
espirituales. El poder vivificador del Espíritu Santo debe resucitar el
espíritu del hombre. Necesita nacer de nuevo (Juan 3:3). Esto viene de la
gracia de Dios, por medio de la fe (Efesios 2:8). Y la fe viene por el oir y el
oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Salvación es liberación. El término
griego para salvación, soteria, quiere decir liberación. Así, la salvación del
espíritu del hombre es la primera etapa de la liberación y es la base para
futuras liberaciones.
Entonces, la prioridad en la liberación es
llevar a la persona a una relación con Jesucristo. Si no quiere aceptar a
Cristo como su Salvador, quienes llevan la carga del Señor por el bienestar
espiritual de esa persona se deben entregar a la oración intercesora y
permanecer en la brecha. Deben orar para que desaparezca la ceguera espiritual.
El hombre perdido se mantiene ciego por el poder satánico-
“Pero si nuestro evangelio está aún
encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de
este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen
de Dios”. (2 Corintios 4:3-4).
A medida que a la persona se le presenta el
evangelio, se debe orar para que el mismo Dios que ordenó a la luz resplandecer
sobre las tinieblas, brille en su corazón y que Jesús el Salvador le sea
revelado. Pablo afirma que así se salvó él. Y así se salva todo hombre, por la
soberana gracia y por la misericordia de Dios.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas
resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para
iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2
Corintios 4:6).
Oración Intercesora
La oración de intercesión también se debe
hacer en favor de la persona salva. Todo el que se cierra y se opone a la
provisión del Señor cuando necesita una liberación, se mantiene esclavizado por
el engaño. Toda excusa que se ofrezca para rechazar la liberación representa
una forma de engaño. Satanás, el engañador, sigue su camino y esa persona es
mantenida en una esclavitud inútil.
Jesús nos enseñó a orar unos por otros para
que podamos ser liberados de los lazos del diablo. Él nos enseñó a orar: “Y no
nos metas en tentación, mas líbranos del mal...” Literalmente, “... libéranos
del maligno...” Nótese el pronombre plural “nos”. Debemos incluir a otros en
nuestra petición de liberación.
En la poderosa exhortación de Pablo sobre la
armadura espiritual del cristiano, enfatiza la importancia de la batalla de
oración intercesora en favor de otros creyentes. La oración de intercesión es
un arma tanto ofensiva como defensiva contra las asechanzas (estrategias) del
diablo. “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y
velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos...”
(Efesios 6:18).
Batalla Espiritual
A veces el Espíritu Santo nos dirige a entrar
en batalla espiritual directa en favor de quienes no están dispuestos
directamente a la liberación. La voluntad de la persona puede estar tan
sobredominada por las fuerzas satánicas que es incapaz de responder a la ayuda
que se le ofrece. Ninguna cantidad de motivos ni de razones convencerán a esa
persona para aceptar la liberación. Su voluntad está en poder del enemigo.
Recuérdese:
“... no tenemos lucha contra sangre y carne,
sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las
tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes” (Efesios 6:12).
Los poderes que controlan a la persona atada
tienen su cuartel general en los lugares celestes donde está entronizado “el
príncipe de la potestad del aire”. Jesús dio a su iglesia el poder para atar a
Satanás. Debemos llevar la batalla directamente hasta las puertas del infierno
y superar la estrategia que Satanás ha organizado contra el Señor.
“... sobre esta roca edificaré mi iglesia; y
las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves
del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los
cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”
(Mateo 16:18-19).
Los verbos atar y desatar son participios
pasados, pasivos. En la traducción esto significa que “todo lo que atemos o
desatemos en la tierra es todo aquello que está en un estado de haber sido
atado o desatado en las regiones celestes”. Así, a fin de atar o desatar las
cosas en la tierra, primero debemos atarlas o desatarlas en el campo
espiritual.
Los padres de una joven de 24 años nos
pidieron interceder por ella. Algunos años antes había aceptado a Cristo e
inclusive había asistido a un instituto bíblico, pero en este momento se había
apartado de Jesús. Vivía con un hombre sin haberse casado y estaba muy
comprometida en el espiritismo. Había rechazado todas las ofertas de ayuda
hechas por sus padres.
Junto con los .padres, Ida Mae y yo atamos los
demonios que la controlaban y ordenamos a los espíritus en ella liberarla para
que pudiera recibir ministración personal. La muchacha se encontraba a muchos
kilómetros de nosotros pero estábamos obrando en el ámbito espiritual donde la
distancia no es obstáculo. Pocos días después hubo un giro total. Buscó la
ayuda de los padres, dejó su sitio de pecado y manifestó su acuerdo en
permanecer en nuestra casa para recibir liberación y consejo. En el curso de
unas cuantas semanas se restauró por completo y se convirtió en activa
colaboradora nuestra para dejar libres a otros cautivos. Todo esto fue el
resultado de una batalla espiritual en las regiones celestes.
Preguntamos a la joven qué había experimentado
en el momento preciso en que nosotros y los padres ejercimos nuestra autoridad
sobre los demonios que la controlaban. Nos contestó que la mente se le aclaró.
Antes de ese instante no veía ninguna salida a sus problemas. Cuando se levantó
esa opresión, en forma instantánea cayó en la cuenta que sus padres la amaban y
que gustosamente la ayudarían. Entonces tomó la decisión de cooperar con la
liberación y el consejo espiritual provistos por el Señor.
