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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

miércoles, 29 de enero de 2014

Día 21: Cerdos en la sala




Sugerencias prácticas para el ministro que hace la liberación

¿Cómo en verdad se libera a una persona de los espíritus demoníacos? Este es el lado práctico de la liberación. Las sugerencias hechas en este capítulo no se ofrecen como lo último en procedimientos. Es nuestro propósito compartir lo que se ha obtenido por medio del estudio, la revelación y la experiencia. Urgimos a cada persona que trabaja en el ministerio de la liberación a permanecer sensible a las enseñanzas y guía del Espíritu Santo.

El equipo y el cuarto para ministrar.

Cuando se planea una ministración se debe escoger un lugar adecuado. Debe ser una habitación situada de manera tal que otros no se alteren o se exciten por los sonidos que se puedan producir allí. Desde luego debe estar en un sitio donde la ministración no se vea interrumpida por los extraños. Debe haber un número suficiente de sillas para los que asistan. Una silla recta, sin brazos, es la más apropiada para el candidato. Debe situarse en la habitación de tal forma que los otros se puedan reunir alrededor. Como hay oportunidades en que los demonios salen con vómito o con expulsión de flema, debe haber un equipo para cuidar de esta eventualidad. Un recipiente plástico como una papelera o un balde se consigue fácilmente. Debe haber también un suministro adecuado de toallas de papel o de pañuelos faciales y debe haber a mano una libreta para tomar notas.

