¿Debo ser un ministro de liberación?
“¿Cómo llegó usted a ser ministro de
liberación?” Esta pregunta se me hace muy a menudo. Con toda seguridad no fue
algo que yo deseaba ni que estuviera buscando. Con frecuencia digo a la gente,
“Si usted mira afuera, en la tierra, encontrará surcos hechos por los dedos de
mis pies cuando fui comprometido en este trabajo. El Señor no me llamó a esta
faceta del ministerio, simplemente me metió en ella”. En Mateo 9:38 Jesús dice
a sus discípulos que deben orar para que el Señor de la mies “envíe” obreros.
La interpretación literal es que él escogerá o enviará los obreros. Así fue
como experimenté “el llamado”. El Señor no me lo preguntó, me lo dijo.
Fue un descubrimiento fascinador aprender que
Jesús es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). Cuando
experimenté el bautismo en el Espíritu Santo descubrí que los milagros no
habían terminado con los doce apóstoles o cuando se completó el canon de las
Sagradas Escrituras. Los milagros son para el día de hoy. Fui a oir a Kathryn
Kuhlman y fui testigo de muchos milagros de sanidad en sus servicios. Mi fe se
avivó y comencé a pensar en los amigos que necesitaban sanidad.
Un pastor amigo y compañero pesaba mucho sobre
mi corazón. Quería verlo sano más que a cualquier otro de quienes podía pensar.
Durante 16 años sufrió un dolor de cabeza continuo que era el resultado de una seria
lesión cefálica. Los médicos no ofrecían ninguna solución. Sugirieron una
cirugía exploratoria del cerebro, pero Fred no consintió en tan peligrosa
operación con tan poca promesa de ayuda. A causa del dolor él no podía dormir y
sus nervios se rompían en pedazos. No podía estudiar ni preparar adecuadamente
sus sermones. El constante dolor le hacía duro e irritable. Su familia se
encontraba bajo una tensión muy grande. Los hijos no podían hacer ningún ruido
y todo giraba alrededor del sufrimiento de mi amigo.
Le dije a Fred que iba a orar por él hasta
cuando estuviera curado. Cada día durante una semana pasé mucho tiempo en
oración por él. Luego, una mañana cuando estaba orando, el Señor me dijo que el
problema de Fred se debía a un espíritu inmundo. En verdad, ¿había oído la voz
de Dios? ¿Cómo podría compartirle tal revelación a mi amigo? ¿Qué pensaría él?
Después de todo, ¿qué sabía yo de demonios? Había oído unas pocas referencias
sobre ellos en un par de reuniones a las que había asistido, pero nunca había
leído nada sobre el tema. ¿Cómo podía estar seguro? ¿Qué debía hacer?
La impresión de compartir mi revelación con
Fred no se fue, sino que creció más y más. Un día, cuando estábamos juntos, muy
cautamente toqué el tema. “Fred, he prometido orar por ti hasta cuando el Señor
te cure”, le recordé. “He estado orando todos los días. El Señor, ya me reveló
cuál es tu problema”. Hice una pausa para observar la reacción de Fred. Me
prestaba toda su atención. “Bueno, alabado sea Dios” respondió. “¿Qué te dijo el
Señor?” “Bien, Fred no sé lo que puedas pensar de esto,” contesté, mientras
elegía las palabras tan cuidadosamente como era posible, “pero el Señor me dijo
que tus dolores de cabeza se deben a un demonio”. Sostuve el aliento a medida
que le observaba el rostro para ver su reacción. Ignoraba que Fred tenía más
conocimiento sobre los demonios que yo, pero recibió mis palabras sin esfuerzo.
“Bueno, ¡Gloria a Dios!” exclamó, y hasta con mucho júbilo. “¿No dice la Biblia
que los demonios pueden ser expulsados? Quiero que expulses ese demonio de mí”.
“No, no, espera un minuto”, protesté. “No sé
nada sobre expulsar demonios, pero pienso que podría encontrar a alguien que
sepa cómo hacerlo. Dame unos pocos días para orar sobre quién pueda hacer esto
por ti y te comunicaré tan pronto como lo encuentre”.
Luego seguí en oración pidiéndole a Dios que
me llevara a un ministro de liberación. El Señor me dijo, “Tú lo harás”.
