Un tal Jesús
Jesucristo, “El Dios insertado”
La inserción, condición para la acción misionera
“Insertarse" es entrar a formar parte de otra realidad. Incluirse en ella, meterse en esa realidad. El tema de la "inserción" ha ido adquiriendo creciente importancia tanto en la teología como en la pastoral, y en la espiritualidad del cristianismo contemporáneo. La renovación misionera de los últimos años, los desafíos de la secularización y descristianización de las sociedades y la aparición de grandes mayorías pobres y marginadas han acentuado la necesidad del diálogo con los que están alejados de nuestro círculo social o religioso, de nuestra fe y pensamiento. Y cuando hablamos de evangelización, los más abandonados y necesitados, los pobres y desposeídos de bienes del cuerpo o del espíritu, los ateos, incrédulos y escépticos, los que no tienen quien los cuide, ni quien les comparta la verdad de Jesucristo, les resuelva sus dudas, o les dé orientación y esperanza, en una palabra aquellos que el mismo Jesús identifica como "las ovejas sin pastor" (Marcos 6:34), todos éstos han llegado a ser una prioridad en la misión de la iglesia y del cristiano, como lo fueron prioridad para la misión de Jesucristo, pues son los que con mayor urgencia lo necesitan a él y a su oferta de salvación integral.
Nada de esto es posible sin una inserción de la comunidad misionera y evangelizadora y del cristiano o creyente fiel, en el medio al que sirve y en la realidad que intenta redimir o evangelizar, pues no se evangeliza ni se redime lo que no se asume en Cristo ni se comparte como condición humana. "Lo que no es asumido no es redimido", reza el antiguo principio de Ireneo, padre de la iglesia del siglo II, sobre la encarnación.
Inserción, "éxodo" y misión
La inserción es propia de la mejor tradición misionera de la Iglesia. La Misión es siempre un envío —envío de Cristo a través de su Iglesia-- y en los enviados implica un éxodo. El éxodo misionero y pastoral significa salir del "mundo de uno" para ir al "mundo del otro". Entre más distante y diverso es el mundo del otro —en su realidad religiosa y cultural y en su condición humana— más exigente y radical ha de ser el éxodo y la inserción. Así, la inserción más exigente y difícil es la que se da entre los más pobres y oprimidos, entre las minorías culturales, entre los incrédulos y apartados, entre los no cristianos y descristianizados; en fin, entre las formas más fuertes y contrastantes de la realidad humana.
Cristo modelo de inserción
El modelo cristiano de la inserción es, por supuesto, Jesucristo. En Jesús tenemos a Dios insertado en la naturaleza humana. La encarnación del Hijo de Dios, tal como la describe Juan en el prólogo de su Evangelio, es el ejemplo de la más radical forma de inserción: "El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). La encarnación de Cristo hizo posible la misión de redención de la humanidad, la cual asumió en toda su integridad el Hijo de Dios. El evangelio y su realización entre los hombres fue posible, gracias al éxodo del Hijo de Dios desde su eterna posición en el seno de la Trinidad hasta nuestra realidad humana^ convirtiéndose en "uno de nosotros", que es lo que significa precisamente su nombre Emanuel: "Dios con nosotros".
En la encarnación, el Hijo de Dios es enviado por el Padre y asume la condición humana en su totalidad, con excepción del pecado (Hebreos 4:15). Se trata del "éxodo" del Hijo desde la gloria eterna de su realidad divina perfecta e infinita al corazón de la miseria humana para redimirla (Filipenses 2:6-8). Por otra parte, por ser redentora, la encarnación desemboca en la cruz y la resurrección: la miseria humana tendrá en adelante una esperanza cierta y un camino de liberación de la raíz de sus males, de las deshumanizaciones del pecado y de la muerte eterna. Jesús se insertó radicalmente sin perder su identidad divina ni el sentido original de su misión. "Por causa de nosotros, se hizo pobre, para que, mediante su pobreza nosotros llegáramos a ser ricos", en los bienes del Reino, dice Pablo en su segunda carta a los Corintios (8:9).
