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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

martes, 28 de enero de 2014

Día 20: Cerdos en la sala




¿Debo ser un ministro de liberación?

“¿Cómo llegó usted a ser ministro de liberación?” Esta pregunta se me hace muy a menudo. Con toda seguridad no fue algo que yo deseaba ni que estuviera buscando. Con frecuencia digo a la gente, “Si usted mira afuera, en la tierra, encontrará surcos hechos por los dedos de mis pies cuando fui comprometido en este trabajo. El Señor no me llamó a esta faceta del ministerio, simplemente me metió en ella”. En Mateo 9:38 Jesús dice a sus discípulos que deben orar para que el Señor de la mies “envíe” obreros. La interpretación literal es que él escogerá o enviará los obreros. Así fue como experimenté “el llamado”. El Señor no me lo preguntó, me lo dijo.
Fue un descubrimiento fascinador aprender que Jesús es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). Cuando experimenté el bautismo en el Espíritu Santo descubrí que los milagros no habían terminado con los doce apóstoles o cuando se completó el canon de las Sagradas Escrituras. Los milagros son para el día de hoy. Fui a oir a Kathryn Kuhlman y fui testigo de muchos milagros de sanidad en sus servicios. Mi fe se avivó y comencé a pensar en los amigos que necesitaban sanidad.
Un pastor amigo y compañero pesaba mucho sobre mi corazón. Quería verlo sano más que a cualquier otro de quienes podía pensar. Durante 16 años sufrió un dolor de cabeza continuo que era el resultado de una seria lesión cefálica. Los médicos no ofrecían ninguna solución. Sugirieron una cirugía exploratoria del cerebro, pero Fred no consintió en tan peligrosa operación con tan poca promesa de ayuda. A causa del dolor él no podía dormir y sus nervios se rompían en pedazos. No podía estudiar ni preparar adecuadamente sus sermones. El constante dolor le hacía duro e irritable. Su familia se encontraba bajo una tensión muy grande. Los hijos no podían hacer ningún ruido y todo giraba alrededor del sufrimiento de mi amigo.
Le dije a Fred que iba a orar por él hasta cuando estuviera curado. Cada día durante una semana pasé mucho tiempo en oración por él. Luego, una mañana cuando estaba orando, el Señor me dijo que el problema de Fred se debía a un espíritu inmundo. En verdad, ¿había oído la voz de Dios? ¿Cómo podría compartirle tal revelación a mi amigo? ¿Qué pensaría él? Después de todo, ¿qué sabía yo de demonios? Había oído unas pocas referencias sobre ellos en un par de reuniones a las que había asistido, pero nunca había leído nada sobre el tema. ¿Cómo podía estar seguro? ¿Qué debía hacer?
La impresión de compartir mi revelación con Fred no se fue, sino que creció más y más. Un día, cuando estábamos juntos, muy cautamente toqué el tema. “Fred, he prometido orar por ti hasta cuando el Señor te cure”, le recordé. “He estado orando todos los días. El Señor, ya me reveló cuál es tu problema”. Hice una pausa para observar la reacción de Fred. Me prestaba toda su atención. “Bueno, alabado sea Dios” respondió. “¿Qué te dijo el Señor?” “Bien, Fred no sé lo que puedas pensar de esto,” contesté, mientras elegía las palabras tan cuidadosamente como era posible, “pero el Señor me dijo que tus dolores de cabeza se deben a un demonio”. Sostuve el aliento a medida que le observaba el rostro para ver su reacción. Ignoraba que Fred tenía más conocimiento sobre los demonios que yo, pero recibió mis palabras sin esfuerzo. “Bueno, ¡Gloria a Dios!” exclamó, y hasta con mucho júbilo. “¿No dice la Biblia que los demonios pueden ser expulsados? Quiero que expulses ese demonio de mí”.
