Sugerencias prácticas para el ministro que hace la liberación
¿Cómo en verdad se libera a una persona de los
espíritus demoníacos? Este es el lado práctico de la liberación. Las
sugerencias hechas en este capítulo no se ofrecen como lo último en procedimientos.
Es nuestro propósito compartir lo que se ha obtenido por medio del estudio, la
revelación y la experiencia. Urgimos a cada persona que trabaja en el
ministerio de la liberación a permanecer sensible a las enseñanzas y guía del
Espíritu Santo.
El equipo y el cuarto para ministrar.
Cuando se planea una ministración se debe
escoger un lugar adecuado. Debe ser una habitación situada de manera tal que
otros no se alteren o se exciten por los sonidos que se puedan producir allí.
Desde luego debe estar en un sitio donde la ministración no se vea interrumpida
por los extraños. Debe haber un número suficiente de sillas para los que
asistan. Una silla recta, sin brazos, es la más apropiada para el candidato.
Debe situarse en la habitación de tal forma que los otros se puedan reunir
alrededor. Como hay oportunidades en que los demonios salen con vómito o con
expulsión de flema, debe haber un equipo para cuidar de esta eventualidad. Un
recipiente plástico como una papelera o un balde se consigue fácilmente. Debe
haber también un suministro adecuado de toallas de papel o de pañuelos faciales
y debe haber a mano una libreta para tomar notas.
La conferencia previa a la ministración
Suponemos que el candidato a quien se le va a
ministrar no ha sido obligado por su familia o por sus amigos y que está listo
y dispuesto para la liberación. Se le explica que la honradez y la humildad son
claves para una ministrador! efectiva. La persona debe saber que todo lo que vaya
a compartir se hace en confianza y que no se divulgará. Sin embargo, a quienes
experimentan la liberación se les anima a relatar su experiencia propia como
testimonios del amor y del poder de nuestro Dios. El mismo Señor Jesucristo
animó así al endemoniado gadareno:
“Mas Jesús no se lo permitió, sino que le
dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha
hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a
publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él;y todos se
maravillaban” (Marcos 5; 19-20).
El propósito de esta conferencia es demostrar
la presencia de los espíritus y descubrir su naturaleza. Esto se hace al
determinar cuáles son o cuáles han sido los problemas en la vida de la. persona
(véase el capítulo “Siete maneras para determinar la necesidad de la
liberación”). Los demonios entran por medio de puertas que les abrimos en
nuestras vidas. El objetivo de la conferencia es determinar cuándo y cómo se
abrieron tales puertas.
Alguno en el equipo de la liberación actuará
como secretario. En la parte superior de la página se escribe el nombre de la
persona, la dirección, y la fecha de ministración. Las notas que se toman
tienen un propósito triple: 1. Capacitarán al equipo de liberación para
proceder de una forma ordenada por medio de una ministración cuidadosa. 2. La
persona a quien se libera quizás puede desear una copia de las notas para
ayudarle a entender qué demonios tenía, cómo entraron, cuáles eran las
agrupaciones o colonias, y para saber exactamente cómo se debe guardar a fin de
mantener su liberación. 3. El registro también lo guarda el equipo de
liberación en el caso que sea necesario un seguimiento. Cuando se ministra a
muchas personas, no es posible recordar toda esta información.
Haga que el sujeto comience a recordar las
experiencias y las actitudes que asumió en la vida que hubieran abierto puertas
para que entraran los demonios. Satanás no respeta ninguna regla de ética y no
tiene remordimientos para aprovechar las circunstancias de la. niñez. De hecho busca
siempre las circunstancias por las cuales puede entrar para obrar. Este
procedimiento descubrirá cosas como rechazo, inseguridad, soledad,
inferioridad, resentimiento, rebeldía, temores, odios, autocompasión,
fantasías, celos, y mentira.
