Pros y contras sobre técnicas y métodos
Aunque deseo dar algunas guías y algunos
patrones, quiero aclarar que este ministerio de liberación siempre debe estar
bajo la orientación directa del Espíritu Santo. Entre los cristianos hay la
tendencia a mirar las fórmulas patentadas en los ministerios espirituales en
lugar de permanecer dependientes de la conducción del Espíritu. He observado
que diversas personas comprometidas en el ministerio de liberación utilizan
sistemas muy distintos. Esto es entendióle, pues la Biblia no da muchos
detalles sobre los métodos empleados ya sea por Jesús o por sus discípulos. No
debemos atarnos en pequeñas reglas que hemos hecho para nosotros mismos.
Entonces, ¿cómo han resultado tales reglas? Si obtenemos éxito usando una
técnica determinada entonces nos inclinamos a concluir que es la técnica la que
hizo el truco. He encontrado que el Espíritu Santo goza con la variedad y que
podemos descansar en él para cualquier técnica que sea necesaria.
¿Cuáles son algunas de estas reglas hechas por
el hombre? Alguien puede decirnos que nunca deberíamos imponer las manos en una
persona de quien se están expulsando demonios. Otro individuo insistirá
justamente en lo contrario que siempre debemos imponer las manos en la persona.
Aun habrá quien alegue que es necesario frotar el vientre de la persona o
golpearle la espalda a fin de que los espíritus salgan. Si comenzamos a mirar
métodos y técnicas terminaremos en una confusión sin esperanza y esto es
exactamente lo que el demonio quiere que hagamos.
La verdad del asunto es que el Espíritu Santo
puede dirigirle a usted a hacer alguna o todas las cosas mencionadas antes. El
Espíritu me ha llevado a hacer algunas cosas muy extrañas en las ministraciones
de liberación y nuestro objetivo es escuchar y obedecer al Espíritu Santo. A
Moisés debe haberle parecido muy raro cuando Dios le ordenó golpear una roca a
fin de suministrar agua al pueblo o arrojar un árbol en las aguas amargas a fin
de endulzarlas. Parecería extraño que Jesús hubiese escupido en la tierra e
hiciese un poquito de lodo para colocarlo sobre los ojos del hombre ciego a fin
de curarlo. ¿Qué diferencia hay con respecto a las técnicas que el Señor elige,
si los resultados van a venir?
Imposición de Manos
Hay quienes alegan que Jesús nunca impuso las
manos a nadie durante una liberación, pero por lo menos hay dos ejemplos que
indican lo contrario. Uno es la sanidad de la suegra de Pedro. En Lucas 4:39 se
nos dice que Jesús “reprendió a la fiebre”. El trató a la fiebre como una
personalidad. Esto indica que la fiebre era demoníaca. El relato paralelo en
Mateo 8:15 dice: “...y tocó su mano, y la fiebre la dejó...”. Un segundo
ejemplo de imposición de manos para liberar una persona fue el caso de la mujer
que estaba atada por un espíritu de enfermedad.
“... y había allí una mujer que desde hacía
dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna
manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres
libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego,
y glorificaba a Dios” (Lucas 13:11-13).
Como hay registrados sólo unos pocos ejemplos
en que Jesús impuso las manos durante una liberación, no vamos a concluir que
la imposición de manos siempre es necesaria. El mismo principio es cierto al
ministrar el bautismo en el Espíritu Santo. La Escritura indica que a veces se
impusieron las manos para impartir el Espíritu Santo, pero otras veces no se hizo
así. De nuevo necesitamos permanecer sensibles a la dirección del Espíritu
Santo en lo que respecta a nuestro obrar.