Entonces volví a orar. Con todo cuidado le expliqué al Señor que yo no tenía
ningún mérito. Esto debe haber sonado peor que cuando Moisés en la zarza
ardiente buscaba excusas para no sacar al pueblo de Egipto. Pero el Señor no me
dio ninguna otra alternativa y debía llevar a cabo esa liberación.
Muchos pensamientos comenzaron a revolotear en
mi mente. ¿Qué me sucedería si yo hiciera un ataque frontal contra los
espíritus diabólicos? ¿No me tomarían como un blanco especial? Con seguridad me
iba a meter en problemas. Las perspectivas eran aterradoras.
Una semana después hablé de nuevo con Fred. Le
comenté los resultados de mis oraciones. No parecía muy razonable que yo fuera
quien le ministrara, pero él estaba completamente decidido a continuar con
esto. Nos pusimos de acuerdo en que oraríamos otra semana y estudiaríamos lo
que las Escrituras decían al respecto. Luego nosotros y nuestras esposas nos
reuniríamos para ver qué pasaba.
Por fin llegó al día en que intentaríamos la
ministración. Fred y su esposa iban a llegar a nuestra casa para cenar y luego
iríamos a la iglesia para la reunión de oración o lo que fuera a ser. Me sentía
más bien contento porque ese día nos resultó muy ocupado. Fue necesario hacer
un viaje de negocios fuera del pueblo y regresamos a casa más o menos dos horas
antes de la llegada de Fred y su esposa. En el escalón exterior de nuestra
puerta encontré un pequeño folleto sostenido con una piedra. Un amigo había ido
para regalármelo pero al no estar en la casa dejó así el folleto. Casi no podía
creer a mis ojos cuando leí el título “Una introducción a la expulsión de
demonios” por Derek Prince. Mi amigo no sabía nada de la ministración
pendiente. El tiempo era perfecto. ¡Todo tenía que ser de Dios!
En pocos minutos devoré el contenido del
folleto. Era muy práctico y estaba saturado con información muy útil. Podíamos
esperar alguna clase de manifestación cuando los demonios salieran. Por lo
menos me sentí un poco más confiado al respecto. Cuando Fred llegó hice que él
y su esposa leyeran el folleto antes de intentar la ministración.
Pasamos algún tiempo en oración antes de
tratar con los demonios. Yo pensaba apenas en términos de sólo un demonio
aislado, pues mi conocimiento y comprensión no daban para más. Fred aún estaba
arrodillado cuando sugerí que comenzáramos la expulsión del demonio. Mi esposa
y yo impusimos nuestras manos sobre su cabeza y ambos dijimos, “Te ordeno
demonio salir fuera de él en el nombre del Señor Jesús”. Después que había dado
esta orden y que mi esposa la había repetido, esperamos a ver qué pasaba. Por
último le pregunté, “¿Sentiste algo Fred? ¿Piensas que algo ha sucedido?” Fred
sacudió su cabeza negativamente. No había sentido nada. Entonces tuvimos una
breve consulta y decidimos probar de nuevo.
La orden se dio varias veces más. ¿Qué le
pasaba a Fred? Su cara se estaba contorsionando. Procuraba hablar, pero no podía
articular ninguna palabra. Parecía que estuviese como en choque, pero ahora no
era tiempo de aflojar ni de suspender la tarea. Así, continuamos ordenándole al
demonio salir de él. Fred comenzó a toser violentamente y esto duró alrededor
de un minuto. Luego se desplomó hacia el piso y quedo inmóvil. “¿Qué pasó,
Fred, salió? le pregunté, “Eso creo,” musitó. Escasamente podía hablar. “Estoy
tan débil que no me puedo levantar”, explicó. Oramos por Fred y agradecimos a
Dios su liberación. Pasaron por lo menos cinco minutos antes que Fred pudiera
sentarse.
La esposa de Fred había estado sentada y
orando todo este tiempo. Ahora la oí cantar muy suavemente y reconocí la
melodía de un himno muy familiar “Gracia maravillosa”. Pensé que me uniría a
ella en el himno pero a medida que escuchaba para seguir las palabras me di
cuenta que estaba cantando en lenguas. Unas semanas antes yo había orado para
que recibiera el bautismo en el Espíritu Santo, y sólo había podido hablar unas
pocas frases en lenguas. Ahora cantaba con libertad completa. Todos los cuatro
estábamos gozosos y felices.