La conferencia previa a la ministración

Suponemos que el candidato a quien se le va a ministrar no ha sido obligado por su familia o por sus amigos y que está listo y dispuesto para la liberación. Se le explica que la honradez y la humildad son claves para una ministrador! efectiva. La persona debe saber que todo lo que vaya a compartir se hace en confianza y que no se divulgará. Sin embargo, a quienes experimentan la liberación se les anima a relatar su experiencia propia como testimonios del amor y del poder de nuestro Dios. El mismo Señor Jesucristo animó así al endemoniado gadareno:
“Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él;y todos se maravillaban” (Marcos 5; 19-20).
El propósito de esta conferencia es demostrar la presencia de los espíritus y descubrir su naturaleza. Esto se hace al determinar cuáles son o cuáles han sido los problemas en la vida de la. persona (véase el capítulo “Siete maneras para determinar la necesidad de la liberación”). Los demonios entran por medio de puertas que les abrimos en nuestras vidas. El objetivo de la conferencia es determinar cuándo y cómo se abrieron tales puertas.
Alguno en el equipo de la liberación actuará como secretario. En la parte superior de la página se escribe el nombre de la persona, la dirección, y la fecha de ministración. Las notas que se toman tienen un propósito triple: 1. Capacitarán al equipo de liberación para proceder de una forma ordenada por medio de una ministración cuidadosa. 2. La persona a quien se libera quizás puede desear una copia de las notas para ayudarle a entender qué demonios tenía, cómo entraron, cuáles eran las agrupaciones o colonias, y para saber exactamente cómo se debe guardar a fin de mantener su liberación. 3. El registro también lo guarda el equipo de liberación en el caso que sea necesario un seguimiento. Cuando se ministra a muchas personas, no es posible recordar toda esta información.
Haga que el sujeto comience a recordar las experiencias y las actitudes que asumió en la vida que hubieran abierto puertas para que entraran los demonios. Satanás no respeta ninguna regla de ética y no tiene remordimientos para aprovechar las circunstancias de la. niñez. De hecho busca siempre las circunstancias por las cuales puede entrar para obrar. Este procedimiento descubrirá cosas como rechazo, inseguridad, soledad, inferioridad, resentimiento, rebeldía, temores, odios, autocompasión, fantasías, celos, y mentira.
El candidato puede insistir en que algunas de esas cosas ya no son problemas en su vida. Esto puede ser cierto. Sin embargo, múltiples experiencias demuestran que una vez que una puerta se ha abierto a determinado tipo de demonio, permanece allí hasta cuando sea expulsado. Después que uno se hace cristiano y desarrolla una vida espiritual, obtiene fortaleza sobre la influencia de los demonios que están dentro. Esto no significa necesariamente que los espíritus del mal se desanimen y se vayan. Jesús nunca enseñó ninguna otra forma de librarse de los demonios sino expulsándolos en su nombre. Hemos oído demonios que se quejan porque ya no van a tener más una casa cómoda en la persona donde habitaban y que su poder sobre esa persona ha disminuido. Sin embargo, el demonio ha preferido permanecer allí en lugar de correr el riesgo de no ser capaz de entrar en alguna otra persona. Vive allí con la esperanza de atrapar a la persona en un momento de debilidad para poder ganar de nuevo el control.
Los problemas presentes de la persona por lo general tienen sus raíces en la vida anterior. Por ejemplo, puede haber tensión y contienda entre una esposa y su esposo. Esto podría originarse en un espíritu de rebeldía que entró en la esposa cuando era niña y en un espíritu de resentimiento que entró en el esposo cuando era joven. Estos son los hechos que la charla previa puede traer a la luz.
Cuando se descubre un demonio se comienza a buscar sus compañeros (véase el capítulo sobre “Agrupaciones comunes de demonios”). Por ejemplo, la persona puede decir que tiene un problema con la timidez. Los espíritus acompañantes pueden incluir inseguridad, inferioridad, miedo, y autocompasión. Cuando se descubren colonias de espíritus se colocan juntos en una lista y se trata con toda la colonia completa en el momento de hacer la expulsión. Si alguno queda rezagado, procurará abrir la puerta para que los otros vuelvan.
Hay unas pocas cosas que impedirán a una persona recibir la liberación. La más común es la falta deperdón hacia otros. Quienes no perdonan a alguien, ya sea vivo o muerto, no pueden ser liberados. El motivo de esto aparece en Mateo 18: 21-35. Así como Dios nos perdonó, también debemos perdonar a los demás. La sanción por no perdonar es ser entregados a los verdugos (en griego, atormentadores) es decir, los espíritus demoníacos. Esto se puede arreglar fácilmente, si la persona hace una oración de perdón para todos los que puedan haberle ofendido.
El compromiso con las prácticas del ocultismo es un segundo obstáculo que impide la liberación. Estas cosas pertenecen al reino de Satanás y son serias ofensas a Dios. Todo contacto con el terreno de lo oculto, no importa cuán leve haya sido, nunca se debe tomar a la ligera. Se debe renunciar en forma absoluta a él y se debe pedir el perdón de Dios. Lo mismo sucede para el compromiso con cualquier forma de secta religiosa o religión falsa.
Otra cosa que obstaculizará la liberación es el aborto. Si una mujer ha consentido en un aborto, debe confesarlo como un asesinato y recibir el perdón de Dios. Todo hombre que haya sido cómplice de un aborto, también debe confesar su participación en ese crimen. Una vez estaba ministrando a una señora a quien conocía bastante bien. La ministración estaba bloqueada y los demonios se resistían a salir. Esa noche Dios me despertó y me dijo una palabra de conocimiento: “aborto”. Pensé que sabía lo suficiente de esa mujer como para darme cuenta que nunca había tenido un aborto, pero al día siguiente le pedí que me dijese si alguna vez había estado en conexión con un aborto. Ella quiso saber cómo lo supe, y le dije que el Señor me lo había revelado. Entonces me contó que tres meses antes una vecina había ido a verla. La vecina estaba embarazada con un cuarto niño. No quería tener más hijos y pidió la opinión de mi amiga sobre el aborto. Ella aconsejó a la vecina que se lo hiciera. Cuando comprendió que esto era malo, lo confesó y los demás demonios comenzaron a salir de ella.
Algunas personas con bastante experiencia en el ministerio de la liberación testifican que el adulterio inconfeso bloqueará la ministración. Se dice que la ofensa se debe confesar a la persona contra la cual se ha pecado, como el marido que confiesa su infidelidad a la esposa y viceversa.
Mi propia experiencia ha demostrado que esto no es un requisito indispensable para la liberación, pues los demonios de la lujuria y del adulterio se han expulsado de personas que no confesaron la falta a sus cónyuges. Todo pecado conocido, de cualquier especie, se debe confesar a Dios antes de la liberación y es mi convicción personal que se debe estar completamente dispuesto a confesar el adulterio al cónyuge, conforme el Señor dirija. Quizás el cónyuge puede no estar preparado para escuchar tal confesión. Aquí se necesita la sabiduría. Nuestro objetivo es “no dar lugar al diablo”, ya sea por no confesar o por una confesión a destiempo.