Una vez estábamos expulsando demonios de un
joven de 16 años. El primer demonio que se llamó fue miedo; el muchacho fue
tomado por los demonios y arrojado al suelo. Cinco hombres presentes procuraron
sujetarlo físicamente, apenas con éxito parcial. Se llamaron varios otros
demonios y las manifestaciones violentas acompañaban a cada espíritu. Entonces
el Espíritu Santo por una palabra de conocimiento hizo saber que la
manifestación se debía a un espíritu de violencia. Al muchacho se le instruyó
para no permitir qué ese demonio le dominara, sino a colaborar con nosotros, en
el Espíritu, ordenándole continuamente que saliese en el nombre de Jesús. El
espíritu de violencia fue expulsado sin demasiada lucha y no hubo más
manifestaciones de violencia cuando se echó fuera otra gran cantidad de
demonios. Así aprendimos que un demonio presente en una persona se puede
manifestar a sí mismo aun cuando otros espíritus se hayan llamado antes. Esto
demostró ser de mucha utilidad para comprender algunas cosas. En muchas
liberaciones posteriores, cuando la persona se volvía violenta, se expulsaba el
demonio de violencia y las manifestaciones violentas pasaban completamente.
Un caso muy interesante fue el de una mujer de
más o menos unos treinta años. No era una persona físicamente fuerte y tres
meses antes de la liberación se le había hecho una intervención quirúrgica
mayor. Sin embargo, mostró una fortaleza física poco natural bajo las
manifestaciones del demonio. Cuando la ministración comenzó fue arrojada al
piso y yacía sobre la espalda. A causa de su fuerza sobrehumana se asignó a una
persona para cada uno de los cuatro miembros. Mi esposa se montó sobre la
pierna derecha de la mujer y dijo con toda autoridad, “Esta pierna no se va a
mover más”, pero en un momento la mujer la levantó del piso con esa pierna.
Había muchos espíritus fuertes en esta mujer.
La lucha para hacer salir a cada uno de ellos era tan intensa que físicamente
no soportaba sino la expulsión de uno o dos demonios al día. Pero estaba tan
decidida a quedar completamente libre que venía todas las tardes después del
trabajo para que se le ministrara más. No fue sino hasta dos semanas después de
estas luchas diarias cuando encontramos una clave. Se observó que cuando nadie
tocaba a la mujer los espíritus no reaccionaban tan violentamente. Pero cuando
alguien la tocaba, entonces un demonio comenzaba a gritar, “No me toques, no
me-toques”. Nos dirigimos a ese demonio como “espíritu no me toques” y le ordenamos
salir fuera. Después que este demonio fue expulsado ya no hubo otras
manifestaciones de violencia.
Hemos encontrado el demonio “no me toques” en
varias oportunidades. En algunos casos los demonios reaccionaban sólo al
contacto de un hombre, pero en otros únicamente al contacto de una mujer. Hay
ocasiones en que es mejor no imponer manos sobre las personas.
Son mucho más frecuentes los casos en que la
imposición de manos ayuda a desalojar los espíritus del mal. Otras veces cuando
los espíritus hablan a través de la persona, ocasionalmente sucede que el
espíritu grita y gime, “Tu mano está caliente; me quema”, o palabras
semejantes. Los demonios pueden sentir la unción de la mano que está ministrando
y son torturados por esa unción.
Los demonios pueden habitar en cualquier parte
del cuerpo humano. Una de las zonas favoritas parece ser el bajo vientre.
Cuando al ministrar se impone una mano sobre esta área los demonios a menudo
saldrán a través de la boca con más rapidez. De ahí porqué es sabio y útil
tener tanto hombres como mujeres en el equipo de liberación. Las mujeres pueden
imponer las manos sobre las mujeres y los hombres sobre los hombres.
En una ocasión se le ministraba a una joven.
Yo estaba de pie detrás de ella, tenía mis manos sobre su cabeza y los demonios
salían rápidamente. De pronto me llegó una palabra de conocimiento que debía
retirar mis manos inmediatamente. Lo hice así y pasé al frente para ver qué
manifestaciones había en su rostro. Había salido a la super- fice un espíritu
de concupiscencia que se identificó como un “espíritu de coqueteo”. Por medio
de palabras y de expresiones faciales comenzó a flirtear con dos de los hombres
presentes en la habitación. Como el contacto de una mano masculina había
servido para “alimentar” tal espíritu, se hizo muy evidente por qué el Espíritu
Santo me ordenó quitar mis manos.