Una semana más tarde, cuando vi a Fred de
nuevo, le pregunté por su dolor de cabeza. Estaba muy confiado en que me iba a
decir que había desaparecido. “Frank, no sé qué hacer”, comenzó Fred, pero
todavía lo tengo. Mi cabeza no ha mejorado nada”. El sentimiento enfermizo de
derrota se apoderó de mí. ¿Cómo pudo una ministración ser tan dramática y sin
embargo no ser efectiva? Ambos estábamos confundidos y frustrados.
Fred me dijo que había aceptado pastorear una
iglesia en otro estado y que se iba inmediatamente. Esto fue seis meses antes
que le viera otra vez. Como estábamos en un viaje que nos llevó bastante cerca
de su nuevo lugar de ministerio, condujimos unas pocas millas extras para visitarle
y pasar allí la noche. Mientras orábamos esa tarde, se decidió que deberíamos
intentar ministrar a Fred de nuevo. Durante los meses pasados habíamos
aprendido un poco más sobre los demonios. Podía haber más de un demonio. Quizás
no dimos con el que estaba causando el dolor de cabeza. Debíamos ser más
persistentes.
De nuevo sentamos a Fred en una silla y nos
reunimos alrededor de él. El cooperaba mucho y quería hacer cualquier cosa que
le ofreciera un rayo de esperanza para ser liberado del incesante dolor que le
estaba destruyendo. En este punto no sabíamos cómo descubrir los diferentes
tipos de espíritus y no habíamos recibido ningún discernimiento sobrenatural de
espíritus o demonios específicos. Entonces dimos una orden general para que
cualquier demonio que estuviera en él saliera. Cada vez que lo hacíamos, Fred
tenía una tos o una expulsión con el aliento. El podía sentir como una presión
en su garganta que se aliviaba mediante la tos. Esto sucedió unas seis veces.
“Tu dolor de cabeza, ¡todavía está o ya se fue?” “No, duele peor que antes”,
respondió Fred. Podíamos decir que algo todavía estaba dentro de él. Recordé
haber escuchado en una cinta sobre liberación que el ministro ordenaba a los
espíritus que se identificaran. Entonces decidí que debíamos intentarlo.
“¿Cómo es tu nombre?” pregunté al demonio que
con seguridad aún estaba dentro de Fred. “En el nombre de Jesús te ordeno que
me digas tu nombre”. Su cara comenzó a retorcerse como durante la ministración
inicial. Nos mantuvimos ordenando que el demonio se identificara. Los labios de
Fred avanzaban y su boca se contorsionaba en una mueca. Muy lentamente y en una
voz que era escasamente audible sólo se escuchó una palabra “D-o-l-o-r”.
Fue tan simple. ¿Por qué no lo habíamos
pensado antes? “Demonio de dolor, fuera de Fred”. Nuestras palabras eran
insistentes. “En el nombre de Jesús, fuera de él”. La esposa de Fred debió
experimentar en su espíritu algo sobre lo que iba a suceder porque tomó un
periódico de la mesa del comedor y lo echó sobre el piso, a los pies de Fred.
Inmediatamente Fred tosió y arrojó grandes cantidades de flema sobre el papel.
¡El demonio había salido! ¡Y el dolor se fue! Esto hace casi cinco años y Fred
está aún sano. Dios había respondido a nuestras oraciones.
¡Bendito sea su nombre!
Victoria sobre el temor
El temor impide que muchas personas se
conviertan en ministros de la liberación. El temor de los demonios y el temor
del hombre. Mi teoría original sobre el diablo era que si yo lo dejaba
tranquilo, él me dejaba tranquilo. Nada está más lejos de la verdad. Dejar
tranquilo al diablo, sólo es permitirle que trabaje sin ninguna oposición. No
hay ninguna razón para temer al diablo o a sus demonios porque Jesús los
conquistó y venció. En 1 Juan 3:8 se nos recuerda que Jesús vino a este mundo
con el propósito expreso de destruir las obras del diablo. Colosenses 2:15 nos
muestra que por medio de la cruz el Señor desarmó los principados y las
potestades, hizo una exhibición pública de ellos y triunfó completamente sobre
ellos.