“No, no, espera un minuto”, protesté. “No sé nada sobre expulsar demonios, pero pienso que podría encontrar a alguien que sepa cómo hacerlo. Dame unos pocos días para orar sobre quién pueda hacer esto por ti y te comunicaré tan pronto como lo encuentre”.
Luego seguí en oración pidiéndole a Dios que me llevara a un ministro de liberación. El Señor me dijo, “Tú lo harás”. Entonces volví a orar. Con todo cuidado le expliqué al Señor que yo no tenía ningún mérito. Esto debe haber sonado peor que cuando Moisés en la zarza ardiente buscaba excusas para no sacar al pueblo de Egipto. Pero el Señor no me dio ninguna otra alternativa y debía llevar a cabo esa liberación.
Muchos pensamientos comenzaron a revolotear en mi mente. ¿Qué me sucedería si yo hiciera un ataque frontal contra los espíritus diabólicos? ¿No me tomarían como un blanco especial? Con seguridad me iba a meter en problemas. Las perspectivas eran aterradoras.
Una semana después hablé de nuevo con Fred. Le comenté los resultados de mis oraciones. No parecía muy razonable que yo fuera quien le ministrara, pero él estaba completamente decidido a continuar con esto. Nos pusimos de acuerdo en que oraríamos otra semana y estudiaríamos lo que las Escrituras decían al respecto. Luego nosotros y nuestras esposas nos reuniríamos para ver qué pasaba.
Por fin llegó al día en que intentaríamos la ministración. Fred y su esposa iban a llegar a nuestra casa para cenar y luego iríamos a la iglesia para la reunión de oración o lo que fuera a ser. Me sentía más bien contento porque ese día nos resultó muy ocupado. Fue necesario hacer un viaje de negocios fuera del pueblo y regresamos a casa más o menos dos horas antes de la llegada de Fred y su esposa. En el escalón exterior de nuestra puerta encontré un pequeño folleto sostenido con una piedra. Un amigo había ido para regalármelo pero al no estar en la casa dejó así el folleto. Casi no podía creer a mis ojos cuando leí el título “Una introducción a la expulsión de demonios” por Derek Prince. Mi amigo no sabía nada de la ministración pendiente. El tiempo era perfecto. ¡Todo tenía que ser de Dios!
En pocos minutos devoré el contenido del folleto. Era muy práctico y estaba saturado con información muy útil. Podíamos esperar alguna clase de manifestación cuando los demonios salieran. Por lo menos me sentí un poco más confiado al respecto. Cuando Fred llegó hice que él y su esposa leyeran el folleto antes de intentar la ministración.
Pasamos algún tiempo en oración antes de tratar con los demonios. Yo pensaba apenas en términos de sólo un demonio aislado, pues mi conocimiento y comprensión no daban para más. Fred aún estaba arrodillado cuando sugerí que comenzáramos la expulsión del demonio. Mi esposa y yo impusimos nuestras manos sobre su cabeza y ambos dijimos, “Te ordeno demonio salir fuera de él en el nombre del Señor Jesús”. Después que había dado esta orden y que mi esposa la había repetido, esperamos a ver qué pasaba. Por último le pregunté, “¿Sentiste algo Fred? ¿Piensas que algo ha sucedido?” Fred sacudió su cabeza negativamente. No había sentido nada. Entonces tuvimos una breve consulta y decidimos probar de nuevo.
La orden se dio varias veces más. ¿Qué le pasaba a Fred? Su cara se estaba contorsionando. Procuraba hablar, pero no podía articular ninguna palabra. Parecía que estuviese como en choque, pero ahora no era tiempo de aflojar ni de suspender la tarea. Así, continuamos ordenándole al demonio salir de él. Fred comenzó a toser violentamente y esto duró alrededor de un minuto. Luego se desplomó hacia el piso y quedo inmóvil. “¿Qué pasó, Fred, salió? le pregunté, “Eso creo,” musitó. Escasamente podía hablar. “Estoy tan débil que no me puedo levantar”, explicó. Oramos por Fred y agradecimos a Dios su liberación. Pasaron por lo menos cinco minutos antes que Fred pudiera sentarse.
