Devocional Día 58
Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración
PLANTADOS POR LA PALABRA
Conectemos esta idea a la oración. Se aplica el mismo principio. Si usted cree en lo que ora y le pide a Dios que solucione alguna situación en su trabajo, una relación o una idea que Él le ha dado para un negocio, si usted confiesa y mantiene la verdad de Dios concerniente a su situación, usted no será avergonzado. Por ejemplo: Dios ha prometido que si vivimos justamente y nos deleitamos en Su Palabra, seremos "como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae" (Salmos 1:3). Usted mismo puede reclamar para sí lo que las Escrituras dicen: "Soy como árbol fructífero plantado junto a corrientes de aguas. Mi trabajo es como un árbol (mi relación es como un árbol), plantado junto a ríos de agua. Que producirá desarrollo (reconciliación) en su tiempo, y todo lo que haga prosperará". Si usted declara eso en oración y luego se mantiene diciéndolo y creyéndolo, Dios le dice: "No serás avergonzado en relación a eso".
Cuando usted está conectado a la Palabra de Dios, usted dará fruto en su tiempo.
El primer día que usted reclama la promesa de Dios, puede que las personas comiencen a reírse y decir: "No he visto ningún cambio en tu vida". El tercer día, puede que ellos todavía se rían de usted. No obstante, continúe diciéndolo y creyéndolo. Si Dios lo ha prometido, Él quiere que usted se lo reclame. Él dice: "No serás avergonzado". Al final, usted será el único que estará riendo—y con gozo. Pese a todo, usted debe mantenerse creyendo. Es por eso, que si usted es una persona justa viviendo por fe, debe mantener compañía con el mismo tipo de personas. Es difícil comenzar a creer y luego pasar la mayor parte del tiempo rodeado de personas que no están viviendo en la fe, porque entonces usted empieza a tomar esas actitudes, las cuales podrían aniquilar su fe.
La Biblia dice que Cristo nos lava por medio del lavamiento de agua, por medio de la Palabra:
Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Efesios 5:25-27).
En la Biblia, el agua es usada como un símbolo de la Palabra de Dios. El árbol mencionado en el Salmo 1:3 está "plantado junto a corrientes de agua". Está saludable y produce fruto porque está junto a las aguas y puede absorber el agua por medio de sus raíces. De la misma manera usted debe estar conectado a la Palabra de Dios para que pueda fluir continuamente en su vida. Entonces usted dará su fruto en su tiempo. Puede que usted no pueda ver la respuesta a su oración en ese momento, pero la temporada está por llegar porque la Palabra está fluyendo dentro de su vida. Todos los que se burlaron de su confianza en Dios van a ver el fruto en usted. Su temporada está en camino. Así que, usted puede decir: "No he visto ningún resultado todavía, pero en el árbol hay fruto".
¿Cómo usted se mantiene creyendo? Usted tiene que ser plantado. Plántese usted mismo en un lugar donde la Palabra es común y las personas a su rededor están continuamente hablándola y viviéndola. Mientras más tiempo usted pasa en la Palabra, más se transforma su mente. Usted comienza a pensar diferentemente. Cuando usted está constantemente alrededor de algo, cuando usted se mantiene escuchándolo, eso llega a ser parte de su corazón. Usted comienza a creer que eso ocurrirá y esa confianza se reflejará en lo usted dice. Luego el fruto comenzará a salir.
Algunas de las cosas por las que usted ha estado orando ahora no se han manifestado porque todavía no es el momento. Por consiguiente, entre la semilla de la oración y la manifestación del fruto, usted debe permanecer en la ribera, leyendo, meditando, hablando, viviendo, respirando la Palabra. ¡Plántese usted mismo! Para mantenerse creyendo, usted tiene que mantenerse tomando la Palabra. De hecho, los creyentes debemos ser como riberas los unos a los otros. Cada vez que se vean el uno al otro, deben edificarse mutuamente con la Palabra. Una de las maneras como podemos hacer esto es "hablando entre [nosotros] con salmos, con himnos y cánticos espirituales" (Efesios 5:19). También tenemos que recordarnos unos a otros que debemos seguir creyendo, aunque el tiempo no haya llegado todavía.
"Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego—pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan" (Romanos 10:11-12, el énfasis fue añadido). ¿A quién bendice Dios? "A todos los que le invocan". ¿Por qué? Por su fe. Cuando usted confía en Dios y cree en lo que le ha prometido, Dios dice que Él lo reivindicará al final. Él va darle a usted tal bendición que las personas van a mover sus cabezas y dirán: "Cuéntame acerca de tu Dios". Luego usted les pasará la palabra de fe a otros.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? (Romanos 10:14-15).
La fe es un ministerio que Dios da. Él envía la palabra de fe y Él nos usa para que se la llevemos a otros.
Fuente: Munroe, M. (2005) Entendiendo el Propósito y el Poder de la Oración. Whitaker House. EE.UU.
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