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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

viernes, 28 de octubre de 2011

Devocional Día 102

Devocional Día 102
Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración



Impedimentos para recibir respuesta a la oración

4. SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD

Las oraciones de algunas personas son impedidas porque ellos no creen ser lo suficientemente dignos de recibir una respuesta. Cuando usted tiene una baja opinión de sí mismo, eso es debido a que usted no conoce la verdadera opinión que Dios tiene sobre usted, la cual es revelada en Su Palabra. Este es un impedimento crucial que debemos vencer para que no sabotee nuestra vida de oración. Usted no podrá orar eficazmente si se avergüenza de sí mismo y no se considera digno de recibir lo que le pide a Dios.

La baja opinión de usted mismo no proviene de Dios. Usted es valioso para Él.

El primer capítulo de Efesios en un pasaje maravilloso que describe cómo Dios realmente se siente acerca de nosotros. Este fue de bendición especial para mí cuando fui adolescente.

En amor [Dios] habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados (vv. 4-11, el énfasis fue añadido).

Fuimos escogidos en Cristo mucho antes de que la tierra fuera formada. Dios le ama tanto que Él ha derramado Su amor en usted. La baja opinión de usted mismo o el auto-odio no proviene de Dios, sino del enemigo. El usa esas cosas como un insulto a Dios. Él no quiere que usted se de cuenta que si Dios le amó tanto como para dar lo mejor que tenía, entonces el valor que usted tiene ante Él es incalculable.

En todo el capítulo de Hebreos 10 nos dice cuan preciados somos para Dios. Ese capítulo habla sobre el hecho de que Jesús, nuestro Sustituto, pasó a ser el sacrificio o propiciación por nuestro pecado. Él redimió nuestras vidas. El resultado de esto es que "hermanos, [podemos tener la] libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo" (v. 19). Este pensamiento también se encuentra en Hebreos 4:16: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". A la luz de nuestro valor en Dios, podemos tratarnos a nosotros mismos con respeto y podemos acercarnos a Él como hijos escogidos a los cuales se les ha dado "según las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7).

Por ende, de la forma que una persona se sienta de sí misma jugará un papel importante en cómo se acerca a Dios en oración. Muchos no reciben respuesta a sus oraciones porque no creen merecer esa respuesta. Sin embargo, cuando usted tiene una correcta auto-estima como hijo redimido de Dios, usted no ora como mendigo. En cambio, usted presenta su caso con toda confianza. La oración no busca que Dios haga algo por usted haciéndole a Él sentir pena. Es más bien acercarse a Él sabiendo que usted no sólo merece lo que pide debido a la justicia de Cristo, sino que también tiene derecho a ello basado en Su Palabra.

Usted no puede ser quien usted es si usted no sabe quién es usted. Usted es hijo de Dios.

Usted debe presentar la evidencia de Su Palabra como en un tribunal. Además, usted debe creer que cuando usted entra al tribunal de Jehová, Jesús se encuentra a su izquierda, que es el lado de los testigos (Véase Hebreos 7:25). El Espíritu Santo está a su derecha porque Él funge como consejero [o consolador] (Véase, por ejemplo, Juan 14:16-17). Lo maravilloso de entrar en el tribunal de Dios para alegar su caso es que el Juez es su Padre celestial, el testigo es su Hermano Mayor y el Espíritu Santo es su Consejero privado. ¿Cómo podría usted perder el caso?

Jesús se presenta ante el Padre y testifica de su fe en Él. Cuando usted no sabe cómo alegar su caso correctamente, el Espíritu Santo le ayuda en su debilidad. Cuando usted no está seguro de cómo citar las promesas, Él le ayuda con gemidos indecibles (Véase Romanos 8:26-27). Él le habla a Dios directamente del corazón de un consejero legal. Por consiguiente, cuando sus esfuerzos son inadecuados, usted tiene ayuda para orar.

Algunas personas creen que ellos no deben actuar con denuedo cuando oran. Ellos creen que más bien deben ser apacibles y aduladores en la oración, creyendo equivocadamente que Dios les tendrá por humildes y les otorgará sus peticiones. Debemos entender la verdadera naturaleza de la humildad. Humildad no significa que se debe tratar de ser lo que no se es. Primero que todo, una persona humilde sabe quién es. Él es una persona honesta. Sin embargo, usted no puede ser quien usted es si usted no sabe quién es usted. Por eso resulta difícil acercarse a Dios en oración si usted no sabe quién es usted. Debemos darnos cuenta que no somos ángeles caídos que no pueden ser redimidos. Ni siquiera somos ángeles rectos, los cuales son siervos en la casa de Dios. Nosotros somos hijos de Dios y debemos acercarnos a Él como tales.