 La oración de liberación

La oración es especialmente apropiada en el momento de la liberación. Cualquiera de los presentes puede dirigir la oración, pero antes que la liberación verdadera tenga lugar, el candidato también debe orar. Para este propósito hemos encontrado que una oración escrita es muy efectiva. Cada miembro del equipo mantiene una copia de esta plegaria en la parte posterior de su Biblia. La oración particular que hemos usado es una que obtuvimos por medio del ministerio del Dr. Derek Prince y dice así:
“Señor Jesucristo, creo que diste tu vida en la cruz por mis pecados y te levantaste de los muertos. Me redimiste por tu sangre, te pertenezco y deseo vivir para ti. Confieso todos mis pecados, conocidos y desconocidos, me arrepiento de todos y renuncio a ellos. Perdono a todos los demás como quiero que tú me perdones a mí. Perdóname ahora y límpiame con tu sangre. Te agradezco por tu sangre, Señor Jesús, que me limpia ahora de todo pecado. Llego a ti ahora como mi libertador. Tú conoces mis necesidades especiales, aquellas cosas que me atan, que me atormentan, que me ensucian, aquel espíritu inmundo, y reclamo la promesa de tu palabra, “que cualquiera que clame en el nombre del Señor será liberado”. Ahora te llamo a ti. En el nombre del Señor Jesucristo, libérame y déjame libre, Satanás, pues renuncio a ti y a todas tus obras. Me libero yo mismo de ti, en el nombre de Jesús, y te ordeno salir de mí ahora en el nombre de Jesús. Amén.

Autoridad sobre los poderes espirituales

Ya hemos visto en el capítulo sobre la batalla espiritual, que los poderes demoníacos están dispuestos en una cadena de orden. Satanás tiene sus representantes asignados, sobre naciones, ciudades, iglesias, hogares y vidas individuales. La Escritura nos instruye a enfrentar esta estructura espiritual con batallas espirituales. Por tanto, tomamos autoridad sobre todas las potestades superiores que tengan autoridad sobre los demonios que habitan en quien se está liberando. Atamos esas potestades superiores para que no intervengan de ninguna manera en la ministración. Luego atamos el “hombre fuerte” o espíritu gobernante que está sobre los demonios menores que habitan la persona.
“Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa” (Mateo 12: 29).
Ordene a todos los espíritus que moran en una persona desatarse entre sí. Prohíbales prestarse ayuda o darse auxilios mutuos de cualquier manera.