La esposa de Fred había estado sentada y orando todo este tiempo. Ahora la oí cantar muy suavemente y reconocí la melodía de un himno muy familiar “Gracia maravillosa”. Pensé que me uniría a ella en el himno pero a medida que escuchaba para seguir las palabras me di cuenta que estaba cantando en lenguas. Unas semanas antes yo había orado para que recibiera el bautismo en el Espíritu Santo, y sólo había podido hablar unas pocas frases en lenguas. Ahora cantaba con libertad completa. Todos los cuatro estábamos gozosos y felices.
Una semana más tarde, cuando vi a Fred de nuevo, le pregunté por su dolor de cabeza. Estaba muy confiado en que me iba a decir que había desaparecido. “Frank, no sé qué hacer”, comenzó Fred, pero todavía lo tengo. Mi cabeza no ha mejorado nada”. El sentimiento enfermizo de derrota se apoderó de mí. ¿Cómo pudo una ministración ser tan dramática y sin embargo no ser efectiva? Ambos estábamos confundidos y frustrados.
Fred me dijo que había aceptado pastorear una iglesia en otro estado y que se iba inmediatamente. Esto fue seis meses antes que le viera otra vez. Como estábamos en un viaje que nos llevó bastante cerca de su nuevo lugar de ministerio, condujimos unas pocas millas extras para visitarle y pasar allí la noche. Mientras orábamos esa tarde, se decidió que deberíamos intentar ministrar a Fred de nuevo. Durante los meses pasados habíamos aprendido un poco más sobre los demonios. Podía haber más de un demonio. Quizás no dimos con el que estaba causando el dolor de cabeza. Debíamos ser más persistentes.
De nuevo sentamos a Fred en una silla y nos reunimos alrededor de él. El cooperaba mucho y quería hacer cualquier cosa que le ofreciera un rayo de esperanza para ser liberado del incesante dolor que le estaba destruyendo. En este punto no sabíamos cómo descubrir los diferentes tipos de espíritus y no habíamos recibido ningún discernimiento sobrenatural de espíritus o demonios específicos. Entonces dimos una orden general para que cualquier demonio que estuviera en él saliera. Cada vez que lo hacíamos, Fred tenía una tos o una expulsión con el aliento. El podía sentir como una presión en su garganta que se aliviaba mediante la tos. Esto sucedió unas seis veces. “Tu dolor de cabeza, ¡todavía está o ya se fue?” “No, duele peor que antes”, respondió Fred. Podíamos decir que algo todavía estaba dentro de él. Recordé haber escuchado en una cinta sobre liberación que el ministro ordenaba a los espíritus que se identificaran. Entonces decidí que debíamos intentarlo.
“¿Cómo es tu nombre?” pregunté al demonio que con seguridad aún estaba dentro de Fred. “En el nombre de Jesús te ordeno que me digas tu nombre”. Su cara comenzó a retorcerse como durante la ministración inicial. Nos mantuvimos ordenando que el demonio se identificara. Los labios de Fred avanzaban y su boca se contorsionaba en una mueca. Muy lentamente y en una voz que era escasamente audible sólo se escuchó una palabra “D-o-l-o-r”.
Fue tan simple. ¿Por qué no lo habíamos pensado antes? “Demonio de dolor, fuera de Fred”. Nuestras palabras eran insistentes. “En el nombre de Jesús, fuera de él”. La esposa de Fred debió experimentar en su espíritu algo sobre lo que iba a suceder porque tomó un periódico de la mesa del comedor y lo echó sobre el piso, a los pies de Fred. Inmediatamente Fred tosió y arrojó grandes cantidades de flema sobre el papel. ¡El demonio había salido! ¡Y el dolor se fue! Esto hace casi cinco años y Fred está aún sano. Dios había respondido a nuestras oraciones.
¡Bendito sea su nombre!