Algunas de las razones que se alegan para no
imponer manos en la liberación se basan en el temor. Muchos pueden temer que
los espíritus del mal los ataquen. He oído a alguien decir que mientras
imponían manos sobre una persona durante la liberación había sentido que un
espíritu maligno salía de esa persona a su propia mano y subía por su brazo a
su cuerpo. Personalmente no he tenido tal experiencia nunca. He impuesto muchas
veces las manos en centenares de personas en un período de varios años y nunca
he sido atacado por un demonio como resultado de tal contacto físico.
El principio es este: ningún demonio puede
atacarnos o entrar a nosotros a menos que haya una puerta abierta para hacerlo.
El temor puede suministrar tal puerta. Si uno se asusta o teme que un demonio
puede atacarlo, entonces ha dado al demonio la puerta abierta que necesita.
Hay una situación que podría hacerle pensar a
uno que ha sido atacado durante una liberación. Por ejemplo, se está expulsando
un espíritu de duda y cualquier otra persona en la habitación puede tener
también un espíritu de duda. A medida que se da la orden para que salga “la
duda”, los espíritus de duda en ambas personas se pueden agitar y comenzar a
reaccionar o a manifestarse. He sido testigo de muchos ejemplos de esto.
Entonces, ¿qué acerca del versículo que dice,
“No impongas con ligereza las manos a ninguno...” (1 Timoteo 5:22)? Personalmente
estoy convencido que este pasaje se relaciona sólo con la imposición de manos
en las ceremonias de ordenación y no se refiere a imponer las manos para otros
propósitos como sanidad, ministrar el bautismo en el Espíritu Santo o
liberación. Si estas palabras se pudieran aplicar a la liberación, no es para
prohibir la imposición de manos sino más bien una advertencia sobre hacerlo en
forma prematura. Este es un principio aplicable a toda situación donde se use
la imposición de manos. En efecto, no debemos ministrar a toda persona que
encontremos, ni vamos a ministrar a ninguna persona sin antes prepararla de
manera adecuada.
De nuevo enfatizo que debemos cuidarnos de
temer a los espíritus malos. Si el diablo puede hacer que nos asustemos de él,
entonces ha tenido un contra ataque exitoso. La Biblia nos asegura que podemos
enfrentar a los espíritus demoníacos en batalla, absolutamente sin temor que
ellos sean capaces de vengarse o perjudicarnos.
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes
y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas
10:19).
“Y en nada intimidados por los que se oponen,
que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de
salvación; y esto de Dios” (Filipenses 1:28).
Los demonios buscarán inspirar temor en
quienes están ministrando. Muchas veces he oído a los espíritus hablar a través
de la persona y hacer amenazas de causar daños. En una liberación el demonio
abrió los ojos de la persona, me miró con una mirada de hielo y con el rostro de
la persona directamente dirigido a mi rostro dijo tres veces con énfasis
creciente en cada ocasión... “ ¡Te tendré! ¡Te tendré! ¡Te tendré!” Con toda
calma contesté, “No, demonio, no me vas a tener. Jesús dijo que podía
pisotearte y que no vas a hacerme ningún daño. No te tengo miedo, de modo que
inmediatamente sal fuera, en el nombre de Jesús”. Salió y fio se produjo ningún
perjuicio.
No debemos dar ninguna atención a las amenazas
de los espíritus porque todos son mentirosos y acusadores. En muchas oportunidades
el demonio ha amenazado diciendo, “Si me expulsas entraré en ti”, o «n alguna
otra persona que esté en el cuarto. El propósito de tal amenaza es provocar
miedo y hacer que el ministro de liberación cese su ataque. El temor es una
táctica muy común del enemigo y uno debe asegurarse en su propio corazón que en
verdad no tiene nada que temer. El enemigo, ya ha sido derrotado por Jesús, y
en el nombre de Jesús “toda rodilla se doblará” (Filipenses 1:10).