El candidato puede insistir en que algunas de
esas cosas ya no son problemas en su vida. Esto puede ser cierto. Sin embargo,
múltiples experiencias demuestran que una vez que una puerta se ha abierto a
determinado tipo de demonio, permanece allí hasta cuando sea expulsado. Después
que uno se hace cristiano y desarrolla una vida espiritual, obtiene fortaleza
sobre la influencia de los demonios que están dentro. Esto no significa
necesariamente que los espíritus del mal se desanimen y se vayan. Jesús nunca
enseñó ninguna otra forma de librarse de los demonios sino expulsándolos en su
nombre. Hemos oído demonios que se quejan porque ya no van a tener más una casa
cómoda en la persona donde habitaban y que su poder sobre esa persona ha
disminuido. Sin embargo, el demonio ha preferido permanecer allí en lugar de
correr el riesgo de no ser capaz de entrar en alguna otra persona. Vive allí
con la esperanza de atrapar a la persona en un momento de debilidad para poder
ganar de nuevo el control.
Los problemas presentes de la persona por lo
general tienen sus raíces en la vida anterior. Por ejemplo, puede haber tensión
y contienda entre una esposa y su esposo. Esto podría originarse en un espíritu
de rebeldía que entró en la esposa cuando era niña y en un espíritu de
resentimiento que entró en el esposo cuando era joven. Estos son los hechos que
la charla previa puede traer a la luz.
Cuando se descubre un demonio se comienza a
buscar sus compañeros (véase el capítulo sobre “Agrupaciones comunes de
demonios”). Por ejemplo, la persona puede decir que tiene un problema con la
timidez. Los espíritus acompañantes pueden incluir inseguridad, inferioridad,
miedo, y autocompasión. Cuando se descubren colonias de espíritus se colocan
juntos en una lista y se trata con toda la colonia completa en el momento de hacer
la expulsión. Si alguno queda rezagado, procurará abrir la puerta para que los
otros vuelvan.
Hay unas pocas cosas que impedirán a una
persona recibir la liberación. La más común es la falta deperdón hacia otros.
Quienes no perdonan a alguien, ya sea vivo o muerto, no pueden ser liberados.
El motivo de esto aparece en Mateo 18: 21-35. Así como Dios nos perdonó,
también debemos perdonar a los demás. La sanción por no perdonar es ser
entregados a los verdugos (en griego, atormentadores) es decir, los espíritus
demoníacos. Esto se puede arreglar fácilmente, si la persona hace una oración
de perdón para todos los que puedan haberle ofendido.
El compromiso con las prácticas del ocultismo
es un segundo obstáculo que impide la liberación. Estas cosas pertenecen al
reino de Satanás y son serias ofensas a Dios. Todo contacto con el terreno de
lo oculto, no importa cuán leve haya sido, nunca se debe tomar a la ligera. Se
debe renunciar en forma absoluta a él y se debe pedir el perdón de Dios. Lo
mismo sucede para el compromiso con cualquier forma de secta religiosa o
religión falsa.
Otra cosa que obstaculizará la liberación es
el aborto. Si una mujer ha consentido en un aborto, debe confesarlo como un
asesinato y recibir el perdón de Dios. Todo hombre que haya sido cómplice de un
aborto, también debe confesar su participación en ese crimen. Una vez estaba
ministrando a una señora a quien conocía bastante bien. La ministración estaba
bloqueada y los demonios se resistían a salir. Esa noche Dios me despertó y me
dijo una palabra de conocimiento: “aborto”. Pensé que sabía lo suficiente de
esa mujer como para darme cuenta que nunca había tenido un aborto, pero al día
siguiente le pedí que me dijese si alguna vez había estado en conexión con un
aborto. Ella quiso saber cómo lo supe, y le dije que el Señor me lo había
revelado. Entonces me contó que tres meses antes una vecina había ido a verla.
La vecina estaba embarazada con un cuarto niño. No quería tener más hijos y
pidió la opinión de mi amiga sobre el aborto. Ella aconsejó a la vecina que se
lo hiciera. Cuando comprendió que esto era malo, lo confesó y los demás
demonios comenzaron a salir de ella.
Algunas personas con bastante experiencia en
el ministerio de la liberación testifican que el adulterio inconfeso bloqueará
la ministración. Se dice que la ofensa se debe confesar a la persona contra la
cual se ha pecado, como el marido que confiesa su infidelidad a la esposa y
viceversa.