A fin de ir contra los principados y las
potestades demoníacas sin miedo, es indispensable entender que a Satanás no se
le dejó ningún poder verdadero. Es un mentiroso, un engañador, un usurpador, y
un ladrón. Jesús ya puso todo juicio sobre él (véase Juan 16:11). Ahora es
responsabilidad de la iglesia ejecutar ese juicio. Cuando nos levantamos contra
los demonios con la autoridad del nombre de Jesús y en el poder de su sangre
vertida, los demonios no tienen ninguna elección: se deben ir. No hay necesidad
de tener ningún temor ante un enemigo despojado de su armadura (véase Lucas
11:22). Está absolutamente indefenso. La única cosa que el cristiano debe temer
es al temor mismo.
Satanás, ese viejo mentiroso y engañador
procurará hacerte creer que va a vengarse de ti. Te dirá que te atacará a ti y
a tu familia con enfermedades, con lesiones o con algún siniestro. Pero puedes
perfectamente pisotearle bajo tus pies porque el Señor Jesucristo dice “...os
doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del
enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19).
Cuando no escuchamos las mentiras que los
demonios susurran en nuestros oídos, entonces nos atacarán con mentiras en las
bocas de los hombres. Alguien continuamente me dice, “¿Has oído sobre el Dr
fulano y fulano o sobre el hermano fulano y fulano, hombres prominentes en el
ministerio de liberación? Supe que han arruinado sus ministerios por estarse
metiendo con los demonios y ya no tienen más invitaciones para ministrar en
ninguna parte”. Pero sé de hecho que esos hombres de Dios reciben más
solicitudes para ir a ministrar de las que pueden atender. Estas son mentiras
del diablo para causar temor.
Unos pocos pastores a quienes conozco,
comenzaron el ministerio de liberación y el diablo les dijo que perderían
miembros de sus iglesias o que los miembros en proyecto se asustarían y
escaparían. Indudablemente, el demonio puede hacer que algunos se ofendan o se
asusten, pero cuando un pastor decide guardar su propio remito a expensas de
desobedecer la comisión de Cristo, perderá mucho más de lo que había esperado
ganar.
“¿Has oído que el pastor perencejo está
expulsando demonios de los cristianos?” Si el diablo no te puede derrotar con
tácticas de temor y de mentiras, recurrirá a la crítica en la boca de otros. Dos
ministros estaban hablando y el primero decía, “Debemos ser muy cuidadosos en
estos días sobre las doctrinas falsas y las falsas enseñanzas, porque ¿no has
oído de ese predicador que se llama Hammond que está por aquí expulsando
demonios de los cristianos? (El segundo ministro dejó pasar la oportunidad de
decir, Hammond está ministrando liberación a mi propio rebaño ahora mismo”)
“Hammond no piensa más si-no en el diablo. Creo que deberíamos mantener
nuestras mentes enfocadas tan sólo en Jesús”. El diablo debe estar en realidad
encantado al tener a alguien que entone ese coro. El diablo usará cualquier
truco para mantener a la gente de Dios fuera de la batalla espiritual y todo lo
que hace es para conseguir eso.
Demandas personales para el ministro
Jesús advirtió a sus seguidores tener en
cuenta el costo del discipulado. Servir al Señor requiere sacrificios
personales. Si uno no está dispuesto a pagar el precio nunca se debe
comprometer. Considera algunas de las exigencias que están sobre el ministro de
liberación.
Tiempo
La liberación es un ministerio que consume
mucho tiempo. Esto es cierto desde el punto de vista de la cantidad de tiempo
que se gasta con una persona y de la gran cantidad de personas a quienes uno
debe ministrar. Hay tal cantidad de solicitudes de liberación hoy que quien se
entrega a este ministerio entenderá fácilmente por qué se dijo de Jesús
“...y entrando en una casa no quiso que nadie
lo supiese; pero no pudo esconderse” (Marcos 7:24).
Energía
Habrá ocasiones en que una ministración se
prolongue durante varias horas. Muchas veces nuestro equipo de liberación ha
trabajado hasta bien pasada la media noche y todavía había personas esperando
vernos. En algunas oportunidades hemos ministrado hasta 16 horas por día
durante una semana o más. En tales ocasiones hemos recibido fortaleza extra
suministrada por el Señor. Pero el ministro de liberación puede encontrarse
buscando descanso como lo recomendó Jesús a sus discípulos.