Conversación con Demonios
No es posible parar toda la conversación de
los demonios cuando en la liberación se trata con ellos. A veces hablarán sin
ninguna advertencia. Así lo hicieron con Jesús. Pero ¿deberíamos conversar con
ellos cuando quieren hablar? He llegado a un punto de vista muy conservador
sobre este tema. No se debería conversar con los demonios a menos que el
Espíritu Santo indique que hay algún propósito específico al hacerlo.
En la liberación del endemoniado gadareno
Jesús ordenó al espíritu hablar al preguntarle, “¿cómo te llamas?” (Marcos
5:9). Y ¿qué se va a ganar al ordenarle a un espíritu que se identifique? La
experiencia ha demostrado que el poder del espíritu se rompe con más facilidad
cuando se le obliga a identificarse. Algunos espíritus son mucho más tercos u
obstinados que otros. En la mayoría de los casos, un espíritu terco saldrá
cuando se vea forzado a identificarse. Su poder quedará roto.
Sin embargo, hay un peligro inherente al
conversar con los espíritus demoníacos; uno nunca se debe permitir conversar
con los demonios a fin de adquirir conocimiento. La Biblia prohíbe
estrictamente tales comunicaciones con los demonios (Deuteronomio 18:10-11). El
cristiano tiene al Espíritu Santo como su fuente de conocimiento, de sabiduría
y de orientación, inclusive, cuando se les ordena decir la verdad en el nombre
de Jesús, los demonios mentirán en esas ocasiones. Sin embargo, hay veces en
que el Espíritu Santo hará que se obligue a un demonio a decir los nombres de
los otros espíritus que viven en el cuerpo de una persona. No sobra insistir
que el propósito de esto es desbaratar su resistencia y que no se debe
convertir nunca en un sustituto del don de discernimiento de espíritus. No
tenemos que depender de las bocas mentirosas de los espíritus del mal para que
nos den información que debemos y podemos obtener por medio del Espíritu Santo.
Cuando al principio comencé mi ministerio de
liberación, ordenaba a los espíritus que hablasen. Muy poco tiempo después
encontré que todos hablan las mismas cosas y que mezclan un poco de verdad con
muchas mentiras. El novato está pronto a querer escuchar a los demonios pero
también muy pronto aprenderá que eso no es necesario. Los demonios son
suficientemente hábiles como para conocer que mientras puedan mantener una
conversación no se les va a ordenar que salgan. En realidad odian escuchar las
palabras, “Cállate, y sal fuera”. Su charla siempre es una táctica dilatoria.
“Pero había en la sinagoga de ellos un hombre
con espíritu inmundo, que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros,
Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu
inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él”
(Marcos 1:23-26).
También vale la pena preguntar a los demonios
aun cuando a veces no hablan por medio de la persona a quien se está liberando.
Una vez vino una señora que tenía muchos “síntomas” de opresión demoníaca. Dos
horas de intensa ministración no produjeron resultados. No hubo la más leve
manifestación que algún demonio estuviese presente o que hubiera salido. Al día
siguiente, mientras leía el Evangelio de Marcos, llegué al relato familiar del
gada reno en el capítulo cinco. El Espíritu Santo hizo que me detuviera en el
versículo siete donde el demonio había clamado, “no me atormentes”. Fui al
lexicón griego y encontré que la palabra “tormento" significa “preguntar
aplicando tortura”. Llamé a la mujer, la hice volver esa tarde y comencé a
bombardear a los espíritus con preguntas: ¿Cómo se llaman? ¿Cuánto hace que
están ustedes allí? ¿Son tan tontos para pensar que pueden resistir el nombre
de Jesús?, etc. En el curso de pocos minutos la mujer comenzó a toser y a
expulsar demonios. Los espíritus no habían hablado a través de esta mujer ni habían
dado ninguna señal de escuchar lo que yo dije, pero la tortura de ser
interrogados rompió su poder. Podemos estar seguros que nuestras preguntas y
órdenes son efectivas, inclusive antes de ver resultados exteriores.
Interrupciones Durante la Ministración
La liberación se puede hacer en una atmósfera
tranquila. La experiencia aumentará la confianza y nos capacitará para
ministrar sin tensión. El ministro que hace la liberación debe darse cuenta que
es un siervo del Señor y se debe mover en el poder y la autoridad que se le han
dado. El, y no el poder de los demonios, está al comando de la situación.