Victoria sobre el temor

El temor impide que muchas personas se conviertan en ministros de la liberación. El temor de los demonios y el temor del hombre. Mi teoría original sobre el diablo era que si yo lo dejaba tranquilo, él me dejaba tranquilo. Nada está más lejos de la verdad. Dejar tranquilo al diablo, sólo es permitirle que trabaje sin ninguna oposición. No hay ninguna razón para temer al diablo o a sus demonios porque Jesús los conquistó y venció. En 1 Juan 3:8 se nos recuerda que Jesús vino a este mundo con el propósito expreso de destruir las obras del diablo. Colosenses 2:15 nos muestra que por medio de la cruz el Señor desarmó los principados y las potestades, hizo una exhibición pública de ellos y triunfó completamente sobre ellos.
A fin de ir contra los principados y las potestades demoníacas sin miedo, es indispensable entender que a Satanás no se le dejó ningún poder verdadero. Es un mentiroso, un engañador, un usurpador, y un ladrón. Jesús ya puso todo juicio sobre él (véase Juan 16:11). Ahora es responsabilidad de la iglesia ejecutar ese juicio. Cuando nos levantamos contra los demonios con la autoridad del nombre de Jesús y en el poder de su sangre vertida, los demonios no tienen ninguna elección: se deben ir. No hay necesidad de tener ningún temor ante un enemigo despojado de su armadura (véase Lucas 11:22). Está absolutamente indefenso. La única cosa que el cristiano debe temer es al temor mismo.
Satanás, ese viejo mentiroso y engañador procurará hacerte creer que va a vengarse de ti. Te dirá que te atacará a ti y a tu familia con enfermedades, con lesiones o con algún siniestro. Pero puedes perfectamente pisotearle bajo tus pies porque el Señor Jesucristo dice “...os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19).
Cuando no escuchamos las mentiras que los demonios susurran en nuestros oídos, entonces nos atacarán con mentiras en las bocas de los hombres. Alguien continuamente me dice, “¿Has oído sobre el Dr fulano y fulano o sobre el hermano fulano y fulano, hombres prominentes en el ministerio de liberación? Supe que han arruinado sus ministerios por estarse metiendo con los demonios y ya no tienen más invitaciones para ministrar en ninguna parte”. Pero sé de hecho que esos hombres de Dios reciben más solicitudes para ir a ministrar de las que pueden atender. Estas son mentiras del diablo para causar temor.
Unos pocos pastores a quienes conozco, comenzaron el ministerio de liberación y el diablo les dijo que perderían miembros de sus iglesias o que los miembros en proyecto se asustarían y escaparían. Indudablemente, el demonio puede hacer que algunos se ofendan o se asusten, pero cuando un pastor decide guardar su propio remito a expensas de desobedecer la comisión de Cristo, perderá mucho más de lo que había esperado ganar.
“¿Has oído que el pastor perencejo está expulsando demonios de los cristianos?” Si el diablo no te puede derrotar con tácticas de temor y de mentiras, recurrirá a la crítica en la boca de otros. Dos ministros estaban hablando y el primero decía, “Debemos ser muy cuidadosos en estos días sobre las doctrinas falsas y las falsas enseñanzas, porque ¿no has oído de ese predicador que se llama Hammond que está por aquí expulsando demonios de los cristianos? (El segundo ministro dejó pasar la oportunidad de decir, Hammond está ministrando liberación a mi propio rebaño ahora mismo”) “Hammond no piensa más si-no en el diablo. Creo que deberíamos mantener nuestras mentes enfocadas tan sólo en Jesús”. El diablo debe estar en realidad encantado al tener a alguien que entone ese coro. El diablo usará cualquier truco para mantener a la gente de Dios fuera de la batalla espiritual y todo lo que hace es para conseguir eso.

Demandas personales para el ministro

Jesús advirtió a sus seguidores tener en cuenta el costo del discipulado. Servir al Señor requiere sacrificios personales. Si uno no está dispuesto a pagar el precio nunca se debe comprometer. Considera algunas de las exigencias que están sobre el ministro de liberación.

Tiempo

La liberación es un ministerio que consume mucho tiempo. Esto es cierto desde el punto de vista de la cantidad de tiempo que se gasta con una persona y de la gran cantidad de personas a quienes uno debe ministrar. Hay tal cantidad de solicitudes de liberación hoy que quien se entrega a este ministerio entenderá fácilmente por qué se dijo de Jesús
“...y entrando en una casa no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse” (Marcos 7:24).

Energía

Habrá ocasiones en que una ministración se prolongue durante varias horas. Muchas veces nuestro equipo de liberación ha trabajado hasta bien pasada la media noche y todavía había personas esperando vernos. En algunas oportunidades hemos ministrado hasta 16 horas por día durante una semana o más. En tales ocasiones hemos recibido fortaleza extra suministrada por el Señor. Pero el ministro de liberación puede encontrarse buscando descanso como lo recomendó Jesús a sus discípulos.
“El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer” (Marcos 6: 31).

