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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

sábado, 23 de julio de 2011

Devocional Día 25

Devocional Día 25
Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración


CRISTO RESTAURÓ NUESTROS DERECHOS PARA DOMINAR Y ORAR

Además, desde el principio Dios planeó que la redención del hombre y la restauración de Su propósito se dieran por medio de Cristo.

Dándonos [Dios] a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo;...para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades de los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él (Efesios 1:9; 3:10-12).

Jesús es el Segundo Adán

¿Cómo podría Cristo cumplir con el "propósito eterno" de Dios (Efesios 3:11)? Para restaurar el propósito de Dios, Jesús tuvo que venir como Representante de la autoridad legal de la tierra—el hombre. Él vino como un ser humano, como el Segundo Adán, como principio de una nueva familia del género humano que estaría dedicado a Dios—"el primogénito entre muchos hermanos"(Romanos 8:29). Las Escrituras dicen: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Si Él no hubiera venido como hombre, Él no hubiera tenido el derecho a reclamar el género humano y la tierra para Dios, de acuerdo a la manera en que Dios ha ordenado Sus propósitos para el mundo.

También, para restaurar las relaciones rotas del hombre con Dios, Jesús tenía que ser sin pecado, y Él tenía que escoger hacer la voluntad de Dios. Solamente un hombre perfectamente justo que deseara hacer la voluntad de Dios podría redimir a la humanidad. La Biblia dice: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él" (2da Corintios 5:21). Por eso, la segunda persona de la Trinidad voluntariamente rechazó Su gloria celestial y vino a la tierra como hombre:

[Cristo], el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte—¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:6-8).

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:3-4).

¿Qué cualidades manifestó Cristo como Segundo Adán? Él es la imagen de Dios

Primero, Jesús reflejó la imagen de Dios, como lo hizo Adán originalmente. Jesús es llamado "Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2da Corintios 4:4).

Además, la segunda persona de la Trinidad retuvo Su divinidad, así que Cristo es ambas cosas, completamente humano y completamente Dios. Esto significa que la plenitud de la "imagen de Dios" fue revelada en Su humanidad y en Su divinidad: "Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud" (Colosenses 1:19). "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad" (Colosenses 2:9-10). "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación" (Colosenses 1:15).

Fuente: Munroe, M. (2005) Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración. Whitaker House. EE.UU.

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