Una ministración se puede prolongar. Se puede
extender varias horas. Tanto la persona a quien se está liberando, como el
ministro que hace la liberación, pueden necesitar unos pocos minutos de
descanso. Usualmente conviene interrumpir la ministración después que haya
salido un grupo de espíritus. Cuando se hace tal pausa, no se ha perdido ningún
terreno. Usted simplemente comienza donde dejó.
A menudo sucede que en mitad de una liberación
la persona recuerda otras áreas donde los demonios han entrado o que el
Espíritu Santo la haga consciente de alguna información relacionada. Entonces
está bien suspender y permitirle compartir esas cosas. Sin embargo, se debe ser
muy cuidadosos sobre las astucias del enemigo. Las personas en quienes se está
ministrando pueden decir, “Necesito un poco de agua” o “Quiero ir al baño”, o
dar alguna otra excusa para dejar la habitación. A veces esto puede ser un
demonio que está hablando y no la persona. El demonio procurará que la persona
salga. Si uno está alerta no necesariamente será víctima de ese truco. ¿Cuán
profundamente ha sido tomada la persona por los espíritus? ¿Son sus ojos fijos?
¿Es la voz la de la persona? ¿Qué dice tu propio espíritu?
Un amigo mío era nuevo en el ministerio de la
liberación. El y un compañero estaban expulsando demonios de otro hombre. Los
espíritus habían dominado a este hombre y los dos ministros lo sostenían sobre
el piso con todas sus fuerzas para impedir que sus manos y sus pies se
movieran. Después de un momento el hombre se quejó que lo estaban lastimando y
que necesitaba descansar durante unos minutos. Sin darse cuenta que era el
demonio el que hablaba y no el hombre mismo, le dejaron en libertad. Tan pronto
como las piernas quedaron libres el demonio hizo patear al hombre y mi amigo
sufrió la fractura de tres costillas. Este es un caso raro, pero enfatiza la
necesidad de reconocer quién es el que habla.
Posiciones del Cuerpo
Como los demonios salen principalmente a
través de la boca o de la nariz, y esta expulsión se puede acompañar con moco o
flema, es mejor tener a la persona en una posición compatible con tales
manifestaciones. Una de las mejores posiciones es que la persona esté sentada en
una silla recta y se incline hacia adelante a partir de la cintura con los
brazos descansando sobre las rodillas. Para ministra- ciones cortas la persona
puede estar de pie. En unos pocos casos la persona puede querer echarse sobre
el piso o colocarse sobre sus manos y sus rodillas. La posición variará de
acuerdo con el tipo de manifestaciones que se produzcan. Por regla general la
persona se ajustará a cualquier posición que sea mejor sin instrucciones
específicas. Es cuestión de saber lo que es normal o natural.
Asistí a un servicio donde un ministro que es
muy prominente en el ministerio de la liberación dirigía una liberación en
grupo. Era una reunión grande y cerca de 100 personas habían pasado adelante
para la liberación. El ministro pidió que quienes tuvieran experiencia en la
liberación se mezclasen con el grupo para ayudar. Un joven cerca de mí fue
tomado inmediatamente y cayó al piso. Tosía violentamente y los demonios salían
con flema de su boca. Era verano y el aparato de aire acondicionado no trabajaba
y hacía mucho calor. Una pequeña multitud se reunió alrededor de este joven y
se pudo ver que estaba muy incómodo. Entonces hubo una pausa en el proceso de
liberación y sugerí que se le dejara sentar durante unos pocos minutos, pero un
individuo al lado mío me reprendió en una forma muy dura y me dijo que era
necesario que el hombre se quedara en la posición que tenía hasta cuando todos
los espíritus hubieran salido. Accedí a la solicitud pues, la liberación del
joven era más importante que entablar una discusión con ese hermano. Pero esto
era completamente contrario a toda mi experiencia. La persona que recibe la
ministración debe estar en una posición cómoda.
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