Devocional Día 15
Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración
LA NATURALEZA DE LA ORACIÓN
Sabemos que la tragedia llegó a la humanidad cuando Adán y Eva dieron sus espaldas a Dios y desearon cumplir con sus propios deseos fuera de Su voluntad. Algunos piensan que la oración se originó porque fuimos separados de Dios por nuestro pecado, y que necesitábamos un medio por el cual reconectarnos con Él. Ese es uno de los usos de la oración; sin embargo, no es el centro de la oración. Para entender su esencia, debemos comprender que la oración comenzó con la creación de la humanidad. No fue instituida después de la Caída, sino antes de ésta. La oración existió desde los inicios de las relaciones de Dios con el hombre.
La oración es la expresión de la relación del hombre con Dios y la participación en Sus propósitos
La verdadera naturaleza de la oración puede ser entendida solamente en el contexto de los propósitos de Dios para la humanidad, los cuales acabamos de discutir. La esencia de la oración es doble.
La oración es— Una expresión de la unidad de la humanidad y su relación de amor para con Dios. Una expresión de la afirmación de la humanidad y su participación en los propósitos de Dios para la tierra.
Orar significa comunicarse con Dios, ser uno con Dios. Significa unión con Él—unidad y claridad de propósitos, pensamiento, deseo, voluntad, razón, motivo, objetivo y sentimientos. H. D. Bollinger expresó que, "la oración es la expresión de la relación de un ser con otro ser".
Por consiguiente, la oración es el vehículo del alma y el espíritu del hombre por medio del cual se comunica con el Dios invisible. También es la vía por medio de la cual el espíritu humano se afecta y es afectado por la voluntad y propósitos del divino Creador. Por lo tanto, también podemos decir:
Orar es involucrarnos nosotros mismos (nuestro "yo" completo) con Dios.
¿Quién elevó la primera oración? Quisiera decir que fue Adán, siendo que él fue creado primero y con quien Dios habló respecto a cómo atender el Jardín y los parámetros de la autoridad humana en la tierra (Génesis 2:15-17). La Biblia implica que Dios acostumbraba de caminar y hablar con Adán en la tranquilidad del día (Génesis 3:8-9). El compañerismo entre Dios y Adán, y el convenio de Adán con los propósitos de Dios formaron la esencia de la primera oración. Usted puede decir: "Sí, pero Adán ya estaba en la presencia de Dios. ¿Por qué necesitaba orar?
El centro de la oración yace en la comunión con Dios en una unidad de amor y propósito.
Debido a la caída de la humanidad (Véase Génesis 3) y por la terquedad de nuestra naturaleza pecaminosa, a menudo necesitamos preparar nuestros corazones en oración para poder entrar verdaderamente en la presencia de Dios. No obstante, eso es sólo para los propósitos de llevarnos a donde originalmente fuimos creados, al lugar donde Adán y Eva estuvieron antes de la Caída—un lugar de pureza ante Dios en el cual reflejamos Su naturaleza y unidad con Sus propósitos, un lugar en el cual nuestra voluntad está en total acuerdo con Su voluntad. Jesús dijo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18:20). El centro de la oración yace en la comunión con Dios en una unidad de amor y propósito. Es convenir con Dios—corazón, alma, mente y fuerza—para que se cumpla la voluntad de Dios.
Orar no es opcional
Esto nos regresa a la pregunta que hicimos al principio de este capítulo: ¿Por qué tenemos que pedirle a Dios que haga lo que Él ya determinó hacer? La respuesta se refiere a la fidelidad de Dios a Su propia Palabra y a Su integridad de nunca quebrantar esa Palabra—porque Su Palabra es Su nombre; es quien Él es. Él dijo: "Hagamos a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree ['tenga dominio', Nvi]...en toda la tierra" (Génesis 1:26). Cuando Dios le concedió dominio al hombre, Él le concedió la libertad para funcionar legalmente como autoridad en este planeta. De esta manera, Él puso Su voluntad para la tierra en cooperación con la voluntad del hombre. Dios no cambió este propósito cuando la humanidad cayó, porque Sus propósitos son eternos. "El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones" (Salmos 33:11).
En el próximo capítulo veremos cómo Cristo vino a ser el Segundo Adán y redimió a la raza humana para que ésta pudiera ser restaurada completamente a una relación de amor con Dios y participación en Sus propósitos para la tierra. Aún antes de que el plan de redención de Dios estuviera completamente consumado en Cristo, Dios usó a los humanos para cumplir Su voluntad. En Abraham, Moisés, Gedeón, David, Daniel y muchos otros vemos esta verdad operando en sus vidas. Aunque la parte del hombre estaba ahora limitada por su pecado y por la falta de entendimiento de los caminos de Dios, Dios continuó trabajando con la humanidad para cumplir Sus propósitos sobre la tierra.
Por eso, nuestra necesidad de orar es el resultado de cómo Dios planeó el dominio y autoridad sobre la tierra. Dios hizo al mundo. Después hizo a los hombres y las mujeres y les dio el dominio sobre todas las obras de Sus manos. El hombre fue creado para ser el "dios" de este mundo. A él se le dio completa autoridad en el reino de la tierra y Dios no traspasa esa autoridad. Esto quiere decir que cuando Dios dijo: "que el hombre 'señoree...en toda la tierra'", Él estaba instaurando el dominio del mundo para que la asociación con el hombre fuera esencial para el cumplimiento de Sus propósitos. Él permite que las cosas sucedan en la tierra cuando hombres y mujeres están de acuerdo con Su voluntad. Por consiguiente, el orar es esencial para que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra. Siendo que Dios nunca quebranta Su Palabra con respecto a cómo las cosas han de funcionar, la oración es obligatoria (no es opcional) para el progreso espiritual y la victoria en nuestras vidas individualmente y en el mundo en general.
El plan de Dios es que el hombre llegue a desear lo que Él desea, a querer lo que Él quiere y pedirle que cumpla Sus propósitos en el mundo para que la bondad y la verdad puedan reinar sobre la tierra, en vez de que reinen el mal y la oscuridad. En este sentido, la oración del hombre le da a Dios la libertad de intervenir en los asuntos terrenales. En otras palabras,
La oración es licencia terrenal para la interferencia celestial.
Fuente: Munroe, M. (2005) Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración. Whitaker House. EE.UU.
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