Paciencia

Siempre hay algunos que no retienen su liberación. Son lentos en aprender y se les debe enseñar y alentar repetidamente. Hay la tentación de pasar el tiempo con otros que se muestran más promisorios, pero el Señor querría que fuésemos pacientes con los que aprenden más despacio.

El ministro debe ser dedicado

Si ya está comprometido en este ministerio o si piensa comprometerse, propóngase una dedicación completa. Dedíquese a Cristo y a los demás. Cuando los discípulos de Jesús fallaron en su intento de liberar a un muchacho lunático de su opresión demoníaca buscaron el motivo a su falla y Jesús les dio la respuesta cuando dijo...
“¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá” (Mateo 17:17).
Jesús dijo que eran “incrédulos”. La palabra literalmente significa infieles, sin fe o sin firmeza. Se les acusó de no estar dedicados por completo a Cristo. Además, el Señor les llamó “generación perversa". La palabra “perversa” aquí significa desviarse. Los discípulos estaban más interesados en otras cosas que en el Reino de Dios. En el relato paralelo de Marcos leemos que los discípulos disputaban entre sí sobre cuál de ellos sería el mayor. No es de extrañar que Jesús Ies encontrara infieles y desviados. No es de extrañar que no tuvieran ningún poder.

Amoroso y sabio

Se debe tener compasión germina por los demás. El ministro de liberación tendrá muchas oportunidades para demostrar el verdadero carácter de su amor. Siempre debe estar listo para ir la segunda milla y para colocar la otra mejilla. En nuestro propio ministerio a menudo hemos encontrado necesario invitar a las personas a permanecer en nuestra casa durante un período de tiempo para que reciban una ministración adecuada. Esto requiere amor, pero también necesita sabiduría. En tales personas he encontrado demonios que tratan de controlar mi casa, gobernar mi vida y golpearnos con palabras de acusación y condenación. El amor hacía una persona no se expresará si se cede a las presiones que pretenden imponer los demonios. Después que la persona ha sido liberada, agradecerá el hecho de haber reconocido la diferencia entre ella como persona y los demonios que hablaban y actuaban en ella.

 Libre de culpa

Esto nos lleva a observar que el mismo ministro de liberación debe estar libre de interferencias demoníacas antes de ministrar a otros. A menos que él mismo se haya sometido a una liberación, encontrará una resistencia interior y una lucha que obstaculizarán seriamente su propia efectividad. Aprendí esta lección por mí mismo al intentar ministrar liberación a mi esposa. Nos dimos cuenta que los demonios eran responsables de ciertas tensiones entre nosotros. Un día cuando estábamos en el hogar decidimos ministrarnos uno a otro en estas áreas. A medida que llamaba a los demonios y les ordenaba que la liberaran, fue arrojada al piso y los espíritus del mal comenzaron a hablar por medio de ella. Un demonio hizo una acusación directa contra mí. Sabía que era culpable de lo que el demonio me acusaba. Eso me puso bajo tal condenación que no pude seguir con la liberación de mi esposa. Me fue necesario confesar mi pecado, pedirle perdón y hacer que ella expulsara el demonio de mí, antes de poder continuar ministrándole. Esto nos unió con amor y perdón y cerró la puerta para toda otra interferencia del enemigo.

Llevar las cargas de los otros.

