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Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor. Salmo 37:4 BLS

martes, 30 de agosto de 2011

Devocional Día 57

Devocional Día 57
Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración


LA FE EN DIOS VIENE POR SU PALABRA

¿Cómo obtiene usted el tipo de fe de Dios? Recuerde que Romanos 10:8 dice: "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón". Una vez más, todo lo que está en su corazón, sale por su boca. En este caso podríamos definir "corazón" como el subconsciente. Es donde usted almacena todo lo que ha estado escuchando. Así mismo, lo que sale de su boca crea su mundo porque usted es casi como Dios de la manera que usted funciona. Todo lo que usted hable tiene el poder de que ocurra.

Quiero que usted recuerde esta verdad porque va a ser la prueba más grande de su fe. ¿Qué dice usted en medio de las pruebas? ¿Qué dice usted cuando está ante la adversidad? ¿Qué dice usted cuando las cosas no van como usted quiere que vayan? Lo que usted ha estado escuchando saldrá de su boca, porque eso es lo que está en su corazón. Por eso es tan importante tener una dieta constante de la Palabra de Dios, para que ésta pueda impregnar su corazón. La Palabra nutrirá su corazón, así cuando usted experimente los problemas, la Palabra será la que brote de su boca y usted creará lo que la Palabra dice.

Pablo dice que la palabra que está cerca de usted es "la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que 'Jesús es el Señor', y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:8-9). ¿Cómo es una persona salva? Confiesa con su boca y cree en el corazón. Para algunas personas es difícil entender el nacer de nuevo porque piensan que hay que sentirse conectado a la actividad sobrenatural de Dios. En otras palabras, ellos dicen: "Hice esta oración, pero no siento nada". Ese precisamente el error de ellos. La Biblia dice que si una persona quiere ser salva, necesita creer y hablar—no sentir.

¿Qué efecto tienen las palabras en su vida?

Es interesante que la Biblia nos revele lo que tenemos que decir para ser salvos. No lo deja a discreción nuestra. Para ser salvo, una persona debe decir con su boca: "Jesús es el Señor" (v. 9). Nosotros decimos: "Dios, ¿puedo hacer algo más emocionante que eso? ¿Podría tener una luz que brille desde el cielo? ¿Podrías dejarme caer y sacudirme o algo parecido? ¡No me digas que hable nada más!" Pero Dios dice: "Así es como funciona la fe". La salvación ocurre cuando usted confiesa con su boca y cree en su corazón.

Quiero que entienda esta verdad, porque es decisivo para su vida y sus oraciones. Su salvación viene de la confesión de su boca y de lo que crea en su corazón. Cuando usted confesó su fe en el Señor Jesús, Él realmente, en verdad, sin dudas, llegó a ser su Señor. A la luz de esta verdad, considere lo siguiente: Si por sus propias palabras usted dice haber nacido de nuevo, si se puede mantener alejado del infierno y va al cielo, ¿qué efecto tienen en usted el resto de palabras que habla? Las personas dicen cosas como estas: "Tengo el infierno en la tierra", y probablemente estén en lo correcto. Ellos lo dicen, por tanto, el fuego se les ha hecho un poco más caliente. Usted puede ser afectado positiva o negativamente por medio de lo que usted dice y cree.

¿Cómo se aplica este principio a la oración? Lo que más se continúa diciendo es lo que recibirá. Si usted ora por algo, pero luego empieza a decir lo contrario, usted obtendrá lo que dice.

Estudiemos más detenidamente esta declaración: "Jesús es el Señor" (Romanos 10:9). La palabra "señor" significa "propietario" o "dueño". Si sustituimos la palabra dueño por "Señor", podemos decir que somos salvos confesando con nuestras bocas que "¡Jesús es mi dueño! Él posee toda mi vida: Todo por entero; cuerpo, mente y espíritu; pasado, presente y futuro. Él posee mi cuerpo; ya no puedo llevar más mi cuerpo a cualquier parte donde yo quiera. Él posee mi mente; ya no puedo poner más cualquier cosa dentro de mi mente. Él posee mi espíritu; no hay espacio para el diablo allí. Él posee mi carro; no puedo usarlo para hacer cosas negativas o malas. Él posee mi casa; ya no puedo hacer cosas inmorales en ella". En otras palabras, si Él es verdaderamente su Señor, entonces demuéstrelo con sus actitudes y acciones.

Leemos en 1ra Corintios:

Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los {dolos mudos. Por tanto, os haga saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios "llama anatema a Jesús"; y nadie puede llamar a Jesús "Señor", sino por el Espíritu Santo (1ra Corintios 12:2-3).

Conectemos el pasaje de arriba con Romanos 10. Usted es salvo por confesar que "Jesús es el Señor", y, usted no puede decir esto a menos que el Espíritu Santo lo considere apto. Usted no puede fingir esta confesión—diciendo que Jesús es su Señor y luego haciendo lo que a usted le plazca hacer. Si usted dice que Jesús es su Señor, pero usted no vive como si Él poseyera su vida, entonces usted lo está insultando a Él. Probablemente usted conoce personas que se dicen ser creyentes, que claman haber aceptado a Cristo como Señor, pero su estilo de vida no ha cambiado. Todavía son ambiciosos, chismosos, mentirosos, ladrones, bebedores, usan drogas o viven en adulterio, pero van a la iglesia a tomar la Santa Cena. Ellos dicen que Jesús es el Señor, pero no están viviendo en el Espíritu de Cristo.

Cuando usted verdaderamente cree y confiesa "Jesús es mi Señor", todo el cielo entra en acción para asegurar que recibe el Espíritu Santo porque el cielo reconoce la palabra de fe. Después de que usted ha hecho su confesión, necesita mantener esa realidad en su vida. Usted necesita continuar afirmando "Jesús es mi Señor". Dios sabe si usted es serio en su confesión porque el Espíritu Santo puede confirmarlo.

"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: 'Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado'" (Romanos 10:10-11). Cuando usted declara que Jesús es su Señor, usted tiene que confiar en Él verdaderamente. Si usted se mantiene creyendo en eso y declarándolo, la Biblia dice que usted no será avergonzado.

Si usted se mantiene confesando y creyendo, usted no será avergonzado.

Suponga que usted le dice a las personas: "He confesado a Jesús como mi Señor, y ahora soy hijo de Dios". Ellos podrían contestarle: "Bien, ¿cómo podemos saber eso? Todavía eres la misma persona que siempre conocimos". Pero si usted se mantiene confesándolo y creyéndolo, usted no será avergonzado. Ellos verán la diferencia en usted. Ellos van a saber que algo ha ocurrido. Si usted se mantiene en Su Palabra y hace Su Palabra, Él verdaderamente llegará a ser el Señor de todas las áreas de su vida.

He oído a personas decir que Jesús es Salvador, pero no Señor en la vida de alguien. Pienso que eso es imposible. Creo que decir eso sería como decir: "Si Jesús no es el Señor de todo, por consiguiente, Él no es Señor del todo". No puede tenerlo a Él como Salvador y no como Señor porque entonces usted no estaría reflejando verdadera fe en Él.

Fuente: Munroe, M. (2005) Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración. Whitaker House. EE.UU.

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