Cómo se sentiría usted si su hijo llegara a la casa arrastrándose por el suelo porque teme verle a la cara y decirle, "¿podría darme de comer hoy?". Eso sería afrenta a su amor, ¿no es así? Algo anda mal si su hijo teme verle a la cara y pedirle alimento. Si usted es hijo de Dios, entonces usted debe ir con denuedo al trono y decir, "hola, Abba". Su padre le contestará, "¿Qué puedo hacer por ti, hijo? Recuérdame qué fue lo que te prometí". Entonces usted podrá presentar su caso.

Si usted estuviera en un tribunal y su abogado estuviera presentando el caso por usted, ¿diría su abogado?, "señor juez, por favor, por favor déjelo libre. Le pido que lo deje libre". Alegar su caso no significa que usted deba simplemente decir, "¡Oh, Dios, por favor perdóname!" Alegar su caso significa que usted debe decirle a Dios, por ejemplo: "De acuerdo a Tu Palabra, Tú has dicho que, 'la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él' (Romanos 3:22). Estoy presentando Tus palabras como evidencia. Por lo tanto, creo que Tú me justificarás". Usted no podrá orar de esta manera si se siente temeroso o inferior.

Voy a usar un antiguo caso de estudio para demostrarle cómo ora la mayoría de personas. Jesús contó la historia de un hombre que se fue del hogar de su padre. El salió he hizo un enredo de su vida hasta que no le quedó nada—financiera, física, emocional o espiritualmente. Finalmente dijo, "iré a la casa de mi padre y le pediré que me haga uno de sus empleados". Este hombre tenía problemas de inferioridad. Él no tenía idea de cuánto su padre lo amaba y valoraba. Cuando llegó a casa, su padre estaba tan emocionado que les ordenó a sus siervos que mataran un becerro gordo para la fiesta, que le pusieron vestidos nuevos y que le colocaran el anillo de autoridad en su dedo. El restauró el lugar del hijo en la familia. Antes de que el hijo dijera lo que había planeado decir, que era, "padre no soy digno de ser llamado tu hijo", el padre gozosamente le dijo, "¡mi hijo estaba perdido pero fue hallado!" (Véase Lucas 15:11-24).

¿Quién cocinó el becerro gordo para el muchacho y tomó cuidado de las otras necesidades? Los siervos, actuando por orden del padre. La mayoría de nosotros no entiende lo que la oración significa con respecto a nuestra relación con Dios. La parábola del hijo pródigo nos ilustra esta relación. Cuando vamos antes Dios en oración, se supone que lo hagamos reconociendo quién dice Él que somos. Todos los que estamos en Cristo somos hijos de Dios. ¿Quiénes son los siervos? Son sus ángeles. "Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego" (Hebreos 1:7). Dios, de hecho, nos está diciendo a cada uno de nosotros, "tú no eres un siervo; tú eres un hijo. Tus oraciones activan a los ángeles, quienes ministran bajo Mi autoridad". Con demasiada frecuencia oramos diciendo, "Señor, soy Tu siervo indigno". A lo que Dios responde, "¿de qué hablas?, ¡tú eres Mi hijo amado!".

Cuando Jesús fue tentado por el diablo, Él respondió fuertemente usando la Palabra de Dios: "Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4:4). "Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (v. 10). La Biblia dice que después de la tentación de Jesús, "vinieron ángeles y le servían" (v. 11). Cuando usted ora como hijo, usted activa a los ángeles y ellos salen a contestar su petición, conforme a la Palabra. "¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?" (Hebreos 1:14, NVI).

Cuando ore, tenga presente quién es usted en Cristo y lo que Dios le ha prometido. Si no recibe respuesta inmediata, tenga cuidado de no permitir que los sentimientos de indignidad le hagan pensar, "no estoy seguro de que algo haya ocurrido". Ya ocurrió. Puede que se tome una semana o veintiún días, como en el caso de Daniel. Puede que tome más tiempo. No obstante, su oración ha sido contestada y será manifestada. Créame amigo, Dios escuchó lo que usted dijo. Eso quedó archivado. Los ángeles ya están listos. La oración que usted eleva, conforme a la Palabra, cambia las cosas.

Recuerde—usted no es un siervo, sino un hijo de Dios. "Para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado" (Efesios 1:6, NVI). Dios le amó desde antes de la fundación del mundo. Cuando usted se alejó de Él por causa del pecado, Él envió a Su Hijo a morir por usted. Él le ha hecho digno en Cristo Jesús. Él le ha hecho coheredero con Su Hijo. Él envía Sus ángeles para ministrarle a usted. Por consiguiente, viva y ore como tal.

Fuente: Munroe, M. (2005) Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración. Whitaker House. EE.UU.

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