Un ministro de liberación escuchará muchas historias sórdidas, así como actitudes y hechos pecaminosos. El puede ministrar a quienes son líderes respetados en la iglesia y que nunca han compartido sus conflictos interiores y fallas con los demás. Hay veces en que ministrará confidencialmente y en amor para llevar las cargas de los otros y cumplir así la ley de Cristo. Lo que oiga no debe afectar su relación con esa persona. No se permitirá recordar pecados que Cristo ya perdonó o reflexionar sobre una fealdad que la liberación limpió.
El ministro de la liberación debe ser como el sacerdote del Antiguo Testamento que comía las ofrendas por los pecados y las transgresiones. De acuerdo con Números 18: 8 y siguientes, sólo Aarón y sus hijos podían comer la carne de esas ofrendas... todo varón comerá de ella . .
Las otras ofrendas podían ser comidas por el resto del ministerio sacerdotal, pero sólo los sacerdotes varones podían comer las ofrendas por el pecado y por las transgresiones. Era su deber comerlas. El “varón ” representa la fortaleza. Es necesario que un ministro o persona fuerte lleve a cabo este ministerio. En el Nuevo Testamento todos los creyentes somos sacerdotes. Como sacerdotes es nuestro deber “comer” las ofrendas de los pecados y las transgresiones de los demás. Lo que se nos trae en el espíritu de la confesión y el arrepentimiento es consumido, y no se debe compartir ni siquiera cón los miembros de la propia casa.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. (Gálatas 6: 1-2).

Con oración y ayuno.

Jesús dejó muy en claro que algunas clases de demonios son más fuertes que otros, pues dijo:
“Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno”. (Marcos 9: 29).
Los discípulos habían fallado en un intento de liberar a un muchacho de un espíritu sordo y mudo. En esencia Jesús atribuyó su falla a la ausencia de dedicación espiritual. Nosotros también podemos fallar por la misma razón. Jesús recomendó la oración y el ayuno como remedio para esta condición espiritual. El concepto de ayuno se está restaurando en la iglesia hoy. Ayunar no es una manera fácil para obtener de ganga el poder de Dios, sino una vía para crucificar la carne, para que los afectos completos de uno estén por encima de todas las cosas y no sobre las cosas de la tierra. Fuera del ayuno y de la oración nadie desarrollará los recursos espirituales adecuados para todo encuentro con el enemigo.

Bendiciones y beneficios

No debe quedar la impresión que el ministerio de liberación es todo dureza y sacrificios. Hay muchas bendiciones y beneficios. Hay muchas ocasiones de gozo. Inclusive los mismos períodos de liberación son oportunidades para adoración y alabanza. La Palabra de Dios encuentra un lugar muy notorio, pues la Espada del Espíritu nos impulsa contra el enemigo. Muchos textos escritúrales también se usan para enseñar, corregir, instruir, y exhortar. Luego, está la oración con el entendimiento y la oración con el Espíritu, oraciones de petición, de intercesión, de acción de gracias y de alabanza. Hay cánticos que exaltan a Cristo y a su sacrificio e himnos de adoración. Hay gozo y regocijo cuando los cautivos son libres, a medida que la emoción final de la victoria encuentra su expresión en crescendos de alabanza. Cuando la liberación se conduce en tal atmósfera espiritual, se genera un poder que rompe la resistencia del enemigo. Jesús se mantiene en preeminencia y los siervos del Señor son fortalecidos y edificados.
Por medio de este ministerio he conocido a algunas de las más hermosas personas en la familia de Dios. Es alentador encontrar cuántos cristianos buscan la expresión completa de la vida espiritual. Se ponen a un lado todos los disimulos y apariencias y se conoce a mucha gente con gran rapidez. Nunca podré poner precio al valor de las amistades ganadas por medio de los contactos hechos con el ministerio de la liberación.
Y cuánto gozo ver a las multitudes que alcanzan la victoria. Lo más frustrante de mi ministerio pastoral era la consejería. Estaba listo para escuchar, para ofrecer consejo, y para brindar valor, pero la mayoría de las veces no había ningún remedio. Ahora llegamos a las raíces del problema y hay respuestas donde antes no se encontraban. Los cristianos se salvan de vidas de ruina y de derrota y se les lleva a la estabilidad y a la fructificación.
A menudo digo que una de las mayores bendiciones que he recibido con este ministerio es la profundidad que he alcanzado en el ámbito espiritual. He descubierto una línea muy nítida de separación entre el reino de la luz y el reino de las tinieblas. Se han avivado el conocimiento y la conciencia espirituales. Las asechanzas de Satanás se disciernen con mayor rapidez. La vía de la justicia delante de Dios es mucho más sencilla que antes. Es más fácil evitar los conflictos camales con otros y mantener firme la lucha contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

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