“El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar
desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de
manera que ni aun tenían tiempo para comer” (Marcos 6: 31).
Paciencia
Siempre hay algunos que no retienen su
liberación. Son lentos en aprender y se les debe enseñar y alentar
repetidamente. Hay la tentación de pasar el tiempo con otros que se muestran
más promisorios, pero el Señor querría que fuésemos pacientes con los que
aprenden más despacio.
El ministro debe ser dedicado
Si ya está comprometido en este ministerio o
si piensa comprometerse, propóngase una dedicación completa. Dedíquese a Cristo
y a los demás. Cuando los discípulos de Jesús fallaron en su intento de liberar
a un muchacho lunático de su opresión demoníaca buscaron el motivo a su falla y
Jesús les dio la respuesta cuando dijo...
“¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta
cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo
acá” (Mateo 17:17).
Jesús dijo que eran “incrédulos”. La palabra
literalmente significa infieles, sin fe o sin firmeza. Se les acusó de no estar
dedicados por completo a Cristo. Además, el Señor les llamó “generación
perversa". La palabra “perversa” aquí significa desviarse. Los discípulos
estaban más interesados en otras cosas que en el Reino de Dios. En el relato
paralelo de Marcos leemos que los discípulos disputaban entre sí sobre cuál de
ellos sería el mayor. No es de extrañar que Jesús Ies encontrara infieles y
desviados. No es de extrañar que no tuvieran ningún poder.
Amoroso y sabio
Se debe tener compasión germina por los demás.
El ministro de liberación tendrá muchas oportunidades para demostrar el
verdadero carácter de su amor. Siempre debe estar listo para ir la segunda
milla y para colocar la otra mejilla. En nuestro propio ministerio a menudo
hemos encontrado necesario invitar a las personas a permanecer en nuestra casa
durante un período de tiempo para que reciban una ministración adecuada. Esto
requiere amor, pero también necesita sabiduría. En tales personas he encontrado
demonios que tratan de controlar mi casa, gobernar mi vida y golpearnos con
palabras de acusación y condenación. El amor hacía una persona no se expresará
si se cede a las presiones que pretenden imponer los demonios. Después que la
persona ha sido liberada, agradecerá el hecho de haber reconocido la diferencia
entre ella como persona y los demonios que hablaban y actuaban en ella.
Libre de culpa
Esto nos lleva a observar que el mismo
ministro de liberación debe estar libre de interferencias demoníacas antes de
ministrar a otros. A menos que él mismo se haya sometido a una liberación,
encontrará una resistencia interior y una lucha que obstaculizarán seriamente
su propia efectividad. Aprendí esta lección por mí mismo al intentar ministrar
liberación a mi esposa. Nos dimos cuenta que los demonios eran responsables de
ciertas tensiones entre nosotros. Un día cuando estábamos en el hogar decidimos
ministrarnos uno a otro en estas áreas. A medida que llamaba a los demonios y
les ordenaba que la liberaran, fue arrojada al piso y los espíritus del mal
comenzaron a hablar por medio de ella. Un demonio hizo una acusación directa
contra mí. Sabía que era culpable de lo que el demonio me acusaba. Eso me puso
bajo tal condenación que no pude seguir con la liberación de mi esposa. Me fue
necesario confesar mi pecado, pedirle perdón y hacer que ella expulsara el
demonio de mí, antes de poder continuar ministrándole. Esto nos unió con amor y
perdón y cerró la puerta para toda otra interferencia del enemigo.
Llevar las cargas de los otros.
Un ministro de liberación escuchará muchas
historias sórdidas, así como actitudes y hechos pecaminosos. El puede ministrar
a quienes son líderes respetados en la iglesia y que nunca han compartido sus
conflictos interiores y fallas con los demás. Hay veces en que ministrará
confidencialmente y en amor para llevar las cargas de los otros y cumplir así
la ley de Cristo. Lo que oiga no debe afectar su relación con esa persona. No
se permitirá recordar pecados que Cristo ya perdonó o reflexionar sobre una
fealdad que la liberación limpió.
El ministro de la liberación debe ser como el
sacerdote del Antiguo Testamento que comía las ofrendas por los pecados y las
transgresiones. De acuerdo con Números 18: 8 y siguientes, sólo Aarón y sus
hijos podían comer la carne de esas ofrendas... todo varón comerá de ella . .