Mi propia experiencia ha demostrado que esto
no es un requisito indispensable para la liberación, pues los demonios de la
lujuria y del adulterio se han expulsado de personas que no confesaron la falta
a sus cónyuges. Todo pecado conocido, de cualquier especie, se debe confesar a
Dios antes de la liberación y es mi convicción personal que se debe estar
completamente dispuesto a confesar el adulterio al cónyuge, conforme el Señor
dirija. Quizás el cónyuge puede no estar preparado para escuchar tal confesión.
Aquí se necesita la sabiduría. Nuestro objetivo es “no dar lugar al diablo”, ya
sea por no confesar o por una confesión a destiempo.
La oración de liberación
La oración es especialmente apropiada en el
momento de la liberación. Cualquiera de los presentes puede dirigir la oración,
pero antes que la liberación verdadera tenga lugar, el candidato también debe
orar. Para este propósito hemos encontrado que una oración escrita es muy
efectiva. Cada miembro del equipo mantiene una copia de esta plegaria en la
parte posterior de su Biblia. La oración particular que hemos usado es una que
obtuvimos por medio del ministerio del Dr. Derek Prince y dice así:
“Señor Jesucristo, creo que diste tu vida en
la cruz por mis pecados y te levantaste de los muertos. Me redimiste por tu
sangre, te pertenezco y deseo vivir para ti. Confieso todos mis pecados, conocidos
y desconocidos, me arrepiento de todos y renuncio a ellos. Perdono a todos los
demás como quiero que tú me perdones a mí. Perdóname ahora y límpiame con tu
sangre. Te agradezco por tu sangre, Señor Jesús, que me limpia ahora de todo
pecado. Llego a ti ahora como mi libertador. Tú conoces mis necesidades
especiales, aquellas cosas que me atan, que me atormentan, que me ensucian,
aquel espíritu inmundo, y reclamo la promesa de tu palabra, “que cualquiera que
clame en el nombre del Señor será liberado”. Ahora te llamo a ti. En el nombre
del Señor Jesucristo, libérame y déjame libre, Satanás, pues renuncio a ti y a
todas tus obras. Me libero yo mismo de ti, en el nombre de Jesús, y te ordeno
salir de mí ahora en el nombre de Jesús. Amén.
Autoridad sobre los poderes espirituales
Ya hemos visto en el capítulo sobre la batalla
espiritual, que los poderes demoníacos están dispuestos en una cadena de orden.
Satanás tiene sus representantes asignados, sobre naciones, ciudades, iglesias,
hogares y vidas individuales. La Escritura nos instruye a enfrentar esta
estructura espiritual con batallas espirituales. Por tanto, tomamos autoridad
sobre todas las potestades superiores que tengan autoridad sobre los demonios
que habitan en quien se está liberando. Atamos esas potestades superiores para
que no intervengan de ninguna manera en la ministración. Luego atamos el
“hombre fuerte” o espíritu gobernante que está sobre los demonios menores que
habitan la persona.
“Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa
del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá
saquear su casa” (Mateo 12: 29).
Ordene a todos los espíritus que moran en una
persona desatarse entre sí. Prohíbales prestarse ayuda o darse auxilios mutuos
de cualquier manera.
Ordene salir a los demonios
A medida que uno de los ministros comienza a
ordenar a los demonios específicos salir en el nombre de Jesús, los otros en la
habitación estarán dedicados a leer las Escrituras a alabar o cantar. Esto por
lo general se hace en voz baja. En las primeras etapas de mi ministerio de
liberación habitualmente agotaba la voz en unas pocas horas. Ni el tono ni el
volumen que utilizamos hacen temblar y obedecer a los demonios, sino la
autoridad con que hablamos en el nombre de Jesús.
Usualmente me dirijo a los demonios de esta
manera, “Demonios, sé que ustedes están allí. Conozco su presencia y sus obras
perversas. Les informo que no tienen ningún derecho para permanecer en esta
persona. Esta persona pertenece al Señor Jesucristo, Jesús la compró con su
sangre. Este cuerpo es un templo del Espíritu Santo y todo lo que contamina y
ensucia debe salir. Como ustedes son invasores, se deben ir ya y les ordeno que
salgan ahora mismo en el nombre de Jesús”.