 Ordene salir a los demonios

A medida que uno de los ministros comienza a ordenar a los demonios específicos salir en el nombre de Jesús, los otros en la habitación estarán dedicados a leer las Escrituras a alabar o cantar. Esto por lo general se hace en voz baja. En las primeras etapas de mi ministerio de liberación habitualmente agotaba la voz en unas pocas horas. Ni el tono ni el volumen que utilizamos hacen temblar y obedecer a los demonios, sino la autoridad con que hablamos en el nombre de Jesús.
Usualmente me dirijo a los demonios de esta manera, “Demonios, sé que ustedes están allí. Conozco su presencia y sus obras perversas. Les informo que no tienen ningún derecho para permanecer en esta persona. Esta persona pertenece al Señor Jesucristo, Jesús la compró con su sangre. Este cuerpo es un templo del Espíritu Santo y todo lo que contamina y ensucia debe salir. Como ustedes son invasores, se deben ir ya y les ordeno que salgan ahora mismo en el nombre de Jesús”.
La persona a quien se le está haciendo la liberación debe cooperar de la siguiente forma: debe abstenerse de orar, de alabar o de hablar en lenguas. Estas son maneras de llevar al interior al Espíritu Santo y la boca y el aliento se deben dejar libres para que salgan los espíritus del mal. Se le debe animar a entrar en la batalla con su voluntad. Se puede dirigir a los espíritus y hacer que los demonios sepan que está decidida a que se vayan, porque no quiere tener ninguna parte más con ellos.
Luego, la persona a quien se está liberando debe comenzar a expulsar su aliento con fuerza unas pocas veces. Como los espíritus salen a través del aliento, esto ayudará a su salida. O puede producir algunos golpes de tos. Casi siempre eso es suficiente para “prender la bomba” y los demonios comenzarán a salir con rapidez, mientras las manifestaciones se sostienen sin un esfuerzo consciente. La persona puede forzar la tos y los demonios entonces comienzan a salir con la tos o con los bostezos.
Persevere en ordenar a los demonios hasta cuando obtenga resultados. La confianza aumenta con la experiencia. Los demonios parecen tener conciencia de toda falta de confianza que hay en el ministro que hace la liberación. A medida que la autoridad de la fe crece, los demonios responderán más rápidamente.
Si no sale ningún espíritu en el curso de unos cuatro o cinco minutos puede haber algún obstáculo. En una ocasión un joven vino para ser liberado. Cuando ordenamos salir a los demonios, inmediatamente comenzaron a manifestar su presencia sacudiendo el cuerpo del joven. La batalla se prolongó casi durante una hora. Era evidente que los demonios se encontraban allí y que estaban muy agitados, pero ninguno salía. Nos detuvimos para buscar la dirección del Espíritu. A medida que orábamos el muchacho se puso muy nervioso y comenzó a escarbar en sus bolsillos con mucha excitación. Le preguntamos qué buscaba y respondió que estaba buscando una medallita de San Cristóbal que usaba como suerte y protección. Por último la encontró y le explicamos que la medalla era un ídolo que reemplazaba su dependencia de Dios. Era cristiano desde hacía unos pocos días y estaba dispuesto a escuchar todas las enseñanzas. Estuvo de acuerdo en quitarse el ídolo, renunciar a él y pedir el perdón de Dios por haber confiado en ese ídolo como ayuda. Inmediatamente los demonios comenzaron a salir. Ya no tenían ningún derecho legal sobre él.
Las escrituras, los himnos, y las referencias a la sangre del Señor Jesús están llenos de poder. Algunas personas no comprenden por qué “pedir la sangre”. No es cuestión de repetir la palabra “sangre” una y otra vez, o la frase “Pido la sangre”. Más bien se trata de dar testimonio de lo que la sangre hace por el creyente. La sangre nos redime, nos limpia, nos justifica, y nos santifica. Por medio de la sangre de Jesús hay perdón para todos los pecados.
Mientras se ministraba a una joven, los demonios la arrojaron al piso y principió a rodar por toda la habitación. Hablamos a los demonios de la sangre de Jesús y comenzaron a rogar que no nombrásemos ni cantásemos de la sangre. Un demonio dijo, “No me puedo quedar para oir esa palabra”. Le ordené decirme por qué no podía quedarse para oir de la sangre del Señor Jesús (entiendo perfectamente que no voy a obtener teología de los espíritus demoníacos pero este demonio habló la verdad). Dijo, “Porque es tan roja, porque es tan tibia, porque es viva, porque cubre todo”. Pensar un poco me hizo caer en cuenta que la sangre roja es sangre viviente. La sangre que es tibia también es sangre viviente, La sangre de Jesús es viva. De ahí por qué es hoy aún tan poderosa como lo era en el momento en que fluía de las venas de Jesús. Es la sangre expiatoria. Expiar significa “cubrir”. Los demonios están derrotados por la sangre viva y expiatoria de Jesús que cubre todo pecado. ¡Amén!

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