¡Atención! Es indispensable advertir que no
podemos ni debemos controlar la voluntad de otra persona. La batalla espiritual
tiene como meta la liberación de su voluntad a fin de que pueda responder
directamente al Señor y recibir la ayuda que Dios le tiene. En los casos donde
la persona está bajo el dominio del pecado y en la esclavitud de Satanás por
las decisiones de su propia libre voluntad, entonces como ha escogido ese
camino, atar al diablo no la hará arrepentirse. Cuando los poderes demoníacos
son atados por otros, en seguida tiene la capacidad para elegir a Cristo y su
reino.
¡Cuidado! Hay algunas cosas necias y
peligrosas que se hacen en nombre de la guerra de oración intercesora. Hemos
sabido de situaciones donde el intercesor acepta tomar sobre -sí los demonios
que habitan en otra persona. Esto se hace por creer que los espíritus dentro de
quien no quiere la liberación le dejarán, entrarán en el intercesor y luego se
podrán expulsar del intercesor “más fácilmente”.
Satanás está listo para participar en este
juego. En ninguna parte de la palabra de Dios ni siquiera se insinúa que
recibamos en nosotros demonios en ningún momento, ni por ningún motivo.
Consentir en ser endemoniado abre una entrada a los espíritus del mal sin que
Satanás garantice ni cumpla que los demonios saldrán cuando les toque el turno.
¡El archiengañador ganó de nuevo!
Pasamos la mayor parte de un día liberando a
alguien de los muchos espíritus que entraron y permanecían en su interior por
el tonto compromiso de “aceptar los demonios de otro”. Inclusive había aceptado
espíritus por tomar el lugar de personas que tenían acceso directo y completo a
la liberación. De nuevo hago énfasis en que no hay base bíblica para tal
conducta.
El Arma del Amor
Al ayudar a quien rechaza la ministración
directa, no olvidemos el arma del amor. En lo más profundo de esa persona yace
oculta su necesidad de ser amada. Se puede asegurar que en alguna forma ha sido
herida y ha sufrido rechazo.
El ojo del amor distingue entre el yo
verdadero de la persona y los demonios en su interior que manifiestan odio,
rebeldía, sospecha o cualesquiera otras cosas que la separan de la liberación.
Tal amor que discierne nos capacita para acercarnos a ese individuo y amarlo
sin que nos golpeen y aparten las tormentas que generan su personalidad
inestable. Aun cuando no reconozca o responda al amor que se le ofrece, podemos
tener la seguridad que esta técnica de lucha espiritual ejerce una presión
insoportable sobre los poderes de las tinieblas.
A los espíritus malignos se les equipara con
el aliento y el aire. La palabra griega para espíritu (pneuma) significa
aliento o aire. Tal como el monóxido de carbono es mortal para nuestra
respiración, lo es el amor para los espíritus del mal. No pueden existir ni
trabajar cuando están rodeados por amor. Nuestro amor ágape forja un arma que
destruye los poderes anti-amor en las vidas de otros. De ahí por qué Jesús nos
enseñó a amar a nuestro enemigo. Esto amontona ascuas de fuego sobre su cabeza.
Es decir, purifica su mente.
Quienes más necesitan liberación con
frecuencia son los más difíciles de amar. Se pueden volver contra nosotros y
ofendernos cuando les ofrecemos compasión y amor.
Pero se nos ordena amar inclusive a los que
parecen ser menos dignos de amor (véase Mateo 5:43-48). De hecho, exactamente
así es la forma como Dios nos liberó. Nos amó cuando todo nuestro ser no
merecía el más mínimo amor (véase Romanos 5:8). Su amor derribó las barreras.
El amor tiene el poder de echar abajo todo muro. Es una poderosísima arma en
las manos de un guerrero espiritual habilidoso.
Oración Bíblica
Debemos ser guiados por el Espíritu Santo en
nuestra batalla de oración intercesora. El Espíritu Santo dirigirá al guerrero
de oración hacia porciones escritúrales específicas. El uso de estos versículos
vivificados, llenos de vida espiritual (zoe) conducirá la oración. Así se
utilizará “la espada del Espíritu que es la palabra de Dios”.
Por ejemplo, si se ora por un esposo (hijo)
que no sigue al Señor, la esposa (madre) puede ser orientada por Dios a
interceder con una oración como las de Pablo y personalizar la plegaria así:
“... no ceso de orar por mi esposo (hijo),
Humberto, y de pedir que Humberto sea lleno del conocimiento de la voluntad de
Dios en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que, Humberto ande como
es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecido con todo poder, conforme a la
potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad, con gozo dando gracias
al Padre que lo hizo apto para participar de la herencia de los santos en
luz...” (Colosenses 1:9-12).
Que el Espíritu Guíe
Hemos dado algunos principios espirituales
para la batalla de la oración intercesora, pero cada situación, en su propio
sentido, es única. El Espíritu Santo conoce todos los hechos y todas las
circunstancias. El diseñará el patrón para que se siga un curso correcto de
acciones. La batalla por otros es un combate espiritual. No se puede ganar en
la carne. Su estrategia no la puede trazar el ingenio humano. Es indispensable
permitir la dirección del Espíritu Santo.
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