Etapas de la inserción de Jesús
La inserción de Jesucristo en nuestra naturaleza humana se dio de múltiples formas y en diferentes tiempos y etapas que siguieron el curso de su existencia y ministerio en la tierra. Podríamos hablar de la inserción de Jesús en Belén, en Nazaret, en su vida pública, en su pasión y en su resurrección. Contemplar a Jesús en cada una de estas etapas de su "inserción", nos permite no sólo comprender mejor su misión y mensaje, sino conseguir un modelo para nuestras propias inserciones, como sus seguidores y discípulos. En cada una de sus "inserciones" Jesús abre un camino de imitación para nuestra vida de testimonio cristiano y para nuestra espiritualidad como sus seguidores, discípulos y misioneros.
Participar en la vida y misión de Cristo como sus discípulos, es integrar en nuestra fidelidad cristiana las dimensiones de su "inserción" entre nosotros, desde su encarnación y nacimiento en Belén, hasta su pasión y resurrección, pasando por su vida oculta en Nazaret, y su vida y ministerio públicos. Ser cristiano, y mucho más ser ministro del evangelio, implica en primer lugar estar dispuestos a participar con Jesucristo en todas sus inserciones. No sólo en las más gratificantes o brillantes como la de su admirable ministerio de maestro y taumaturgo, y la de su resurrección gloriosa, sino las más opacas y prosaicas como la de su vida oscura y oculta en la diaria rutina de Nazaret y la de las cruces y frustraciones de la Pasión. Descubriremos de seguro todas estas inserciones de Jesús, por medio de la lectura de varios de los capítulos de este libro. En éste en especial, vamos a detenernos en la inserción de Jesús en Belén, que fue donde comenzó en esta tierra la marcha redentora del Hijo de Dios, "insertado" en medio de los hombres.
La inserción del pesebre
La vida y misión de Jesús y su mensaje espiritual y misionero adquieren todo su sentido cuando los relacionamos con el hecho que está en el origen de todas las etapas y formas de la inserción de Cristo en la condición humana: su nacimiento en el pesebre de Belén.
Los significados del pesebre
La inserción de Jesús, obviamente, comenzó en la encarnación, pero se manifiesta en su nacimiento. En ese momento se reveló también la opción deliberada de Jesús por asumir la condición de los más desamparados. Pues el modo y las circunstancias que rodean el nacimiento de Cristo no son fortuitos ni arbitrarios; son una elección libre. A diferencia de nosotros (que sólo podemos optar después de cierta edad), el Hijo de Dios eligió las circunstancias de su venida al mundo, así como las del itinerario de su vida. Por eso, en sus elecciones y opciones, Cristo nos dice algo sobre Dios, sobre el hombre, y sobre los caminos de la salvación y de la venida del Reino.
Sucede que los seres humanos no podemos optar por las condiciones permanentes o contingentes de nuestro propio nacimiento. Los hombres no pueden elegir su raza, su nación, su clase social, sus padres o familia, su apellido, su cultura, la época que les tocará vivir. No pueden elegir ni siquiera su sexo. Tampoco pueden elegir las contingencias de su venida al mundo (cómodas o precarias, alumbramiento fácil o difícil, etc.). Lo original de la venida al mundo del Hijo de Dios es que cada circunstancia de su nacimiento es elegida libremente, y encierra un significado para su futura misión e inserción, así como para la nuestra propia.
Jesús se inserta como pobre
La inserción de Jesús en el pesebre tiene múltiples significados. El primero es que Jesús se inserta como pobre; la pobreza como forma de vida lo acompañará hasta su muerte. Nacer en un pesebre porque no había posada en Belén, con todo lo que ello implica (Lucas 2:6-7), no es un percance; es una opción de Jesús, la primera que hizo en su vida. El sello de la pobreza en la inserción de Cristo no se reduce a las circunstancias materiales del pesebre, que fueron transitorias, o más tarde al desamparo en la persecución de Herodes y en el exilio en Egipto (Mateo 2:13-18), o a su vida de trabajador corriente en Nazaret (Mateo 12:54-58), o a la dureza de su actividad pública (Lucas 9:57-58). Se trata de una pobreza de abyección, en la que Jesús se situó deliberadamente entre los pequeños y menospreciados. Jesús no sólo asumió la condición humana, sino que en ella asumió la de siervo humilde, realizando en su plenitud la profecía de Isaías (caps. 53 y 54) sobre el siervo sufriente.
Siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!. . .
Filipenses 2:6-8
El aspecto externo y sociológico de la pobreza de Jesús es relativo (como lo es toda expresión externa de pobreza), y no está en nuestra mano imitarla literalmente, en todos los aspectos de su contingencia histórica. Pero su opción del pesebre nos invita a seguirlo en lo más esencial de la pobreza; no se trata tan solo de abrazarnos de propósito a las carencias de bienes y posesiones materiales, lo cual puede tener su importancia, sino el de cultivar en nuestra vida una actitud arraigada de desprendimiento de los bienes de este mundo; especialmente aquellos que nos impiden una unión más expedita y verídica con Dios, y nos obstaculizan abrazarnos más de veras al cultivo de los valores eternos, practicados por Cristo en grado sumo. Se trata también de mantener siempre una actitud generosa de humildad, desprendimiento y servicio, poniendo nuestra vida y nuestros bienes al servicio de Dios y de nuestros hermanos.
Predilección por los más necesitados
El segundo significado del nacimiento de Jesús está en la predilección allí manifestada por los necesitados, abandonados y lejanos, incluyendo los más pobres de los pobres, y en el mensaje de esperanza contenido en esta predilección. El hecho de ser unos pastores —gente marginada y de mala reputación en su época— los primeros en recibir la buena noticia del pesebre, es una elección deliberada de Dios (Lucas 2:8-14). Por ella, la inserción misionera de Jesús toma desde el inicio un carácter que quedará siempre como normativo para la inserción cristiana: la salvación y redención que Cristo ofrece es universal, abarca a todos, pero inicialmente muestra cierta preferencia —aunque no exclusividad— por las formas más marginales de la miseria humana. La misericordia especial que Jesús mostró por los más pobres, necesitados y oprimidos, se reveló inicial-mente en la opción del pesebre.
Evangelización de los alejados
El tercer significado de esta opción está dado por la venida de los sabios de Oriente para contemplar y honrar al recién nacido (Mateo 2:1-12). Estos sabios del Oriente no eran ciertamente pobres, pero tenían otras carencias. Su presencia ante el pesebre significa que la inserción misionera de Jesús apunta desde el comienzo a los no evangelizados y a los más alejados. Así como esos sabios orientales, que eran paganos, fueron iluminados por la gracia del pesebre, la acción misionera de la iglesia y el testimonio de los cristianos deberán tener una preocupación especial por los más abandonados y alejados de la verdadera fe. Mateo comienza su Evangelio presentando la visita de los sabios como la primera gracia misionera que brotó del pesebre, y lo termina presentando la oferta de esta gracia para toda la humanidad no evangelizada:
Vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
Mateo 28:19-20
La opción del pesebre contiene en germen las grandes opciones de la inserción y la misión: el carácter universal de la salvación del Mesías, el amor preferencial por los más necesitados, abandonados y alejados de la fe; la sencillez, el desprendimiento y la humildad como estilo de vida. El sentido profundo de estas opciones es siempre el mismo: en la humildad y debilidad humana se revela el poder liberador de Dios. María, testigo activo de las opciones del pesebre, comprendió y formuló muy bien este.sentido para todas las generaciones: "Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios. De su trono derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías" (Lucas 1:46-55).
El dinamismo que germinó en el pesebre tomará cuerpo y se hará aún más evidente y real en Nazaret. Le invito a leer sobre esta maravillosa inserción de Jesucristo en la vida oculta y, hasta cierto punto, ordinaria, prosaica y rutinaria de Nazaret, en el capítulo siguiente de este libro: "Jesús, hombre de hogar".
Fuente: Jaramillo, L. (1998) Un tal Jesús. Ed. VIDA EE.UU.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por tu comentario