La persona a quien se le está haciendo la
liberación debe cooperar de la siguiente forma: debe abstenerse de orar, de
alabar o de hablar en lenguas. Estas son maneras de llevar al interior al
Espíritu Santo y la boca y el aliento se deben dejar libres para que salgan los
espíritus del mal. Se le debe animar a entrar en la batalla con su voluntad. Se
puede dirigir a los espíritus y hacer que los demonios sepan que está decidida
a que se vayan, porque no quiere tener ninguna parte más con ellos.
Luego, la persona a quien se está liberando
debe comenzar a expulsar su aliento con fuerza unas pocas veces. Como los
espíritus salen a través del aliento, esto ayudará a su salida. O puede
producir algunos golpes de tos. Casi siempre eso es suficiente para “prender la
bomba” y los demonios comenzarán a salir con rapidez, mientras las
manifestaciones se sostienen sin un esfuerzo consciente. La persona puede
forzar la tos y los demonios entonces comienzan a salir con la tos o con los
bostezos.
Persevere en ordenar a los demonios hasta
cuando obtenga resultados. La confianza aumenta con la experiencia. Los
demonios parecen tener conciencia de toda falta de confianza que hay en el
ministro que hace la liberación. A medida que la autoridad de la fe crece, los
demonios responderán más rápidamente.
Si no sale ningún espíritu en el curso de unos
cuatro o cinco minutos puede haber algún obstáculo. En una ocasión un joven
vino para ser liberado. Cuando ordenamos salir a los demonios, inmediatamente
comenzaron a manifestar su presencia sacudiendo el cuerpo del joven. La batalla
se prolongó casi durante una hora. Era evidente que los demonios se encontraban
allí y que estaban muy agitados, pero ninguno salía. Nos detuvimos para buscar
la dirección del Espíritu. A medida que orábamos el muchacho se puso muy
nervioso y comenzó a escarbar en sus bolsillos con mucha excitación. Le
preguntamos qué buscaba y respondió que estaba buscando una medallita de San
Cristóbal que usaba como suerte y protección. Por último la encontró y le
explicamos que la medalla era un ídolo que reemplazaba su dependencia de Dios.
Era cristiano desde hacía unos pocos días y estaba dispuesto a escuchar todas
las enseñanzas. Estuvo de acuerdo en quitarse el ídolo, renunciar a él y pedir
el perdón de Dios por haber confiado en ese ídolo como ayuda. Inmediatamente
los demonios comenzaron a salir. Ya no tenían ningún derecho legal sobre él.
Las escrituras, los himnos, y las referencias
a la sangre del Señor Jesús están llenos de poder. Algunas personas no
comprenden por qué “pedir la sangre”. No es cuestión de repetir la palabra
“sangre” una y otra vez, o la frase “Pido la sangre”. Más bien se trata de dar
testimonio de lo que la sangre hace por el creyente. La sangre nos redime, nos
limpia, nos justifica, y nos santifica. Por medio de la sangre de Jesús hay
perdón para todos los pecados.
Mientras se ministraba a una joven, los
demonios la arrojaron al piso y principió a rodar por toda la habitación.
Hablamos a los demonios de la sangre de Jesús y comenzaron a rogar que no
nombrásemos ni cantásemos de la sangre. Un demonio dijo, “No me puedo quedar
para oir esa palabra”. Le ordené decirme por qué no podía quedarse para oir de
la sangre del Señor Jesús (entiendo perfectamente que no voy a obtener teología
de los espíritus demoníacos pero este demonio habló la verdad). Dijo, “Porque
es tan roja, porque es tan tibia, porque es viva, porque cubre todo”. Pensar un
poco me hizo caer en cuenta que la sangre roja es sangre viviente. La sangre
que es tibia también es sangre viviente, La sangre de Jesús es viva. De ahí por
qué es hoy aún tan poderosa como lo era en el momento en que fluía de las venas
de Jesús. Es la sangre expiatoria. Expiar significa “cubrir”. Los demonios
están derrotados por la sangre viva y expiatoria de Jesús que cubre todo
pecado. ¡Amén!
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