Las otras ofrendas podían ser comidas por el
resto del ministerio sacerdotal, pero sólo los sacerdotes varones podían comer
las ofrendas por el pecado y por las transgresiones. Era su deber comerlas. El
“varón ” representa la fortaleza. Es necesario que un ministro o persona fuerte
lleve a cabo este ministerio. En el Nuevo Testamento todos los creyentes somos
sacerdotes. Como sacerdotes es nuestro deber “comer” las ofrendas de los
pecados y las transgresiones de los demás. Lo que se nos trae en el espíritu de
la confesión y el arrepentimiento es consumido, y no se debe compartir ni
siquiera cón los miembros de la propia casa.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en
alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los
unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. (Gálatas 6:
1-2).
Con oración y ayuno.
Jesús dejó muy en claro que algunas clases de
demonios son más fuertes que otros, pues dijo:
“Este género con nada puede salir, sino con
oración y ayuno”. (Marcos 9: 29).
Los discípulos habían fallado en un intento de
liberar a un muchacho de un espíritu sordo y mudo. En esencia Jesús atribuyó su
falla a la ausencia de dedicación espiritual. Nosotros también podemos fallar
por la misma razón. Jesús recomendó la oración y el ayuno como remedio para
esta condición espiritual. El concepto de ayuno se está restaurando en la
iglesia hoy. Ayunar no es una manera fácil para obtener de ganga el poder de
Dios, sino una vía para crucificar la carne, para que los afectos completos de
uno estén por encima de todas las cosas y no sobre las cosas de la tierra.
Fuera del ayuno y de la oración nadie desarrollará los recursos espirituales
adecuados para todo encuentro con el enemigo.
Bendiciones y beneficios
No debe quedar la impresión que el ministerio
de liberación es todo dureza y sacrificios. Hay muchas bendiciones y
beneficios. Hay muchas ocasiones de gozo. Inclusive los mismos períodos de
liberación son oportunidades para adoración y alabanza. La Palabra de Dios
encuentra un lugar muy notorio, pues la Espada del Espíritu nos impulsa contra
el enemigo. Muchos textos escritúrales también se usan para enseñar, corregir,
instruir, y exhortar. Luego, está la oración con el entendimiento y la oración
con el Espíritu, oraciones de petición, de intercesión, de acción de gracias y
de alabanza. Hay cánticos que exaltan a Cristo y a su sacrificio e himnos de
adoración. Hay gozo y regocijo cuando los cautivos son libres, a medida que la
emoción final de la victoria encuentra su expresión en crescendos de alabanza.
Cuando la liberación se conduce en tal atmósfera espiritual, se genera un poder
que rompe la resistencia del enemigo. Jesús se mantiene en preeminencia y los
siervos del Señor son fortalecidos y edificados.
Por medio de este ministerio he conocido a
algunas de las más hermosas personas en la familia de Dios. Es alentador
encontrar cuántos cristianos buscan la expresión completa de la vida
espiritual. Se ponen a un lado todos los disimulos y apariencias y se conoce a
mucha gente con gran rapidez. Nunca podré poner precio al valor de las
amistades ganadas por medio de los contactos hechos con el ministerio de la
liberación.
Y cuánto gozo ver a las multitudes que
alcanzan la victoria. Lo más frustrante de mi ministerio pastoral era la
consejería. Estaba listo para escuchar, para ofrecer consejo, y para brindar
valor, pero la mayoría de las veces no había ningún remedio. Ahora llegamos a las
raíces del problema y hay respuestas donde antes no se encontraban. Los
cristianos se salvan de vidas de ruina y de derrota y se les lleva a la
estabilidad y a la fructificación.
A menudo digo que una de las mayores
bendiciones que he recibido con este ministerio es la profundidad que he
alcanzado en el ámbito espiritual. He descubierto una línea muy nítida de
separación entre el reino de la luz y el reino de las tinieblas. Se han avivado
el conocimiento y la conciencia espirituales. Las asechanzas de Satanás se
disciernen con mayor rapidez. La vía de la justicia delante de Dios es mucho
más sencilla que antes. Es más fácil evitar los conflictos camales con otros y
mantener firme la lucha contra las huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes.
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